19/8/08

Presentación del libro En el otro Patio de María Morales

Contraportada del libro En el Otro Patio


por Luís Chaves 
Esto es el fragmento de conversación que sale y queda flotando cuando pasa un carro, los segundos de una película que vimos de reojo en la tele de una vitrina, las imágenes y sonidos fraccionados del sueño que vamos recordando a lo largo del día. No hay discursos lineales, tampoco mensajes cerrados. Es también, en ciertos pasajes, el fraseo infantil que, desde un código propio, habla un idioma en el que se reconoce el lector. En el otro patio es un libro que avanza impulsado por un combustible extraño, secreto.

Como en los standards del jazz, María Morales parte de los temas esenciales y visitados de la poesía pero los transforma en otra cosa. En esa transformación se aleja de los senderos de la emotividad y del guiño existencial o la inquietud metafísica que se suponen inherentes a toda poesía.  No necesita nada de esto, y lo sabe. María escribe desde un territorio suyo, exclusivo. Estos textos no tienen intención ulterior, no calculan nada, no esperan la aprobación. Por eso son invencibles.    
El Telescopio Reversible
por William Eduarte
Ambassador
Era tarde y llovía. Como en el cine negro; yo perseguía un carro que perseguía otro carro: lo que comúnmente llamamos presa. En medio del caos se tiende a tirar la mente hacia cualquier lado posible, en este caso un hotel venido a menos por el parque Juan (Alajuela). Para seguir con la estética expresionista, los automóviles convertían a los huéspedes en humo; grises, pálidos, ojerosas personas que corrían a sus habitaciones. Menos uno. Él o lo que yo creo que era un él, inhalaba el ambiente como ligándolo con un cigarro, doble porción para este Capone importado. Miraba  la puerta del lobby, sentado en un sillón obviamente gris.  No sé si era precisamente una mirada perdida o una búsqueda incisiva, pero aquel hombre esperaba algo. Algo que por lo menos durante los minutos que tarde en llegar a la luz verde del semáforo no descubrí.  
Justamente uno de los primeros poemas que leí de “En el Otro Patio” me transporto de nuevo al extraño episodio. Al parecer lo lúdico y lo racional a veces si pueden colisionar directamente. Ambassador, texto al cual hago referencia, ejemplifica bastante lo que María hace con sus lectores: provocarles una serie de sobredosis que lentamente involucran agitaciones masivas de conciencia e imaginación.  Del  más crudo realismo crítico a la hiperventilación de figuras propias del  surrealismo.  
Si esta poesía fuera una película muchos dirían que están viendo una obra del cinema verite. Cinema verite propio de una autora con la capacidad de asombro de un niño de 3 años, pero con la malicia de un adulto mayor de noventa. 
Visita Guiada
En este libro viven muchas personas. Una que canta, otra que canta también, pero de reojo ve a los vecinos quitándose la ropa. Esta la niña que escucha atómicamente al copero acercarse a tres cuadras; esta su  amiga que corre esa distancia y se lo restriega en la cara a la atómica. Estamos todos nosotros al costado de la pizza recién traída a la mesa, con la bendita ignorancia de quien come tranquilo el escupitajo vengativo del mesero. 
Es un libro para encontrarse a sí mismo a través de las manías, en los ojos de alguien que no juzga estas, sino que las reinterpreta a su voluntad. 
“En el Otro Patio” están todas las Marías posibles: la grande, la pequeña, la que escribe, la María que quiere sorprender al espectador/ lector clavándole el lapicero en la nuca.  Y a su vez lo conduce por estos paramos; a veces de psicodelia, a veces de ventanas vecinas a plena luz del día. 
Sobredosis  de jarabe para la tos o el telescopio reversible
Cualquiera que haya intentado uno de las dos cosas se va a encontrar con esta idea: el margen entre lo posible y lo imposible siempre depende de que tanto nos arriesguemos a transgredirnos. Que tanto nos restrinjamos a quedarnos en los límites o saltar por ellos como en la suiza: cada vez más rápido hasta que no podamos más. 
Este efecto es claro en el curso de lectura de este libro, con la diferencia que  la velocidad es continúa.  Es un libro que nos pasa por encima, que nos toca esa necesidad de asombro disminuida con los años. 
En mi caso, me dio un final a ese instante en que el Capone importado fumaba durante la tarde. Un final abierto, un final en el que me encuentro sentado también en el lobby,  y soy el Capone, la mujer de tacones y la expectativa porque lo inimaginable siempre suceda, aunque sea sólo para el papel.

María Morales. (Heredia, Cartago, Costa Rica,1984) Sus textos han sido publicado en la Revista Ping Pong y en el suplemento  Mala Crianza del semanario Universidad de Costa Rica. Trabaja en call centres, dando clases y vendiendo postalitas. Dibuja y le gusta el Blues.   
William Eduarte. (Alajuela, Costa Rica, 1983) Ha escrito dos libros de poesía: En Cuarentena y Frecuencia de manicomio. Fundó el espacio literario “Himeneo” en la revista La Malacrianza del semanario Universidad
Luís Chaves.  (Costa Rica, 1969) Publicó El Anónimo (Guayacán, costa Rica, 1996), Los Animales que imaginamos (CONACULTA, México, 1988), Historias Polaroid (Perro Azul, Costa Rica, 2000), Cumbia (Eloísa Cartonera, Argentina, 2003),  Chan Marshall (Visor, España, 2005) y Asfalto: un road poem (Perro Azul, Costa Rica, 2007). Publicó también La antología de la nueva poesía costarricense (Línea Imaginaria, Ecuador, 2001).  Desde 1988, coedita la revista de poesía joven latinoamericana Los Amigos de lo ajeno.