27/4/09

Tres poetas jóvenes españoles: Ana Gorría, Elena Medel y Martín López - Vega

por  Marta María López
Me piden que haga una pequeña semblanza de los jóvenes poetas españoles que considero más destacables. En situaciones así, uno mira hacia adentro y hace un esfuerzo para que los nombres que se le impongan lo hagan desde la objetividad y no desde el subjetivismo de la emoción íntima que algunas lecturas provocan. Pero es imposible –a mí me resulta francamente imposible– separarlo. Todos los poetas que me vienen a la cabeza son, en mi opinión, mayúsculos representantes de los versos que se hacen en España de una década a esta parte, pero al mismo tiempo son provocadores de algunas de las lecturas más intentas, reflexivas y emocionantes que he hecho.


Ana Gorría (Barcelona, 1979) es la poeta del símbolo. Su primer libro de poemas, Clepsidra (accésit del premio María Isidra de Guzmán), trata fundamentalmente el tema del tiempo, del instante como valor absoluto y como eternidad (en ocasiones a la manera de Jorge Guillén), aunque otras veces también se enfrenta a esa otra dimensión del tiempo, la que destruye, la que acerca a la muerte.

El reloj se va abriendo
con una suave cadencia
de tortuga amanecida
en el centro del vientre
como un aborto de magnolia y cedro.

Y pausa a pausa,
cae nuestro humor esdrújulo en torrentes
de liquen y de helecho.

Florecen las esporas del cielo de la tarde.
Su segundo libro de poemas, Araña, es una búsqueda de la identidad en aquello que lo rodea y en todo lo que dejó atrás. Es un libro de cuestionamiento sobre la vida, el aprendizaje, sobre el asombro ante los deseos, el paso del tiempo y el instante de felicidad que salva de la angustia. 
Anochecer ajeno y desprendido
el que llega despacio.
El tiempo, un viento blanco
que entretiene las formas
cada vez que dedica sus manos
a la noche.
Y todo es más oscuro.
La opacidad,
morir en el silencio,
parpadear lentamente,
no ver nada.
Saber del desarraigo. Retrasarse
en alfabetos rotos.
Sumirse en otros cauces.
Pero nace la rosa de las ascuas
y suspende el ocaso.
Crecer, un paso más hacia la muerte.

Martín López – Vega ( Asturias, 1975) comenzó a escribir y a publicar siendo muy joven. Poeta (en castellano y asturiano) y traductor, es uno de los más destacados autores actuales. En sus versos mezcla el cosmopolitismo con el mundo campesino y, por extensión, la melancolía de los recuerdos del pasado con viajes y citas literarias. Desde Objetos robados (1994) hasta Gajos (2007) se le nota un vaivén de temáticas y estilos que parece abandonar, pero termina retomando en libros posteriores. La suya es una poesía de gran limpieza estilística y hondura temática. No se conforma con buscar la imagen adecuada, los símiles o la metáforas más precisos, la métrica más exacta, sino que cada poema es una reflexión profunda sobre el pasado y cómo ese pasado regresa a nosotros, el amor y la soledad, la cotidianidad que nos rodea y también sobre los amigos. 
No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.
No son los muertos, no, los que reciben
Rayos de luz en sus despojos yertos,
los que mueren con honra son los vivos
los que viven sin honra son los muertos.
La vida no es la vida que vivimos,
la vida es el honor y es el recuerdo.
Por eso hay muertos que en el mundo viven
y hombres que viven en el mundo muertos.

Elena Medel (Córdaba, 1985) ganó con sólo dieciséis años el premio Andalucía Joven con su poemario Mi primer bikini. Es una poeta fundamentalmente autobiográfica. Posteriormente, escribió Vacaciones y Tara. Este último es uno de los libros más deslumbrantes de los últimos años. En Tara el yo poético se enfrenta a la muerte de su abuela y eso le sirve para reflexionar no sólo sobre la propia muerte, sino también sobre la vida en sí y sus prisas, sobre la búsqueda de algo que la llene en medio de tanto vacío y tanto dolor. Hace un recorrido (la obra está dividida en siete partes, en siete vidas) desde el instante de la muerte de su abuela hacia atrás, repasando todas las pérdidas anteriores, propias y familiares, para buscar la fuerza necesaria para comprender, aceptar y seguir adelante.
Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
          vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
          en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
          Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
          sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
          suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
          por dentro de tanta soledad.

Hay muchos más poetas, muchos. Grandes poetas jóvenes como José Luis Piquero, Déborah Vukusic, Fruela Fernández, Pablo García Casado o María Eloy-Carcía, por nombrar sólo a algunos. Pero si tengo que elegir sólo a unos pocos como representantes de lo que se está haciendo ahora mismo en España, elijo sin lugar a dudas a estos tres. 

Marta María López (Asturias, España, 1975) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y se dedica a la docencia. En breve aparecerá publicado su primer libro de relatos. Mantiene un blog sobre a la literatura, especialmente sobre relato y poesía:   http://www.eldesvandeloslibros.net/