El
Circulo
El pigmeo que saltó por primera vez al río Congo
Podría enseñarle a De Soto algo sobre el Mississippi.
Es la mismo agua que fluye en nuestros corazones y nuestras venas
Del río Jordán hasta el altar del último sacerdote
chileno
La embarazada que rompe fuente no realiza
menor
Hazaña que la de Moisés ante el mar rojo.
Los hombres que fueron a la luna trajeron su
lodo con ellos,
También lo hace la mujer que salta, abierta de
piernas, en el volcán.
Antes de que el Mesías conociera a Juan el
Bautista,
Nuestros antepasados adoraban el sol, las rocas
y los árboles
Hasta que un lluvioso día de octubre, el río
masacre corrió con Sangre y carne, llevando en su lecho sus falsos dioses y su esperanza.
Cuando era niño, mi mamá me dijo que el futuro
Era una serpiente que se traga la cola. En cambio,
Mi padre decía que era un perro chupando su propio
pene,
Que seguro tendríamos otro Gandhi, otro Einstein, King, Kennedy, y sin
duda otro Adolf.
La vida continuará con sus elementos, cerrando
su círculo.
Perejil
Una palabra mató 25 mil
personas,
el tres de octubre de
1937.
Dos amantes son
atrapados en el acto;
las bayonetas la
atraviesan
él se corre entre sangre y
miedo.
Los cuerpos flotan en el
río como hojas marchitas,
otoñales los perfectos
contrastes.
Los bebés lanzados a las
aguas ríen un momento
antes de encontrar la
punta de una lanza.
En San Juan, los peces
lloran sangre,
nadan entre cuerpos.
Los sapos saltan a la
orilla
no aguantan los ojos de
los muertos.
Limpien la frontera,
dijo Trujillo.
Pintadla de rojo,
cantó el pueblo.
La sangre de los
haitianos empapó el fertilizante
de la caña plantada esa
mañana.
Bajo la mirada cómplice
de FDR,
Trujillo y Stenio
acordaron un precio.
21 dólares por persona.
Trato hecho.
De Dajabón a Moca, no
hay un negro en pie.
Los que quedaron, fueron
arrojados al mar.
El número exacto, nunca
lo sabremos-
esos no eran parte del
trato.
Eran sólo dinero
perdido.
Añadan mi nombre al muro
Un autorretrato
quiero tener dreadlocks
ser poeta, moverme con gracia
dentro en una yola
flotando a la deriva en alta mar
medias rojas bajo jeans amarillos
flaco y sin flow
vadeando las crestas y mis pensamientos
contradigo al antónimo del enigma
soy una isla tocando a las puertas del mar
nadie abrirá hasta no estar totalmente aprobado
y rechazado
pero no debería, yo soy uno de los buenos
viviendo con el color equivocado, erguido
sin embargo, mis esfuerzos quedarán sepultados
por los actos de unos pocos.
¿Quién nos enseñará a
creer
que tenemos piel bajo el
plástico de nuestros cuerpos?
Y mucho menos saber lo
que se trae el cielo
cuando nos invita a
bailar.
Quiero saber lo que
nuestros padres ignoraban
Para ser tan sabios, tan
deliberados en
Dejarnos decidir qué
queremos transmitir a nuestros hijos.
Quiero escuchar sus
excusas por el agua, enojado y
Sin trabas, realizar
nuestros sueños.
Seremos sirenas bajo el
agua,
llevando nuestras
mascarillas como nobles insignias.
Detenidos en cada
estación de recarga,
encenderemos nuestros
cigarrillos en la hornilla a nuestras espaldas.
Sentados soñando con los
días felices, con el césped.
Nuestras noches
corrompidas por el Sol fornicando con la Luna.
Abrazaré tu holograma en
medio del caos,
la radio detendrá su
llanto,
¿Me traerá tu recuerdo
aquella canción que decíamos nuestra?
Su lenguaje ajeno a la
mayoría de los humanos,
Exiliado en alguna parte
de mi hipotálamo.
Extraña palabra. ¿No
gritarías?
Sony Q. Ton Aime (Ouanaminthe, Haití, 1991) Actualmente vive en los Estados Unidos donde realiza estudios de posgrado en la Universidad de Kent y forma parte del equipo de Wick Poetry.