23/10/06

Diario del Brooklin Book Festival 2006


Por Paúl Álvarez

Viernes, 15 de septiembre, 2006
Ha llovido, el andar es apaciguado, algunas sombrillas van abiertas. Me echo a
andar por el lado este del Village. Hallo el bar en un edificio de tres plantas,
rodeado de apartamentos alquilados, árboles raquíticos, restaurantes. Las letras
KGB bar están apagadas por el momento –con razón no pude ver el letrero
encima de la puerta roja cuando pasé. Las lecturas empezaban a las siete en
punto y todavía no son las seis y media. Una señora con lentes, de pie, al lado
de su marido, me pregunta si voy a comprar taquillas. No hay nadie
vendiéndolas, me dice, es la primera vez que venimos. No sé, le respondo. ¿Se
entra al bar pagando? Ella sonríe y me dice que se refiere a la obra de teatro
que se va a presentar en ese piso, en el primero. Le aclaro que voy al bar y que
por lo visto es subiendo al siguiente piso como indica una flecha gigante, pero
que no estoy seguro de las taquillas. Ella murmura sonriendo que está bien, su
marido está sentado a los pies de la escalera, serio y de brazos cruzados. La
escalera se alarga hasta el tercer piso. Entra otra pareja, hurgando con la mirada
los cartones publicitarios, un muchacho sube hasta el tercer piso creyendo que el
bar es ahí, desde acá abajo noto unas sombras masculinas moviendo mesas o
puede que paredes, una de ellas le dice al muchacho que no entre, que no están
abiertos, pero que el bar es abajo. El muchacho baja y sale. La pareja se pone a
fumar en la puerta.
Ya arriba, saco la cámara y tomo la primera foto del bar. Entro despacio, mirando
un instante rostros, mesas sin tragos, abrigos, peinados, un asiento vacío en el
extremo derecho de la barra, pido una Bass. A mi lado una señora lee un libro
grueso, la gente va llenando el lugar, el bartender va sirviendo de un lado al
otro sin una gota de sudor, la señora que no quita la vista del libro grueso no
compra ni abre la boca para nada. En las paredes color tomate cuelgan diversos
cuadros, entre unas pocas pinturas y fotografías de otra época. Desde una de las
tres ventanas se mira algo de las luces que deslumbran fuera. Me siento de
espaldas al bar y el asiento vacío a mi lado se queda así por un buen rato. Tomo
más fotos sin flash. Una señora con una cámara de video se me acerca y
me dice que si estoy haciendo un video, le digo algo extrañado que no, que sólo
ando tomando fotos sin flash  para no molestar a nadie. Ella dice que este bar es así, miro su cámara, le pregunto si va a tomar fotos. No, voy a grabarlo todo en video, me dice. Ella trabaja para la revista de Mad Hatters, los que auspician la actividad de esta noche. Nos damos nuestros respectivos nombres, quedamos encantados. Se llama Claire y me pregunta si
puedo moverme un poco hacia delante, que ella piensa que detrás de mí, entre
la señora del libro grueso y yo, puede tener una mejor visión de ellos -en ese
momento caigo en la cuenta de que estoy cerca del podium, lo puedo tocar con
la punta del pie si quiero. Le digo por supuesto, que intente, me muevo, pero al
rato busca otro lugar mejor, o sea enfrente de mí, una caja vacía de libros le sirve
de apoyo a la cámara sobre la mesa.
A un lado del podium hay una mesa con libros de Samuel R. Delany, Debra Di
Blasi y Ron Silliman. En una esquina veo al señor Silliman hablando con un
extraño y con una joven que confundo con su sobrina. El señor Silliman saca una
agenda electrónica y apunta algo en silencio. Claire me pide otro favor, que me
coloque en el podium como si fuera a leer, me dice que es para probar una toma
con la cámara, me saco el bulto, hago el gesto de leer palabras y miro a los
presentes y sonrío al micrófono. Conectan una lámpara como de 100 watts al
lado del podium, encima de la barra. La señora Debra Di Blasi aparece y Claire
