4/4/17

Cuatro poemas de Santiago Rodas



Animales aplastados

Algún animal es atropellado
y queda su cuerpo
tendido en el pavimento

Los carros les pasan por encima
y los aplastan hasta hacerlos
una masa negra

los mismos carros
a las mismas horas

Lentamente los cuerpos
desaparecen
como si alguien limpiara,
en silencio,
la piel y los huesos.

Fuck

Siento el rumor suave del helicóptero
que pasa sobre mi cabeza
y yo lo miro
tantear, ponderar las cosas desde arriba
bailar entre las nubes,
las montañas.
Dando tumbos acá y allá
bamboleándose
con su cuerpo de insecto negro
por el aire sucio, enrarecido
de los últimos días.
Y veo que se acerca,
que se mese
casi estático,
baja
en una línea vertical,
se me acerca.

Mientras el helicóptero me observa
yo le hago
la señal con el dedo
que aprendí en mi infancia
y no tiene traducción al español
pero en inglés
se escribe
fuck.  


Las manos

A Luis Rodas
Esta tarde he pensado
en las manos de mi tío Luis,
unas manos duras, ásperas
donde no cabe un callo más.

Cuando uno le da la mano
él la aprieta firme
y se siente el peso
de días bajo el sol y la lluvia,
el peso
de los millones de golpes
con un martillo
que han derribado
y construido cientos de muros.

Cuando él me suelta
queda un vacío,
como si la mano de mi tío
por un momento
me protegiera con su fuerza
y luego mi mano quedara abandonada a mi destino.

Pienso
que esas personas
que son capaces de levantar una casa con sus manos
saben algo que a los demás
se nos escapa. 


Carl Marx
A Juan Carlos Rodas

Desde pequeño he visto
un cuadro de Carl Marx
en mi casa.
Un tío se lo regaló a mi padre
pensando que tal vez
sería un buen regalo para un
estudiante de filosofía y letras.

Creo que el cuadro hizo
lo mismo
que hizo el corazón de Jesús
con mis amigos.

Todas las mañanas
antes de bañarme, veo sus ojos
en blanco y negro
le hago un ademán
él me da su bendición, o algo parecido.


Fuego en el espejo

Era diciembre del 97
y  en el barrio
echaban globos.
El reto era coger
el mayor número posible:
en el proceso
casi me atropellan 3 veces
subí a techos de vecinos, sin permiso,
me corté con alambre de púas,
me apuntaron con una escopeta,
caí en canaletas y huecos más de 10 veces.
Tan sólo cogí 4 globos en mi vida.

Había una técnica
que consistía en apuntar con espejos
en la mecha del globo
hasta apagar el fuego,
el globo caía y sólo hacía falta
ser el primero en agarrar la candileja.

Dudé de la veracidad del proceso
hasta ahora
cuando me veo en el espejo
y confirmo que 
la llama se hace más débil.


Santiago Rodas Quintero. Medellín, Colombia. 1990. Ha publicado los libros Gestual (Editorial U.P.B, 2014) y Trampas Tropicales (Atarraya editores, 2015)