27/4/09

Siete Poemas de Meg Petersen

Trilobites   

Guardo pedazos de ti, el detrito de tu vida, 
cuando tenías una – un arete perdido en mi oficina 
encontrado demasiado tarde,  una carta que enviaste para celebrar el nacimiento 
de mi tercer hijo, una nota garabateada que dejaste 
en el correo, y el curioso colgante lleno de trilobites 
cubierto en ámbar rosa, sus lomos enroscado y resonante 
con verde, un toque de rezumantes burbujas encerradas con colas como cometas…
Confiaba en tales objetos, como si ellos pudieran retener 
tu cáncer como a un vampiro una cruz de madera. 
Pero moriste de todas formas. 

Guardo el pendiente con los trilobites, siento su suave presencia
en mi palma, sostengo lo que una vez sostuviste. 
Recuerdo la primera vez en que lo vi sostenido 
por tus largos dedos de artista en un mercado de pulgas 
para engañar turistas en Santo Domingo, 1996. 
Me preguntaste que eran esas criaturas escondidas dentro. 
Empecé a decirte cómo 
millones de años atrás  los trilobites vivían. 
Estaba a punto de crear alguna metáfora acerca 
de  la sobrevivencia, 
pero me malinterpretaste y pensaste que tan sólo quería el pendiente como si el objeto en sí mismo importara. 
Aun conservo esos condenados trilobites.  


La Gringa 

Los bares de Imokalee  en que trabajaba 
cerraban tarde y ella todavía 
le faltaba mucho para llegar a  casa. Abajo 
hacia la autopista pasando  Sunniland 
en la oscuridad. Ella bajó  
los vidrios
para ocultar el ligero olor a menta 
en el aliento de su acompañante.  
Ruta 75 – conocida  como el callejón  del Cocodrilo. 
Mejor no pensar el por qué del nombre. 
Sería suficiente respirar el olor de su piel blanca  
y ver  el mundo a través  de  sus ojos azules 
sin pensar  en el peligro. 
“¿Qué pasa mamita?" el hombre a su lado 
murmuró con sus ojos semicerrados, 
palabras mezcladas con bebida  y lujuria.  
Ella vio su cara brillar con las luces delanteras 
de un carro que se aproximaba. 
Viró a tiempo.  

Para cerrar los bares en estos días, 
sólo necesitas murmurar 
“migra, migra”, como un lento siseo de advertencia. 
Dos cortas sílabas con el poder 
de silenciar a los demás.  
Con sus  palabras como talismanes,  
con sus senos, sus caderas, 
sus pantaloncitos y su faldita, 
ella era una hechicera.   
¿Qué  estaba haciendo una muchacha de Concord, New Hampshire
yendo hacia el sur 
a través de los pantanos 
entre las sobras de alguna mañana, 
con humo de bar creciendo en las células de su pelo, 
tratando de recordar la razón 
de que  hubiera venido a deslizarse  
como sueño ajeno  
hacia la última noche de la autopista?   


Antes del despegue  
Para astronautas y otros que se aventuran 
en mundos  desconocidos 

Contaste que lo que más recordabas 
era el atardecer 
el arcoiris sangrando en los confines 
de la tierra  
extinguiéndose en una delgada cinta azul 
frente a la absoluta oscuridad del espacio. 
Solamente viste uno
-a través del  pequeño visor 
del asiento al que te amarraron - 
tan sólo uno en las cinco horas y media 
de vuelo de ese Mercury original, 
pero eso bastó.    

Me pregunto cómo volviste, 
si alguna  vez meditaste de la misma forma 
sobre la palabra hogar.  
Me pregunto si podrías  habitar este mundo 
como lo habitaste antes, 
o si sentiste la sutil curva de la superficie terráquea 
en cada extensión de una carretera del Medio Oeste 
enlazada como una cinta sobre el  paisaje. 
Y cuando observas el ámbito del firmamento sobre 
las praderas, ¿sigues recordando las formas en que las nubes se mueven, 
avanzando con las vueltas,  
a través de los giros del  planeta 
a la deriva en el frío vacío 
del cosmo?   

He estado ahí también – en los lugares a los que tú 
nunca llegaste a venir del todo,   
esos lugares que te transforman.   
¿Sabías que sería por siempre  
en esos momentos cuando esperabas, 
justo antes del despegue, 
en esa solitaria cápsula? 
¿Pensaste acerca de cómo a veces 
esos cohetes tan sólo explotan 
en  la plataforma de lanzamiento? 
¿Una libélula siente la tensión de la finalidad 
mientras empuja a su alrededor 
esos primeros hilos pegajosos? 


Las Escaleras 
para los de la 38, la Zurza, Santo Domingo

Si quieres conocer la gente 
 empieza con 
  los cinco tramos  
   de una escalera de concreto. 

