Como
aire que se lleva el mundo
A la memoria de mi
padre
A dónde tu pecho y las viejas palabras
hoy que los muros y el bronce publican tu nombre,
hoy que me dan ganas de tirarle piedras a Dios,
y casi puedo verte, mi viejo,
lejano y triste, como un santo sin milagros ni día de
fiesta.
Cordero mudo ante el pastor que lo ha esquilado.
Que los vivos griten lo que los muertos callan,
padre(incomprensible rostro del amor),
te imagino en un lugar donde los caminos ya no tienen
orillas,
donde la hierba no se dobla cuando la pisas.
De allá vienes, alma de mi alma,
como aire que se lleva el mundo,
un fantasma atravesando paredes para llegar hasta esta
página:
tú, para limpiarte las cenizas,
yo, para calmar mi pena.
Los años se llevan tanto de nosotros,
pero dejan la respuesta para todas las preguntas:
que nada importa, viejo, que todos somos inocentes,
que ya podemos dormir tranquilos.
Levanta
tu rostro contra
el viento oscuro
¿Por qué parece que fueras pateando el alma
mientras caminas?
Hasta las viejas se santiguan cuando te ven pasar.
No vives en la falda de un volcán,
y tu cara tampoco está
en el cartel de “Se busca vivo o muerto”
La vida va sentada en el autobús extraño que llega
cuando has perdido la ruta de siempre.
Todavía quedan refugios que desconoces,
Y alguien te espera en esa ciudad (impronunciable)
bajo tu índice en el mapa.
Ahora, levanta tu rostro contra el viento oscuro,
sal de los jardines vallados.
Recuerda que existen lugares donde hay cosas
que despertaron hoy, pero mañana ya no estarán.
Milagro
en Greenwich Village
Como una Piranesi de los suburbios,
Diane Arbus descubre esas dos niñas que dan la impresión de no tener ombligos,
y que parecen salir al paso de los caminantes, exigiendo que resuelvan un
acertijo.
Qué temblor le sobrevino, cuando en
su pequeño baño la imagen se fue revelando, cuando vio en los ojos de las
gemelas de New Jersey, aquello que los trapecistas olvidan para llegar al otro extremo de la cuerda. Inapelable
misterio de las gemelas. Las miro y el aire se hace lento, flores extrañas en
una enciclopedia que ardió en Alejandría. Ese azul en los ojos, que tienen los
fantasmas que viven detrás de los espejos (ese color del agua sucia de los
floreros).
Y que fue de aquel albino con ojos
rojos de conejo, la extraña mujer en silla de ruedas (lo último que recuerdo de
mis pesadillas es a ella quitándose la máscara que siempre lleva). El judío
gigante de Brooklin, ese árbol plantado en mitad de la sala, junto a esa buena
señora (con cara de buena señora) dueña
de alguna memorable receta de pastel de manzanas.
Los imagino a todos hablando entre sí
desde sus fotografías. Barro cobrando vida entre avatares. Tendida al sol su
inocencia que tanto ha resistido, atesorada en el paraíso que su obligado
exilio ha inventado, lejos de la piel fría de los espejos.
Los animales que olvidó Noé caben
todos en el arca de esta señora del Greenwich Village, que se masturbaba con
las ventanas abiertas, y que se suicidó en la estación del año que menos le
gustaba: el verano.
J. J. Junieles (Colombia, 1970). Escritor, periodista y guionista. Sus últimas
publicaciones son: Fotos de
cosas que ya no están (Antología
de cuentos. Collage Editores, 2015), y Con
la luz que me queda basta (Cuentos,
Panamericana Editorial, 2007) También ha publicado: Hombres solos en la fila del cine (Novela, 2004) y en poesía su último
libro es: Barrio Blues (Collage Editores 20115) En 2002
recibió el Premio Nacional de Literatura Ciudad de Bogotá, en 2007 se le
confirió la Beca de Residencia Artística Banff Centre for the Arts de Canadá, y
fue escogido para el proyecto Bogotá 39: los 39 escritores más representativos
de la Literatura Latinoamericana. Ha sido profesor de Escritura Creativa de la
Universidad Nacional de Colombia, y de guión en la Universidad Javeriana; entre
otras instituciones. Parte de su obra ha sido traducida al inglés. Actualmente
trabaja su segunda novela. Los poemas seleccionados pertenecen a su poemario Barrio Blues.