27/4/09

Luis Muñoz

FÁBULA DEL TIEMPO
Seguramente, si lo piensas,
estos años no van a repetirse.
Vivirás su carencia irremediable,
se llenará de sombras tu mirada,
te habitará el vacío y, con el tiempo,
se destruirá tu imagen del espejo.

Y esperarás cansado, te aseguran,
muchas tardes morir en tu ventana,
buscando en la memoria
ese tiempo feliz, siempre perdido,
esa estación dorada que tuviste
y que debe ser ésta, más o menos.

CAMISETAS
Se cambiaron la ropa entre los dos
en los primeros días.

La camiseta negra con los dioses aztecas
recuerdo de un museo,
por el jersey fino de pico
de listas amarillas veteadas de azules.

El polo añil gastado de hacía cinco años,
por el blanco de seda, como alado y de puntos,
de cuello blando y grande.

Era como un abrazo ceñido y vaporoso.
Acostumbrar tu piel al tacto de la suya,
imponerlo al salir como una caricia.

Si se encontraban solos en citas agridulces
con antiguos amantes,
la dulzura del otro soplaba en el tejido.
Si se encontraban lejos como una sombra débil
al borde de las sombras,
el otro aparecía como una fortaleza.

Era la afirmación que siempre les faltaba,
el toque permanente de alerta en sus afectos.
Y, eso sí, no escucharon que nadie les dijera:
los hilos de la tarde se cosen sin la tarde. 

INTERIOR TREN
1
Los racimos de humo en el vagón de fumadores
atraviesan colgados los campos de la bruma.

Una niña en tus brazos un instante,
un cuchillo en el plato para el queso,
una dulce burbuja que, inyectada en la vena,
en su ruta de sangre, podría pararla toda.

2
No veo sino dentro:
guiones de la lluvia como espermatozoides
que organizan carreras a través del cristal.
Los bosques fragorosos, el orden de las casas,
los caminos que cruzan y las gentes que esperan
al pie de los andenes, se desdibujan pronto.

También dejas de verte en el reflejo.

Una gota que tiembla en una zeta,
adelanta y engulle a otra más grande.

3
El chico de los dedos comidos
de betún,
muerde de lado un bocadillo
de carne confitada.
Despuntan en sus ojos,
que mantiene en el prisma
añil del horizonte,
mientras el tren avanza,
las torres de un país que busca el mar
como razón y espuela del silencio,
los albores de un sueño que desbroza el trabajo,
mañana por mañana sin detenerse un punto
y una cortinilla que vela tu mirada
como de no querer, ahora ni nunca,
sino tan sólo aquello que ha esperado

OCHO DE LA MAÑANA
Le miro cómo duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.

Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventana entreabierta
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.

Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.

No sé si formo parte de su sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza al sueño.

NATURALEZA DE LO CONOCIDO
Trituradas las conchas
también, como tu piel que se descama,
son parte de la arena.
La lengua del mar las humedece,
les aviva el color
y aguardan para andar en olas secas
hasta la duna grande.
Yo tengo por hacer un equilibrio.

TRADUCIDO EN LA NOCHE
(Giuseppe Ungaretti)
Dulce decae el sol.
Del día se separa
un cielo demasiado luminoso
lleno de soledad.

Como a mucha distancia
se mueven unas voces.
Ofendida si halaga
tiene esta hora un arte extraño.

¿No es la aparición primera
del otoño ya solo?
Y sin otro misterio
aquí corre a dorarse
y el tiempo hermoso roba
el don de la locura.

No obstante gritaría, no obstante:
tú, juventud veloz de los sentidos
que me tienes a oscuras de mí mismo
y a la inmortalidad consientes las imágenes,

no me dejes, espera, sufrimiento.

CULATRA
De regreso a la isla de Culatra, en Portugal,
en el breve trayecto en barco,
el pelo se le abría con el viento
como hojas de palma.

Toda la luz se oía
igual que el merodeo de las olas
dentro de él.

El vello de la nuca
era a la vez un camino de espigas delicado
y un resto primitivo de descendiente del mono.
Sus encías, todo frescura
y animalidad.

En un omóplato,
la rosa de una herida le brillaba
con un dolor agudo que viajase por dentro.

La vida de la tarde, 
ese asentamiento que va muy poco a poco,
de fruta, de pescado, de sal,
que se deja querer,
pero que sobre todo mira
y en la contemplación
hace que encaje cada pieza del mundo,
era un color dorado y verde.

Las calles de Culatra
son de arena con base de cemento.
Ni siquiera dibujan
sino que siguen solas por debajo
de un pálido amarillo recorriendo la isla.

Algo no se ha movido
por que este movimiento siga.
Un eje dulce,
que cuando sacan sillas a la calle,
al remendar las redes,
al reponer las latas de la tienda
y preparar café bajo un chamizo blanco
se ha mantenido igual.

Cuando la muerte asome
todo estará en un ciclo que termina
y empieza,
como pausa hasta un salto,
como cara del sol para la sombra.

Cuando el amor apriete
su mandíbula tendrá también
el resto de las cosas
y el hilo de la gana
irá desde el calor de las esteras
a las pequeñas barcas desguazadas del puerto,
a las lenguas del mar y al calambre de peces
día sí y día sí.

CAMPO DE ALCORNOQUES
No sé por qué, respiran paz,
la que no tengo.

Ordenan la mirada, la sostienen,
le dan fuerza, la fuerza de esperar,
la que me falta.

Son dependientes y únicos.
No sucumben al hoy.
No conocen la duda, su cadena explosiva.
No se llenan de noche,
la que me sobra.

APUNTE
Es el más bello de todos,
el más feo, mi tiempo.

Es el más tenebroso,
el más iluminado.

Como se sabe uno,
es el más cruel, el menos.
Se pasea a sus anchas como la arena fina.

Es el más transparente, el más oculto.

Si tratas de abrazarlo es otro.

DEJAR LA POESÍA
Por restar mientras que tú sumas.
Por llenarte de pájaros la mesa.
Por llevarte adonde no sabes salir.
Por castigarte sin hablar.
Por decirte: estás solo.
Porque le rindes cuentas.
Por preferir que cargues
con su dolor de siglos
cuando te sientes nuevo.
Por su imán descabellado.
Por la sed que produce
cuando finge ser agua.
Por su vida paralela.
Por hablarte
cuando quieres dormir.
Por su orgullo de bestia descarriada.
Porque mira a la muerte 
con el rabo del ojo
cuando canta oh belleza.
Por no dar explicaciones.
Por suficiente.
Por insuficiente.
Por beberse la sombra de mañana.

Luis Muñoz (Granada,  1966)  Se licenció en Filología Española y en Filología Románica. Ha publicado los libros de poemas Septiembre (Hiperión, 1991), Manzanas amarillas (Hiperión, 1995), El apetito (Pre-Textos, 1998), Correspondencias (Visor, 2001) y Querido silencio (Tusquets, 2006).  Su obra poética hasta 2005 está recogida en el volumen Limpiar pescado. Poesía reunida 1991-2005 (Visor, 2005). En 1994 preparó el libro colectivo El lugar de la poesía (Maillot Amarillo) y ha traducido, entre otros autores, a Giuseppe Ungaretti (El cuaderno del viejo, Pre-Textos, 2000).  Dirigió desde su fundación hasta su cierre Hélice. Revista de poesía (1992-2002).