27/4/09

Julieta Valero Perandones


POEMAS DE ALTAR DE LOS DÍAS PARADOS
(Madrid, Bartleby, 2003)

Dónde puede ser visto.
Qué lugares frecuenta 

Transcurres en todo lo que queda innombrado.
Sucedes en la arena que a la mano del tiempo se escapa.

Ocurre tu sexo mientras nadie lo mira,
florece y se licencia
en un triste salón
y nadie va a verle.

Tienes lugar en los ojos de tu madre,
en la boca de amigos, sastres y tenderos,
en el silencio de los contables,
en todas las palabras, comidas y siniestros
a los que renunció tu memoria.



Pero aconteces como nunca en las aceras
cuando libre de vigilias irrumpe
tu sola forma oceánica.

Tu sola forma oceánica,
los modos del mercurio.

Eres un exilio, un empeño en mil direcciones,
la fuerza del viento y su mal maridaje.
Parece que tus ramas brotaran alianzas,
que todo fueran signos de un íntimo
alzamiento.          Y caen
las hojas, y no hay estruendo,
sinfonía ni conclusión.

Aunque exactamente hermoso, un instante.

Nunca sabrás el rostro que llevas cuando nadie te mira.
Es un pez del abismo, es un cuento hecho carne,
lo que dicen los dioses cuando está amaneciendo,
lo que piensa un atlante cuando ve que le acechan.
Don del errante, gran dignidad y un lecho para la dulzura.

Pero tú nunca sabrás de ti en tesoro.

Los días cabalgan en los días,
porta un recuerdo de sí todo lo que se rompe, 
la ciencia del collar rige a los mortales.

Pero tú nunca, unánime nunca, nunca cielo de ti.




jamás tan cerca arremetió lo lejos.
César Vallejo

Imposible otra cosa
Estoy envenenada de todo en lo que me concreto,
envenenada de la necesidad del desayuno,
de tener piernas, de llevar reloj, de no llevarlo,
de la a que me fija, de la o que pudiera multiplicarme.


Salto a la cañería,  me detiene mi tamaño
salto hacia la célebre tinta, me detiene mi tamaño,
salto entonces por la ventana, ningún cristal se parte,
no salto, en fin, me caigo.

Harta hasta las uñas,
quiero enterrar el estoy, toqué, vi, tuve,
quiero que otra cosa, no yo, pero yo, al cabo,
esté presente, cuente muertos, presida partos, toque
en grupo, tenga el valor de no tenerse, de no buscarse,
haga algo.

Vales más que mi número, hombre solo
y vales más que el que dijo esto
y que el pliego al que me sumo.
Harta hasta la risa, harta hasta la cama de mis padres
no quiero adelantarme, no quiero retroceder.
Algo por los otros, ¡algo, algo, ALGO!

El dolor, ejercicio de cálculo
El principio de los tiempos, ahora
mismo, todos los seres

millones de auroras
de caminos, de germinaciones, interminable
ristra de ojos, haz que no cesa—

que han pasado por el mundo

—augurios, coronas, el semen, palabras suspensas, lo perecedero—
todos aquellos que ruedan

—piel que no olvida ningún tono, lenguas inauditas,
conjuntos que el sol deshizo—

en este instante por el mundo

el frío, el hambre, la pena, la perversión del hombre, poema infinito—

¿cuál, de entre ellos?

ahogados, quemados, la tortura,
el abandono, ¿resuena en un tórax, la cuerda del dolor
lo mismo en Chicago que en Sodoma?
Campamentos, nieve, tiempos remotos o la próxima esquina
leyes y materia para un día
de imposible reconstrucción—
¡cuál, de entre todos ellos!

y la insistencia, aquello que se encarniza o
simplemente se enamora, el dolor
tomando un cuerpo por posada—
fue y no lo supo, el perfume del Caos

inquisidores, césares, soldados convencidos,
apóstoles, un sencillo homicida,
un cocinero de pavor y epifanía en sangre—
la moza abierta para el Caos

un niño, luego un hombre, luego un niño, 
el dolor no precisa anchas camas—
la cruz del Caos fue, o el foro del espanto

en Persia, en Tebas, Bombay o Girona
sobre dos piernas y en torno a un vientre
ambicioso de pan y regalos blanquecinos—
el Elegido de Dios

al alba, junto a un mar; noche-noche o luz absoluta—
de un Dios entonces más pequeño que un discurso

—hay tantos credos como vidas guarda una ola—
más concreto y deficiente que cualquiera de los Hombres.

No hay ley, máquina o cejas que dibujen el rostro
del que más ha sufrido, pero ha estado aquí
y todos los Hombres le tienen por rival,
y todos los Hombres soportan su rostro, un rato.


