Dalind
Sombras subversivas de los impávidos años;
las miradas mustias y errabundas
hoy recorren la biblioteca
se abre el tiempo
las miradas miran las manos pérdidas
que no buscan nada
y sólo encuentran cuerpos abstraídos,
magnolias arrancadas de la boca de los astros,
súbitos espectros amarillos; se queman en la oscuridad
silencio de los días que se echa a dormir en las avenidas;
todos lo pisan y nadie lo ve
inmemoriales posesiones exhibidas en los ojos de los muertos, inmemoriales colores que se arrancan uno a uno,
ojos penetrados por la Ilusión de un mediodía,
alaridos del agua y sus espectros;
premura del olvido,
las tabernarias sombras caben en una delgada
hoja de polvo y cenizas
dura fuente del pensamiento,
franca caricia
franca luz que en tu frente recuesta su calma
las manos se tienden como frescas hojas ya vencidas;
palpan palabras secas acumuladas en la distancia,
los últimos días de cada mes caen y mueren de pie,
los relojes dejan de funcionar, no dan la hora exacta,
envejecen más rápido
las noches largas se vuelven,
la oscuridad no alcanza;
apenas cubre un par de kilómetros,
y allá en un páramo
hay gente hablando y caminando de un lado a otro;
oyen el diálogo que sostienen los colores
de un árbol taciturno
los hogares ennegrecidos e insomnes
hallan en su memoria cuerpos deshabitados, i
nstantes habitables
y en lo alto hay miradas
atentas a lo que emiten
los pájaros
las ventanas de los rascacielos
juegan con su transparencia;
confluencia de las miradas lejanas como los astros,
pasos que se extienden hasta el día siguiente
con su misma necesidad,
presencia derramada en la frente de los hombres
las rocas veraniegas escarban en las sienes
de los hombres obscenos y de las mujeres desairadas;
absorción de nombres y remiendos.
Impúdicas lenguas
errabundas palabras
viejos maderos labrados
olvidados en las azoteas;
sombras bermejas, oxidación de las esquilas,
recodo de la revuelta
rilar de la tierra con sus muertos y sus raíces,
cuerpos fatuos revolotean cerca del follaje,
largas lenguas abigarradas
penetran la mirada del oyente,
abren las manos trémulas del camino;
horas cenicientas, instante y palabra,
...ser la bruma...
origen del fin, invención del comienzo,
transfiguración de los desastrados rostros,
sombras subversivas de los impávidos años,
de las miradas mustias y errabundas
emergen tres noches marchitas...
Mario Bodet. (Estado de
México,1994). Su primer poemario inédito, Alba, está en proceso de publicación.