Por Paúl Álvarez
Este es un recuento de un viaje tumultuoso al Ojai poetry Festival en California, donde me encontré con uno de los invitados del afamado evento, el poeta Lawrence Ferlinghetti. Anteriormente, me había carteado con el poeta estadounidense y habíamos quedado en vernos ahí. El objetivo de este encuentro consistía en discutir aspectos de la traducción que hice del libro A Far Rockaway of the Heart y de ponderar las oportunidades de publicar dicha traducción en una editorial española. Pero las cosas no resultaron cómo había pensado.
Cielo
despejado. Viernes por la mañana. Adiós frijol del downtown, las Sears
towers, los edificios, el río infinito, el lago Michigan, el barrio
italiano, a Diógenes, a Frank, el mueble donde estuve tumbado, la nieve por las
rodillas, el estado de Chicago. Llego retrasado al aeropuerto de Midway. Una empleada gordita me dice que apenas tengo tres minutos para abordar.
-You wont make it, honey.
No logro llegar
a la compuerta Southwest A-6 a tiempo. Mi avión ya alza su adusto pico en la pista de despegue. Una empleada dientúa bien amable se comunica con una empleada
ubicada en otra compuerta. Discuten mi caso unos segundos y luego esta me dice que vaya a la compuerta B-21. Ahora volaré a Los Angeles
haciendo escala en Las Vegas. Me dice que avance, que despegarán in
less than fifteen. Stand by passenger: Paul Alvarez.
La parte del RoadRunner Shuttle
¿Y
ahora? Los Angeles International airport (LAX) Atraso dos horas. 1:00 PM. Aterrizamos. Las arrancadas páginas amarillas, buscando algún mapa,
algún número, un carril. Ni una cosa ni otra. Llamo a la biblioteca que
organizaba el festival de poesía en Ojai. Gracias a la señora que me
atiende sé de la ruta del RoadRunner Shuttle, una van que llega
directo a Ojai desde el aeropuerto, o si se quiere a otro municipio o
condado dentro de Ventura y Santa Barbara. También me da los números de
lugares donde pasar la noche (a los que llamo y me dicen que están llenos) y me desea buen viaje.
El RoadRunner Shuttle #110 me recoge en
la salida de Southwest una hora después. El chofer es mexicano,
belludo, bigotudo, de un pelo gris amarrado cayendo por su espalda. Se
desmonta para abrirme la compuerta. Yo soy el primer pasajero, el
único hispano, que recogerá esa tarde. Pero entra una señora de Dublin
excesivamente arrugada que se duerme con la boca abierta. Entra un señor
que sólo dice varias palabras con voz quebrada, sin
explicaciones, las piernas cruzadas con dificultad en una van demasiado
pequeña, como el mayordomo de la familia Adams. Entra un señor muy mayor
con mucho esfuerzo, se pone el cinturón de seguridad al lado del
chofer, sólo el chofer parece entender lo que dice, al menos yo no
caigo. Entra una señora con una voz muy dulce hablando por celular a uno
de sus hijos, cada cierto tiempo la llama para preguntarle por dónde va, qué les va a preparar de cena, ella se limita a decirle que se
quedan otras personas antes que ella, que comprará lo que quieran
de cena, que ella lo preparará al llegar; el mexicano le dice riéndose
"Taco Bell Miss, good choice". Nadie más entra.
