30/9/09

Rosa Silverio

Un hombre sabe cómo partirte en dos
Un hombre sabe cómo partirte en dos
ha estudiado bien dónde hacer el corte
el lugar exacto en donde debe enterrar el cuchillo.
Sabe también que antes de desplumarte
debe retorcerte el cuello
calentar el agua
luego podrá guisarte con sus especias favoritas.
Un hombre conoce los trucos para ganar la partida
para quedarse con el botín
y huir sin dar explicaciones.
Siempre memoriza tus puntos cardinales
siempre te engatusa
te caza
te domestica
y luego te corta como una naranja
que reparte con presunción entre sus amigos.
Un hombre actúa como un dios
te trata como un pastel
y sabe cómo partirte en dos
sabe cómo hacerte infeliz
sí que lo sabe.



La mujer dormida
Silvia salió a recorrer caminos,
a beberse el mundo de un sorbo,
a soñar y hacer el amor
hasta que desaparecieran las estrellas.
Silvia salió dormida,
con los ojos abiertos pero dormida,
con las pestañas tiesas de tanto rimel pero dormida,
con el vestido de fiesta pero dormida.
Dormida y quieta
como un cisne en la mañana.
Y sin saber que dormía anduvo los cinco continentes,
escaló montañas, destruyó poblaciones,
se bebió todo el licor del planeta
y se acostó con príncipes y ratas.
Ella siguió rodando como una pelota por el mundo,
saltando charcos, matando peces,
inventando nuevos explosivos.
Así descubrió el hambre y la locura,
el juego en los casinos,
la tristeza de la lluvia
y la asombrosa primavera.
Silvia vio, tocó, degusto, olió y sintió de todo,
y aunque quiso escuchar poco
mucho tuvo que escuchar.
Y los días se hicieron semanas,
y las semanas meses,
y los meses años,
y los años canas, arrugas, heridas, cicatrices,
achaques de más, dientes de menos,
pero nada impidió que Silvia siguiera
ajada y dormida,
cansada de hacer el amor y dormida,
experta en bombas atómicas y dormida,
con lentejuelas y dormida.
Como un copo de nieve aún sin derretirse.
Como una rosa joven
sin manchas ni fisuras.
A veces triste.
En ocasiones sola.
Nunca inalcanzable.
Pero siempre dormida.

Hay que ponerle nombre a esta tristeza
Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla,
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.

Extrañeza
Qué es esta extrañeza,
esta lluvia incesante y desacostumbrada,
este golpeteo en el corazón desnudo,
este irse y venir en mis adentros,
estas hojas que caen y caen y caen
totalmente frías y descoloridas en mis tardes.
Qué es este silencio y este rumor simultáneo,
esta necesidad de palparme
y constatar que estoy en este mundo,
que aún no he muerto,
que tengo los dos brazos,
las dos piernas,
el cabello largo, la sonrisa fingida,
los ojos y las largas pestañas,
todo lo que me reafirma que estoy viva
y que seguir adelante es inevitable,
para ser y reconocerme,
para averiguar qué he perdido en el camino,
para poder sacar las cuentas correctamente,
sumando y restando,
restando y sumando,
haciendo los cálculos como una contable
que audita sus propios bienes
y que luego de saberse entera
y al mismo tiempo mutilada en su imaginario,
se detiene en la oscuridad de su noche interna
y se pregunta con angustia
qué es esto que la desordena
y la vuelve un mar embravecido,
qué es eso que la hace temblar
y la vuelve azul intenso,
qué será lo que le crece adentro
como una semilla que germina
y entierra sus raíces en la carne adolorida,
qué será lo que la hunde,
la levanta,
la sacude
y al final de los días y las horas
la deja vencida en medio de la nada.

Este poema
Este poema viene desnudo y transparente,
delgado como un hilo,
liviano,
imprescindible,
cotidiano como los enseres de la casa.
Este poema viene sin sexo y sin horas,
sin drogas y sin amigas,
de espaldas,
con cuchillos en sus fauces,
sin faldas y cigarrillos,
como un pájaro,
una caída
o un alumbramiento.
Este poema viene con latidos
y sangre,
dentro de un panal de abejas asesinas,
doloroso y nauseabundo,
salvaje y con pelos en las piernas.
Este poema viene de adentro,
trae la ingravidez del alma
y las rosas que dormitan en el pecho,
trae la tristeza en un frasco pequeño
y lo destapa,
y lo huele,
y se enamora de su fragancia lacrimógena.
Este poema viene del fondo,
se me escapó de un resquicio del alma
y ya no consigo hacerlo regresar.

Todo era nostalgia
La mujer que lee a Mrs. Dalloway pensó
que todo era nostalgia esa mañana.
Desde el pétalo que la rosa aun no ha perdido
hasta el espectro cuarteado de su sombra.
Todo era pequeñez en su universo,
un montón de insignificancias que agigantan la tristeza,
el dejo de ilusión que se llevó las horas,
las margaritas que envejecen en los surcos de su ojos.
Todo era nostalgia, vaguedad de la memoria,
el cansancio que desfloró a sus miembros.
Ya no hay porqué falsear una pose,
inventar paraísos o forzar el encuentro,
todo se ha perdido en la conflagración del roce.   
Y ahora, la mujer que lee sabe que la mancha
que olvidó el café tiene su historia
y que  todo lo que adorna su estancia,
desde las notas musicales del piano que duerme,
hasta la sombrilla que se desagua en una esquina,
sólo es un pequeño fragmento del ayer                           
y nada, ni siquiera la nostalgia,
traerá de regreso el ansiado fulgor
que han perdido cada una de esas cosas.

Pasado
Todo lo que ayer fui se ha quedado atrás
como una ciudad perdida, un adiós,
un vaso blanco o flores de otra primavera.
Todo lo que ayer fui se ha vuelto
un tiempo sin color y sin memoria,
se ha suicidado lanzándose de algún puente
o se ha ido en barco para no volver
a esta playa sin sirenas,
para no regresar a esta tierra de vencidos.
Todo lo que ayer fui se ha vuelto una madeja oscura,
se ha perdido en las telas del pasado,
entre postales, relojes y arañas venenosas,
en el vuelo inútil de las hojas de otoño
o en el beso de los amantes que se va
entre las alas tristes de los pájaros.

Interior
En mi interior hay un torrente extraño,
caudal que conduce a ninguna parte,
recodo de mis piedras y cangrejos,
de mi cuerpo triste,
de esta piel cansada
y de estas piernas que se niegan a sí mismas,
que se arrojan sin temor a la corriente
y se entierran en el fondo como un ancla.
En mi interior hay humedad que no me moja,
hay torpeza, hay basura,
hay una barca que perdió sus remos
y un mar en el que no desemboco nunca.

Rosa Silverio (Santiago de los Caballeros,  1978) . Escritora y periodista. Coordinó por varios años el Taller Literario Tinta Fresca. Ha publicado los poemarios De vuelta a casa (2002), Desnuda (2005) y Rosa íntima (2008). En 2005 obtuvo el XXI Premio Internacional Nosside que organiza el Centro de Estudios Bosio en Reggio Calabria (Italia). Lleva el siguiente blog: http://www.rosasilverio.blogspot.com/