18/4/08

Cristian Avecillas

1
Mi victoria, no juzgarme,
Transformar en verso mi cadáver.

Ingresar en la plomiza infancia,
Huérfano de sangre,
Y sentir la arteria seca, irrigándome palabras…

Oficiar el verso en mi cadáver.






18
Mimesis del hombre:
Ser la tierra, Alojarse en la campiña para darle impulso a una pradera:
Copiar la dramaturgia de la arcilla y entramar la piel del fango,
Sentirse convincente superficie para hacer más grande el mundo,
Tramar la voz del barro y olvidar.

Subterráneo, interminable: vértice del cosmos,
Humus cronológico del tiempo,
Gris anonimato en el confín.

**

16

Hembra es el morir:
Tengo cuerpo cuando asumo mi exterminio,
Tengo paraíso en mi degüello,
Tengo aceptación en la estrechez.
Goza en el vacío, el hombre…
Y hembra es el morir.
19
Dejo mi disfraz de carne, mi soberbia humana de sentirme humano,
Y me lanzo al material de la poesía.
Dejo atrás el sentimiento, el temor de conservar la mansedumbre,
Y en escorias embellezco al corazón.
Queda atrás el pensamiento, el humano vicio de evitar la muerte,
Queda atrás el egoísmo y ya sin religiones me oscurezco.

***
10

Vivir de nuevo,
Vivir para rizar una palabra,
Una sílaba mordida,
Manicomio de otra boca.
Vivir para mirar de nuevo,
Mirar como si todo lo demás fuera la muerte.
13
Desear de nuevo,
Ser objeto cada vez más perecible
Y enmendarse en los carmines de la amada.
Horda de diafragmas, trémulo de boca,
Dar con la humedad.
Mirar cómo se mancha con promesas
El deseo entre los fondos de la amada.

14
Morir de nuevo,
Volverse viento, paredón del polvo,
Volverse humanidad.
Entonces escribir el verso que no pueda refutarse con el cuerpo,
Entonces elevarse al humus donde se aman el gusano y la deidad,
Entonces integrarse al canto,
La raíz del pasto en la concordia del despojo,
Entonces militar la humanidad:
Los párpados ennegrecidos para el futuro de lo blanco,
La ruta de la tierra entre los huesos de la gente,
La gracia humanizada de la mengua.

15
Solamente relajarse en el azufre,
Consumir la eternidad con el lenguaje.

(De Todos los Cadáveres soy yo)
La Intuición
Voy a emprender la retirada, no vaya a ser un hombre el que se acerca.
ARISTÓFANES, La asamblea de las mujeres

La tribu se demuestra: hondo en la planicie danza el jefe.
Los tambores en las yemas dan el rumbo.
Molde: el brinco sobre la esperanza.
La raza camuflada grita, hervidero armado en pos de un animal.
Las mujeres prenden la fogata en la ladera
y la tribu entera participa: ya es la cacería.
Así en la mente: danza el jefe y es una verdad.
Sientes una música, una raza en el estómago, un tambor sobre la pierna
y no es sospecha, ya es verdad;
porque el rumbo vislumbrado, la fogata anticipada,
la esperanza compartida, te revelan la verdad:
“No, mujer, no sigas. Detente cuando intuyas que estás sola:
ya es la cacería”.
Intercambio de Infinitos
a Cristian Valencia Ribadeneira

Cambia tu oración y ya no digas:
“Padre nuestro, que estás en el cielo…”
porque el cielo existe en donde está tu cuerpo
y tu padre es la primera sombra de tu tierra.
Ya no digas:
“Vénganos tu reino y hágase tu voluntad…”
porque cuando venga el reino, tú podrías arruinar la voluntad.
Ya no digas:
“Danos el pan de cada día…”
Di: transfórmame en el pan de quienes tienen hambre,
Di: transfórmame en el día para cada pan.
Ya no digas:
“No nos dejes caer en tentación…”
Di: permítenos caer en la inocencia.
Y ya no digas:
“líbranos del mal…”
Di: mantennos en el bien.
El simio que se desvanece
a Estefanía

Nunca te busqué pero te hallé desnuda.
Hembra entre las hembras, bestia de las bestias, te encontré desnuda.
Carne de la estepa, carne sobre carnes. Te encontré...
Blanda para el ansia endurecida de mis vértebras,
Cóncava a favor del simio que a tus pies está de pie.

Cristian Avecillas. (Ecuador, 1977) Egresado de la Escuela de Literatura de la Universidad Católica de Guayaquil. Co-editor de Casa de las Iguanas (Revista Virtual de Poesía y Cultura). Actualmente trabaja en la realización de una Enciclopedia sobre Edmundo Ribadeneira, uno de los intelectuales ecuatorianos más importantes del siglo XX. Ha distribuido artesanalmente sus dos primeros libros de poesía: El silencio da (1999), y, Lo que nombras se hace cuerpo… (1999) Con Maquillaje para un muerto (2000), obtuvo Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía “M.I. Municipalidad de Guayaquil”, 2002. Su libro, Todos los cadáveres soy yo ha sido distinguido con una Mención de Honor en el Concurso Internacional de Poesía, Casa de las Américas, 2008. Recientemente, recibió el Premio Nacional de Poesía 2008 de Ecuador.