Cuatro hombres y dos mujeres en la van #110 en
silencio. El chofer con acento mexicano armoniza "¡Oquei!" anunciando
que nos sintiéramos libres de refrescarnos con soda o agua de una
neverita detrás de su asiento, una mano en el guía y la otra abriendo y
cerrando la tapa de la neverita. La señora con voz dulce dice algo como
"I rather smell the ocean than smell the exhaustion", luego abre un
libro. La señora de Dublin va despierta, tiene los ojos azul cielo y se
empieza a maquillar. El señor stein permanece con los ojos entornados
hacia la carretera, como cansado de algo. Yo veo pasar por el vidrio la
Pacific Avenue, despertando todas las semblanzas que tiene este barrio
con los barrios de Santo Domingo, las casas de tres plantas, soleadas,
los callejones estrechos y sin salida, las palmeras sin cocos
(¿descocados?) a veces bailando, los semáforos robados, las olas color
oliva de la playa, los moribuguistas, las surfistas, la mulata apoyada
en una verja mirando al mar, la brisa pasar, que ninguno suda. Uno a uno
se van apeando. Los viejos se quedan en hogares de ancianos de
lujo. Luego de la señora de voz dulce me
toca a mí. Antes de llegar a Ojai apunto una recua de calles
que no he de volver a toparme:
Old Grade Road
Lake Casitas
Tico Road
Orchard Drive
Loma Drive
Villanova Road
Hermosa Road
En Ojai no encontramos la dirección exacta del festival. El chofer
astutamente detiene a una hermosa muchacha pelirroja y le
pregunta dónde queda el Libbey Park. “A few
blocks” dice. Tenemos suerte. Está a punto de empezar la función.
La parte donde conozco a Ferlinghetti
Busco
mis taquillas. Una lomita de yerba donde hay gente dispersa. Creo que
reconozco al poeta con una gorra azul marino, pero sigo de largo,
arrastrando mis cosas. No hay reflectores, la luz del sol se pone.
Aparece Joy Harjo, la poeta saxo y su acompañante, Caroline, poeta
también. Apunto los títulos de sus poemas "Eagle song", "The woman
hanging from the 13 floor", "Kitchen table poem", "Morning sun".
Un
receso de diez minutos. Anochece. Noto al poeta levantarse al unísono
con una acompañante (Nancy J. Peters me viene a la mente). Pantalones
cortos kaki. Suben lentamente la lomita, los persigo. No estoy muy
seguro de que son ellos, pero no les despego la vista. Entonces se
detienen, bajo una carpa, bajo una luz de un bombillo amarillo. Los
rodeo, inspeccionado sus fachadas, dudoso. Son ellos: Nancy y Ferlinghetti. Espero unos segundos, respiro profundo, ellos me
sonríen, me les acerco. Ferlinghetti me clava los ojos por la pobre
iluminación en la carpa o por la edad, y sin contenerlas más nos
extendemos las manos.
-Hi, Mister Ferlinghetti - le digo nervioso y Nancy es pura
sonrisa a su lado - you probably don't recognize me, I cut my hair and
I`m using glasses again. I'm Paul Alvarez...
-Ah... He was who translated my
book! - se voltea a decirle a Nancy.
-Yeah.
-Do you have a place to stay? - me pregunta.
-No, but I'll find one.
-Are coming tomorrow? Tomorrow night?
-Yes, of course. How long are you staying?
-I leave Sunday to San Francisco - me dice.
-Oh.
-Look for me tomorrow night, after I finish. We can meet Sunday morning.
-Great...I...
-Lets go inside, they are about to start - nos dice a mí y le alarga su brazo a Nancy.
-How did you end up translating my book? - me pregunta bajando
la lomita.
-Well, I think its a long story...I...
En bajar la lomita resumo esa historia. Tras despedirnos Ferlinghetti se sienta con Nancy en uno de los asientos delantero. Nancy susurra algo mientras Ferlinghetti se inclina un poco, acercando su oreja.
La parte del bar que no tiene nombre
10:00 PM. ¿Y ahora? Camino hasta que los pies me molestan por la
avenida Ojai. Hace rato que un bartender canoso me dijo que habían tres
hoteles con buenos precios hacia la izquierda y dos más caros hacia la
derecha. Me recomendó el Capri. Primero fui a los de la izquierda. Sólo
llegué a uno porque era mucha la distancia y la oscuridad. Me devuelvo
al parque con su gente sin morada y sus ojos de cuervos y sus mosquitos y
sus bancos y sus columpios vacíos. Me como una pizza de vegetales
malísima en un restaurante italiano atendido por mexicanos, la dejo por
la mitad, pido que me la envuelvan, se la terminan la gente sin morada
del parque.
Ahí está el bar, un bar sin nombre con paredes de roble.
