15/5/12

Nadia Prado








Tierra. El pájaro nada cerca y el pez vuela al fondo.
La distancia confunde las operaciones.
El viento hace aparecer algunas ramas.

Las amapolas cimbran
la pared blanca apenas sostiene el cielo
desde lejos la ciudad se posa en el agua
pájaros
aislados
dos pájaros o el mismo
quizá el mismo.

Cierro los ojos, si pudiera tocar tu rostro sería suficiente. He venido hasta acá para negarme la necesidad torpe de buscar. Un ángel en descomposición acompaña cojeando al tiempo, alguien como nosotros piensa que existe. Si el vacío dibujara desde siempre nuestros deseos la ausencia se arrojaría sobre las cosas.

En su ardiente anhelo se podría acortar la distancia a la que la distancia espera. Devueltos a la realidad la lluvia vuelve a suceder.


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Apropiarse el miedo de la extraña abertura por donde escapa lo descompuesto, qué estructura esta vez y aquella vez que no deja al terror pasar inadvertido.
[Un curso de agua donde podría sostenerse cualquier origen]
Extender la mano nadar hasta la orilla aminorar el aliento. Zarpar oscura y continua el agua, en el cielo afianzo el afán del viaje, mantengo en la monotonía del agua los sobresaltos.
Es el ser o su intermedio que se dirige perdido.



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Los campos de trigo que esta memoria en su dolor desactivado ve como paisaje abren más allá del bosque.

En su Hégira hacia el infierno existe el alma. El fuego se apaga con el hielo de la mano que ya no quiero. El alma –pensé– reposa su levedad en la arena. Los ojos cerrados porque el sol obliga encontraron el pajarístico junto al anillo del rey Salomón.

Qué podría entonces el idioma de los pájaros si existe el alma que vuela y entiende el pajarístico. En el fuego que se apaga con el hielo de la mano que ya no quiero, el hielo no apaga lo que se altera. Anónimos insensatos cadáveres deslizan sobre su abdomen el agua de los ríos.
Infiernos han despertado hielos y letras
la uña pretende en la garganta
los años perdidos intentan sacar la dureza sobre las llagas
el vocablo no sabe quién anda dentro
un solitario con sus solitarios ojos ve distintas soledades.

En el cercano horizonte tú abres la boca y escucho apenas un suspiro.

Tú abres la boca y escucho apenas un suspiro
de labios apenas pegados
en mi oído que apenas odia
nadie responde
el pelo crecido
puente de fantasmas
cremados ante mis ojos.

El reflejo del ciego no duda y en el hambre y la soledad anterior
se vuelve ciego y seco el pozo, se cargan cadáveres de flores recién abiertas.
En las playas anteriores solo los ojos rodean el infinito perímetro
el monstruo ríe con un propósito anónimo
hacia mí
precipitada en la desolación
en playas y mares
la bóveda es un trozo de vidrio en mi mano
allí las olas sacuden y devuelven a la orilla.

Bañaban los ojos cuchillos y metales
del mediocre que se agita
para escapar de la monotonía
como si al aburrimiento no perteneciera.

Del cielo una brizna negra
un chal de ungüento para saborear la lengua inaugurada fuera de su túnel.

Caen de su funda las manos recién pulidas
credos puñales para retirar el mal olor de las cosas.

En su lecho de ceniza el vocablo no sabe quién anda dentro.
 
