27/4/09

Ernesto Pérez Zúñiga


.El muerto avisa en su vestido
El muerto avisa en su vestido.
Su piel contra la tela busca cárcel.
Se cierran las persianas.
Pasea.
El muerto avisa en las ciudades.

El muerto está en la orilla.
Hay pies que le rodean,
pateras en la espuma.
Hay cangrejos que indagan los centros comerciales.
Y una tortuga vende a un policía
chalecos anti-tiempo.
El muerto tiene prisa de que le saquen fotos
que no ardan en el fósforo del megacementerio.
Hay dados en tu mano y el muerto te vigila
Los tiras al vacío y el muerto te comprende.
La caja los registra contra el muro, al contado.
Y vamos a la nada por caminos de todo.

El muerto lee los libros del pasado,
talla en los bosques troncos de palabras
y las letras son sólo cortinas en el viento,
otra barca que escapa, otra isla que engaña
un olor de tesoros temblando en la maleza.
Otra ciudad camina por las calles
con ojos como gotas que roen el fregadero.

El muerto compra aquellos ascensores
que siempre le regalan los botones de stop
y trabaja pegando carteles con tu nombre
para que tú te busques, te entregues y te cobres.
Hay ríos y hay un puente con pilares de piedra
que ahondan su destino en un tiempo profundo.
La corriente se lleva un deseo de peces
y el muerto pesca prisa con anzuelos tan lentos
que nunca recupera todo el tiempo perdido.



Si quema los rastrojos de los campos
se le incendian los bosques del olvido.
Si el muerto se emborracha, le queman los gusanos,
porque aún no conoce la palabra precisa
para enlazar tu mundo con tu muerte.

Quizá si los caballos espolea del aire
es para respirar en el galope,
es para comprender al trote.
Para sobrevivir al paso.
Quizá salta una valla y se cae en el barro
y le modela Dios, con sed, sin alma. 
Lo mira el pájaro, muy lejos, solo,
vareando las ramas como el viento,
recogiendo un esfuerzo de aceitunas.
Y por los surcos del sembrado corre un agua
que no ha dejado de venir eternamente
de los lodos de la creación, de albercas
en donde los dioses son algas.
El muerto usa una azada:
su sombra
con la que busca el alba en el crepúsculo.
El muerto usa un tractor:
sus dientes
con que siega gargantas del deseo.
Son los largos trigales bajo el sueño.
Son los hombres que tallan en las piedras
sus armas, sus palabras y salarios.
El muerto usa una pala
con la que entierra el mundo.

Tiene un amor el muerto
y le envía las flores de su sangre.
Y su amor bebe rojos los abrazos y ríe,
y se lava las manos en la fuente:
una toca los peces contra el tiempo,
otra busca monedas
que arrojaron los sueños de los otros.

El muerto nunca resucita,
mira absorto la luz que deja atrás.
Se crucifica en cruces de caminos pasados.
Lo anduvo en mal morir,
en dejarse matar,
en matar lo que pudo.

El muerto tiene periscopios
y espía las familias en sus barcas.
No hay remos sino días,
no hay días sino anémonas tendidas
en las rutas de todo viaje.
Y hay un pez predador en tu mirada.

Nada un pez luna toda la ciudad.
En su ojo fosforece tu vacío.
Acaricia su aleta los espacios que fuiste.
Enfría su barriga tus huellas más recientes.
Acerca su pupila
a semáforos verdes
y se ilumina con el fantasma de tus pasos.
El semáforo cambia a rojo
y el pez luna se aleja al callejón de nada
donde suenan las leyes,
los himnos, los jadeos
que hicieron a los hijos quemando calorías.

Hay muertos muy delgados
en los montones de basura.
Hay otros gordos en las grandes avenidas
que fueron disecados como momias o alimañas.
Hay águilas arriba,
sobre los miradores de planetas.
El pez luna las mira
y se escabulle en tu memoria.

Busca tu corazón para escaparse,
el ritmo muscular de tu latido,
para fluir por tu sangre,
para esconderse por tus células,
para abismarse por tus genes,
y bailar en tus átomos
y nadar en la nada
y nadar hasta el fin,
hacia ninguna parte,
libre aún, poderoso, malperdido.