Entro arrastrando mis tiestos. Le pido a una señora de tinte rubio, que
en ese momento termina de servir un trago, que por favor me dejara
ponerlos en algún lugar. Hace una seña y uno de sus dos muchachos viene a
encaramar mis cosas sobre un congelador, asegurándome que ahí no les
pasará nada. El muchacho a mi lado me ofrece su cerveza, me
niego, luego me ofrece una caja de marlboros completa que también niego.
Muchachas juegan billar, hombres miran con tragos que se pasaban de una
mano a otra, un borrachito con gorra y sucia camisa blanca, llamado
Forest, se tambaleaba en un saloncito de baile con luces de colores
dando vueltas junto a un jamaiquino indetenible bailando su canción. En
otro extremo muebles llenos de muchachos que no paran de hablar, sillas
giratorias y solitarias esquinas. Entro al baño varias veces. Aquí me
quedo hasta que cierren, me digo. "Five minutes! Five minutes! Last
Drink!" grita uno que parece alemán. Mira esa mierda y yo que aun
no terminaba mi segunda bud light. Me la tuve que beber de un tiro. Son
casi las dos de la mañana. Le señalo al que parece alemán si conoce un lugar donde
puedo quedarme a dormir, me dice con una mueca y subiendo los ojos
"You're fucked" Agarra el teléfono escondido debajo de la barra y marca.
Nadie contesta. Me repite te jodiste, que había esperado demasiado para
averiguar. Hizo otro
intento y nadie contestó.
Tranquilo. No problem. Sólo tengo que
amanecer. La puerta se abre y todos salen, sólo queda el tipo de los
marlboros. El jamaiquino por ningún lado, la música se detuvo y ya no
hubo jamaiquino. Estoy afuera. Las espaldas de los muchachos alejándose,
las muchachas entrando en abrigos chiquitos. Aguardo. Solo las dos de
la mañana. El bar sin nombre con pestillo. Un taxi. Un taxi que yo no
llamé, pero que aparece frente a frente, un audi blanco. El taxista abre
el baúl y lo cierra, ya se va cuando sale Forest. Forest alza los
brazos de victoria. "Somebody need a taxi?...ok" dice el taxista. Coño.
Qué hacer. "I need a place to rest...do you know?" le digo "Huh, yes...
there are a few places... do you need a taxi?" "Can you take me there?"
"Sure. Get in." "How much?" ya dentro. "Five bucks." Vamos por la
avenida Ojai. Los tres hoteles de la izquierda son pequeños y están bien
iluminados. De cada uno cuelga un letrerito NO VACANCY. El taxista me
devuelve al mismo lugar, frente a frente al bar que no tiene nombre,
frente a frente al Libbey Park, frente a frente a la avenida Ojai. No me
cobró el dinero. Si hubiera encontrado lugar para quedarme me cobraba,
me dice. "Well…" dijo montándose en el audi blanco y perdiéndose sin
hacer ruido. ¿Y ahora? En el bar sin nombre, en un banquito. La puerta
cerrada y las luces de adentro no se han apagado. Estarán haciendo la
contabilidad. Creo que pueden verme en el banquito. Se distinguen sus
voces, hablan de mí, de dejarme pasar o no al bar. La vieja
dando argumentos, dice uno "that guy looks like somebody punched him in
the face", "we can kick his ass" dice el otro y la vieja dice "you don't
know... he can kick your ass too". Me largo. ¿Qué haría Cantinflas en
mis zapatos? (Para no alargar hasta el infinito esta parte lean a
continuación algunos de mis lugares cinco estrellas de la noche)
La parte de la intemperie
3:00 AM. Camino con la avenida Ojai a mi izquierda. Me siento en un
banquillo de una sucursal del Bank of America, las luces iluminan el
vacío parqueo. Saco un libro. Me da sueño. Camino otro poco. No pasan
carros, ni pasa nada ni nadie. Orino en unas columnas con plantas
trepadoras. Siento a la hierba darme por los codos. Sed. Camino otra vez.