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Perdón padre perdón madre
el autor de los hechos
el jardinero mató a su mujer
el hogar se asustó
yo albedríaba por el cielo
tras la noche entonces el hogar se asustó
un cuaderno de quince milígramos
escribe alguien la vida vivirla es demasiado
tras los vidrios
la calle la gente la lengua de la labor
y en este silencio de ocio
aprendo a entrar de nuevo
el cuaderno por donde se desliza mi tu
corazón ya no late por lo real
late dormido despierto
jadea y es una ilusión
creer lo real la sordera
los anónimos nombres sin fechorías inmaculados
singulares indeseables herederos de la lepra
pensar de antes
partir de algo habitar
el visitante anónimo sinónimo de mi tu
decide que soy el señor del lugar
mi corazón albedría y anfitronea
soledad y silencio
señorea el mundo en cemento frío y engomado
pega los zapatos atrapado a la vida
sin dejar de ser huésped ni extranjero
pero te entrego quien soy y me guardo de mí a ti
quien no soy se presenta soslaya al parásito
que va de mi anónimo nombre al bautizo por tu mirada
se enfrenta y me derrota como tus ojos
también ocurre si la inmunidad no es certera
entonces lato dormida despierta
jadeando en la ilusión de creer se hace lo real
mis oídos sordos y nuevos anonimizan
nombres pulcros e inmaculados
mientras los puercos exhiben quiénes son
la sordera hace al silencio y no la lógica contraria
arcontes y custodios del vacío imperativo presente
sorda y ciega rodeando la cáscara impenetrable de mí y tú
quien no se debate es un cadáver
reservo el silencio en el ruido
en el bullicio dentro de aquí
lugar dado antes de saber quién era
antes de mi cara en el humo y la ceniza
anunciando la muerte de mí en tu mirada
tu mirada muerta por el saqueo de las letras de ti
por la errancia ansiada siempre
en que se muere y despierta en el camino muriendo
entre los pasos y agitándose en la vagabunda estela
desechado desde la omnipotencia y la insignificancia
vuelve a avanzar la mano hacia un trozo de madera
alguien que arrojó su pluma en la cenagosa
clava el mar se clava la arena que lleva el mar
esa faena irrepetible y no estrenada por nadie
hace desaparecer y aparecer la desidia
letrada y analfabeta la arena está allí
combinando granos y siglos que el mar toma
el primero que lee lanza la mano
coge la espuma de su boca
lo extraño que ha escrito
no coincide en la tinta
no con el silencio
no más que un ciego
esquivando su ser adelante
en el incierto de la posible equivocación
escapa el objeto que ha quedado atrás
ante sus ojos ciegos
fantasma que no se presenta ni se ausenta
en el asedio espectral de tú en el futuro
y de mí aquí arraigada a las cosas detenidas de la vida y veloces
antes pared blanca sobre los hombros y después
guardo el secreto en el féretro abanico
que el viento ondea con mi cuerpo dentro
y deseo llamarte cuando te has ido
bajo el volumen de la voz para padecer el mal
de esperar el mal del secreto heredo el deseo
que nunca está más allá de mi fiel asombro
heredo para guardar pero siempre todo se extravía
mi poco ser por escaso ser obliga a esperar
retardando mi propia venida
heredo el silencio en el ruido
en el bullicio dentro de aquí
mi cara en el humo y la ceniza
anunciando la muerte de mí en tu mirada
tu mirada muerta por el saqueo de las letras de ti
por la errancia ansiada no en el final
sino en el camino que obliga
y cautela la detención del divagador
en el camino se excede la vida
en la demasía del propósito
y en este ir al encuentro del quién era
en lugar del quién soy
heredo en ese cumplimiento la incertidumbre
lazos de sangre en papel
marcas de trabajo en las manos
obligan a sacarse la corona a este príncipe asalariado
la aureola en llamas vuelve escoria mi trabajo
el cincel se clava en la piedra y en el estómago
la letra leva la letra no es siamesa de mí
lo escrito está a distancia y quema
se quemó el bosque por fuego y por frío
al agua arrojada sin sosiego
mi cara ardiendo la hizo estallar el murmullo de Dios
no se escucha pero se sabe por otros que dicen haberlo escuchado
antes que lo que arda se apague y antes de despedazarlo con los dientes
Dios está mutilado
cubo de estrellas son miles de ojos
seres deformes
por los que somos guiados
[ahora amigo salió ya el cobre de su molde en el crisol del herrero;
en dos horas se calienta y en dos se enfría]
si mí mismo escribe se pulveriza
tengo en las manos las letras
quedo fuera de la esfera
se parece a una serpiente que ha metido la cola en su cabeza
el círculo fustiga el infinito
entonces despierta dormida allí
el lugar en el quien era
tapé mi ojo y segundos más tarde el otro
han pasado más de dos mil años
yo que inventé a mi familia
descuido la habitación del monstruo
el bosque se incendió por frío
el silencio ardía en bullicio
y se podía amar toda la ausencia
ahora llegarás a ser quien eras y serías
la memoria se asfixia
en el quien el lugar se ha perdido
hoy un hombre será despojado de lo que él despojó
y dice el autor de los hechos:
el hogar no existió porque mientras
albedríaba por el cielo
tras la noche entonces
el hogar se asustó pero no fue el hogar era yo temblando
ante la ausencia
el principio y el fin dado para sí
en arenas movedizas
por coincidencia o premeditación
la vida me da la espalda y la crueldad queda abierta
como el cráneo perforado de la mujer del jardinero.
Perdón padre perdón madre
el autor de los hechos.

