18/4/08

Tres poemas de Jorge Galán



El Engaño

Primero vio el árbol y luego escuchó el pájaro.
Era un pino alto y viejo y robusto,
amarillo y verde a un tiempo y tupido en sus ramas.
Él se acercó.
El canto del pájaro era brusco y hermoso
de la misma forma que un río lo es en el invierno.
El día había pasado de la frescura a la tibieza
pues se acercaba el mediodía.
Él buscó entre las ramas el plumaje y el pico,
miró aquí y allá, más cerca del tronco y más lejos,
se movió buscando a la derecha y a la izquierda
y a la izquierda otra vez y a la derecha,
el ave seguía cantando y el árbol creciendo.
Súbitamente, al mover la cabeza, en un hueco
que formaba el follaje, entre una rama delgada y otra rama,
se halló al sol por entero,
un terrible astro duro cincelado sin tregua por las primeras manos
en un extraño oro incomparable.
Él quedó ciego.
El día se hizo blanco.
¿Me pregunto quién era de los dos el maligno:
si el pájaro o el árbol?
(de Breve Historia del Alba)

El Cielo en Tres Instantes
1
Luminosa de siempre, con tu primer latido
te hiciste la hermosura, pero te abandonaste,
te dejaste olvidada bajo una lluvia lenta,
persistente, implacable: tu pelo es una sombra
que baja por tu espalda, un diminuto invierno
se desliza en tu lengua, un abismo encerrado
quiere abrirte la boca, tus palabras son astros
que se extinguen de pronto: todo lo que pronuncias
son los nombres del fuego. Permaneces impávida,
sentada y a la espera sin saber lo que esperas,
como un árbol que nunca deja de consumirse
porque de sus raíces es que proviene el fuego.
Sé que esperas el alba, la reunión del día
con su luz menos tibia detrás de las montañas,
pero esto no lo sabes y en la noche es que habitas:
silueta de un latido que se extingue y no cesa.

2
Tu cuerpo no es el canto que el mar solo presiente
y que el viento ha rozado con sus labios feroces
y que la luna trata de extinguir en sus aguas
y que el otoño llena de interminables muertes
al intentar asirlo sobre su lento pecho.
La belleza no sabe declinar en tu cuerpo
como el sol cuando bebe de las aguas nefastas
de la noche y se extingue sobre un cielo de sangre.
En tu cuerpo concluye mi cuerpo más exacto:
no es precisa la muerte para morir, el fuego
no le es preciso al día para encender el alba.
Mapa de miel oscura que en migajas se extiende:
tu cuerpo no es la noche donde se haya tendido
ni es la agonía insana que en mis labios habita.
Lo bello da un rodeo para dejarte sola,
sumergida en las nieblas que de ti misma emanan.

3
Niña por los ramajes, mujer por los rincones,
instante de la hora más enorme y precisa,
tus pies no son palomas aunque sean palomas
ni tus ojos plegarias aunque plegarias sean
pronunciadas en lenguas que solo yo conozco,
ni elevarán tus manos en el aire de invierno
un ademán que sea bendición inmediata
ni ha de tocar tu boca ningún manto que pueda
dividir en dos notas el susurro del viento.
De dolor estás hecha, por eso tantos pinos
fantasmas diseminan su sombra irremediable
como perros sombríos sobre tus tibios pies.
En silencio pronuncio tu nombre interminable:
tu abismo es la garganta donde asciende mi voz.
Y sin embargo siempre serás lo irremediable:
tus labios son los labios con que me besa Dios.


(de La Habitación)


Trenes

Solo algunos ancianos quedan en la mañana.
Ellos conversan sobre trenes, recuerdan ciertos viajes
hasta ciertos lugares que hace mucho no existen.
Visitan los cafés, las esquinas, las albas, los jardines.
Se detienen para escuchar el murmullo de las lechuzas,
para recoger una almendra del suelo humedecido,
para mostrar una fotografía que siempre ha sido antigua,
para mirar unas montañas que ya no recordaban.
Para ellos el viento siempre será un cabello largo
y el aroma de los jardines ya no será algo más que muchacha.
El calor para otros es una camiseta que baja lentamente,
pero ellos están fríos a la orilla de un río todavía diáfano.
No morirán esta mañana, eso lo saben, por eso están felices,
por eso están hablando que se han vuelto siluetas,
que se han tornado oscuros como sus propias voces,
que su piel macilenta casi se ha vuelto viento.
Solo algunos ancianos permanecen, conversan...
Los trenes que recuerdan son cada vez más lentos.

(de El día interminable)


Neblina y Oro

Mi abuela iba y venía por el andén lluvioso,
sostenía en las manos una flor sin aroma,
en su pecho la noche besaba una paloma.
Entonces era extraña como un jardín brumoso.
Tenía el pelo oscuro, liso, largo, brioso,
y los ojos inmensos, juveniles, distantes.
Mi abuela iba y venía con sus pasos quemantes.
Sus pies eran dos breves relámpagos hermosos...
A lo lejos, entonces, vio una torre de humo:
una líquida niebla de pronto vuelta grumo,
y escuchó ese silbato como un fuego sonoro.
Mi abuelo llegó un día de mediados de abril.
La estación ya no existe y ese ferrocarril
se ha vuelto como un sueño de neblina y de oro.

(de El día interminable)

Jorge Galán. (El Salvador, San Salvador, 1973) Entre los libros que ha publicado se encuentran: Breve Historia del Alba, Colección Adonáis. Ediciones Rialp, Madrid, España, año 2007; La Habitación, Colección Poesía de la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador, DPI, año 2007; Una Primavera Muy Larga, Edición Bilingüe Francés – Español, Colección Premio Charles Perrault de la Alianza Francesa de El Salvador, año 2006; El premio inesperado, Alfaguara infantil, año 2008; El sueño de Mariana, F&G ediciones, Guatemala, año 2008. En el 2006, fue galardonado con el Premio Adonáis de Poesía Año 2006.