Camino alargado y lento, tengo los pies aplomados, las ruedas de mi
maleta suenan muchísimo trrrrrrrrrrrrrrrrr trrrrrr trrrrrrrrrrrr trrr
sin hacer eco. Entro a la Postal Office of United States in Ojai, me
siento frente a las cajitas de PObox, entro un dedo por la que tiene el
vidrio roto y toco la correspondencia del dueño, recibos, un sobre
amarillo pequeño. Luz, papel en blanco. Sueño. Duermo sentado. Abro los
ojos a las 4:00 AM. Busco un enchufe para recargar mi celular azul
samsung. Cierro los ojos, me tiendo como un muerto detrás de la mesita
pegado a la pared. Siento unos pasos, abro pronto los ojos, una figura
desenfocada entra y se devuelve rápido. Mejor me voy de aquí antes que
llamen a la policía o algo. Camino más. Entro al parqueo de un Spa
retreat, una mujer guachimán al pie de la escalera de entrada fumando,
me mira por encima del humo. Le pregunto si hay un lugar donde me puedo
acomodar, me dice que no hay, le explico casi en súplica, le pido un por
favor, me repite que NO con el cigarrillo entre los dedos en señal de
paz.
Camino adelante. Doblo al parque. Surge la idea de meterme en uno
de los juegos de niños (como los de McDonalds, pero sin las pelotas de
colores). Subo escaleritas, atravieso un puentecito que se mece. Primero
meto la maleta por el tubo, miro alrededor como un búho, me meto al
tubo, me tiendo, se me salen un poco los tenis (del cansancio), cierro
los ojos, los abro, los cierro, los abro, los cierro, pienso que estoy flotando a
dos metros del suelo, miro por los orificios del tubo, nadie viene, lo que me
tranquiliza. Minutos. Me espantan las regaderas automáticas de agua pis
pis pis pis pis pis pis pis pis, ¡aguas! Salgo disparado del tubo. ¿Qué
hora será? Mentalmente me descruzo de brazos. Camino mojado. Desde el
contén del parque diviso la figura de la mujer guachimán en la misma
posición, no fuma, creo que me vigila. Camino por el oscurecido parque.
Una cancha de tenis y asientos en pirámide de madera verde, clavados,
atornillados, alumbrados por la luna. Subo hasta el más alto con mis
cosas, me tiendo de nuevo. No me muevo. Hay un calor extraño. Aclarece.
Entonces amanece. Cinco de la mañana. Estoy en un estado de querer y no
querer. Me he desvelado.
La parte de Ojai Coffee Roasting Co
Ojos
abiertos. Me dibujo en mi cama asiento. 8 campanadas. Sábado. El último
día del festival de poesía de Ojai. Graznan cuervos. Unos ojaireños
montan en sus bicis, otros se internan al parque trotando, parejas de
mujeres, un grupo de señoras tililá tililá, diferentes ruidos de pasos.
Un hombre se prepara para iniciar un juego de tenis, su mochila en el
pavimento verde, él como único jugador. Cojo para el baño público,
despido un chorro amarillento de pipí, me hecho agua en la cara y me
cepillo con aquafresh. Una muchacha con falda negra corre descalza
de izquierda a derecha, entra en el baño, sale corriendo hasta que no la
veo (había dejado su piano bajo una sombra). El agua de la fuente del
parque se enciende, carros, dos niños y dos hombres en el área de
juegos, el primer bus hace una parada. Luces. Acción. Doblo a la derecha
por la Ojai Ave. Tiendas, vitrinas, letreros de festivales, un
concierto Death Metal/Grindcore. Vaya vaya.
Entro a Ojai Coffee Roasting
Co. Ordeno un chocolate caliente pequeño. Me atiende una linda muchacha
con el pelo muy corto. Me siento sólo. Tomo de mi taza ella saluda y es
amable y diligente. Allí parece apozarse todo Ojai cada mañana. Se
aparece un tipo con un palo largo, sin camisa y con un sombrero al
parecer de expedición (entra y al segundo se devuelve al ver tanto
Ojai), jevitas en mesitas, atletas, poetas canosos, actores, actrices,
un pianista, un carajito con skateboard y el rostro cubierto por un pelo
larguísimo, un señor tocándole las tetas a su señora que no lleva
sostén, etcétera, etcétera. No se me olvida el tipo en silla de ruedas
cambiando de posición sus piernas.
10:30 AM. Regreso al Libbey Bowl.