Calcúlalos usando  
 cualquier ecuación.
Mientras desciendes, al menos siete 
  merengues explotarán desde diferentes radios compitiendo a todo
  volumen y tus pies pisaran colillas de cigarrillo, 
y cáscaras de naranja,  liberando su decadente dulzura. 

La escalera de concreto, atravesada por alambres de tender ropa, 
donde muchachos juegan desnudos - 
(sus hermanas llevan pantis) – y los hombres 
que en cada descansillo estrellan dominós sobre mesas con botellas de romo, 
son implacables, inolvidables, constantes. 

Imagínatelos   
 cuando tienen que cargar agua 
(las bombas no están funcionando)
 cuando tienen  que buscar arroz o azúcar 
(si cuentas con el dinero)
  o romo 
(que compran de cualquier manera)
 cuando necesitan  bajar a la oscuridad 
(la electricidad  es inconstante). 
  
Calcula el peso de tus aflicciones  mientras desciendes 
al patio a donde gallinas picotean,
 cubierto con su excremento, y guineos 
que cuelgan en ramilletes desde las entradas de los colmados 
y agua de lluvia y el agua de lavar se acumulan 
en la base de la cantera de cemento. 

Pero cuando piensas en estas escaleras, también imagina el ascenso, 
piensa en el ir y venir, alto y más alto 
como las ondas  del merengue y el humo 
de miles de cigarrillos, 
tejiendo tu ascenso hacia la noche y mucho más allá 
hasta atravesar la bóveda celeste.    

Necesidad Primordial 
para Anna 
Para ti, es una cosa física 
el lento endurecimiento de músculos  adoloridos 
que no han bailado. 

una garganta que empieza  a tensarse, 
asfixiada con melodías silenciosas 
tragadas de nuevo como esas  palabras sin decir que te asfixiaron   

tus manos descansan quietas en tu regazo  
como las lastimosas cosas 
que son.   

El mundo exige tanto 
y sí, al mismo tiempo devuelve tanto 
como arrebata todo lo que somos.  

El arte es tan necesario como el cielo 
no sólo para afianzarnos en  la tierra 
sino también  para darnos espacio 
donde volar.  

Sígueme 
Sólo un atisbo  
en la intersección de los mundos 
primero, tercero, industrial, cultural, tradicional
 arenisca y sombras atravesadas por tiras 
de suave cemento – el paisaje urbano – 
la silueta de un  mendigo alzando una mano 
 allá delante 
donde el plano vertical del muro de la tienda de enfrente se topa 
 con la acera horizontal. 

Sólo un fogonazo 
 de sari  y raja, un destello de seda rosa
la gracia del crema  y el bronceado y 
 el niño que sigue 
agarrando las fundas de la compra.  
Su  logo rojo y amarillo deletrea – MON
 el resto perdido en el pliegue. 
Los tenis Nike de un hombre adelante 
 señalizan. 

Justo en el punto 
 donde un mundo toca al otro 
se toman de la mano – uno avanza,
 otro sigue. 

Mi  hijo duerme con un Atlas 
Mi hijo duerme con un atlas 
bajo su almohada, 
se vuelca sobre él cada noche,  
y se levanta con preguntas 
sobre Lituania, Latvia y  Luxemburgo…
Sueña atravesando fronteras, 
registra cordilleras en 
las fronteras asiáticas, deambula  
a través de la historia que trazó 
y de nuevo trazó, esas líneas que
dividen el mundo en trozos   
de colores.  
Sus nítidos confines lo fascinan.  

Mis propios territorios no están divididos con exactitud, 
y yo estoy inclinada a conocerlos 
a partir de metáforas más que con ecuaciones. 
Sus preguntas son complicadas. 
Cuando consulto 
mi atlas de sentimientos, 
un mundo sin fronteras emerge. 
Las oscuras líneas de las naciones 
disueltas, y el globo gira 
sin peso, conmovido, 
una simple nube azul avanza como joya 
perdida en el marfil de terciopelo 
de una noche eterna. 

Traducidos por Frank Báez

Meg Petersen (New Hampshire) Actualmente vive, escribe y enseña, como becaria Fullbright, en Santo Domingo. Trabaja enseñando a profesores técnicas de escritura creativa. Es profesora de inglés del Plymouth State University en New Hampshire.  Directora  del Plymouth Writing Project y del  New  Hampshire's site del National Writing Project,  así como editora fundadora del  Plymouth Writers Group Anthologies of Teachers' Writing.  Fue galardonada como Poeta del año en New England  y su poesía ha sido publicada en varias antologías, entre las que sobresalen: The Why and Later, No Regrets, y  Points of Connection.