le pide que por favor se coloque en mi lugar como si fuera a leer. Vuelvo a mi
asiento. La señora Debra se pone con gusto. La luz me va a cegar la hoja, dice,
tapándose con una mano el rostro blanqueado. Usted se ve tan esbelta desde
allí le dice una mujer, podría dedicarse a modelo. En eso le saco más fotos al
señor Silliman y otras más al KGB. Salen fuera de foco.
La presentadora toma el podium, nos introduce al primer lector de la noche: el
señor Samuel R. Delany. El señor Delany entra al bar en el último momento,
como si hubiera esperado escondido debajo de una mesa su
invocación. El señor Delany habla sobre las últimas correcciones que le está
haciendo a su nueva novela, de la que nos va a leer una parte aquí. La lectura
suscitó risas y más tragos por allí, tal vez morbo por acá. Al concluir su lectura
saludó a la mesa de los libros y a Ron en aquella esquina plantada de tomates.
El seño Delany, así como vino, se marchó, mirando lejos y abriéndose paso con
monosílabos.
La presentadora toma el podium por segunda vez, entre otras cosas anuncia que
tendremos un pequeño receso después de Debra Di Blasi, la siguiente destinada a leer.
La señora Debra se pone unos espejuelos, antes que nada nos pide disculpas por
el catarro, que puede que impida la entonación que requiere el texto que nos
vino a leer. La señora Debra vino a leernos un texto que trata sobre T. S. Eliot.
La luz todavía le cegaba la hoja y el vaso con agua se fue entibiando. Prosa o
verso, el bar se sumió en el silencio. Al concluir la lectura dijo thank you.
La presentadora anunció un receso de diez minutos. El bar de repente se fue
desalojando. El señor Silliman se acerca hasta la mesa de libros, buscando entre
ellos los de la señora Debra, saca un fajo de billetes, toma dos, paga y se queda
de pie contemplando los libros suyos y organizándolos después en orden
alfabético. Aprovecho este instante para saludarlo. Me aproximo sin un libro. Le
pregunto cómo está y me dice bien, moviendo la cabeza. Es un placer conocerle
señor Silliman, le digo, leí el poema Sunset Debris en la Internet, me encantó,
es genial. Ok, me dice, sin dejar de moverse como una lavadora… se acerca un
extraño a darle la mano y pronto se va…  Mire, le digo, estoy haciendo un especie
de recuento de esta noche para una revista de poesía. ¿Cómo se llama?, me
pregunta. Ping Pong, le contesto. Me tiende otra vez la mano, diciendo que se
encuentra elaborando una obra mayor, “un libro con todo lo que he escrito de un
tiempo acá, será extenso”. Le digo que no tengo libro suyo y que si me pudiera
sugerir alguno, volteándome hacia la mesa de libro. Al menos déme dos títulos,
le insisto. Se queda mirando los libros cinco segundos y me dice bueno, todos son
de poesía, hay uno que es en prosa que no necesariamente tiene que ver… si
quieres puedes llevarte R y Tjanting el de prosa que es un tanto más reciente
que los demás, pero tú sabes que uno no tiene preferencias entre los libros
propios, es como que te pusieras a elegir qué hijo tuyo amas con más ahínco.
Comprendo, entonces me llevo esos dos, le respondo. Compro Drought de la
señora Debra y los dos que el señor Silliman señaló. Se va al podium con un
libro en la mano titulado What. Cuando estoy en mi asiento el señor Silliman y
Claire están hablando. Claire le pide que por favor mire a la cámara a ver cómo
sale, el señor Silliman le dice veré, y agrega, si usted puede hacer posible que
salgan mis cejas en cámara usted lo puede todo, y yo empiezo a reírme y el
señor Silliman me mira riéndose y Claire también. Es cierto, no tiene cejas.
Ron Silliman leyó el primero de los poemas de What. Un poema de treinta a
cuarenta minutos sin respiro, como se hace preciso leer a este autor, es decir,
sin detenerse a amarrarse el cordón, remontarse los anteojos, terminar una
frase,  verificar su aliento,  es más, es como si sólo existiera su voz y su
respiración.

