27/4/09

Antonio Lucas




Prisión de la Memoria 


Si bastase una palabra para olvidar la sed.
Si la música fuese una sombra descalza.
Si tú no fueses tú, ni yo mismo siquiera.
Si el océano es sueño de cruces arrasadas.
Si lo absoluto es la luz, y ésta el atrio de la niebla.
Si hundieses lentamente lo quieto de tu voz
en lo fatal de mi mano.
Si fuiste en cierto día esa verdad tan bien mentida.
Si un reloj desconsolado ya es el tiempo.
Si no te vuelvo a ver.
Si no te he visto nunca.
Si rompo este cristal de aguas repentinas.
Si de vacío celeste son tus hombros, son los míos.
Si alguna vez odio los mapas porque van a ti,
como una lumbre a oscuras.
Si todo beso es labio en vencimiento.
Si del lado más puro de la vida...
Si del lado más puro de la vida
nace el ángulo indeleble del olvido.
Si poema es el nombre que toma un grito cierto,
¿dónde éste ha sucedido?


Si aún fuese posible ya nunca recordarnos,
vibrar como el adiós, cuando la luz clarea,
cuando la noche esgrime su blanco puñal de ave,
sin más piedad que un dios cosido a la alegría.
Si aún fuese posible, digo, estar lejos de aquí
no habría dicha, ni cumbre, ni más alto jardín
que esta ardiente sed hecha de abril y desmemoria,
de ópalos como coronas para aquella que no fuiste.
(Del libro Las máscaras)



De Promesas que no Fueron

De aquello cuanto hicimos embriaguez y triunfo
apenas una huella de costumbre queda.
Insólito era el tiempo,
tan violento el vaivén de soñar el futuro
que miedo daba ver su lumbre en promesas.

Hasta nosotros vino la descalza tormenta,
el marfil malogrado del cielo en otoño,
el envés de la luz, esa piedra tan larga,
donde olvida el amor su párvula muerta.

Allá la impaciencia era una fortaleza,
un pie de bailarina,
y en la misa del mar, hace ahora mil años,
se frotaban los pechos, casi templos de aire.
He aquí mi juventud y lo que resta,
mi infancia de búhos, mi memoria de lunas,
tu palabra encalada, mi nostalgia de todo.

Quisimos que así fuera.
La distancia es una yegua con venas de árbol mudo.
Hoy la Historia se escribe con iniciales oscuras.
No volverá a nosotros la métrica del rayo,
su aguja de alegría,
ni agosto disfrazado de sexo o de pureza,
ni todo lo que estuvo,
ni aquello que antes fue causa de vida:
hoy tan sólo un latido balbuciente,
un tintero de sangre sin aurora,
apenas una huella de costumbre queda:
la desnuda alfarería de unas sombras.

    (Del libro Las máscaras)


EZRA POUND


I

Ya tienes frente a ti toda la noche,
su atlas dando frío,
su trenza presintiendo,
el raso de la herida sin notarse.

Resbala tu memoria por viejas azoteas,
flotando van los signos a tu encuentro,
de golpe tu escritura, las manos de madera
haciendo pie sobre la mesa
para dar sentido al mundo.

Todo empieza por la letra,
con qué fuerza, y sin embargo...



II


Se te vio por Venecia
bajo siglos de extravío,
con tu limpia simetría de derrotas
en silencio.

Los ojos sin gobierno,
la barba transparente, casi reyerta de nieves,
la frente sin lenguaje, toda blanca,
el paso armónico
de quien arrastra
su extranjera tristeza
y aprendió de la vida
bajo el diluvio fabuloso de los libros.

A la luz llegaste apretando soles muertos,
un idioma que amé de adolescente.

Sentado al fondo de este patio
un séquito de sombras te hace coro.
La pensión cerrada, la fachada festejando su pobreza,
abrigando antiguas horas
del líquido pinar de tu delirio.

Mil culturas condenan tu silencio.

Ocurre a veces
que alguien se detiene
y da forma de nuevo a lo que existe,
y sufre por tanta indiferencia,
y va poniendo en orden su desgana
lanzando las palabras
más lejos que la vida.

Muere después sin rebeldía,
dicen que sin daño.
Y en los canales una luz de pergamino.
Y en los canales un rumor de contrabando.
Un movimiento, una orfandad, un agua verde.




III

Así también el poema:
un corazón tendido,
un festín de desamparos,
un idioma exacto,
casi un pájaro, Ezra.
¿De qué ha servido?


