Una sortija
Para llamar a los alejados
una sortija en el dedo anular
canta un grillo en su celosía
hace cri cri cri cri
Dos eneros
Hizo cuentas dijo
en voz alta los nombres de sus muertos
en la última noche: las doce uvas
pulió y lijó dos cucharas de madera
la grande y la pequeña
ni olor ni sabor
los guisos del tiempo ido
crece la melancolía de los dos eneros
sueños que se olvidan turrones caídos
y una canción de Atahualpa Yupanki
¿cómo son las culebras –imaginables-
las culebras blancas que anidan en la nieve?
Nueces verdes en Dresde
Siniestro y familiar
si me comen los dientes
piedras manales rótulos con tiza
en el hollín:
FRANZ LEBST DU?
DEINE ELSA
y siguen fluyendo las aguas del Elba
ribera habitada
casita de los desconocidos
burbuja invernal
casita y taza de café
aleteo del hada negra
el mal el bien
el autómata cordial
y el otro, el que guisó un ciervo
y el otro con su risa de dientes apretados
qué bien abren qué bien cierran
las puertas en Alemania
(hay puertas en sombra, evadidas, siluetas de puertas invisibles)
pastelillos de nata huesos secos
luz de neón solitarios
en el bar
sólo dos.
Los estados intermedios
Es el gamelán de las cosas pequeñas
suena así
siguen cerradas las compuertas y en mi oficina yo reposaba
junto al río y al agua le decía
corriente llévame lejos
tráeme otra vez
son hechos sucedidos:
descansaba de la música y una mantis muy verde, como si fuera un animal grande, un perro, se posó a mi lado, se quedó más de una hora, giraba la cabeza, atendía a mis movimientos
a lo lejos grandes zanjas, desgarros, las tuberías que llevan fuerza al molino de la luz
era flexible la vara en la mano
era caña sensitiva guiaba señalaba
la brasa del cigarrillo arrojada a la corriente
así se concentran los hechos
pozo pequeño agua del poema
corriente llévame lejos
tráeme otra vez
señal: la mantis era señal
magia blanca: hice nudos en un cordel, lo guardé en el hueco de la piedra –ahí lo buscaré cuando pase el año- donde se hincaba el poste del cable tendido de orilla a orilla; no fue ayuda para el barquero ahogado en el enero de la crecida
gamelán inaudible me ensordeces
mantis amistosa sigue conmigo
aquí
otra vez.
(Discoteca Garden, León, 1972
Discoteca Adelphi, Hull, Inglaterra, 2002)
El tiempo que era nuevo
volvió amargos
sus líquidos: licores con mucho azúcar
los bailarines de la madrugada
en la pista con zapatos bicolores
qué antigua queda
aquella
alegría
olores y risas confusas
en nuestros portales.
Los otros seres
Sin pensar rompí la telaraña
dos días después vi el cadáver del perro en la cuneta
sustituyendo a nuestros cadáveres tras el accidente
éstas son las primeras plumas del verano volador
era recta y alegre la fila
la apariencia inalterable
los bañistas por la senda
arriba
arriba en la noche
el vuelo luminoso el chirrido de angustia
la lechuza cazadora sin presa visible
nosotros y siempre
los otros seres que nos guardan.
Para uno en el laberinto
Habla una cabeza sola dice:
dar cuerda a las cosas
seguir sus hilos
untarlas con sus afectos
y grasas naturales
pues todo mirar
deberá volverse sentir (H. Broch)
adivinando a ciegas
el sabor de un guiso futuro
sal de la casa
si no hay lápices de colores
siente aquello que viene de lejos:
un olor de azúcar quemado
llenaba el portal (A. Lernet-Holenia)
sal de la casa.
Enigmas naturales
Cerradura que es
panal de avispas
umbral de la puerta con deseo
donde anida la camada de víboras
son marcas de un enigma
¿el cuento chino del amigo?
Primer gorrión de enero
En una lengua aglutinante
hablan los suburbios
allí tú y yo encontrábamos
la cosa reconocible (¿era un alfajor disecado
era un azulejo bizantino?)
la cosa mirada en exceso
muchas más veces ya escrita
en los cuadernos de nuestra pobreza
y aun así
cómo sigue siendo ese vaho nebuloso
empaña la alegría los colores filigranas
en la arena la medusa de Tanguy
todos los días larvados
(así fue: estaba en la calle de atrás, herido en un ala, se encogía en suelo, ya entregado a lo peor; al echarle mano –le hablé, hombre, qué te pasa- me miró con ojos desesperados, se escapó en un último vuelo, desapareció tras la tapia de un corral vecino)
hilo de cobre
fibra óptica
gusanos de luz
una desconcertada canción en la cabeza.
Así es sin ti
En la casa debilitada
se iba empobreciendo la luz
en la calle
juegan y cantan las mozas
lanzan piedrecitas a mi ventana
el grito crecía
sin luz
el bulto en la escalera
no vengas por lo oscuro.
Ildefonso Rodríguez (León, 1952) fue miembro fundador de las revistas Cuadernos leoneses de poesía y El signo del gorrión y ha publicado los siguientes libros de poesía: Mantras de Lisboa (Ediciones Portuguesas, Valladolid, 1986), Libre volador (Libros de la peonza, Arenas de San Pedro, 1988), La triste estación de las vendimias (Provincia, León, 1988. Premio Fray Bernardino de Sahagún), Mis animales obligatorios (Renacimiento, Sevilla, 1995. Premio Rafael Alberti; Mes animaux obligatoires, Antoine Soriano, Éditeur, París, 2000), Coplas del amo (Icaria, Barcelona, 1997), Escondido y visible, en colaboración con el pintor Esteban Tranche (León, 2000) y Política de los encuentros (Icaria, Barcelona, 2003). En 1998 apareció su primer libro de narrativa, Son del sueño (Madrid, Ave del Paraíso). Recientemente ha publicado un libro sobre poesía y música, El jazz en la boca (Dossoles, Burgos, 2007) y la plaquette Naturalezas, con el pintor Francisco Suárez (Escuela de Arte de Mérida, 2007). Ha colaborado con pintores y artistas plásticos (Andrés Edo, Javier Fernández de Molina, Miguel Bermejo). Ha traducido a poetas franceses (Luc Dietrich, Joyce Mansour, Louis-François Delisse, Jean-Yves Bériou), ingleses y norteamericanos (Sidney Keyes, C. K. Williams). Ha publicado numerosas lecturas críticas sobre poetas españoles contemporáneos, en especial sobre Antonio Gamoneda. Partícipe del libro colectivo Escrituras materiales (Oviedo, 1972), está incluido, entre otras, en las antologías Esto era y no era (Miguel Casado, Ámbito, Valladolid, 1985), La prueba del nueve (Antonio Ortega, Cátedra, Madrid, 1994), Campo abierto (Marta Agudo y Carlos Jiménez Arribas, DVD, Barcelona, 2005), y decir casa (Víctor M. Díez, TTT, Zamora, 2007). Toda su obra poética ha sido reunida en el volumen titulado Escondido y visible (Editorial Dilema, Madrid, 2008)
Es saxofonista, dedicado al jazz y a la improvisación libre (Sin Red, Quinteto Cova Villegas, Dadajazz)) y dirige un aula-taller de la misma materia en la Escuela Municipal de Música de León. La selección anterior pertenece al libro, aún en proceso, Los estados intermedios.