El festival continúa: “What times are these...? A Conversation with
poets” Lawrence Ferlinghetti, Suzanne Lummis, Galway Kinnell y Joy Harjo
se sentarán hombro con hombro en una mesita cuadrada con mantel blanco.
Pienso invitar a una señorita a que venga conmigo. A la una open mic.
La parte autografiada
-Pienso
que no es bueno que digas "la Poesía tiene sus límites", ¿qué van a
pensar estos jóvenes poetas al escucharte?. El límite de la Poesía eres
tú.
Esto le dice Ferlinghetti a Kinnell cuando este intenta responderle a una niña que hizo la siguiente pregunta: "¿La poesía
hubiese podido detener a Bush?"
Lummis,
Kinnell y Harjo leen sus respectivos statements. Ferlinghetti no
escribió nada. Jariniaron las preguntas.
Ferlinghetti: "la Poesía está
en el medio, la música Folk se ha tornado muy popular de un tiempo para
acá, por ejemplo, Bob Dylan, eh".
Lummis: "tú puedes cambiar al mundo con
la Poesía"
Ferlinghetti: "la Poesía cambia una cosa: a ti"
Kinnell: "yo
creo…"
Harjo: "ya mi statement no tiene sentido, anyway"
Lummis: "el
rap como poesía cae en otro nivel"
Harjo: "yo como poesía"
Ferlinghetti:
"estoy muy de acuerdo con usted"
Kinnel: "hmmm, ¿poetas en la Casa Blanca? los poetas no necesitan de la casa blanca"
Lummis: "yo creo que
en política se apropian de la poesía para sus propagandas".
Ferlinghetti,
pidiendo el micrófono: "olvidé lo que iba a decir".
Lummis: "disfruto la
poesía de los que hoy me acompañan en esta mesa"
Al
final el director (o árbitro) del evento pidió a Ferlinghetti que por
favor leyera la última parte de su poema "What is Poetry?" para
finalizar. Ferlinghetti le responde mirando el cuadernito "All
this?..hmmm..." Alguien en las gradas vocea "Read the whole thing!"
Ferlinghetti dispone. Aplausos.
Pongo mi maleta contra un tronco, hago
la fila de autógrafos. Ferlinghetti me reconoce, me firme los libros y me
pregunta si encontré un lugar donde quedarme, riéndome le respondo "no, qué
va", a lo que dice que va a hablar con el director para que me consiga una habitación. Le paso la separata de "Jarrón y otros
poemas", me da las gracias y lo guarda en su mochila.
La gente se
impacienta detrás de mí. Me hecho para el lado. Compro "A map to the
next world" de Joy Harjo, leo su firma FOR PAUL ALVAREZ FOR JUSTICE FOR
LOVE JOY HARJO. Compro "The avenue Bearing the initial of Christ into
the new world" de Galway Kinnell, que firma. Subo la lomita. Salgo del
parque.
La parte de Hairy
Arrastrando
mis cosas por la avenida Ojai me topo con una de las voluntarias del
festival. Su pelo marrón hasta las orejas, sus aretes, todo me la
recuerda. Una flaca hermosa. Me sonríe, la llamo bajito.
-Hey, aren't
you working at the poetry festival?
-Yeah.
-What´s your name?
-Hairy. I remember you, you
were at the entrance.
Ella me mira. Hablamos un rato. Regresa al
festival. Le digo que si quiere la acompaño. Seguimos hablando. Le cuento de
mi situación. Me habla sobre una especie de
campamento que está a la entrada de Ojai, como por Ventura, que allá es probable encontrar alojamiento.
-They are very cool.
Le creo.
Me escribe en un papel amarillo cómo llegar. Pero eso me tiene sin
cuidado. Lo que yo quería era conocerla. ¿Quién es? ¿cómo es? ¿a qué
se dedica? Me dice que si pudiera me llevaría a su sitio a pasar la
noche, pero su situación es semejante a la mía: ella no tiene a donde
vivir igual que yo. Me cuenta un poco sobre sus altas y bajas: nació aquí en el pueblo, hace unos años se mudó a Los
Ángeles y ahora sólo se está quedando con alguien por un tiempo, a veces
vive sola o con roommate, lo que es lo mismo, conoce gente, nunca ha
tenido televisión ni teléfono ni computadora ni se ha casado ni es
localizable, porque sólo se tiene a ella misma, que ahora consiguió esto
del festival, que tiene que ir a ayudar con una fiesta esa misma noche. Le pregunto si es gratis esa fiesta, me dice que a
lo mejor sí, que no está segura si es con ticket.
