21/3/11

Yo viajo por un mundo encantado


Por Giselle Rodríguez Cid

En una película que vi hace poco, dos policías borrachos que beben en la barra de un bar, le aconsejan a un adolescente que nunca confíe en las mujeres que se conocen en los bares. Yo agregaría que tampoco en los libros, sobretodo en las revistas que aparecen apiladas sobre la barra. Aunque en Santo Domingo no es muy común que se de el caso; incluso me atrevería a afirmar que Cinemacafé es el único bar en toda República Dominicana poseedor de una buena biblioteca. 

Hace unos meses, mientras la gente bebía y chismeaba, me acerque hasta sus libros y empecé a leer los lomos. Tiene buenos libros,  me dije. Ediciones antiguas de clásicos de la literatura, libros de viaje, de arte, de cine, de fotografía... Hasta que di con un titulo que me llamo la atención y procedí a sacar el libro del estante y empezar a leerlo en medio del bar. Al rato me acerque hasta donde estaba el dueño y se lo pedí prestado. 





"Yo viajo por un mundo encantado" del poeta negro norteamericano Langston Hughes, es la segunda parte de su autobiografía, publicada originalmente por Rinehart & Company en 1956, y en la edición que tengo a mano, por la Compañía General Fabril, Editora de Buenos Aires, en 1959. "Esta es la historia de un negro que quiso ganarse la vida con poemas y cuentos" empieza diciendo Hughes, cosa que para un negro norteamericano a principios de la década del 30 era bastante complicado. En medio de la Gran Depresión, y habiendo perdido la protección de su benefactora, decide viajar hasta el Sur de Estados Unidos, donde la famosa maestra y activista negra Mary McLeod Bethune lo insta a que lea sus poemas en los colegios y las universidades a las que asistían los negros. Pero el tiene otros planes. Con el dinero de un premio que había ganado por su novela "Pero con risas" se embarca hacia Cuba y Haití. Interesado por la historia haitiana, por sus héroes negros, visita la legendaria Ciudadela de Cabo Haitiano. Así da inicio a un viaje que esta más cerca de una película de Indiana Jones que a una simple crónica: le toma tres semanas ir de Puerto Príncipe a Cabo Haitiano en un destartalado autobús sosteniendose a base de una dieta de guineos. Vive seis meses en Haití, para terminar su estadía con una jocosa crónica sobre su encuentro con el poeta Jacques Roumain y toda la intelectualidad haitiana de la época, sobre la cubierta del barco que lo lleva de regreso a su país. Al volver, emprende la gira que Mary McLeod le había sugerido seis  meses antes, recorre casi todo Estados Unidos y de ahí viaja a la Unión Soviética,  a Japón, a  China,  a México y finalmente a España y  a París. A lo largo de estos viajes, que van desde 1930 a 1939, conoce y trata a muchos escritores, personalidades y artistas, sin perder nunca su interés primordial, la situación y la vida de las personas de la raza negra en los lugares que va visitando. Más allá de los prejuicios raciales, de los problemas de comunicación, de la falta de dinero, de la amenaza del fascismo que se cierne sobre el mundo en esos años, Langston Hughes sigue considerando el mundo "una buena manzana". Mientras deambula solo por las calles de París el 31 de diciembre de 1939, reflexiona: "Me pregunte donde estaría yo cuando llegase el Año Nuevo siguiente. ¿Para entonces habría una guerra..., una gran guerra? ¿Mussolini y Hitler habrían terminado sus ensayos en Etiopía y España para volver sus aviones contra el resto de nosotros? ¿La civilización sería destruida? ¿El mundo llegaría verdaderamente a su fin? Mi mundo no, me dije para mis adentros. Mi mundo no tendrá fin."


Niño Genio


Esta es una canción para el niño genio.
Cántala suavemente, pues la canción es salvaje.
Canta tan suavemente como puedas-
no sea que se te escape de las manos.

Nadie ama a un niño genio.

¿Puedes amar a un águila,
domesticada o salvaje?

Salvaje o domesticado,
¿Puedes amar a un monstruo
de nombre terrorífico?

Nadie ama a un niño genio.

Mátale -
¡y deja su alma correr libremente!