Sábado, 16 de septiembre, 2006
(The Brooklyn book festival)
Llegué tarde al Borough Hall Plaza. Las lecturas dramatizadas de 12:00 – 1:00
p.m., presentadas por cuatro escritores del género ficción, ya estaban
empezadas. Cuando llegué Rick Moody leía "Boys" de su libro de cuentos
Demonology. Por suerte no me dio ningún apuro y encontré asiento enseguida
en las escalinatas con los demás. Empecé a tomar fotos. Como dije, Moody leía
Boys y lo hacía como si recitara poesía, con la cadencia de un poema, y de la
manera que estaba vestido se parecía al vocalista de R.E.M., Michael Stipe, o
algo así. Aplausos de cuatro segundos de duración.
A partir de ahí le tocó a Colin Channer, quién eligió para su lectura el texto "How
to Beat a Child: the Right and Proper Way" del libro Iron Balloons: Hit Fiction
From Jamaica's Calabash Writer's Workshop. Pero no quiero confundir a nadie.
Jamás lo había oído mentar. Mucha gente estuvo destornillándose de la risa
durante su lectura.
Después le tocó a Carl Hancock Rux con el cuento "In the Market Place" del libro
Asphalt. Otro del que no había oído mentar, pero del que tengo dos poemas
negros en la antología Aloud, de los poetas nuyorican.
Y por último, Wesley Stace abrió su libro Misfortune y leyó el capítulo que trata
sobre una casa en Inglaterra en el mil ochocientos treinta. Lo acompañó con una
de las canciones que aparecen en el mismo libro, para el cierre final.
Apagué la cámara una vez más. Los escritores ya bajaban por la escalerilla.
Esperé a que Rick Moody le firmara el libro a una joven de unos veinte y pico.
Ahora logro verle los ojos a través de los lentes negros con cierta claridad. Le
doy la derecha y recibe mi libro Garden State con la izquierda y luego se la pasa
a la derecha. "¿Cuál es tu nombre?" me pregunta. Paul, le respondo y le
menciono que estoy colaborando con una revista de poesía y que estaré
escribiendo sobre este evento. "Oh" dice mirándome y volviendo al papel para
escribir con el lapicero que le presté For Paul --- Brooklyn 06. "Buena suerte con
tu artículo" y se fue a su carpa a responder por sus otros libros. Lo seguí, pero
cuando llamé a unos amigos para que lo saludaran, se paró y se fue.

