Foto tomada por Jon Gresham |
Fracaso
No fue un bebé hermoso. Al nacer, incluso sus padres quedaron
decepcionados: ellos querían un niño bello, gordito, como el primogénito,
Logro. Pero, al contrario, Fracaso era pequeño, letárgico, de piel grisácea;
casi nunca sonreía. Los parientes que llegaban a conocerlo apartaban rápido la
mirada; se arrimaban a las esquinas, susurrando, meneando la cabeza de lado a
lado.
Fracaso tuvo una niñez solitaria. En la escuela era un buen
estudiante: aprendía mucho, tenía mucho que compartir. Siempre preguntaba sobre
cosas que no estaban en los libros de texto o intentaba hacer algo que no
formaba parte de la lección. Para los maestros, sin embargo, éste era sólo un
malcriado. Sus compañeros de clase lo ignoraban. Adquirió fama de ser raro,
además de feo, por lo que empezó a andar siempre solo.
Años después, en el trabajo, Fracaso intentó ser más útil. Se
involucraba en cuánta cosa era posible, impulsando nuevos proyectos, probando
nuevas ideas que nadie en la compañía había pensado hasta ese momento, pero
pronto descubrió que pocos estaban dispuestos a darle una mano. Pronto estuvo
exhausto de tanto correr. Cuando las cosas salieron mal, muchos no dudaron en
señalarlo, aunque él hubiese sido el primero en descubrir el problema. Perdió
el empleo.
Mientras trataba de abrir su propio negocio, conoció a Humildad.
Ella trabajaba como profesora en la escuela a la que él una vez había asistido.
Ahí, Humildad le ayudaba a los alumnos con necesidades especiales, promoviendo
un método no convencional para inspirarlos. El nombre y el expediente académico
de Fracaso le habían llamado la atención, por lo que decidió escribirle una
hermosa carta en la cual lo invitaba a dar una charla. Él, sorprendido, aceptó
inmediatamente. Así, Fracaso pasó muchos meses al lado de Humildad y sus
estudiantes. Fue con la ayuda de ella que él encontró una audiencia para las
lecciones que había aprendido a través de sus experiencias. Al año, ambos
estaban casados.
Esto fue hace unos años, antes de que el negocio despegara. Fue
difícil, pero Humildad siempre estuvo a su lado; muchos de aquellos estudiantes
se convirtieron en leales admiradores de su trabajo, y así mismo fueron a
innovar a otras áreas. En las entrevistas, siempre se aseguraban de mencionar
que las lecciones que habían recibido de Fracaso en la juventud habían sido una
parte fundamental de su éxito. El rumor es que ahora desean fundar una
organización en nombre de Fracaso.
Humildad y Fracaso tuvieron dos hijas, las cuales no se parecen en
nada a sus padres, pero que comparten la misma fuerza de espíritu. Muy
solicitadas en estos días, ellas son Experiencia y Sabiduría. Pregúntales, y te
dirán la historia de tu vida.
Pasión
Hace mucho no la vemos. Algunos dicen que ha decidido esconderse,
otros que ha estado viviendo en otro país, y aún hay quienes aseguran que está
detenida sin posibilidad de juicio, pero nadie sabe qué habrá hecho para que
esto ocurriera. Su ausencia ha levanta muchas cejas; provocado muchas
preguntas. A Pasión le gustaría eso. En la escuela, cuando la conocimos por
primera vez, le encantaba ser quién siempre hacía las preguntas difíciles, las
importantes, las que tienen respuesta complicada. Por un tiempo, ella fantaseó
con convertirse en defensora pública, sólo para ver si lograba hacer que la
gente admitiera tras de qué andaban, y por qué.
Pasión se quedaba con nosotros los fines de semana, durante las
vacaciones o cuando teníamos que hacer algo importante. Ella era buena con los
proyectos, excelente con las manos, lo bastante creativa para pensar en
soluciones inesperadas a problemas complicados, pero nunca podía esperar a que
las cosas pasaran. De niños, los adultos solían decirnos que ella tenía pésimos
modales, que era impulsiva, o peor, ingenua. Pero ella nunca hizo caso: cada
noche despertaba a sus papás al trabajar en el taller que tenía en el sótano, o
al pasar la noche en vela en el estudio.
Con todos los años que tengo de conocerla, puedo asegurar que ella
es una pésima invitada. No tiene problemas para aparecerse en las horas más
inadecuadas, interrumpir lo que estás haciendo y exigirte que la escuchés. Ella
es obstinada, no tiene tacto; es implacablemente intransigente incluso con la
gente que la tolera. Ella odia ser tratada con condescendencia, lo que podría
explicar por qué frecuentemente se mete en problemas.
Hace años, mientras hacía de misionera, Pasión conoció a Propósito,
y de inmediato quedó encantada. Una vez comprometida, ella encontró un mejor
ritmo de vida y comenzó a trabajar más duro que nunca. Esto fue antes de que la
perdiéramos de vista por completo.
La última vez que me la encontré, tenía un rostro fino, ojos
profundos, cierto encanto crudo que atraía a algunas personas pero alejaba a
otras. Le encantaban los colores fuertes: negro noche, blanco ángel, rojo
sangre, azul tormenta. Si te la topás, pedíle que venga; hácele saber cuánto la
extrañamos: la sonrisa, la seriedad juguetona, la forma en que solía tomarte de
la mano y mostrarte lo que siempre habías querido ver.
(Traducciones de Luis Chacón Ortiz)
Alvin Pang (Singapur, 1972) Es poeta, escritor y editor. Sus poemas se han traducido a más de quince lenguas y ha participado en festivales
y publicaciones importantes de todo el mundo. Fue becario del Programa
Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa en 2002. Entre sus libros
se encuentran los siguientes: Sondeando el silencio (Testing the
Silence) de 1997; Aquello que nos da nuestros nombres (What Gives Us Our Names)
de 2011; y Tumasik: Obras contemporáneas de Singapur (Tumasik:
Contemporary Writing from Singapore) de 2009, Otras cosas y otros poemas (Other Things
and Other Poems), Cuando Esa Gente Bárbara Llegue (When the Barbarians
Arrive), entre otros.