2/1/17
Poemas de Margarita Mejía
Jardines efímeros
En mi vientre
crecen flores
tus manos las siembran
tus labios las riegan
florecen sin tierra
en el polvo
que llega con el aire
mojado
por la lluvia que me traes
con la luz que me derramas
Como jardines
que germinan en altos edificios
y sobreviven
pese a todo pronóstico
Flores que cuelgan
triunfantes
entre grietas
de paredes de cemento
Nuestros efímeros jardines
miran la ciudad
desde lo alto
Mientras abajo
en la distancia
alguien camina
por largas avenidas
y lejos
lejos en el horizonte
cae la tarde.
Pronto te irás y no te seguiré
Tengo los ojos clavados
en el gris cobalto del oleaje
en el mecerse sin rumbo fijo
de nuestra lancha
la garúa en tu cara
y tu mirada azul
perdida en pensamientos
volcada hacia un lado
escondida y zurda
nosotros también
hemos venido a aparearnos
No te seguiré
caminamos una vez más
pisando la arena oscura
el agua tibia
hasta el muelle palafito
y el poste de luz
contemplamos el negro en la distancia
con el ruido de una música incómoda
que no deja escuchar el mar
Te irás
me haces el amor mirándome de frente
apretando mis manos entre las tuyas
dentro del “Asturias Beach Hotel”
mientras afuera se desploma el cielo
con sus relámpagos y gemidos
con sus descargas de viento
y el crepitar de susurros
sobre el techo
como riachuelos
nacidos de nuestros cuerpos
que fluyen toda la noche
y se prolongan
lentos.
Carta no enviada
Tus palabras resonaban en el texto, tus palabras de fuego brillaban en el fondo de nuestros mares nocturnos, iluminando el paisaje de agua, la sustancia oceánica de nuestro pacto. Pero el recuerdo de tu destello se encendía y no dejaba ver nada más.
Es difícil identificar los acontecimientos cuando se está inmerso en un deseo colosal, los pensamientos no alcanzan a conectar con las sensaciones. Estar en el centro de un volcán o de un ciclón, mientras la lava o el aire se lo lleva todo. Apenas se alcanza a saberse vivo, vivo y en peligro de muerte.
Hablaste de animales salvajes, de sus acrobáticos bailes, y pensé, han de ser felinos. Me llegó entonces el recuerdo corporal de un sol que ciega y a la vez, un veneno que se expande desde la columna hacia el cerebro. Pensé en felinos derramando luz por los ojos, y ese fulgor animal se me fue clavando, filoso, en todo el cuerpo. El texto digital tomó dimensiones de objeto prohibido, leía entre el destello blanco y el espejismo. Objeto que corta con su halo, objeto de letras en tercera dimensión.
Te escribí: tus palabras de fuego llegan desde el fondo, incendian así, sin avisar. Sólo entonces pude comprender de qué se trataba aquello: la proximidad de la muerte, las profundidades del deseo, la salvaje corporalidad. Tuvo que pasar un año completo para llegar a nombrarlo, para que tomara forma en mi pensamiento y no fuera simplemente un delirio autista, el deslumbramiento en medio de besos, jadeos, sensaciones incomprensibles, explosiones, implosiones y regueros de luz de la cama hasta toda la casa. Mientras tú, también tú, desde el extremo de otro continente intentabas dilucidar, darle forma al magma primigenio, bautizándolo animalidad.
Ocurría a la vez un padecimiento, un dolor en el placer, un deleite intermitente, entre el gozo y la pérdida, un duelo de piel que me urgía remediar. Tuve que viajar desesperadamente al mar, sumergirme de plancton y oleaje durante semanas, para que su sonido redondo me cubriera desde los oídos hasta el centro, como si yo fuera un caracol, para que su eco me cantara por dentro y se quedara resonando en mí. Así, por fin, entregada al sonido, protegida en el vientre marino y concentrada en el azul oscuro, logré ignorar esa ráfaga tuya, hasta apagarla.
Margarita Mejía. Fotógrafa y poeta colombiana. Hizo parte del colectivo de poesía La Comunidad del Megáfono, con ellos fue invitada a la Performance: Imagen y Palabra, durante la Feria de Arte La otra (2010) y al Festival EDITA Colombia (2012). Publicó su primer poemario: La imprecisa memoria, en 2013, con la editorial Isla de Libros. Ese mismo año fue invitada al Festival EDITA Internacional en Punta Umbría España, con la performance de poesía y fotografía: Mi cuerpo es el mar. En 2014 fue seleccionada en la antología Poesía Colombiana del Sigo XX Escrita por Mujeres, de Apidama Ediciones. En 2015 recibió una Mención de Honor en el concurso Ediciones Embalaje del Festival Internacional de Mujeres Poetas de Roldanillo Valle, con su segundo poemario: Al salir de este fuego. Vive en Bogotá con su hija Violeta y su gata Caramelo.
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