-¿Escribes?
Afirma con la cabeza. Nos sentamos a un brazo de distancia. Ya
que estamos ahí oímos a los poetas. Frente al micrófono se para una
señora y anuncia que 35 personas se han inscrito para recitar sus
poemas, que sólo hay tiempo para 20 de ellas.
-Hairy, are you goin' to
read? - le pregunto.
-No - me dice.
Disfrutamos el recital. Recitan
viejos poetas con sombreros y barbas, un poeta gringo recita un poema de
desamor en Español, dos niñas poetas de 15 años cada una recitaron a
dúo "Hell", una
poeta con la voz temblorosa recitó un poema largo, un poeta que parecía
imitar a otro poeta (se lo digo a Hairy y Hairy me dice que lo conoce,
un actor de aquí). Poemas íntimos, poemas de diez años de edad, de
cuatro años, del mes pasado, de hace quince días. Me despido de Hairy,
apunto mi número para que nos veamos en otro lado, quizá mañana. Me
desea buena suerte. Dudo. Ahorita les tocará a los poetas regionales.
La parte de las tres amigas mexicanas: una de Guadalajara, una de Jalisco, una de Michoacán
Tengo
sed. Entro a Ojai Coffee Roasting Co. Le pregunto a una muchacha con
arete en la nariz si preparan shakes y me responde que hay un sitio al
cruzar la calle, donde las hacen. Entro
a Route US 66. Pido un strawberry shake. Le pregunto a la
muchacha su nombre.
-Susana.
Me dice que es de Guadalajara. Me despido y camino por la pequeña plaza. Entro a una tiendita de ropa
on sale. Compro una camisa rayada de dos dólares cincuenta.
-Have a nice
day - me dice la dueña.
Regreso al parque, encuentro a una muchacha de
pelo negro y falda negra sentada en uno de los jardincitos, tocando un
piano de madera, hojas de música sobre su falda, buscando una nota, una
nota que no le salía por nada del mundo. La dejo quieta.
A donde estoy llega el murmullo de las
voces de los poetas en el auditorium. Gente quieta en asientos y gente como
si nada en la lomita de hierba. Me tiendo en la hierba y trato de
escuchar a la distancia los poemas. Estoy en la luna, como sordo, pensando
en cómo volveré a toparme con Ferlinghetti. Cerca de mí, hay dos muchachas y dos
muchachos de pelo largo descamisados. Miro a una de las muchachas que me
devuelve la mirada y me dice hi con la mano, toma de una cerveza y se
levanta a hablar por celular y cuando regresa roza sus tetas en las
piernas y el pecho de uno de los muchachos. Cierro los ojos. Viene a mi
mente Susana. Es como si ellos no escucharan los poemas, ellos son
movimientos sordos. Qué mierda. ¿Y Hairy? Tengo calor. Tomo una foto de
una bicicleta y me voy a caminar, a caminar, amo caminar, moriré
caminando.
Sin darme cuenta llego a Route US 66, una
vez más tengo a Susana en frente. Le pregunto si le gustaría ir conmigo a
un festival de poesía.
-¿Mande?
-¿Te gustaría ir conmigo a escuchar poesía en el parque?"
-¿Cuál festival?
-El festival de poesía que tienen... aquí mismo en el parque. Uno de los mejores poetas norteamericanos se va a presentar.
-¿Oh si? Muy interesante.
-A lo mejor podemos entrar los dos con mi ticket.
-¿Cómo te llamas?
-Paúl.
Hablamos un ratito más. Susana acepta. Nos quedamos de reunir en un cuarto de hora
para las ocho, cuando termine su turno.
