Revista Ping Pong -¿Cuál fue tu primer contacto con la
publicación: recitales, blogs, revistas, festivales, premios…?
Paul Álvarez -Tuve mi primer lector en
casa, mi papá, a los ocho o nueve años empecé a entregarle un cuaderno con mis
primeras composiciones y algunos dibujos. Antes de salir del colegio había
mecanografiado cuentos y poemas: El lapicero azul fue mi primer libro de
poemas. En la universidad entré en contacto con grupos literarios, en uno de ellos
sacaron una revista de cinco o seis números con mis poemas. En el 2004, un año
después de mudarme a Nueva York, publiqué con mis propios medios dos libros de
poesía: ‘La pelota’ y la traducción de un libro de Lawrence Ferlinghetti. Luego
tuve mi primer recital y creė un blog.
Revista Ping Pong - ¿Cuál es la imagen que piensas que se
proyecta de la actual poesía Dominicana? ¿Consideras que se atiene a la
realidad de la actual creación?
Paul Álvarez - Aparte de las
presentaciones y reseñas y los actuales trabajos que conozco, ahora no sé lo
que retumba por los tubos de la crítica. Pienso que le dan una imagen errada
cuando la buscan definir, cuando no distinguen la buena poesía.
Revista Ping Pong - ¿Crees que el desinterés dejado
por las generaciones anteriores a la poesía y a su difusión
(ausencia de revistas y editoriales) ha afectado a los poetas más jóvenes? O al
contrario, ¿los ha fortalecido y los ha conducido a explorar nuevas formas de
expresión y difusión?
Paul Álvarez - Pesa más lo segundo. En
el ambiente dominicano se quiere secuestrar la poesía a una generación, como si
no hubiera otra, sacando desde abajo. Hoy existen muchos medios sociales para
difundirla y ser expandida a otras comunidades, luego de un abismo de ausencia.
Revista Ping Pong - ¿Puedes identificar los pros y los
contras de las agrupaciones, los movimientos o las mafias en la poesía
dominicana?
Paul Álvarez -Pienso que son negativos
los grupos o los movimientos, ese creerse representantes de un lenguaje, pero
son buenos para destapar una verdad, explorar, activarse.
Revista Ping Pong - Además de escribir poesía,
¿incursionas en otros géneros literarios?
Paul Álvarez - Crónicas.
Revista Ping Pong - ¿Cuáles consideras que son tus
influencias? ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios a los que miras
en tu poética?
Paul Álvarez -Personas,
conversaciones, expresiones, hechos. Leer me afecta, afecta mi modo de hablar,
de caminar, de observar. La poesía es el vehículo para transportar todo
eso.
Revista Ping Pong - ¿Qué relación mantienes con los
poetas dominicanos que viven en el país y en el exterior?
Paul Álvarez -Vivo, trágicamente, en
una larga isla donde no conozco poetas dominicanos. Sigo los blogs de algunos
poetas dominicanos radicados en Santo Domingo y de los que me considero íntimo.
Revista Ping Pong - ¿Y con la poesía en otras
lenguas?
Paul Álvarez -Leo la poesía en inglés
de poetas norteamericanos, y a veces poesía en otras lenguas traducidas al
inglés.
Revista Ping Pong - ¿A qué piensas que se debe que la
poesía dominicana se conozca tan poco a nivel internacional?
Paul Álvarez -A los ministros de
cultura, a la falta de editoriales nacionales, al negocio de las librerías.
Revista Ping Pong - Además de escribir poemas, ¿te
interesa la traducción, escribir reseñas o críticas, participar en
recitales, hacer perfomances…?
Paul Álvarez -Me interesa traducir la
poesía inglés más que antes, ahora que tengo mejor manejo del idioma, sobre todo
compartirla. No critico, ni tengo tiempo para reseñar un libro más de un
párrafo. Extraño recitar poemas.
Revista Ping Pong- ¿Qué diferencias estableces entre lo
que publicas en el blog (si tienes blog) y lo que publicas en un libro?
Paul Álvarez -Ahora mismo mi blog es
como mi último libro. Nunca he puesto uno de mis libros en un blog, ni ha sido
publicado mi blog en un libro. Publico en el blog un conjunto de cosas que
considero importantes, en un libro publicaría sólo poesía.
Revista Ping Pong - ¿En qué estás trabajando
actualmente?
Paul Álvarez -Revisando la crónica de
un viaje a Ojai que no terminé.
Poemas
de Paul Álvarez
EXIT 79 DEL QUEENS
BOULEVARD
Hay veces en que es necesario ver la sangre transformándose en camino, en un grito desesperado por caer y romperse en mil cosas anegadas por la memoria, hay veces en que es necesario comerse las uñas y los ojos y los párpados de quien se ama, hay veces en que es necesario drogarse debajo de los puentes, drogar a los abandonados, a los idiotas, a los que pierden una librita de más todas las tardes, a los sedientos que se olvidan de su ser para quedar abrazados, a los que se quedan parados enfrente de los especiales de 99 centavos, a los que piden todo el día y la semana, a los que recogen la basura, los preservativos usados, las ratas muertas, a los que miran sin ser observados, a los que vomitan sangre en las mañanas, a los que lloran porque dicen no saber qué pasa, a los que leen su nombre en la quinta página del Times, a los viejos cirujanos y sus alcanfores, a Woody Allen, a los arquitectos que no cuelgan su diploma, a los boricuas que dicen trabajar 16 horas y en realidad son más, a los que no llegan a su casa, a los que están a punto de morir en el bar por no pagar o por el fulano que le queda al lado, a los meditabundos sin futuro, a los que saludan con muerte en las manos, a los hediondos a gasolina, a los que estuvieron golpeando a Antonin Artaud cuando murió con un zapato en la mano, a las que maman pingas en los asientos traseros de los Ford’s, en la semioscuridad de los baños públicos, en los callejones, en el subterráneo,
a las putonas que suben las escaleras, a los hijos de puta, a los que no cierran la puerta a ninguna hora, a los que abren las puertas y olvidan cerrar las puertas, a los de una pierna, a los que salen con revistas para quizás luego revisarlas en los trenes, a los que catalogan de psicópatas en los noticiarios, a los que violan en las esquinas forzosamente, a los que les gusta ser violados en las esquinas forzosamente, a las que hacen striptease, a los que prestan, a los ignorados, a los buscavidas, a los hipnotizados, a los que aguardan en los ascensores de los rascacielos, a los que salen de la nada en pleno día, a los que nunca se olvidan, a los que usaron lentes de contacto el mes que nos vieron y escupieron y siguieron de largo, a los que toman el autobús y se pierden, a los que se pierden de una vez y para siempre, a las que hunden las uñas en la espalda de su amante, a los que son besados, a los que esperan el beso, a los que arrebatan el beso, a los que dicen hasta luego y adiós, a los que no se arrepienten, a los tigueres que vinieron sin un chele, a los que cantan de repente en un taxi, a los que van a la playa a enterrarse o ahogarse, a los que nos salvaron sin querer, a los que les dijiste y te dijeron, a los que planifican tener hijos sin casarse, a los que pasan y no te reconocen, a los que no reconoces,
también a los que se hacen pajas, a los jóvenes del alto Manhattan, al cibaeño que le dieron un tapón en la cancha y se quejó y le metieron un balazo en la pierna, a los que sudan repitiendo “esta es mi sangre”, a los paramédicos, a los hackers, a los que se meten una escopeta en la boca, a los que le ponen puntos suspensivos a su vida, a los que oran de madrugada cuando sueñan con América y de noche cuando se levantan de la cama, a los asmáticos, a los que ya no respiran más, a los que mastican nubes, a los que montan a caballo, caen, se inmovilizan, envejecen, se sujetan de la brida, oyen relinchos y fallecen, todo esto en medio de la quinta avenida, a los que quieren suicidarse en Agosto, a los que no saben aguardar, a los que no escucharon el silbido del tren o de la aurora boreal, a los que no les duele que les saquen sangre, a los que se derrumban en los hospitales, a los que no vuelven a leer más periódicos, a los que podría haber asesinado en el laundry, a los que vieron una, dos, tres veces mi cara sin máscaras,
a los que me recordaron un instante después de la muerte, a los que me vieron agonizando y no dijeron nada ni se miraron sus rostros asombrados, a los que quemaron el MOMA y escondieron mis ojos, a los que creí, a aquellos en que me vi, a los que atentaron contra mí, a los que no buscaron nunca nada en mí, a los que he traicionado,
a los que por amor se entregaron a mí,
a los que por casualidad se entregaron a mí,
a los que por venganza se entregaron a mí,
a los que por entregarse se entregaron a mí.