(De 'Los mundos contrarios')


AHORA QUE TE VEN DESDE EL ESPEJO


Yo es otro
Rimbaud


Yo no soy el que digo,
aquel que viene y luego
da un grito enterrado,
o dice una palabra
consonante en la tarde,
o lleva en la hornacina
una muerte festiva,
una pura fogata,
un amor que no ha sido
ni un muerto arrogante.

Soy aquel que nunca más he visto,
que cierta frente clara contagió de nombres
sin emoción ni hambre,
cantando como arde la luz equivocada,
amando con los dedos
un cuerpo y su agua inmensa.

Cuando estamos frente a frente
(tu y yo como la fiebre misma,
como piedra o signo sólo),
el mundo es más de anís y desvarío,
la tarde es un abismo
de amor y labio en punta;
y todo gira entorno ardiendo sin saberlo,
golpeando a saco el pecho
donde has vivido siempre,
el zoo de tu silencio,
el mar y sus razones anegadas:
naufragios y tesoros y amantes y monedas.


Qué extraña la memoria
en el ardor de un cuerpo solo.

Qué fleco de silencio,
qué tiempo sin estrías
se abraza a los espejos...

Qué fría flor de azogue
nos crece en la garganta
cuando uno se pregunta
en qué respiración o enigma insobornable
halló el vaivén bestial de la existencia:

Ya sabes. Que nunca va contigo
aquel que te acompaña.



(Del libro Lucernario)




Poética 


Pide para tus ojos la sangre de aquellos que te amaron, la almendra de sus sueños; y una música, una fecha, una playa insólita con más noche que el llanto. No dejes que el invierno asfixie tu república de labios insaciables. Recuerda que el deseo entrega al inocente la sal de su delirio, que nunca vencerá aquel que no ha sentido el gas del sufrimiento, su fuego sin preguntas, la luz en los suburbios de la sombra. Ansía ese carbón y arranca de su sexo la voz que te depara. No cifres su locura, la abrazas, pues es ahí, desesperadamente, donde la claridad impone tu existencia.


  (Del libro Lucernario)
Guardaré el Secreto de tu Nombre  

“you fixed yourself, you said never mind,
we are ugly but we have the music”
Leonard Cohen


Es extraño cuando la muerte cae tan lenta,
lo sabes,
y llega hasta la sangre con su brazo de humo.
Es extraña la ofrenda que arranca del labio,
y el agua con su altura de coronas negras.

Te vi aparecer cubierta de noche
como la luz escapa,
sencillamente entre dos pechos con fuerza.

Del centro del invierno salió tu voz
de azucar apretado,
la luna sin destino de tu tos verdadera
como un viento que fuera despedida,
como ardiendo, como sonámbula,
como una ceniza a tientas, como un alma de espejos
que has visto volar
hasta quemarse abiertos.

Y sin embargo, te oí morir a cada instante
bajo el delirio justo, con la tristeza exacta,
igual que danzan los cuerpos de los muertos
punteando en la luz
otros cuerpos iguales.

Qué sordo carbón de deseo.
Verte y no verte.
Temblar muy despacio.

Pues sabes que conozco
el secreto de tu nombre,
el terco olor de tu existencia,
los ojos entregados a un llanto con palmeras,
tus ojos que se cierran y no regresan nunca
y así se van llenando de nieve
o de accidentes,
se apagan muy despacio en su mañana interna
como una playa hereda el amor de quien la pisa
con suicida calma,
como un hombre se entrega al sueño que lo habita,
aunque la muerte sea.


(Del libro Lucernario)


Antonio Lucas  ( Madrid, 1975.) Es licenciado en Periodismo, redactor de Cultura y articulista del diario El Mundo, donde ejerce su labor profesional desde 1996. Tiene una amplia trayectoria poética en la que destacan los siguientes títulos: Antes del mundo (accésit del Premio Adonais, Madrid, Rialp), Lucernario (Barcelona, DVD, 1999), por el que recibió el premio “Ojo Crítico” de Poesía 2000 que concede RNE. Las máscaras (Barcelona, DVD Ediciones, 2004) y este mismo año aparecerá en la editorial Visor su nuevo libro, Los mundos contrarios, por el que ha recibido el prestigioso Premio Internacional Ciudad de Melilla. Es autor de un trabajo antológico sobre otros autores de su promoción titutado Ocho poéticas de hoy. Nuevas voces en la poesía española (Murcia, Revista Postdata, 1997). Está recogido en distintas antologías, como La lógica de Orfeo (Madrid, Visor, 2003), preparada por Luis Antonio de Villena, 25 jóvenes poetas españoles (Hiperión) y 24 poetas espànholes de agora, preparada por Joaquim Manuel Magalhaes en Lisboa.