Mi ticket funciona y la dejan entrar conmigo. Nos sentamos uno al lado del otro en la hierba. La noche cae. Le enseño las fotos de
mi viaje a Chicago, le enseño "La pelota", la traducción de Ferlinghetti
y el original firmado, le leo varios poemas. Le regalo una copia de "La
pelota" y una de "Un Far Rockaway del corazón" firmados. Nos hacemos
amigos.
-Please welcome... Lawrence Ferlinghetti.
La
gente aplaude con ganas mientras Ferlinguetti se acerca al micrófono y respira
profundo y deja libres sus hermosos poemas en la noche, en la
conciencia. Susana y yo
mirándonos en la hierba. Susana y Paúl. Ella me ofrece de su Iced tea y
me pregunta si ya he comido.
-En realidad no - me río.
Me ofrece su
sándwich de atún con aguacate y pepinillos que hizo antes de cerrar el
negocio. Me como la mitad y guardo la otra para el desayuno. Le cuento
de dónde pasé la noche. Me dice que la deje llamar desde mi celular a Betty, su
mejor amiga. Tal vez ella puede ayudarme. Susana me
la pone al teléfono, me dice que le hable, que ella entenderá, pero yo
no sé por dónde empezar. Betty me dice que me llamará en un rato, que
tiene que consultar con otra amiga y con su roommate.
-Gracias Susana
por intentar. ¿Podrías quedarte
a dormir también donde Betty, en caso de que ocurra, para no sentirme
tanto un extraño y así Betty confía más?"
-Ajá - me dice.
Susana vive
con su mamá, su papá y varios hermanos. Así que ni pensar en
escabullirme por allá. Me dice que se tiene que ir, se le está haciendo
tarde. Yo tengo miles de cosas con las que consolarme. Betty me llama a
los quince minutos. Dice que está con Ceci (Cecilia, su otra amiga) en
la entrada del parque. Susana me asegura que todo va a estar bien, que
Betty me quiere conocer. Entretanto, Ferlinghetti recita sus poemas.
Al rato estrecho la mano de Betty y luego la
mano de Ceci. Ambas de México, Michoacán y Jalisco, respectivamente.
-¿Por qué hay tantos
mexicanos aquí? - digo de payaso.
-Parece inofensivo - dice Betty.
Esta no dice sí podré pasar la noche y se mortifica pensando en lo que dirá La Leti, su roommate, "la jodona". Tendré que ir a
conocerla, a que me conozca, a que me apruebe. Ni modo.
-Gracias,
ustedes no saben cuánto se los agradezco.
-De nada - dice Betty.
-Vamos.
Susana se va a su casa en Miramontes y promete
llamar más tarde para saber qué ha resultado.
-Pórtense bien con él - reclama Susana.
Betty y yo caminamos hasta el Nissan Maxima de Ceci. Ponemos mis
tiestos en el baúl. Manejamos hasta la casa donde en el frente está Leti abrazada a un tipo rubio, reclinada
sobre un carro deportivo. Alguien me ofrece una corona. Les doy las gracias y le estrecho la mano a Leti que tiene cara de preguntarse quién coño es este cuatro ojos. Yo, mosca, pendiente. Leti dice no conocerme, le pregunta a
Betty si me conoce, que no me conoce, a Ceci, que no me conoce, Betty
le dice que Susana apenas me conoce de hoy, qué joder este, los
mexicanos arrimados a la troca tampoco me conocen, y de seguro ni los
tipos del bar ya me conocen, nadie me conoce, salvo Ferlinghetti ayer y
Susana hoy.
Ceci me mira piadosamente y sonríe. Betty le pregunta a Leti
que si me deja y esta dice que no.
-Oh, gracias de todos
modos - le digo a Betty.
- Por lo menos vamos para que te bañes...qué lástima.
-De
verdad, no hay problema, no te preocupes, voy a estar bien, un baño me
caería muy bien, pero primero vamos adonde Ferlinghetti, tengo algo que
hablar con él.
-Ah, bien.
Volvemos al recital. A Betty y a Ceci no la dejan pasar, porque no está permitido
entrar hablando con un celular. Ferlinghetti recita el último poema del
festival. Todos aplauden, se ponen de pie. El director dice en el
micrófono "Still Ferlinghetti with us", aludiendo al poema.