Lunes, 18 de septiembre, 2006
(The Oxford book of American Poetry, BARNES & NOBLE, 7:00 PM.)
Tres poetas van a presentar The Oxford Book of American Poetry a las 7 de la
noche en una Barnes & Noble de Manhattan. Estoy afuera tomándome una
botella de agua y mirando por el cristal a personas leyendo libros dispersos.
Un grupo de hombres está enfrente descargando cajas de libros de un camión.
Son como las cinco. Entonces le llego a la segunda, donde me dicen están los baños,
por la literatura infantil. Termino mi botella de agua, la tiro a un zafacón. Subo por
la escalera eléctrica a la tercera. En la sección de poesía están en línea dos
carriles de sillas, entra luz por los ventanales, hay dos ilustraciones de
Mark Summers para recordarnos la imaginación, y en el epicentro la mesa sin los poetas.
Busco uno de los primeros asientos del lado izquierdo y me siento a esperar,
fijándome en las ilustraciones, luego mirando a los que como yo se han sentado
a esperar a los poetas, y doy con este señor, muy cerca, cabeceando, borracho
como él sólo, en una silla, echándose una siesta pacífica, por lo menos hasta
que vino un empleado y le preguntó si estaba leyendo esas revistas y el señor
dijo algo entre dientes e hizo el gesto de que iba a leer y el empleado no había
dado tres pasos cuando volvió a echarse.
Lo que hice fue ponerme a leer en mi asiento un libro bien tremendo, The
Trouble With Poetry And Other Poems de Billy Collins. “Lo tengo que comprar”
me iba diciendo como una tecla que se repite y se repite. Cuando sólo me
faltaban una docena de poemas por leer, anclaron los tres poetas, colocando
sobre la mesa varias muestras de la antología de poemas.
David Lehman, en el centro, introduce a John Brennan y a Billy Collins. Lehman
nos pone al tanto de todo lo que vienen a hacer, es decir, a leer algunos poemas
que escogieron del libro, hablar de poesía y al final leer un poema propio “si a
Billy Collins le parece bien, o acaso el tenga otra cosa en mente…” (Risas.)
Primero lee el señor John Brennan, de quien no tengo ningún dato que
ofrecerles, excepto que es poeta. Tuve el descaro de no apuntar lo que leía.
Creo que en algún momento de su boca escuché la palabra bray. En otromomento paré de bregar con la cámara, porque recordé una entrevista donde un
poeta dice que la gente va a entretenerse y no ha escuchar los poemas en los
readings, pero ya era muy tarde, le tocaba a David Lehman.
David Lehman habló de cómo Walt Whitman interpretaba las reseñas críticas de
sus libros, las cuales él mismo escribía. Dijo que el mejor consejo que se le
puede dar a un poeta joven, y en fin a cualquier artista, lo dio Whitman. Uno de
los poemas que leyó Lehman que más me gustó fue “Their Sex Life” del poeta de
Carolina del Norte A. R. Ammons (Archie Randolph Ammons, 1926 – 2001.) El
equilibrio del poema es impresionante (doce letras y tres palabras cada verso,)
dice
Their Sex Life
One failure on
Top of another
Billy Collins tiene ahora el micrófono. Una de las cosas que a Billy Collins le
fascina de esta selección de poemas, aparte de estar él incluido claro está, es el
contenido brevísimo y justo en el clavo de las biografías de los poetas, de las que
el señor Lehman fue editor. Dice que cuando entramos, especialmente, a una
antología de poemas lo primero que se nos pone son los datos del autor, con
frecuencia muy vagos, cosas que a él no le interesa o no fluyen con el autor,
pero en este libro tiene una importancia leer esos datos, son muy interesantes y
abren un buen camino a la lectura.
Siempre dando una pequeña explicación de ellos, estos fueron los poemas que
escogió Billy Collins:
Un tren puede ocultar otro
de Kenneth Koch (1925 - 2002)
(Traducción Frank Báez)
En un poema, un verso puede esconder otro verso,
como en un cruce, un tren puede esconder otro tren.
Eso significa que si estás esperando cruzar
los rieles, espera hacerlo por un momento