De
CUADERNOS DEL HÁBITO OSCURO

En parque de blancos, trata de negras
Nalgas negras
tensas de apre-
tar el polvo
rasgan en los
troncos de los
encinares

Viejos de la mano 
corren el desierto
y otro el solitario
torso el sin camisa
mira llora marcha
busca en su bolsillo
órganos inútiles

Senos negros cocteleras
negras niños y patadas 
fútbol y cabezas  tierra y
cabras tensas polvaredas
polvos esas nalgas negras

Jóvenes delgados ríen ciga-
rrillos grandes los mostachos junio 
tiene trigo y aire que se arquea
goza el asco goza el parque esclavas

Migas corren negras tantos granos trigo
negro corren granos con hormigas bajo
pasos solitarios corren doce euros
euros solitarios corren doce nalgas
rasgan negras contra las encinas muévete
contra las encinas contra las encinas muévete 
muévete

Definición de un objeto
No   es   extorsión televisiva de los sueldos
No   es   la cómoda balsa en la que el cuerpo descansa en mitad del río
avanzando imperceptiblemente hacia las cascadas negras

Un colchón es la materia blanda  
                                                   en la que te vi morir
Un colchón es la pradera y el otoño donde yo rodé 
                                                                                enlazada a tu cintura
Un colchón es éste que empujo fuera de casa
con la ayuda de mi padre
para no encontrarme más con tu olor ni con la sombra de tu peso

El guiñol cotidiano
Yo soy   
           el que cohabita detrás de mi figura
Yo soy   
           aquel que mueven mis muñecos
Yo soy   
aquellos árboles rezagados al bosque
Yo soy    
aquella casa donde nunca he llegado





30 de marzo, por ejemplo

Te levantas sin más, tranquilamente, un domingo de marzo con cambio de hora, 
         mira el cielo: llueve, 
pones agua y pan a calentar, y la habitación se llena de olores y del recuerdo de algunos muertos: un gesto, una costumbre, los alimentos que ellos preferían para el desayuno de las mañanas de domingo,
justo ese recuerdo
cuando muerdes el pan ya caliente, cuando intentas beber el líquido ardiendo, y puedes sentir todavía “lo caliente”, y te permites el lujo de maldecir “lo ardiendo”.
Los alimentos se adentran por tu cuerpo, los digieres, como los muertos hacían hace tan sólo unas semanas o unos años, 
lo mismo da,
y tú te sigues preguntando: ¿qué haré esta mañana de domingo?




INÉDITO:

Camino dos para Beatriz

Contra la noche contra la noche
    un relámpago 
en selva telarañas el camino
la silueta de Beatriz intermitente
bajo una lámpara de neón estropeada
en selva telarañas el camino
un relámpago 
contra la noche 
Beatriz  contra la noche

Aúllan los lobos que me guardan
brilla una piel negra en la espesura
las banquetas de los bares han volcado
y el serrín que se apelmaza bajo los juegos del barman
recoge mis huellas 

Ésta es la senda ésta es la senda
contra la noche.

Contra la noche me encontré dando la espalda
al ángel que duerme dentro de los timbres
a sábanas lentas y calientes
a esponjas 
suaves peces amarillos
y tuve que abandonar mi herencia
y caminar por la cabeza del Diablo
entre desiertas torres de marfil

Ésta es la selva ésta es la senda
contra la noche

Contra la noche sueño con tus labios
aparto telarañas de las grutas
y encuentro escondidos los remansos
que brillan con tus ojos

Contra la noche vuelvo la mirada
hacia los barrios donde suenan los martillos
              y saltan parabrisas 
un coche bomba busca lentamente aparcamiento
bidones de basura 
arden
Hace tiempo que rebasé la entrada

Contra la noche caminas tan deprisa
que siempre para tocar tu rostro 
a un solo aliento de mí
a un solo aliento de mí
contra la noche caminas tan deprisa
que siempre que extiendo mi mano
te has desplazado en la luz de los neones
y al fondo de cada pensamiento
tiembla la luz entre las ramas
ven contra las noche dices
ésta es la selva dices
ésta es la senda dices
hace tiempo rebasaste la entrada
 Ernesto Pérez Zúñiga(1971) creció en Granada y nació en Madrid, ciudad donde vive actualmente.Entre sus libros de poemas, destacan " Ella cena de día (Granada, Dauro, 2000),  Calles para un pez luna (Madrid, Visor, 2002) por el que recibió el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid y  Cuadernos del hábito oscuro (Barcelona, Candaya, 2007). Como narrador es autor del conjunto de relatos  Las botas de siete leguas y otras maneras de morir (Madrid, Suma de Letras, 2002) y de las novelas  Santo Diablo (Madrid, Kailas, 2004. Puzzle,2005) y  El segundo círculo (Madrid, Algaida, 2007). www.ernestoperezzuniga.com