Words
Cuando ellos leen mis poemas
Siento pedacitos de hielo en la sien,
Como cuando uno bebe frío-frío rápido.
Cuando ellos leen mis poemas
Las palabras me paralizan,
Como cuando quieres algo
Y dices lo primero que piensas:
Cenicero al encendedor,
Fósforos a los cigarrillos,
Como si pidieras un café o un Vodka
Y te trajeran un ataúd o una linterna.
Al final aceptas lo que sea,
-Algo obtuviste a cambio
Y no eres tan imbécil de rechazarlo-
Un grupo de palabras que alguien repite
Y que ya no significan nada para ti.
Falcon Crest
Los chivos se acabaron la verja de alambre
cuando ya nadie miraba la carretera.
Los árboles son tres palos con espinas.
El mar es de arena, la brisa no duerme.
Las calles están llenas de zapatos abandonados.
En el cruce de salida un letrero anuncia la llegada del cine.
Postcard
Lástima que no puedas ver el rompeolas
Ni las gaviotas ni los pescadores negros del malecón
Ni los barcos con nubes en el muelle como en cualquier postal
O el café con vista al mar y ruinas de turistas fumando,
Bebiendo, comiendo por primera vez haitiano.
Aquí el tiempo pasa como se le antoja
A dos o tres políticos, un cura y un embajador.
Como hace tanto calor,
Lo que haya que hacer se hace borracho.
Igual que en cualquier provincia
Encontrarás mucha gente dispuesta a reconocer
La parroquia como el ave nacional y muchas mujeres solas.
Aquí cualquier puta te invita un café.
Por más que limpien las palmeras
Por más grandes que hagan los letreros
Cada año un coco mata un alemán.
The last supper
Paredes cubiertas de frutas deformes
Pescados plásticos colgados de interruptores
Becerros de vidrio atados a las repisas
¿Qué vamos a cenar esta noche?
Una jirafita tierna de madera
O un leopardo de sofá al microondas,
O tal vez sería mejor cocinar
La colección completa de casitas
De cerámica española con abundantes rejas
Llaves, alarmas chinas, controles y candados
A razón de una jeepeta por cabeza
Para que a los vecinos les de el olor
a goma quemada y se mueran de envidia.
The Devil's Drum
Hay días en que el pueblo sale a la calle a ganárselas todas,
son el terror del cura que los maldice con dedos de pus,
queman la telaraña de viejos tocadores
y hacen verdes cenizas con las tetas nuevas.
Uno se ha amarrado un tambor a la cintura
y lo toca impunemente con muchísima maña.
Otro ha sacado una vieja trompeta debajo de un catre.
De ningún lugar un negro ha comenzado a cantar,
lleva un sombrero en la mano que tiende con actitud solemne
como lo haría un tenorio.
Y mientras la malograda melodía se aleja
la tarde va perdiendo sus colores
y entre las voces de la gente atracada
una jura haber visto al mismo diablo.
Tour
Osos polares caminan
Por las calles de Santo Domingo
Bajo el Sol de agosto
Detrás de una niña negra
Que mueve las nalgas
Como si deseara destruir los hogares
de toda Gelsenkirchen.
Clementina
Te escribí un poema y me pediste otro
Que no mencionara a ninguna otra mujer,
Menos solemne la forma, más eficaz el mensaje.
Han pasado dos meses desde que nos separamos,
Ahora vivo con mis papás y no trabajo,
Una situación inmejorable para la poesía.
Pero se mete entre mi deseo y tu reclamo un océano,
mis papás desnudándose, tres de mis hermanas y nueve sobrinos,
Sin contar los televisores, los teléfonos, los cuñados y los perros.
Mientras tanto voy juntando palabras sueltas:
Pantalón, Mariachi, Cabecita, Mamey,
¿Cuándo nos vamos a volver a ver?
¿Será un haiku o una larga letanía?
A veces creo que nunca lo voy a terminar.
Sería mucho más fácil si durmieras conmigo.
Homero Pumarol. (Santo Domingo, 1971.) Ha publicado los poemarios Cuartel Babilonia (2000) y Second Round (2003). Es Liceísta.