Galicia-agosto-otra mujer
En estos días de verano
una mujer discontinua, pariente de olas y sórdidos menajes.
En este verano plagado de días para los que no tengo alimento
una mujer arrasada y sinembargo.

Y me mira, me mira enseñando el sistema nervioso,
a mí, sólo a mí, que me pongo hermosa de privilegio;
se abre la camisa y tiene dos llagas para mí,
que me revelo deseable como un desarraigo
e ingreso en la vida azarosa de los espías.

Una mujer arrasada y aún es tiempo.

Y en mí conoce al fin puente y calidez.

«Trabaja con las manos» —alguien dice—.
«Se le cayó el alma en un descuido y 
la saca los domingos de paseo»
—susurran sus órganos, todos con fiebre—.
Y yo sé más de lo que debiera
escuchando su cuerpo de último esfuerzo por todo;
su cuerpo brotado a destiempo en un bosque
de árboles esbeltos como niñas
(«todas eran más guapas» —admitía su madre—).

Hoy son muchos los hombres y mujeres que corren a escuchar
lo que canta su desnudo.

¡Oh tierra que pace once meses bajo el agua!
¡Oh cuerpo hermano al borde del abismo!
Dadme plaza en este mes que a todos los ojos convoca.

La casa que habitamos apenas ha notado un susurro.
Los árboles de ahí fuera nos distan con jurásica piedad.


Se irán las diminutas clavículas de mi perro, que sostienen su tanto,
te llorarán los pechos con pena cada día más blanda.
Y me muero, me estoy muriendo en el sol,
me estoy muriendo de una pequeña dimensión
porque toco la vida y es tan frágil que me enferma.
Me muero de pena por todo lo innombrado
esa mujer y su puente hacia mi rostro.


Una fina  corriente arrastra pronto el luto.
Soy desleal tal cual tomo aliento.

Viene mi amante, entran los días; yo diré si me tocan.
Bajo al comedor y ya te estás diluyendo, no nos hemos sucedido.
Silencio. Nuevos visitantes.


POEMAS DE LOS HERIDOS GRAVES
(Barcelona, DVD, 2005)

CANCIÓN DEL EMPLEADO
Somos perros que abandonan perros.
Discurrimos por senderos que recuerdan el sonido de los enjambres.
A los dioses no les aguarda un futuro mejor.

I
Voy a morir y ésos son mis linajes.

He venido a un lugar donde la belleza se mide en piedras de hombre para decirme;
he venido y permaneceré hasta trazar un contorno con las partículas de lo invisible;
un contorno que me declame: rostro, olor, vulva del pensamiento.
He venido a nombrarme justo antes de que mis ojos se abran para siempre.

Porque no nací hija de patricios, aunque guste de los frutos del mar y también simpatice con la avena

porque no tuve habilidad para burlar a los mercaderes y no hay perdón, pues conocía las epidemias que esparcen

porque voy a morir de un mal elemental y va a ser en ausencia de héroes.

Ocurre algo sencillo y terrible:

el hambre condena, el frío condena

hay una muerte antes de la muerte y es este comercio

salvarse del hambre y el frío condena y en las horas se da una mudanza genocida donde pierden la vida vida e imaginación.

No de niña y no sé cómo pero creí finalmente a los nigromantes que gritaban desde las crestas de la ciudad

que la gesta había muerto, que la pasión es un tumor.

II
Voy a hablar para las niñas que se huelen las manos y aún me recuerdan

para los muchachos pescadores que me enseñaron a seducir a los vientos y a sumar su furia a mi ruta

mientras creían que hablaba su idioma

mientras creían a dios y a dios a su favor

voy a hablar para los del encuentro irreparable

y voy a hablar para la dama con ojos de campiña y ubres de leches eternas. 
Ésa es mi madre.

Ellos se merecen que pronuncie mi nombre antes de la extinción.

Mi recuerdo será la enredadera donde caiga la ciega que viene a usurparme.
A imagen y semejanza.

Niñas, Madre, Muchachos, ¿cómo advertiros?

tiene un brillo que se vuelve imprescindible en el tiempo en que se fabrica una montaña

tiene un libro donde encuentran sepultura todos los sabores y un pájaro al hombro que se traga un quejido y escupe un mapa.

En el arco que yo describa para habitarla, en esa lenta pirueta sobre aguas hediondas consiste mi muerte.
III


¿Por qué yo?
¿O por qué no yo exenta de este desgarro por un golpe de azar?
Sólo es hermosa la salvación del que casi está desconsolado.
Sólo entiende la salvación el Herido Grave.
Yo respondería con la alegría sin gusano del padre primerizo y del patrón que halla peces
la del que expulsa su fluido y se ignora un instante
la del reo amordazado y todo era un simulacro
la del minero que reconoce de nuevo el sol
la alegría abisal del animal en su siendo.