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En el rupestre aroma del encierro y de las sombras certezas no vistas imaginé. De niña la escasez de libros juntaba letras, intercambiaba frases impresas en los comestibles, en la adultez, junté autores. La niñez es más precisa porque solo sueña. Jugar, juntar, azar: un día hay vida y sí yo dije quiero sí. En el juego extendía lo poco que tuve. Cuando se acaban libros y letras el azar acude a dejar su aliento. A veces cuajaba la combinación que me llenaba.

Escaseando las palabras fotografié en mi pared blanca la familia que deseaba. En su bautizo mi hermana cuenta dos meses sobre sí. Mi madre todavía en la inocencia. De la parte deseada en la imagen y no deseada en la vida se ve a mi padre de pie junto a mi madre. Mira al vacío. Mi madre delgada hasta los huesos observa de reojo mientras sostiene el pie de mi hermana desconfiada de los brazos de mi padre. La protección y la cacería en los brazos de mi padre que nunca me sostuvieron. La lámina repercute la necesidad de fijar en la inmediatez su vida antes que se derrumbe. Me dolió al comienzo solo al comienzo, inventé mi voluntad.

Primer día: una gota de lluvia en la mejilla, no es una lágrima. Segundo día: una niña con sus hermanas. Otro día: una lágrima en la mejilla, no es la lluvia.

Frases al azar: sí yo dije quiero sí, un día hay vida, cierta vez en la triste medianoche, mientras yo reflexionaba débil y cansado mientras me hablaba de mi extraña habilidad para observar sobre varios volúmenes raros y curiosos de una ciencia olvidada.

[Las frases ya no son escasas].
Solo cuando lo eran jugaba a extender lo leído
cuando se acababan de no leer me sentía solo.

Luces parpadeantes [ataques infantiles] convulsionan esperando que acabe su faena la mujer que ahora desfiguro en la imagen.
Fraude de hombres, obreros en fila eternizados en el cansancio hacia la Alfa Romeo de Roco y sus hermanos.

Hombres en las grúas
el Dios crucificado entre la medianía del cielo
maniobra siempre a punto de caer
un bloque sobre sus intermitencias.

Mi suerte común
la ajena intención
de no leer me sentía solo
perder la escasez empañó el encierro
en su envoltorio el sonido supo de la soledad
la tierra no habitada iba a dar a los ríos
la ranura del lenguaje va a la lengua que vuelve al agua
la grieta al agua vuelve el sonido desalojado
y éste lleva su encargo
seca retorna la grieta a humedecer
[vuelve a extraer el vacío en la cavidad de mis costillas la llanura].
Mi suerte común
la ajena intención
el hábito por mirar lo que se está apagando
la inclinación por sostenerla
el apetito de escuchar aún
en el silencio vuelve a buscar
enmudecer tras la desaparición.

Nadia Prado (Santiago de Chile) 1966. Estudió Filosofía en la Universidad de Arte y Ciencias Sociales (ARCIS). Ha publicado: Simples placeres (Editorial Cuarto Propio, 1992); Carnal (Editorial Cuarto Propio, 1998); © Copyright (Lom Ediciones, 2003); Job (Lom Ediciones, 2006); y Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas (Lom Ediciones, 2010). Ha recibido el Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura (por Job, categoría obras inéditas, 2004); Beca Fundación Andes (2005); Beca Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2003). Sus textos han aparecido en diversas antologías en Chile y el extranjero, entre ellas Fin de siglo: nueva poesía chilena de los 80 (Santiago, 2009); Poetas chilenas, confiscación y silencio (Santiago, 1998); Mujeres poetas de chile: muestra antológica, 1980-1995 (Santiago, 1998); Poesía latinoamericana del siglo XXI. El turno y la transición (México, 1997); Poetry from chile: 26 new voices (California, 1993); Poesía chilena contemporánea (Colombia, 1989); Pulsiones estéticas: escritoras chilenas (Santiago, 2004). Los poemas anteriores fueron seleccionados del poemario:  Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas.