23/10/06

Blanca Varela: ese puerto no existe o un universo casi pájaro



por Ariadna Vásquez

El poeta frente a cada palabra del poema va creando su espejo, y frente a
éste: su propio yo desdoblado en otros que son él mismo y nosotros al mismo
tiempo; el hombre frente a sí mismo.
Un poema siempre es un espejo donde nos reconocemos, donde nos
vamos creando. De ahí la obsesión de muchos poetas por los espejos;
Baudelaire habló del espejo, Lautrêmont se vio en el espejo, Pizarnik huyó por la
repetición del espejo. Un espejo es la otredad frente a uno mismo. En El arco 
y la lira i de Octavio Paz, la poesía se nos presenta como una  revelación de nosotros mismos, un constante crearnos frente a la vida que es  también la muerte, y es precisamente sobre la visión de la alianza de imágenes que devienen de términos aparentemente contradictorios como lo sagrado y lo profano, el ying y el yang, el paraíso y el infierno, de la que los poetas parten para crean ese otro universo que se nos aparece tímido ante nosotros.
La revelación poética es entonces una forma de crearnos, una alfombra
de posibilidades que no son contrarias ni antagónicas, son una misma cosa, una
misma palabra que contiene todos los universos, y todas las imágenes. De esa
posibilidad como poeta, de crear un cosmos conformado por imágenes disímiles
y caóticas, Blanca Varela ii es poseedora por excelencia.
Con cada uno de los veinticinco poemas de Ese Puerto Existe, ella crea
un mundo de palabras que se revelan secretos a sí mismas, que no esconden
nada, ni el silencio, ni mucho menos la muerte, que es su más bella protagonista.
La edición de Ficción de la Universidad Veracruzana donde fue publicado
Ese Puerto Existe en 1959, contiene un prólogo escrito por Octavio Paziii donde
el escritor propone que la poesía de Varela “es un signo, un conjunto frente,
contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor,
el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la conciencia”.
Pues qué sería la poesía sino una exploración de la conciencia. Un intento
del poeta de traspasar al papel esa visión oscura y luminosa que encontró en su
conciencia, en esa cueva llena de signos.
La ciudad oprimida por los pájaros,
por su corazón de campana ardiente,
por su corazón agitado como peces sobre espejos de oro,
respira como un árbol frente a la tempestad,
como un niño que arroja piedras para detener al viento,
con su boca de isla abandonada,
con su boca de doncella enardecida por el sol. iv
Varela crea un mundo lleno de maravillosas metáforas, pero también,
lleno de la más intima verdad; la que ella desdibuja en su poesía. Pues un poeta
es verdadero en tanto que pierde el miedo de desdoblarse en otros seres
alejados, locos, enajenados de creación. Un poeta es poeta porque sabe y crea
su universo sobre la ambigüedad.
Blanca Varela es una poeta ensimismada por el flujo único de la poesía, y
la suya, su poesía, está llena de fuego. ¿Pero qué fuegos tienen los versos de
Blanca Varela? ¿Cuáles son aquellos signos que hacen de su poesía una
verdadera revelación poética, una real concepción de otro mundo, de otro yo?
¿Sobre qué cosmos Blanca ha hecho su propio espejo?
En “El Fuego y sus jardines”, primera parte del poemario, Blanca Varela
nos ofrece una visión de la atmósfera del poeta, de su entorno. Aquí ella
empieza a levantar su casa, pues cada poeta edifica la suya.
El hogar de Blanca Varela se erige en una ciudad con boca de isla
abandonada, donde el día tiene sólo una estrella que traspasa los ojos con su
música de abeja, luego están los navíos, el puerto, la elegía, la flor, el sueño, un
retrato, un arpa, una llama en el espejo y la concepción única de su caos: casi
pájaro.
En tu justa morada bajo tierra,
bajo los cabellos infinitos del alba,
allí donde despierta una mujer con pulso de violín, de escoba o de serpiente,
allí, nítidamente flor, te desnudas inviolable,
casi pájaro con tu perfil de arena,
bajo tus ojos de alimento marino.
Toca vivir ahora con el ídolo que madura frente a tu pecho,
semejante a tu propia caricia,
a tu eternidad de astro.
Y no será posible ver,
no se ha de contemplar tu luz endureciendo el agua
ni tu dorada saliva subiendo hasta la última sombra del día.v
Una voz de hombre caracteriza su primer poemario. Un hombre que ama
la sombra y el desierto, las cosas aparentemente estériles donde habita lo
amado. Un hombre que se habla a sí mismo como identificándose, alzando el
grito para decir que no sabe que existe.
Pero ese hombre que grita busca un puerto, un puerto que sabe que
existe, y en su búsqueda abandona toda creación que ponga en juego la propia.
Así, Blanca Varela deja a Dios sentado y huye, deja al cisne también, deja su
origen para crearse nuevamente a partir de las nuevas palabras.
Ya no es la tempestad, ni el ojo nuevo del arroyo en el follaje, ni la ligera barca,
ni la mano luminosa del aire.
Es sólo este astro taciturno, esta oscura flor que gira bajo el cielo, esta hora
sorda, este silencio.vi
La poeta crea a partir de su lenguaje un nuevo mundo donde hay nuevos
astros, otros rayos y otras flores que se presentan ante sus ojos para que ella los
nombre.
Este nuevo caos está lleno de llamas, de cenizas que ella echa a los
peces, de esa angustia que espera nuevamente la muerte de los nuevos astros,
la caída del cielo al que la poeta sigue aferrada.
Calla porque tiene la lengua atada al cielovii
En esta construcción poética que inicia Blanca Varela para afirmar la
existencia del puerto, el estado de criatura al que hace mención Octavio Pazviii
aún se vislumbra porque su universo está hecho de imágenes que parecen
incompletas, es casi pájaro, pero no lo es complemente.
En esta parte del poemario, su mundo casi pájaro aún no está
completamente concebido, y por tanto su verdad no escapa del todo a la
sensación de ser algo que depende en parte de alguien más que no es el poeta,
algo está más allá de su visión poética. Aquí asistimos entonces a la melancolía
de Varela.
Entre el cielo y la tierra
hay todo un mundo de húmeda ternura
que colma los zapatos y los lirios.ix
“Puerto supe” es la segunda parte del poemario Ese Puerto Existe. Son
once poemas que hablan de un aprendizaje. El poeta supo algo de un puerto,
escuchó de éste en sus paseos, en su infancia, pero tiene que buscarlo de la
única manera que un poeta puede: creándolo.
Aquí la poeta se destruye. Derriba su antiguo universo para rehacerse a
partir de otro distinto, de la misma manera en que Zaratustra x invita a sus
seguidores a consumirse en sus propias llamas para renacer de sus cenizas.
Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.xi
Es en esta parte del poemario donde sentimos la muerte en Blanca
Varela, donde sabemos que ella habita “el interior de un fruto muerto”xii y sin
embargo desde allí ella crea sus raíces imperfectas.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas. xiii
Es esta parte también su declaración de soledad. Blanca Varela se asume
como debe asumirse el hombre cuando se da cuenta de que está solo,
terriblemente solo en el mundo.
Bajo su voz de hombre, Varela se declara enferma de un pesado mal, de
una tormentosa fiebre, ¿será por esa verdad que nos llena de soledad, de
lejanía, de locura, de imposibilidad de comunicarnos? ¿Será por esa verdad que
nos dice a cada momento que nuestro único fin es morir para que la vida sea
plena? ¿Será por eso que Blanca se aísla sola?
Todo es perfecto. Estar encerrado en un pequeño cuarto de hotel, estar herido,
tirado e impotente, mientras afuera cae la lluvia dulce, inesperada.
¿Qué es lo que llega, lo que se precipita desde arriba y llena de sangre las hojas
y de dorados escombros las calles?
Sé que estoy enfermo de un pesado mal, lleno de un agua amarga, de una
inclemente fiebre que silba y espanta a quien la escucha. Mis amigos me
dejaron, mi loro ha muerto ya, y no puedo evitar que las gentes y los animales
huyan al mirar el terrible y negro resplandor que deja mi paso en las calles. He
de almorzar solo siempre. Es terrible.xiv
No hay duda. Eso que llega y se precipita desde arriba y llena de sangre
las hojas es un preludio, es un mirar cara a cara a la muerte. La aceptación de la
muerte como único destino.
En “Puerto supe”, Varela declara además la fuerza del hombre para mirar
al cielo con paciencia, la fuerza de caminar y de ir mirando mientras se camina y
sobre todo de romper el espejo que alguien más ha creado.
El desdoblamiento es un tema obsesivo en sus poemas, Varela a veces
no se reconoce en ella, y se desdobla hacia otros, hacia el hombre que habla
con su voz, y para creerse, ella se cuenta los dedos, como sabiéndose habitada
de otras cosas mientras le habla a un observador verdugo que guarda al tiempo
doblado en su pequeño cajón escolar. Es un Dios y al mismo tiempo un hombre
al que le pide que olvide el tiempo y que vea su vuelo, que sólo lo siga de lejos.
Los demás apartados del poemario son “El capitán”, “Historias de
oriente”, “Primer Baile” y “Destiempo”; los cuales forman un solo poema cada
uno.
En “El Capitán”, la poeta es parte de una tripulación que va prendida a la
cola de Marte. Como en una especie de leyenda, Varela se adentra en las
profundidades sórdidas del hombre que sólo desea arrebatar el triunfo aunque
sea a las tinieblas, donde el odio es el ideal de lucha. Blanca nos describe un
mundo de héroes cuya orina se ha secado y cuyo capitán es insomne por
naturaleza y sin embargo sueña.
En “Historias de oriente”, Varela escribe sobre un hombre obsesionado
por su perro que un día fue envuelto por una nube azul que cambiaba de color y
que lo torturaba. Con los dientes rojos de dolor, Cosme trataba de recuperar a su
perro, puesto que no quería a otro.
Aquí Varela toca un tema fundamental dentro de la poética que sostuvo
Paz en su ensayo, pues la poeta describe al hombre que persigue algo que no le
pertenece, que no es parte de su existencia, como la inmortalidad, y en base a la
cual se obsesiona sin conseguir ninguna mejora.
En La Revelación Poética, Paz escribió que el hombre no se enfrenta a la
naturaleza de la vida puesto que no enfrenta la muerte, su mortalidad como ser
humano; y que por tanto, a través de religiones como la católica, la protestante y
otras, el hombre no mira de frente a la muerte hasta que ésta llega, y ya para el
momento, el hombre ya no es hombre, pues ha muerto.
En “Primer Baile”, Varela acude a una voz profética que encarna al simio,
al que pudiera ser el primer sentimiento de angustia del primer hombre sobre la
tierra, querer saber si se está completamente solo. Este largo poema se divide
en varias partes que aluden a la ascensión, a un cortejo de animales al que se
une el mar, y sobre todo, a la locura de creerse manejado por algo más que no
depende del hombre. A nombrar a algo más allá como una especie de rueda que
nos obliga a brincar.
Los números arden. Cada cifra tiene un penacho de humo, cada número chilla
como una rata envenenada. Es triste ser la invención de un loco, un ojo de otro
ojo.xv
Es un poema maravilloso que además habla ante un Dios que es bondad
y malicia, un dios de ficción malvada y saludable, como el Abraxas de Demianxvi.
Finalmente, en “Destiempo”, encontramos a una poeta en cuyo universo
ya no existe la araña que medía el tiempo y cuyo único abismo es el párpado
donde naufraga el mundo que ha sido arrasado por una lágrima. Su conciencia
es otra que mira lo que antes miraba. Ahora ella mira con nuevos ojos. Ojos
mucho más sensibles, cada vez más abiertos.
Despierto.
Primera isla de la conciencia:
un árbol.xvii
Varela se une entonces a su dualidad; a la vida y a la muerte como única
verdad poética para mirar al mundo, y hace de cada poema su propio tatuaje, su
marca particular ante el mundo que ella misma crea para el lector que la
encuentra.
