19/8/08

Un poeta de Irak en Costa Rica

por Javier Campos

Recién llego de un festival internacional de poesía en Centro América. Fue el VII Festival en Costa Rica. Catorce poetas invitados de diversas partes del mundo. A parte de América Latina y de El Caribe -estaba invitado el poeta cubano Miguel Barnet- venían de Egipto e Irak dos excelentes poetas y personas. ¿Qué sabemos de su poesía, esa que se escribe en regiones tan lejanas como El Cairo, Babilonia, Bagdad? A lo mejor algún lector de esta columna sí lo sabe, pero muchos no. Sólo sabemos de Irak por la guerra allí que parece de nunca acabar. “La invasión norteamericana que ha hecho tanto mal. El invasor que ya debió irse hace tiempo“, nos dice el poeta Iraquí Salah Hassan, (uno de los poetas más importantes de Irak) mientras fuma como nunca he visto fumar a nadie. ¿Y qué poesía se escribe en estos momentos allí?
Un día viajamos cinco horas desde San José al bosque lluvioso de Monte Verde, al oeste del país. Reserva ecológica que Costa Rica cuida como nadie, especialmente ahora que se habla del calentamiento global, y desastres que están ocurriendo u ocurrirán si seguimos abusando y destruyendo aún más de la naturaleza. Y allí el poeta Salah Hassan me pide que le diga al conductor que baje el volumen de la maldita radio donde a gritos el locutor transmite un partido de fútbol. El chofer que nos lleva a todos a Monte Verde accede mi pedido (Salah se comunica en inglés solamente y yo le traduzco al chofer) y baja un poco el volumen. “Me estoy volviendo loco con esa radio desde hace tres horas” me dice Salah, pero no le traduzco eso al chofer.  Recuerdo que el día anterior estuvimos en una lectura con gente de la Universidad de Costa Rica. A Salah le hicieron muchas preguntas después de leer él un hermoso poema. El poema me parece de una gran originalidad y a su vez de una irreverencia que le ha costado, desde el mundo árabe, una sanción por ofender a Alá. El poema se llama  “Correo electrónico”  (¨Querido Alá,  no tengo que hablarte a ti/Como lo hizo Mohammed al Maghout/Ni tampoco como Fadhil al Azzawi/Ahora tengo correo electrónico/Y me puedes contestar…¿Escuchas la radio?/ ¿Lees los periódicos?/¿Algo sobre Irak?/¿Estás muerto?/¿Es sólo una estatua tuya la que vemos?/Sólo quiero saber/Porque entretanto ya cumplí cuarenta años/Y todavía no sé cuál es tu función en mi vida…”) . Por ese poema Salah recibió cerca de 75 páginas con reacciones, más de la mitad eran de que se quedara ciego, sordo o paralítico durante los años que le quedaban de vida. Fue abiertamente amenazado de muerte.
Y Salah respondía preguntas sobre Irak al publico como la opresión a la mujer por eso no se ven escritoras ni poetas iraquíes por ninguna parte. Habló sobre la dictadura de Saddam Hussein y la invasión de los Estados Unidos. Habló de que ese país es un caos porque ha quedado tan fragmentado entre distintos grupos que nadie sabe cuanto tiempo tomará para tener una sociedad normal y una democracia verdadera. Vivir allí es andar sobre una cuerda floja que en cualquier instante, depende del grupo religioso y terrorista que te pregunte algo, puedes ir a dar a un círculo surreal o morir, nos decía.
Salah estuvo 12 veces en prisión durante la dictadura de Saddam Hussein. Fue golpeado con brutalidad, perdió la vista de su ojo derecho, tuvo que ir al exilio en Holanda. Es joven y su pelo es blanco como la nieve que cae en Holanda. Escribía en la prisión poemas en papelitos de cigarros y así salían clandestinos y luego se publicaban. Pero el poeta iraquí está siempre alegre y se ríe como un niño. Jugamos dos horas con una pelota en una piscina allá en Tortuguero, la parte del caribe costarricense. A veces paraba para fumarse un cigarro en la propia piscina. Unos turistas norteamericanos lo vieron fumar, con un rostro sin duda exótico el de Salah y movían la cabeza desaprobando que él fumara en medio de esa piscina. Nadie allí sabía que era uno de los grandes poetas de Irak y sin duda menos les importaba su poesía. Esos seres, los poetas,  cada vez más exóticos que no sirven para nada.

Javier Campos (Santiago de Chile), reside en Estados Unidos desde 1977. Ha publicado cuatro libros de poesía: Las últimas fotografías (Uruguay, Acali Editora,1981); La ciudad en llamas (Chile, Ediciones LAR,1986), Las cartas olvidadas del astronauta (EEUU, Universidad de Miami, 1991. Primer premio Letras de Oro 1990 para escritores hispanoamericanos residentes en Estados Unidos) y El astronauta en llamas (Chile, Editorial LOM, 2000. Finalista premio Casa de las Américas 1998, Cuba). En el 2002 ganó el premio Internacional “Juan Rulfo”, en la categoría de poesía. Su primera novela, Los Saltimbanquis, fue publicada en 1999 por la Editorial Red Internacional del Libro (Santiago de Chile). Su obra ha sido incluida en revistas y antologías de América Latina, EEUU y Europa. Actualmente es profesor de literatura latinoamericana en la universidad jesuita de Fairfield, Connecticut, Estados Unidos. Es columnista regular en el periódico chileno en internet:   www.elmostrador.cl.