Hay veces en que es necesario ver la sangre transformándose en camino, en un grito desesperado por caer y romperse en mil cosas anegadas por la memoria, hay veces en que es necesario comerse las uñas y los ojos y los párpados de quien se ama, hay veces en que es necesario drogarse debajo de los puentes, drogar a los abandonados, a los idiotas, a los que pierden una librita de más todas las tardes, a los sedientos que se olvidan de su ser para quedar abrazados, a los que se quedan parados enfrente de los especiales de 99 centavos, a los que piden todo el día y la semana, a los que recogen la basura, los preservativos usados, las ratas muertas, a los que miran sin ser observados, a los que vomitan sangre en las mañanas, a los que lloran porque dicen no saber qué pasa, a los que leen su nombre en la quinta página del Times, a los viejos cirujanos y sus alcanfores, a Woody Allen, a los arquitectos que no cuelgan su diploma, a los boricuas que dicen trabajar 16 horas y en realidad son más, a los que no llegan a su casa, a los que están a punto de morir en el bar por no pagar o por el fulano que le queda al lado, a los meditabundos sin futuro, a los que saludan con muerte en las manos, a los hediondos a gasolina, a los que estuvieron golpeando a Antonin Artaud cuando murió con un zapato en la mano, a las que maman pingas en los asientos traseros de los Ford’s, en la semioscuridad de los baños públicos, en los callejones, en el subterráneo,
a las putonas que suben las escaleras, a los hijos de puta, a los que no cierran la puerta a ninguna hora, a los que abren las puertas y olvidan cerrar las puertas, a los de una pierna, a los que salen con revistas para quizás luego revisarlas en los trenes, a los que catalogan de psicópatas en los noticiarios, a los que violan en las esquinas forzosamente, a los que les gusta ser violados en las esquinas forzosamente, a las que hacen striptease, a los que prestan, a los ignorados, a los buscavidas, a los hipnotizados, a los que aguardan en los ascensores de los rascacielos, a los que salen de la nada en pleno día, a los que nunca se olvidan, a los que usaron lentes de contacto el mes que nos vieron y escupieron y siguieron de largo, a los que toman el autobús y se pierden, a los que se pierden de una vez y para siempre, a las que hunden las uñas en la espalda de su amante, a los que son besados, a los que esperan el beso, a los que arrebatan el beso, a los que dicen hasta luego y adiós, a los que no se arrepienten, a los tigueres que vinieron sin un chele, a los que cantan de repente en un taxi, a los que van a la playa a enterrarse o ahogarse, a los que nos salvaron sin querer, a los que les dijiste y te dijeron, a los que planifican tener hijos sin casarse, a los que pasan y no te reconocen, a los que no reconoces,
también a los que se hacen pajas, a los jóvenes del alto Manhattan, al cibaeño que le dieron un tapón en la cancha y se quejó y le metieron un balazo en la pierna, a los que sudan repitiendo “esta es mi sangre”, a los paramédicos, a los hackers, a los que se meten una escopeta en la boca, a los que le ponen puntos suspensivos a su vida, a los que oran de madrugada cuando sueñan con América y de noche cuando se levantan de la cama, a los asmáticos, a los que ya no respiran más, a los que mastican nubes, a los que montan a caballo, caen, se inmovilizan, envejecen, se sujetan de la brida, oyen relinchos y fallecen, todo esto en medio de la quinta avenida, a los que quieren suicidarse en Agosto, a los que no saben aguardar, a los que no escucharon el silbido del tren o de la aurora boreal, a los que no les duele que les saquen sangre, a los que se derrumban en los hospitales, a los que no vuelven a leer más periódicos, a los que podría haber asesinado en el laundry, a los que vieron una, dos, tres veces mi cara sin máscaras,
a los que me recordaron un instante después de la muerte, a los que me vieron agonizando y no dijeron nada ni se miraron sus rostros asombrados, a los que quemaron el MOMA y escondieron mis ojos, a los que creí, a aquellos en que me vi, a los que atentaron contra mí, a los que no buscaron nunca nada en mí, a los que he traicionado,
a los que por amor se entregaron a mí,
a los que por casualidad se entregaron a mí,
a los que por venganza se entregaron a mí,
a los que por entregarse se entregaron a mí.
GARAGE SALE
Escucho los primeros ensayos cada
sábado
Las paredes dan pasos, instrucciones
Los objetos usados despiertan y buscan
una puerta
Ahora el viento empuja las fundas, las
llamadas
Las cajas mueven sus orejas
elefantinas
Las vajillas se desvinculan de los
periódicos
también las copas de vidrio falso
las tazas sucias de antepasados, las
lámparas raquíticas
los espejos sin marca, los estantes
recién barnizados
las gavetas que una vez escondieron
pesadillas o pastillas
ceniceros quemados, un comedor de
cristal
bajo patas de hierro
la silueta de un pez
las flores de polvo
las mesas con distintas cojeras
Aquí las sombras trepidan.
EL DÍA RÍO
El 3 de marzo me manillaron la cartera
en Corner Bistro, por ahí por el West Village, luego de la especialidad de la
casa y varios jarros de cerveza oscura. Mis amigos lo sentían, los que
arribaron lo sentían, el viejo bartender se mantenía ocupado y lo sentía. Nada
era posible. En Astoria alguien ordena rondas bajo mi nombre.
El 24 de febrero tío Angel no recuerda
lo que acaba de soñar, pero dice que al final le aparecieron diez nombres. Le
pregunté cuáles nombres, me dijo "no lo sé, esos nombres disparatosos con
que uno sueña."
El 9 de febrero me interné en la
iglesia de St. Mark para celebrar a Janet Hamill, Patti Smith y Lenny Kaye. La
primera poeta recitó sus poemas de memoria, desatándonos del mundo de afuera
para siempre. La segunda ustedes la conocen, Patti, con hambre de poesía y con
tanta que llena nuestros platos y nos canta mientras comemos y llenamos los
buches, sonriendo. El tercero es guitarrista y acompaña a la segunda sin dudar,
en comunión. Dos mujeres se besuquean y se dicen cositas al oído, una más
devota que la otra, enfrente mío.
El 31 de enero me astillaron la nariz
de un izquierdazo a las cuatro de la mañana. Las gotas de sangre cayendo sobre
la nieve me recuerdan un cuento de García Márquez.
Paúl Alvarez. (Santo Domingo, 1978) Ha
publicado: La Pelota (2004), Un Far Rockaway del Corazón (traducción
de A Far Rockaway of the Heart de Lawrence Ferlinghetti) (2004).
Actualmente, vive en la ciudad de Nueva York.