2/12/16

Poema de Claudia Rankine



VI (Supe que lo que ocurría ante mis ojos estaba realmente pasando)

Supe que todo lo que estaba ante mí estaba sucediendo y luego el vehículo de la policía hizo un estrepitoso alto frente a mí como si estuvieran armando una barricada. En todas partes había destellos, una sirena sonando y un largo rugido se extendió. Tírate al suelo. Tírate al suelo ahora. Entonces lo supe.
Y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.
Dejé la casa de mi cliente sabiendo que me detendrían. Yo lo sabía. Simplemente lo sabía. Abrí mi maletín en el asiento del pasajero, para que pudieran ver. Sí oficial, rodó de mi lengua, que surgió de una campana que nunca podría sonar porque su emergencia es un peaje destinado a tragar.
En un paisaje sacado del fondo del océano, no puedes manejarte con cordura -tanta rabia que te saltan las lágrimas. No puedes manejarte con cordura. Todo es tan agotador. Todo esto te está desgastando y sigues sin ser ese tipo.


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Entonces los destellos, la sirena, el largo rugido que se extiende -y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.
Tírate al suelo. Tírate al suelo ahora. Seguro iba a exceso de velocidad. No, no iba a exceso de velocidad. ¿No iba a exceso de velocidad? Usted no hizo nada malo. ¿Entonces por qué me detienen? ¿Por qué estoy detenido? Coloque sus manos donde pueda verlas. Levante sus manos al aire. Levante las manos.
Entonces eres estirado en el capó. Entonces te esposan. Tírate al suelo ahora.

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Siempre empieza de la misma manera, nunca empieza de la misma manera, cada vez que empieza es lo mismo. Destellos, una sirena, el largo rugido que se extiende.
Tal vez porque el hogar era una capucha que el oficial no podía permitirse, no es que necesitara una razón, fui sacado de mi vehículo a una cuadra de mi puerta, esposado y empujado al asiento trasero del vehículo policial, la rodilla del oficial presionando mi clavícula. El cálido aliento del oficial saliendo de un hueco rostro arrugado, de la sonrisa de su propia broma privada.
Siempre empieza de la misma manera, nunca empieza de la misma manera, cada vez que empieza es lo mismo.
Adelante golpéame hijo de puta salió de mis labios y el oficial no necesitaba golpearme, el oficial no necesitó nada de mí excepto la expresión de mi cara durante el trayecto a través de la ciudad. No puedes manejarte con cordura. No estás loco. Todo esto te está desgastando. No eres el tipo.

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Así es la cosa. Sabes que está mal. Así no es la cosa. Deberías callarte. Esto está mal. Necesitas cerrar la boca ahora. Así es la cosa. ¿Por qué estas hablando si no has hecho nada malo?
Y no eres el tipo y aún así te ajustas a la descripción, porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.

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En un paisaje sacado del fondo del océano, no puedes manejarte con cordura -tanta rabia que no puedes manejarte con cordura.
La multa que el oficial decidió darte fue exceso de velocidad. Me pidieron, luego de tomarme las huellas, que me desnudara. Me desnudé. Entonces me dijeron que me vista, que me vaya, que camine todas esas millas de vuelta a casa.
Y sigues sin ser el tipo y aún así te ajustas a la descripción porque sólo hay un tipo que siempre es el tipo que se ajusta a la descripción.

Claudia Rankine nació en Jamaica en 1963 y se mudó a temprana edad a los Estados Unidos.  Es autora de varios poemarios, pero ninguno ha resultado tan influyente como Citizen: An American Lyric, publicado en en el 2014, galardonado con varios premios y del que hemos extraído este texto que fue traducido por Giselle Rodríguez Cid.