Isla

Ola de dolor,
No me ahogues ahora:

Veo la isla
Aún al frente de alguna manera.

Veo la isla
y sus arenas pálidas:

Ola de dolor,
llévame hasta ella.


Viaje largo

El mar es un baldío de olas,
Un desierto de agua.
Nos sumergimos y buceamos,
ascendemos y rodamos,
nos escondemos y somos escondidos
en el mar.
      Día, noche,
      noche, día,
El mar es un desierto de olas,
un baldío de agua.


Sueños de La Habana

El sueño es un cocktail en Sloppy Joe's-
(quizá -nadie lo sabe.)

El sueño es el camino hacia Batabano.
(Pero nadie sabe si es así.)

Quizá el sueño solo sea su rostro-
Quizá es un abanico de encaje plateado-
Quizá el sueño sea una rosa del Vedado-
(¿Quién sabe? ¿Quién realmente sabe?)

 

Canción de la noche en Harlem 

Ven,
deambulemos en la noche juntos
cantando.

Te amo.

Por encima
de los techos de Harlem
la Luna brilla.
El cielo nocturno es azul.
Las estrellas son grandes gotas
de rocío dorado.

Calle abajo
una banda toca.

Te amo.

Ven,
deambulemos en la noche juntos
Cantando.


Ensueño en el río Harlem

¿Alguna vez bajaste hasta el río-
dos de la mañana, solo, a media noche?
¿Te has sentado en la orilla
preguntándote que aun te queda?

¿Alguna vez pensaste en tu madre?
Dios la bendiga, ¡ida y muerta!
¿Alguna vez pensaste en tu novia
y deseaste que no hubiese nacido?

Abajo en el Río Harlem:
  dos de la mañana
  ¡medianoche!
  ¡solo!
Dios, deseo morir-
¿Pero quién me extrañaría si me fuese?


El negro habla de los ríos

He conocido ríos:
He conocido ríos tan antiguos como el mundo y más viejos que el fluir
     de la sangre del hombre en sus venas.

Mi alma se ha vuelto tan profunda como ellos.

Me bañé en el Éufrates cuando los amaneceres eran jóvenes.
Construí mi choza junto al Congo y me arrulló mi sueño.
Miré hacia el Nilo y levanté las pirámides sobre él.
Escuche el canto del Mississippi cuando Abe Lincoln
       fue hasta Nueva Orleans, y he visto su lodoso
       seno volverse dorado en el ocaso.

He conocido ríos:
Antiguos, oscuros ríos.
Mi alma se ha vuelto tan profunda como ellos.





 
El blues abatido

Zumbando una melodía de sincopada somnolencia,
Meciéndose hacia adelante y hacia atrás al ritmo de un suave canturreo,
      Oí un negro tocar.
Abajo, en la Avenida Lenox la otra noche
Bajo la pálida luz de una vieja lámpara de gas
      Hizo un perezoso bamboleo. . .
      Hizo un perezoso bamboleo. . .
Al ritmo de ese blues abatido.
Con sus manos de ébano en cada tecla de marfil
Hizo ese pobre piano gemir con la melodía.
      ¡Oh Blues!
Balanceándose hacia adelante y atrás en el desvencijado taburete
 Tocó esa melodía triste y deshecha como un loco musical.
      ¡Dulce Blues!
Viniendo desde el alma de un hombre negro.
      ¡Oh Blues!
Con una voz profunda de tono melancólico
He oído a ese negro cantar, ese viejo piano gemir -
      "No tengo a nadie en todo este mundo,
        No tengo a nadie, solo a mi.
        Quiero deja' de sufrí
        Y poner lo' problema' en el estante."

Pum, pum, pum, hacía su pie en el suelo.
Tocó algunos acordes, cantó un poco más -
      "Tengo el Blues Abatido
        Y no puedo estar satisfecho.
        Tengo el Blues Abatido
        Y no puedo estar satisfecho -
        Ya no soy feli'
        Y desearía haber muerto."
Y hasta bien entrada la noche cantó esa canción.
Las estrellas salieron y lo mismo hizo la luna.
El cantante dejó de tocar y se fue a la cama
Mientras el abatido blues resonaba en su cabeza.
Durmió como una roca o un hombre que está muerto.