30/9/09

Sugel G. Michelen


Sin ganas de morir  
Se levantó esa mañana
Sin ganas de levantarse,
Se fumó un cigarrillo
Sin ganas de fumar,
Y miró la hora
Sin ganas de empezar.
Se bañó
Sin ganas de estar listo,
Se miró
Sin ganas de gustarse,
Y se cambió
Sin ganas de ganar.

Se montó en su carro
Sin ganas de manejar,
Hizo una llamada
Sin ganas de hablar,
Llegó al edificio
Sin ganas de pensar
Y se desmontó
Sin ganas de empezar.

Subió hasta el último piso
Sin ganas de imaginarse,
Se paró en el borde del techo
Sin ganas de mirar,
Miró al vacío
Sin ganas de llorar,
Y saltó;
Sin ganas de morir.


Una oficina, un parque y una bicicleta 
Al principio,
Es como una oficina:
Con gavetas llenas de lápices nuevos,
Esperanzados y agresivos,
Hojas en blanco,
Listas, lisas, limpias,
Disponibles
En todos lados.
Compartimientos vacíos
Para almacenar
Como enormes bocas abiertas
Y serviles,
Y una silla
Suficientemente cómoda
Pero para estar
De ocho a cinco.
Después,
Es como un parque:
Perfecto para caminar
Agarrados de manos
Pero como amigos,
Donde estamos solos,
Pero acompañados,
Donde vemos el mundo
Desde lejos
Pero sintiéndonos superiores
A los carros, y a las prisas,
Y las preocupaciones
Y el verde,
Mirado desde cerca,
Huele a la felicidad.
Pero al final,
Es como andar en bicicleta,
Disfrutamos el goce simple,
Y nos sorprendemos
Que algo tan básico
Y con el mínimo esfuerzo
Pueda hacernos sonreír,
Pero de repente
Nos entra un breve instante
De conciencia
De que un pequeño desliz,
Una corta piedra,
Un movimiento brusco
Podemos caer
y rompernos la frente,
Y una aguda claustrofobia
De pensar,
Que al menos que
nos detengamos totalmente,
No nos podemos desmontar.

PUERTA BLANCA
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¡AHÍ VIENEN LOS TANQUES!
¡Ahí vienen los tanques!
Otra vez la muerte estúpida
Se cierne sobre nosotros,
Otra vez el susto acostumbrado,
Los temblores,
El abandono,
La renuncia a lo que todavía se desconoce
Que se perdió.
Vidas, recuerdos y niños
Hacen el mejor combustible,
Y todo se transforma
En humo negro
Tan negro,
Que se distingue de noche.
El sonido intenso de la impotencia,
Cubre todo,
Y resuena más duro que las ametralladoras,
Y que los gritos,
Y del instinto materno
Y del fuego
Que, obstinado, resuelto y necio,
Quema las cosas amadas.
Los malos nunca tienen caras
No podemos verlos
Ni pueden vernos a nosotros,
Ni a los ojos llorosos,
Ni a los cuerpos desnudos
Solo están ahí para matar
En nombre de Dios
O de un presidente lejano
Que no conocen,
Que es lo mismo,
Forzándonos a la tristeza,
Al luto,
Al existencialismo al final
Del barril de una pistola.

¡Allá van los tanques!
Ya se van
Tropezando, seguros, molestos,
Seguidos de gritos
Y manos con sangre,
A otro pueblo
A excavar otra muerte estúpida,
A invocar otro espíritu
De la vibración del silencio,
A crear otra generación de enemigos
Huérfanos, dolidos y dolientes,
Que recogerán después que ellos se vayan,
Convirtiendo a Marte en inmortal.

Lentamente, me desperezo,
Un sonido agudo me molesta,
Miro alrededor, desconcertado;
Otra vez me quedé dormido frente al televisor.

Sugel G. Michelen. (Santo Domingo, 1986) Encargado de Contenido de la revista Top y copywriter en ELTALLER.  Lleva el blog: http://www.sugelismo.blogspot.com/