Esta bula que pido no le vale al atleta del oro
es despreciada por quien cree en la obra de los hombres
y es ignominia para los próceres del progreso.

Todos ellos tienen la ira y la razón, su reino en este mundo y su razón.

Si algo me salva, prometo el agradecimiento del niño por su castigo, de los límites por el tahúr, del loco por la calefacción.

Pero sé que nada me absuelve; mis padres no son patricios y mi alma recela del vicio fingido y de la quietud de los yates. Nadie va a absolverme.

Y no vengo como la Princesa de los Placeres.

No conozco ingenios para volar más alto y hay días en que apenas puedo moverme.
No vengo a segregarme de mi prójimo ni a que ponga su medida a avergonzarse ante las perlas de mi sangre.

Sólo tengo la sangre de una edad y su color promete cansancio y fluye a la caza de ternura.

Perdonadme. Mi delito es haber comprendido cómo dibujaron este infortunio.

El rostro es una enfermedad, la conciencia una pandemia y yo sólo pido morir de mis males.
Pido espacio para fallecer.
Pido que vacíen la habitación de los juegos, que entre la luz y nadie distraiga el pánico de las paredes.
Pido domicilio para la transfiguración porque sólo en ella aprecio la palabra casa, satisfago a la semilla del silencio y cojo cariño a la impasibilidad de los árboles.

Si alguien me salva de esta muerte por jornadas, prometo confundirle con la salud.
Si algo me libra del evangelio de la utilidad, prometo llamarle 

causa de los colores
dominio de la imaginación
pan de lo ausente

libertad.

DESEO



I
TRANSCURSO

Provienes de una raíz de ausencias, de un último verano de ausencias
y eres suma de tristeza común como hueso.

Tienes la materia de los astros, de aquello tan grande y mineral tan puro 
que han de pesarlo niños desaparecidos. 
Por eso tu efecto es devastador al modo de los pájaros.



Ay de mí que asomé sonriendo por todo lo minúsculo.


***

El deseo te dio alcance por la espalda mientras tú hacías ver que eran las palabras las que abrían tu cuerpo.
***
Yo leería tu cuerpo bajo una luz de bondad de no llevar estas sandalias pesadas de circunstancia.

Te pienso porque sufres de un mal que conocí y porque distingo en ti la belleza que sucede a todo lo ulceroso.
Yo también fui tan alta.

En los Heridos Graves hay una belleza redonda hasta hacerme llorar. 
Tratáis a la vida de un tú neonato y vuestra piel es continua ante las horas.

Tu dolor es el espectáculo donde pueden verse más desnudos y más sangre blanca. A tu lado es fácil ser bíblica y beneficiosa. 
A tu lado pernocto en mis conclusiones, en todo cuanto acerca a la evidencia de las higueras.

***
No podemos tocarnos pero los insectos están en contacto con las sagradas escrituras y con lo que dicta ese vientre.
Cantar de los Cantares, vivo en tu boca. Nadie me alimenta y en las noches al raso me pregunto acerca de una huida hacia las tierras prohibidas. 
Tu garganta, tu hígado, los vapores que se desencadenen en torno a nuestras cinturas me aterran.


Pero sólo puede haber victoria en el suicidio. 
Los grabados antiguos muestran príncipes victoriosos y siempre se ve sangre.

Eres una deflagración; no debo tocarte y sin embargo vivo en tu boca y trabajo en tu recuerdo.


***

Nos encontramos en la heráldica de todo lo que no puede existir; ése es nuestro pan.
Si te besara ya estaría besando menos; me crecería una carta de navegación en la mano.
Y no debo encontrarte; he perdido todo lo que rodeé con mis pasos. Ahora sólo me aplico en la cábala de andenes y estaciones.


Pero yo también fui tan alta.


***


Tu amor, tu amor de médula y salas cerradas. 
Tus ojos de ósea tristeza, tu mano de noble camino del cadalso.
Pero nadie puede hacerte reír los ojos. 
Fracasaron juglares sin hambre llegados de muy lejos. 
Nada pudo el polvo de la ironía extendido por las calles.

Tus ojos, tus ojos, emblema de desgracias que acaso ignores.

Tu amor de patio prolongado en las caderas, en la soledad.


***


Si te besara retrocedería en el conocimiento de tu saliva, de los grados en que habita esa carne roja.
Y no quiero que te integres en el género de los mercados.
Hay especies innombradas, intocadas, insepultas.

No quiero que existas, Tierra a dos, transcurso, agua subterránea.
No quiero, es verdad lo que digo.


