3/12/08

No Direction Home



Por Frank Báez
El domingo en la mañana me puse a mirar el documental que hizo el director Martin Scorsese acerca de los primeros años de la carrera artística de Bob Dylan. El documental es bien largo y aunque no logra saciar a los fans de Bob Dylan -insaciables por naturaleza-, al menos nos presenta de manera convincente su primera etapa y una serie de fotos, apariciones en programas de TV, comentarios de músicos, novias, amigos, managers, productores musicales, poetas, grabaciones inéditas, entrevistas que no conocíamos anteriormente, pero sobre todo, nos presenta al mismo Dylan hablando de sus primeros años. Un Bob Dylan parco de sesenta años y con un humor negro y corrosivo. Bob Dylan que desde la publicación del primer volumen de su biografía y sus éxitos discográficos, se ha abierto un poco más al vouyerismo norteamericano, aunque la verdad, tan sólo un poco. Con el documental de Martin Scorsese no hace más que catapultar su fama más allá de lo posible, suponiendo que lo posible significa un firmamento empedrado de estrellas y el futuro.

Sobre No Direction Home me gustaría señalar un aspecto importante, que es sin duda el más enigmático de las tres horas de documental. Estamos ante uno de los momentos más álgidos y valientes de toda la carrera de Bob Dylan. Este se encuentra en una gira, que lo lleva a lo largo y ancho de toda Inglaterra, donde recibe abucheos continuamente por el sencillo hecho de tocar sus canciones eléctricas en vez de las canciones contestatarias y acústicas a las que sus fanáticos estaban acostumbrados. En el escenario del Free Trade Hall de Manchester, Bob Dylan está con su banda y acaban de tocar una de esas canciones eléctricas que el público adoraba abuchear. Bob Dylan se pasea por el escenario, y entonces, una voz masculina grita JUDAS. Bob Dylan se da la vuelta y mirando al público, le responde: no te creo. Le dice algo a la banda y vuelve nuevamente al micrófono y dice: eres un mentiroso. Se vuelve a la banda y aunque no dice esto en el micrófono se escucha bien claro, arengándolos y gritando, play it fucking loud, y entonces se oyen la batería y los primeros acordes de Like a Rolling Stone. Pero analicemos esto. El fanático le vocea Judas para dar a entender que Bob Dylan se ha vendido por unas monedas, es decir, ha dejado el compromiso llevado por los cantantes contestatarios a la manera de Woody Guthrie para dedicarse a la música pop como un montón de bandas que pululaban por la Inglaterra de principios de los sesenta. No obstante, la simbología es rica y legendaria, ya que sucede que Bob Dylan es judío e incluso a través del documental se comenta que él pudo cambiarse su nombre original, aquel de Robert Zimmerman a Bob Dylan, con tal de evitar la represión que existía en esa época contra los artistas judíos. Con este incidente salta a relucir la leyenda de Bob Dylan, como el judío errante, idea que quiso caracterizar Scorsese con el título del documental y que es extraído de uno de los versos de la canción Like a Rolling Stone, donde muchos han querido ver ese errar de piedra rodante que los judíos sufrieron en Europa y en tantos lugares y que Bob Dylan revive cuando canta la canción Like a Rolling Stone jodidamente fuerte, después de que el tipo voceara lo de Judas.
¿Pero quién fue el sujeto que gritó Judas? Al principio se creía que era Keith Butler, fanático de Bob Dylan que después de escuchar al Dylan eléctrico, quedó totalmente decepcionado. Keith Butler falleció en el 2002. Antes de su muerte, había repetido en entrevistas que el grito no había sido premeditado y que se debió a que se había sentido decepcionado y con rabia. No obstante, en los últimos años, el grito se ha empezado a atribuir a otra persona, a un tipo llamado John Cordwell que se encontraba esa noche en el concierto y que en ese entonces era estudiante de derecho. En una entrevista realizada para una revista, éste, al igual que Keith Butler, explica lo decepcionado que se encontró con las nuevas canciones que Bob Dylan estaba presentando. Cuando le hacen la pregunta de qué le diría a Dylan si alguna vez se llega a encontrar con él, John Cordwell se queda pensativo y responde al rato que le diría que todavía le gusta su música y que lo perdona.