27/4/09

Jordi Doce


ANOTACIÓN
Medité esta mañana, al despertarme, que el mejor poema es aquel no escrito, el no contaminado por palabras ni sujeto a la corrupción del tiempo; o, de otro modo, el que un linaje anónimo ha ido componiendo con el tiempo, como un enigma que lo desafiara.
Me gustó la ocurrencia. Tanto, que en pocos días le di forma en unos versos de ceñida métrica que firmé con mi nombre y despaché a una revista amiga. Mi reputación, sin duda, hizo el resto.

EPÍLOGO
Están sobre las sábanas,
inciertos,
desarbolados,
con su pose como de trapo. Una vez
giraron con violencia hasta hacerse invisibles,
esconderse uno del otro, pero ahora
se acogen a su sangre quieta,
su terquedad compartida. Les imanta
la luz en diagonal de la tarde de junio,
la luz y sus tenazas tenues
removiendo su porción de rescoldos.
Estuvo en ellos el desvelo, la voracidad,
se abrió la piel para cerrarse de un portazo
y una ráfaga de frío respiró desde ningún sitio
hacia los rostros en fuga.
No hay más. Nada ha cambiado.
Y luego los cuerpos,
la distancia entre los cuerpos.

HERIDA
Mira bien lo que dices,
el húmedo algodón,
la gasa carmesí donde se aquietan
los bríos de otro tiempo, el terco azar.

Esto que ha muerto es el reflejo
donde dura tu vida.
Esto que ha muerto,
sangre parada sobre blanco.

Perfecta conclusión
que no concluye,
dice lo que hay en ti de sordomudo,

lo íntimo de ti que no sabías
y duele al desplegarlo, frágil,
como una herida.

SALUDO
Y tú, vida que empiezas,
no digas nada aún:
crece sobre tu sangre,
se temblor y latencia.

Ciego nudo abisal,
giras en los serenos
hondones de tu madre,
en el limo imantado.

No siempre vivirás
sin tiempo, sin mirada.
Asomará tu boca
a las puertas del día.

Tu cuerpo espera y calla.
Multiplicado tacto
el de esta piel bañada.
Respiras negro, negro.

RETIRADA
Hilachas de neblina
sobre el llano de fango
y la infinita marcha.

Uniformes rasgados.
Despojos de un asedio.
Oraciones anónimas
bajo la lenta palidez del día.

Nadie vendrá de ningún sitio
con órdenes de nadie.

Nadie hablará a lo que no existe
ni tiene nombre o muere nunca.

HURTO
Sobre los despojos de la batalla va cayendo la noche y el frío de marzo. Salen de sus hoyos las ratas y los ladronzuelos corren de cuerpo en cuerpo sosteniendo anillos, pulseras, medallones. Ojos inclinados, rodillas ensangrentadas, manos que palpan e investigan con ansiedad callada. La luna parpadea en las empuñaduras de las espadas o en las cotas de malla desprendidas y empañadas de sangre. Sopla el viento último del invierno y nubes como lentos venados interrogan el cielo. Aletear de cuervos y gaviotas. Olor a pólvora y salitre. El silencio trenza gestos furtivos, carreras inesperadas, tintineos de metal, dientes que roen y escarban. El aire palpita expectante, preñado de murmullos y huidas. Sólo la noche permanece inmóvil y no es eterna.

PREPARATIVOS
Sangre sus labios hasta que la sangre se diluya en el aire. Punce luego la lengua por sus cuatro costados para que se desinfle como un colchón de plástico. Extraiga los dientes y fortifique con ellos la garganta, a fin de encauzar bien el aliento. Aproveche las sobras para hacerse un podio. Aplique un secador y elimine la saliva más pegajosa. Pase escoplo y martillo por el cielo de la boca y lime sus encías hasta desnudar la calavera. No olvide vestir con propiedad. Luego entre, ascienda los dos peldaños de rigor y mire al tendido. Grite. Grite. No grite. Déjelo todo como estaba y salga sin hacer ruido.

El gran día de la voz comienza a estar próximo.

ÚLTIMOS RITOS
Cuando dispuso sus pupilas junto al río y la corriente se desvió de su curso para atravesarlas, supo que la suerte estaba echada. Soltó amarras, mojó los remos y dejó que el casco se meciera sin afán, como temeroso de las aguas. En la orilla quedaron muebles, libros, ropas, signos y testigos de una vida que debía abandonar. Sin brújula ni mapas, fiado tan sólo a los embates de la corriente, no tardó en afirmar el rumbo. Bajo el lienzo impasible del cielo, la opacidad de las aguas acogió su recién nacida memoria de la nada.

PEREGRINO
Pisas barro y más barro,
el mismo que fue polvo y lo será
bajo el viento heridor de la llanura.

Tus pasos son más firmes que tus huellas.
Mira, mañana,
las espirales vagabundas.

BIOGRAFÍA
Somos un rostro y otro rostro y otro
al fin que nos traiciona cuando el último
rostro que no seremos nos devore.

Jordi Doce (Gijón, 1967) es doctor por la Universidad de Sheffield (Inglaterra). Ha sido, asimismo, lector de español en la Universidad de Oxford y subdirector editorial de la revista Letras Libres. Actualmente es coordinador del Área de Edición del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Como traductor, ha preparado ediciones bilingües de la poesía de W. H. Auden, William Blake, T. S. Eliot, Ted Hughes, Charles Simic y Charles Tomlinson, así como de las memorias literarias de Thomas de Quincey. Es autor de varios poemarios entre los que destacan Lección de permanencia (Pre-Textos, 2000), Otras lunas (DVD Ediciones, 2002) y Gran angular (DVD Ediciones, 2005). En prosa ha publicado el libro de notas y aforismos Hormigas blancas (Bartleby, 2005), el ensayo Imán y desafío. Presencia del romanticismo inglés en la poesía española contemporánea (IV Premio de Ensayo Casa de América, Península, 2005) y el libro de artículos Curvas de nivel (Artemisa, 2005). En 2007 vio la luz en Málaga La puerta del año, fragmentos de un diario, seguido de La vibración del hielo (Littera Libros, 2008). Actualmente mantiene un blog en la red: http://jordidoce.blogspot.com