***


Pero estás vigente.


Y no tienes vergüenza ni límites en tu expansión,
parábola de renuncia,
rebosas los muros, la hidra, todo impedimento; 
golpeas cuanto construyo.
Cubres mi cuerpo con tu piel, tu monarquía.


Nunca debí abrirte la puerta.
Nunca debí pensar que ya la casa, ya el corcel.

***
La tienes. 
Es su olor aún más amplio de lo que imaginaban tus arterias.

Se ha instaurado la esperanza como punta de ola, susurro de otra orografía; suma de ramas de a saber qué selva.

¿Coincide ahora el espacio que regla tu mirada con aquello que humedece tu aliento?
¿El aliento que entona tu boca con el que gritan tus cabellos más tímidos?


***
Te he herido. Te he herido, no escondas la sangre —algo aprendí del hermano lobo—, puedo oler las fallas, la carne que se abre sonriendo, te he herido.
Te he infligido no sé qué sustancia, bocado o paisaje.

No de muerte, no de otra ciudad, otra vida pero estás sangrando.
Y en mi rostro la sorpresa del homicida adolescente.

Es tu dolor, sus señales que crecen en cuanto pozos y en cuanto ángel caído al reino más animal los habito y decoro: mi antojo de artes primitivas.

Mírate la línea que hermana vientre y consentimiento. Hay un latido, un aviso, hay muebles en desorden.
«¡Pero cómo, quién, por dónde este agua y su ausencia de ruido!»

Yo te dije. Yo me presenté con el grito que se exhala ante la belleza.
Con insignias, con pavor, con armas en la mano.

II
MEMORIA
El otoño es una promesa de sucesos y barcos, una Jerusalén de noches dislocadas.

Tiene carreteras solitarias como muslos y una luz que invita a la ferocidad y a creer en la belleza de rectas y precipicios.

Es mentira su sinfonía de pérdidas verticales, el acuerdo general para el llanto.
En verdad se reconoce a octubre por la máscara veneciana y el sexo frotándose las manos.

Te hice el amor en cada instante despoblado de cuerdas y deber.
Te hice el amor en cada ocio y cuando no lo tuve te hice el amor en atascos y rutinas, por calles en las que, inmóvil, corría tras la súbita herida en el pecho, tras el desmayo.

Te hice el amor cuanto monte soy capaz y fue mi frente un universo que dejaba al Pacífico en relato de ciclos sencillos, de agua y cantidad.

Hice cuanto pude por arruinarme.

El deseo es un hueso al que nadie puso nombre.

***

Cuando encontraba una ruta (de las que confieren cien años más de vida), la frecuentaba hasta ser reprendida por los ángeles, de una parte, y por expertos criadores de mapas y arrojo, de otro mar.
Eran mis maestros y querían que frecuentara los caminos descubiertos por civilizaciones antiguas.

El objeto de mis viajes era multiplicar el aire de aquel otoño.

El objeto de mis viajes era encontrar el espejo que detiene al hombre y su triste proliferación de células.

No. Mi aventura consistía en retroceder y encaramarme a la cima de mi alma; allá los años veinte cuando amar devenía en unidad y desayuno.
Porque yo también fui tan alta...

Pero no. En verdad partía para salvar la vida.
El deseo es un órgano vital, como el arpa en las batallas.

Julieta Valero Perandones ( Madrid, 1971.) Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad Complutense donde también realizó los estudios de Doctorado en Literatura Española Moderna y Contemporánea. Ha publicado relatos, poemas y artículos en diversos medios literarios: Ínsula, ABC de las letras, , Prima Littera, Letra Clara, Turia, Vulcane, El Maquinista de la general, Calle 20, Diario de poesía (Argentina), etc. Algunos de sus poemas han sido traducidos y publicados en Francia (La Porte des Poétes, 1999). Colaboradora habitual de las revistas literarias Fósforo, Babab, La dama duende, Literaturas.com y Poesía digital. Ha recibido el XVIII Premio de Poesía y el XVIII Premio de Cuentos (1997) del C.M.U. Isabel de España, quedó entre los nominados del Premio Adonais de Poesía (1998 y 1999) y en 2005 recibió el IV Premio De Poesía Radio Joven de RNE-R3 por el poemario Los Heridos Graves. Co dirige y presenta el programa de radio "A ras de verso" (Radio Círculo del Círculo de BB AA de Madrid). Forma parte del claustro de la escuela de escritura creativa Hotel Kafka. Ha trabajado siempre como editora y desde 2008 es coordinadora en la Fundación Centro de Poesía José Hierro.   Libros publicados: -Los Heridos Graves. Barcelona, DVD, 2005; Altar de los días parados. Madrid, Bartleby, 2003.