al menos hasta que el primer tren se vaya. Y así cuando leas
espera hasta que hayas leído la próxima línea –
entonces es seguro proseguir la lectura.
En una familia una hermana puede ocultar la otra hermana,
así que cuando estés cortejando, lo mejor es tenerlas todas al frente
de lo contrario visitando a una te podrías enamorar de la otra.
Un padre o un hermano pueden ocultar al hombre,
si eres mujer, quien has estado esperando amar,
así que siempre ponte de pie de la manera
en que las palabras se levantan frente a los objetos,
los sentimientos y las ideas.
Un deseo puede ocultar otro. Y la reputación de una persona puede ocultar
la reputación de otra. Un perro puede ocultar otro
en el patio, así que si tú escapas el primero eso no significa que estés a salvo;
una lila puede ocultar otra lila y también un montón de lilas
y sobre el Appia Antica una tumba
puede ocultar una serie de tumbas. En el amor, un reproche puede ocultar otro,
una pequeña queja puede ocultar una mayor.
Una injusticia puede ocultar otra – una colonia puede ocultar otra,
un uniforme rojo chillón otro, y otro, una completa columna. Un baño
puede ocultar otro baño
como cuando, después de bañarse, uno camina fuera en la lluvia.
Una idea puede ocultar otra idea: la vida es sencilla
oculta que la vida es increíblemente compleja, al igual que en la prosa de
Gertrude Stein
una oración oculta otra y es otra al mismo tiempo. Y en el laboratorio
un descubrimiento oculta otro descubrimiento,
una tarde oculta otra, una sombra, un nido de sombras.
Un rojo oscuro, o un azul, o un púrpura – esto es una pintura
hecha por alguien llamado Mattise. Uno espera en el riel hasta que cruzan,
esos ocultos dobles o, en ocasiones, lo que se asemeja. Un gemelo
idéntico puede ocultar otro.
¡Y puede que haya más ahí! El ginecólogo contempla el valle de Var.
Solíamos vivir ahí, mi esposa y yo, pero
una madre vivaz oculta una alelada hija. La hija oculta
su propia vivacidad de hija al revés. Ellas están en una
estación de tren y la hija sostiene una funda
más grande que la funda de la madre y la oculta exitosamente.
En ofrecerse a llevar la funda de la hija uno se encuentra a sí
mismo confrontado por la madre
y tiene que llevar esa otra funda, también. Así que un tipo pidiendo bola
puede abiertamente esconder otro tipo pidiendo bola y una taza de café
otra, también, hasta que uno está sobre excitado. Un amor puede ocultar otro
amor
o el mismo amor
Como cuando “te amo” de repente resuena falso y uno descubre
el mejor amor esperando atrás, como cuando “Estoy lleno de dudas”
oculta “Estoy seguro en cuanto algo y es eso”
y un sueño puede ocultar otro sueño como siempre hemos sabido, también. En
el
Jardín del Edén
Adán y Eva pueden ocultar el verdadero Adán y Eva.
Jerusalén puede ocultar otro Jerusalén.
Cuando alcances algo, detente para que pase
y puedas verlo plenamente. En casa, no importa donde,
los rieles internos son peligrosos también: una memoria
ciertamente esconde otro memoria, ese ser del que trata la memoria,
la reverberancia eterna de las sucesión de las entidades que se contemplan.
Leyendo
A Sentimental Journey miras alrededor
al finalizar, en busca de Tristram Shandy, para ver
si está de pie ahí, debe estarlo, más fuerte
y más profundo y allá oculto como Santa Maria Maggiore
puede estar oculta en iglesias similares en Roma. Una acera
puede esconder otra, como cuando estás dormido allá, y
una canción esconde otra canción, los golpes arriba
ocultan el golpeteo de la batería. Un amigo oculta otro, te sienta a los pies
de un árbol
con alguien y cuando te levantas para irte hay otro ahí
a quien hubieras preferido hablar todo el rato. Un profesor,
un doctor, un éxtasis, una enfermedad, una mujer, un hombre
pueden ocultar otros. Detenerse para dejar que el primero cruce.
Tú piensas, ahora es seguro para cruzar y eres golpeado por el siguiente tren.
Puede ser importante
haber esperado al menos un momento para ver que había estado ahí

