GnR en CDMX
(o donde se retoma el tempus fugit)
Ay, tal vez no fui, querido Axl,
porque no quería verte así:
gordo y sentado, rey vencido.
Habiendo perdonado a tu enemigo,
O, tal vez, porque no quise
que me vieras a mí, así: tan bien
casada, madre, adaptadita,
ama de casa, aburguesada.
¿A dónde fueron a parar, querido Axl,
la bandana roja y negra que ceñía
mi muñeca, las remeras, los pósters,
los collares de cadena?
Los aros los conservo. Guardados.
No queda bien una señora que en la oreja
lleva una bala, un colmillo, un esqueleto.
Hoy, heme aquí, a cincuenta en Insurgentes
escuchando por la radio emocionada
la crónica de anoche, del concierto,
(parece que llovía, yo dormía, Greta
va a la escuela a la mañana).
¡Ay, Axl! Debería haberte visto entonces
cuando tocaron en Baires, cuando todas
éramos jóvenes y bellas, en la gloria,
en la década más rara de la historia.
Vivía en La Pampa todavía y me negaron
el dinero, el permiso. ¡¿Por qué a mí?!
¡No es justo! ¡No me entienden! Pataleaba,
lloraba, como ahora.
El tiempo huye, Axl, de nosotros.
Ya no podemos mezclar armas con rosas
(ni vino con cerveza u otras cosas).
A las amigas de entonces: Leonela, Ana, Jésica, Laura, Clara y Paz.
A Maricela, por su Beatus
(inédito)
Crecida
Sabemos que los muertos flotan, pero no sabíamos que el
agua tuviera tanta fuerza. Arrancó de los cuerpos las raíces, las flores. Se
fue tragando la tierra.
Desde entonces, nosotras velamos la orilla, hundimos los
brazos en la corriente. Y el río, cada tanto, nos devuelve algunos restos.
Cacería
Nos dijeron que heredamos la lengua y las marcas de la
piel, pero nada dicen todavía del silencio que crece en nuestra casa como un
río.
Afuera andan sueltas las palabras con los tigres y en el
jardín sólo hay piedra.
Nosotras no queremos esperar lo que es incierto. En
cuanto baje la luz, soltaremos los perros.
Desde el
espejo
Si llaman voces en la noche, voy. No sé cómo aprender a
no escuchar todas las cosas.
Me levanto y ya no hay nadie. O tal vez sí: una figura en
el espejo con un ojo más grande que el otro.
Todos
duermen
El viento y la lluvia han montado por sorpresa una ópera
ciega. Bajo la tierra nacen ríos oscuros.
Yo escucho cómo los árboles se arrancan las ramas para
seguir de pie y vigilo que no se nos suelten las raíces de la casa. Los demás,
todos duermen.
Las
verdades
Ella pregunta qué es ese ruido. Podría mentirle: hablarle
de ángeles o enseñarle a rezar.
Es el miedo, le digo mientras tapo con almohadas las
ventanas.
(De Contra la locura, El Ángel Editor, Quito, 2015)
Soledad Castresana nació en La Pampa, Argentina, en 1979. Estudió Letras en Buenos Aires. Vivió en Bogotá, en 2013, y en Medellín, en 2014. Desde 2015, vive en la Ciudad de México, no sabe hasta cuándo. Publicó los libros Carneada (2007), Selección natural (2011) y Contra la locura (2015), y hay poemas suyos en varias antologías. En Bogotá empezó a escribir cuentos y sigue intentando.