Y voy hacia la muerte que no existe,
que se llama horizonte en mi pecho.
Siempre la eternidad a destiempo.xviii

De aquí que el fuego en los versos de Varela es un fuego que vuelve
cenizas todo, que lo consume, porque ella cuestiona sin alarde cada uno de los
signos que contiene su propia lírica y es precisamente esto lo que hace de su
poesía un universo habitable. Pues la incertidumbre es por excelencia el camino
del poeta.
Escribir que Varela creó su propio cosmos es redundante, puesto que
cada poeta lo crea, pero lo que hace tan sensiblemente especial este universo
de Blanca es su otredad, es la posibilidad de que exista y de que al mismo
tiempo no exista en absoluto, es esa verdad tan sutil que en cuanto se tiene en
las manos se escapa entre los dedos.
Y he aquí la verdadera acepción de su poema Casi pájaro, al cual
consideramos eje necesario del espacio de Ese Puerto Existe, puesto que el
suyo es un universo casi cualquier cosa y casi ninguna: casi pájaro.
Así es como la ambigüedad de la vida se aparca en la poesía de Blanca
como si le perteneciera y fuera sólo de ella. Inciertos son los espejos que ella
crea y destruye sin ataduras de ningún tipo, porque su secreto es la
impermanencia, la fugacidad, que es a fin de cuentas la eternidad posible del
poema.


Notas
1La Revelación Poética p. 137-156
2 Poeta peruana nacida en 1926. En 1959 publicó su primer libro, «Ese puerto
existe», en 1963 «Luz de día» y en 1971 «Valses y otras confesiones». En 1978,
publicó una recopilación de su escritura en «Canto villano», luego una antología
de 1949 a 1998 con el título «Como Dios en la nada» y finalmente «Concierto
animal» en1999. Obtuvo el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el año
2001.
3 En 1949 Varela conoció a Octavio Paz en Paris, donde ambos radicaban. El
premio Nóbel mexicano fue determinante en su carrera literaria pues la conectó
con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en
Francia. De ahí que mantuvieron una gran amistad a través de los años.
4 La ciudad, p. 19 (fragmento)
5 Casi pájaro, p. 31-32, (fragmento)
6 Esta oscura flor, p. 27, (fragmento)
7 Arpa de la edad, p. 37, (fragmento)
8 En La Revelación Poética, Paz hace alusión al concepto de Rodolfo Otto:
“estado de criatura” que refiere que lo sagrado se obtiene por el sentimiento de sí
mismo de sentirse dependiente de algo, de sentirse simple criatura, a partir de lo
cual se crea la noción de divinidad, de sentirse poca cosa o nada porque se está
frente a todo.
9 Retrato, p. 33, (fragmento)
10 Nietzsche, Así habló Zaratustra
11 Puerto supe, p. 41, (fragmento)
12 Puerto supe, p. 42, (fragmento)
13 Puerto supe, p. 43, (fragmento)
14 Las cosas que digo son ciertas, p. 45-46, (fragmento)
15 Primer Baile, p. 84, (fragmento)
16 Herman Hesse, Demian.
17 Destiempo, p. 93.
18 Destiempo, p. 94, (fragmento)
Bibliografía
HESSE, Herman, Demian, editorial Colofón, tercera edición, 2002.
NIETZSCHE, Friedrich, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, vigésima primera
reimpresión en “El Libro de Bolsillo”, 1996.
PAZ, Octavio, El Arco y la Lira. México, Fondo de Cultura Económica, 1986
VARELA, Blanca, Ese Puerto Existe, Universidad Veracruzana, 1959

Ariadna Vásquez Germán. (Santo Domingo, República Dominicana,1977) Estudió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo la carrera de Comunicación Social mención Periodismo. Actualmente reside en México donde realiza una maestría en Creación y Apreciación Literaria. Ha publicado varios cuentos y poemas en revistas como Isla Negra y en antologías como Safo: Las más recientes poetas dominicanas. Ha publicado Una Casa Azul (2005) y Por el Desnivel de la Acera (Editorial Praxis en México)