Pregunta
de Mary Swenson (1913-1989)
(Traducción Giselle Rodríguez Cid)
Cuerpo mi casa
Mi caballo mi sabueso
Que haré
Cuando caigas
Dónde dormiré
Cómo cabalgaré
Qué cazaré
Dónde puedo ir
Sin mi montura
Deseosa y rápida
Cómo sabré
Si adelante entre los matorrales
Esta el peligro o el tesoro
Cuando Cuerpo mi bueno
Luminoso perro muera
Cómo será
Tumbarse en el cielo
Sin techo o puerta
Y el viento por ojo
Con nubes cambiantes
Cómo me esconderé

Vanity Fair 
 de  Charles Simic 
(Traducción de Frank Báez)
Si no has visto el perro de seis patas,
no importa.
Nosotros lo vimos, y generalmente descansaba en la esquina.
En cuanto a las piernas extras,
se adaptaron a las otras de inmediato
y ya uno pensaba en otras cosas.

Como en que fría y oscura noche
para estar a la intemperie en la feria.
Entonces el dueño lanzó un palo
y el perro fue tras él
en sus cuatro patas, las otras dos revoloteando detrás,
lo que hizo que una chica se explotara de la risa.

Ella estaba borracha y así estaba el hombre
quien se la pasó besándole el cuello.
El perro alcanzó el palo y miró de vuelta hacia nosotros.
Y ese fue todo el show.

Luego  Billy Collins leyó  éste:
Taller de Poesía 
Billy Collins
(Traducción Giselle Rodríguez Cid)
Bien podría empezar diciendo cuanto me gusta el titulo.
Me agarra enseguida porque ahora estoy en un Taller
E inmediatamente el poema atrae mi atención.
Como el Viejo Marinero tirándome de la manga.

Y me gusta el primer par de estrofas,
La manera en que establecen esa forma de auto-referencia
Que recorre todo el poema
Y nos dice que las palabras son alimentos tirados
En el suelo para que otras palabras los coman.
Casi puedo probar la cola de la serpiente
En su propia boca,
Si saben a lo que me refiero.

Pero de lo que no estoy seguro es de la voz,
Que en algunas partes suena muy casual, muy de blue jeans,
Pero en otras parece muy reservada,
De profesor en el peor sentido de la palabra
Como si el poema estuviese echando humo de pipa en mi cara.
Pero quizás eso es lo que quiere hacer.

Lo que si me parece atractivo son las estrofas del medio,
Especialmente la cuarta.
Me gusta la imagen de nubes volando como pastillas
Lo que me da una idea muy clara.
Y realmente me gusta como este operador de puente levadizo
Aparece de la nada
Con sus pies sobre los rieles de acero
Y su caña de pescar sacudiéndose –me gustan las sacudidas-
Un gancho en el lento canal industrial debajo.
Me encanta el lento canal industrial debajo. Todas esas eles.

Quizás solo sea yo,
Pero el próximo verso es donde empiezo a tener un problema.
¿Cómo puede la tarde chocar contra las estrellas?
¿Y qué es un obbligato de nieve?
También, deambulo por las calles descafeinadas.
En ese punto estoy perdido. Necesito ayuda.

La otra cosa que me desconcierta,
Y quizás sea solo a mí,
Es la manera como la escena siempre cambia.
Primero, estamos en este gran aeródromo
Y el vocero inspecciona una fila de dirigibles,
Lo que me hace pensar que esto podría ser un sueño.
Entonces nos lleva hasta su jardín,
La parte donde están las dalias y la manguera enrollada,
Aunque es agradable, la manguera enrollada,
No estoy muy seguro de donde deberíamos estar.
La lluvia y la luz verde menta,
Eso hace que se sienta como exterior, ¿pero que hay de este papel tapiz?
¿O es algún tipo de cementerio interno?
Hay algo de muerte aconteciendo aquí.

De hecho, empiezo a preguntarme si lo que tenemos aquí
Son en realidad dos poemas, o tres, o cuatro,
O quizás ninguno.
Pero entonces esta la ultima estrofa, mi favorita.
Aquí es donde el poema me recobra,
Especialmente en esas líneas con la voz del ratón.
Quiero decir que todos hemos visto estas imágenes en los muñequitos,
Pero aún me gustan los detalles que usa
Cuando describe donde vive.
La curva perfecta del arco de la entrada en el zócalo,
La cama hecha de una lata de sardinas,
El carrete de hilo para la mesa.
Empiezo a pensar cuán duro tuvo que trabajar el ratón
Noche tras noche coleccionando estas cosas
Mientras la gente en la casa dormía profundamente.
Y eso me da una certeza,
Una poderosa sensación de algo.
Pero no se si alguien más la siente.
Quizás sólo sea yo.
Quizás sólo sea la manera como lo leí.