-Nos vemos
en un rato - le digo a Betty y a Ceci.
Ferlinghetti está en una mesa con mantel blanco,
sobre la tarima. No hay fila, sólo gente del pueblo amontonada, quieren
ver al poeta, sacarle fotos, su firma. Me pongo al lado del poeta,
varias veces los fotógrafos me vocean el equivalente en inglés a compadre, quítese del medio. Ferlinghetti,
cientos de watts, en shorts y camisa azul, sonriendo, flash.
-Hey - me
dice, volvemos al tema de la editora. Le pregunto si nos vamos a ver
mañana en la mañana. Me dice mirándome con ojos muy azules:
-I have to go
to the doctor.
-Oh, ok.
Le doy una palmadita en la espalda y le digo:
-I´ll go visit you in San Francisco, I will
go.
Él asiente. La gente continúa apilada. Una señora le pide al poeta
que mire para este lado y él trata de complacerla y a los jóvenes
curiosos y a los adultos caprichosos. Debo marcharme. Le miento diciéndole que conseguí un lugar donde quedarme,donde unas amigas, me dice que eso
está muy bien, me despido dándole otra palmadita en la espalda. Betty abre la puerta de su apartamento: entramos Ceci y yo. El
apartamento tiene las paredes blancas, una alfombra de leopardo, una cocina sin division, un mueble, un televisor con dvd
player, dos mountain bikes, un baño y dos habitaciones. Betty se excusa por el reguero en el baño, recoge el
shampoo y los acondicionadores de la bañera y me pregunta si necesito
algo.
-Un jabón.
Betty y Ceci se sientan en el mueble a ver televisión.
Tranco la puerta del baño sin seguro, pensando que ellas no convendrían
con eso, no sé. Me afeito, me cepillo los dientes, me quito la ropa,
abro la ducha, tardo en entender su mecanismo, saco el Olay de la
cajita, uso el shampoo y el acondicionador. Me visto, me pongo la camisa
nueva rayada. Salgo, las dos me miran como a una estrella de Bollywood.
Me siento en medio de las dos. Betty me pregunta si quiero ver una
película.
-Lo que quieran, estoy a su merced.
Ceci y yo nos hacemos
preguntas. Susana me llama al celular, la noto con sueño, su voz me
acaricia la mejilla, le digo que se acueste, que todo está bien, que me
bané, que me siento fresco y que iré mañana a su trabajo.
-Ok, que duermas bien, si necesitas cualquier cosa sólo me avisas.
-Sí, y gracias Susana, si no fuera por ti…
-De nada.
Betty
trae su película favorita "Wild Things" con Matt Dillon. Estamos
conversando de qué hacer conmigo. Le digo a Ceci que nos tomemos una
foto con su celular para ver cómo sale. Acercamos nuestras mejillas. Entra Leti con el novio y nos pasa por el lado
sin decir media palabra.
-¿Viste lo que hizo esta chava? - me dice.
Yo me encojo de hombros.
-Ni
siquiera nos miró, ¡ay!...
- Creo que es hora de irme - le digo.
Ceci tiene
una idea.
-Duerme en mi Nissan.
-¿Puedo?
-Sí.
Era
su carro, nuevo y espacioso, o era el tubo o el piso del Post Office.
Betty nos despide en la puerta y se excusa.
-No le des mente a eso, amiguita. Mañana nos vemos. Que pases buenas noches,Betty.
Ceci me lleva hasta el parqueo
techado de su casa, su hermano llega al mismo tiempo que nosotros y nos
presenta-
-Mucho gusto.
Ceci me busca
una manta.
-Es de México y está hecha a mano.
Mañana tiene que llevar a
su mamá al trabajo. Por si acaso me molesta que me despierten.
-Para
nada -le digo - yo despierto con el sol.
Antes de
irse le pido que abra un poco el vidrio de la capota.
-Buenas noches,
que descanses - me dice.
-Buenas noches, Ceci.
Paúl Alvarez. (1978) Nació en Santo Domingo. Publicó La Pelota (2004) e hizo la traducción al español de A Far Rockaway of the Heart de Lawrence Ferlinghetti. Actualmente, vive en la ciudad de Nueva York.