La gente aplaudió y fue casi corriendo a buscar el enorme libro con los poemas.
Yo esperé hasta el último momento, o sea, cuando Billy Collins se despedía de
sus compañeros de mesa. No quise hacer mucho bulto para que no me notaran
los otros poetas, me cubría con una señora, ya que no llevaba bajo el brazo
ningún libro de ellos. Enseguida me acerqué le dije que empecé leyendo su libro
ahí sentado, que no alcancé a leerlo completo sino hasta uno que se llama See
No Evil, y preguntó mi nombre con una sonrisa de la que no pude despegarme
por unos segundos sin decir mi nombre de pila, debido a que sus dientes eran
terriblemente blancos, y es de suponer terriblemente costosos. Le dije que lo iba
a verlo el jueves siguiente en The New School .“Thank you” me dijo. Pero no
pude evitar darle mente a esos dientes tan blancos.

Jueves, 21 de septiembre, 2006
Días después, me topé nuevamente con Billy Collins en la presentación del
décimo noveno volumen de la Mejor Poesía Norteamericana del año 2006. El
primer volumen de esta colección se hizo en 1988. David Lehman es el editor y
como editor invitado aparece Billy Collins. Para este libro ha tenido que leer más
de doce mil poemas en lo que va de año. Confiesa que ha encontrado un cierto
tono de demencia en esos poemas. Dijo que los poetas estaban locos y que eran
lunáticos. Dijo: La poesía no es más que la intensificación o la iluminación de
objetos comunes y eventos cotidianos hasta que brillen en su singular
naturaleza, hasta que podamos experimentar su poder, hasta que podamos
seguir sus pasos en el baile, hasta que podamos discernir que parte juegan en
el Gran Orden del Amor. ¿Como se hace esto? Jodiendo con la sintaxis.
El auditorio estaba lleno. Cada uno de los 10 poetas invitados leyó dos poemas,
incluyendo uno que estaba en el libro. Ahora, tal vez estos poetas no le suenen a
nadie de nombre, del mismo modo sus trabajos, por tal razón no me pondré a
sacar conclusiones o a elaborar una crítica. ¿Qué tiene que ver la ropa al
momento de leer poesía?
1_Laura Cronk usaba un vestido negro cuando leyó Sestina for the Newly
Married y Bawdy.
2_George Green usaba un saco negro encima de una camisa azul y lentes
cuando leyó The Death of Winckelmann y The People in Hopper’s Painting.
3_Rachel Hadas usaba un vestido bruñido cuando leyó Bird, Weasel, Fountain y
The Compact.
4_Joy Katz usaba un suéter negro y pantalones jeans cuando leyó Just a second
ago.
5_Jennifer L. Knox usaba un vestido negro cuando leyó The Laws of Probability
in Levittown y Hot Ass Poem.
6_Betsy Retallack usaba una blusa color rosa y pantalones crema cuando leyó
Roadside Special y There’s Nothing You Can Do About.
7_Vijay Seshadri usaba un saco verde pastel y camisa azul cuando leyó Memoir
y Guide for the Perplexed.
8_Sue Ellen Thompson usaba un vestido negro cuando leyó Body English y The
Blue Blanket.
9_Tony Towle usaba un saco castaño, camiseta azul y andaba con bastón
cuando leyó Serial Epigraphs y Misprision.
10_Paul Violi usaba un saco nata y camisa azul cuando leyó Counterman y
Submission (tipo Pee-Wee)
El tiempo se agotó. Finalmente subieron a leer un poema nuevo David Lehman,
French Movie, y Billy Collins, Baby Listening. Collins fue interrumpido en una
parte del poema cuando se fueron las luces del auditorio, algo que causó más
risas. Collins dijo que no podía abandonar la plataforma si no terminaba el
poema. Bueno, las luces se repusieron y terminó el poema.

Paúl Alvarez. (1978) Nació en Santo Domingo. Ha publicado dos libros: La Pelota (2004), Un Far Rockaway del Corazón (traducción de A Far Rockaway of the Heart de Lawrence Ferlinghetti) (2004). Actualmente, vive en la ciudad de Nueva York.