21/12/07

Nueve poemas de Derek Walcot


Volcán

Joyce le temía al trueno,
pero desde el zoológico de Zurich
los leones rugieron al paso de su funeral.
¿Fue en Zurich o en Trieste?
No importa. Se trata de leyendas, tanto
como la muerte de Joyce es una leyenda,
o el fuerte rumor de que Conrad
ha muerto, y que Victoria es irónica.
Desde esta casa de playa
situada sobre el promontorio
se ven ahora, en las orillas
del horizonte nocturno, hasta la salida del sol,
dos resplandores que emiten las grúas de perforación
marina, que son como
el brillo del cigarro
y el brillo del volcán
al final de Victoria.
Podría abandonar la escritura
por las lentas señales de humo
de los grandes, ser en cambio
su lector ideal, reflexivo,
voraz, que hace el amor a las obras maestras,
antes que tratar de repetirlas o de superarlas,
y convertirme en el lector más grande del mundo.
Al menos requiere asombro,
lo que se ha perdido en nuestra época,
tanta gente ha visto de todo,
tanta gente es capaz de predecir,
tantos se niegan a entrar al silencio
de la victoria, la indolencia
que quema en el centro,
tantos hay que no son más
que ceniza erecta, como el cigarro,
tantos hay que toman el trueno por sentado.
¡Qué común es el rayo,
qué perdidos los leviatanes
que ya no buscamos!
Hubo gigantes en esos días.
En esos días hacían buenos cigarros.

Debo leer con más cuidado.



Noches en el Jardín de Puerto de España

Noche, nuestro verano negro, simplifica su aroma
en nuestra aldea; ella asume el impenetrable

almizcle del Negro, crece oculta como el sudor,
sus olores de callejones con despedazadas cáscaras de ostra,

cenizas de naranjas de oro, asados de melón.
Comerciantes y tamborileros incrementan su calor.

Fuego infernal o el burdel: cruzando Park Street,
una ola de rostros de marineros se levanta,  se va

con el mar fosforescente; el Boites de Nuit
se ilumina cual luciérnagas en su pelo recogido.

Cegada por las lámparas, sorda a las bocinas de taxis,
ella alza su cara desde el barato brillo del óleo

hacia estrellas blancas como ciudades, resplandeciendo en neón,
quemándose para ser la puta en que se convertirá.

Mientras la luz del día rompe, el hindú alza su carreta 
de guillotinados cocos rumbo a casa.




Codicilio


Esquizofrénico, desterrado por dos estilos,
uno de una escindida prosa alquilada, me gano
mi exilio. Avanzo millas de playa bajo la hoz del claro de luna,

bronceado, quemado, echado fuera
de este amoroso océano que se ama a si mismo.

Para cambiar tu lengua debes cambiar tu vida.

No puedo corregir viejos errores.
Olas cansadas de horizonte y de retornos.
Gaviotas chillan con lenguas oxidadas
sobre las piraguas podridas de la playa,
fueron una venenosa nube picuda en Charlotteville.

Una vez pensé que el amor a la patria era suficiente,
ahora, incluso si lo decido, no le encuentro lugar en el pensamiento.

Veo las mejores mentes pedir como perros
por migajas de favores.
Estoy cerca de la mitad
de mi vida,  mi piel quemada
se deshace en mis manos como papel, fina como piel de cebolla,
al igual que el acertijo de Peer Gynt.

En el corazón no hay nada,
ni el horror de la muerte. Conozco muchas muertes.
Me son todas familiares, todas dentro de su papel,
e incluso cómo murieron. Encendida, la carne
ya no teme a la boca de caldera
de la tierra,

ese horno de ceniza del sol,
ni este nubarrón, despejando la hoz de la luna
otra vez palideciendo esta playa como una hoja en blanco.

Toda su indiferencia es una rabia distinta.




Uvas de Playa


Aquella vela que se inclina en la luz,
hastiada de islas,
goleta que se bambolea en el Caribe

en busca de su hogar, podría ser Ulises,
dirigiéndose a casa a través del Egeo;
ese padre y esposo

anhelante, bajo ramas de uvas amargas, es
como el adúltero que oye el nombre de Nausícaa
en cada grito de gaviota.

Esto no trae paz a nadie. La antigua guerra
entre obsesión y responsabilidad
nunca acaba y ha de ser la misma
para el marinero o para aquel en tierra
que ahora sacude sus sandalias para retornar a casa,
ya que Troya exhaló su última llama,

y de la roca que el ciego cíclope lanzó al mar
surgen los grandes hexámetros
que concluyen en la espuma de la ola agonizante.

Los clásicos pueden consolar. Pero no lo suficiente.



La luna matinal

Hechizado por los ciclos de la luna
que corre a toda vela
a través de la espalda encogida de las montañas de Morne Coco,

jadeo ante su saludable brillo.

Son los primeros días de diciembre,
la brisa refresca la piel de esta tierra,
la piel de ganso del agua,

y me percato de la zambullida azul
de sombras bajo las montañas de Morne Coco,
 cuadrante de sol de diciembre,

feliz que la tierra continúe cambiando,
que la luna llena pueda enceguecerme con su frente
esta brillante mañana,

y que esas menudas ramitas blancas estén naciendo de mi barba.



La Travesía de la Goleta

(Fragmento)

En el perezoso Agosto, mientras el suave mar,
y las marrones hojas de las islas  se pegan a la orilla
de este Caribe,  soplo la luz
cerca de la cara sin sueño de María Concepción
para embarcarme como marinero en la Goleta Flight.
Afuera en el patio que se pone gris ante el alba,
 me detengo como una piedra y nada más se mueve
excepto el gélido mar ondeante y galvanizado
 y las estrellas como agujeros de clavos en el techo del cielo,
hasta que un viento empieza a discutir con los árboles.
Al cruzar mi seco vecindario ella barriendo me acorrala
mientras bajo la colina, a punto de decirle:
"Barra al pacito, bruja, que a ella se le hace difícil dormirse",
pero la puta me traspasa con la mirada como si estuviera muerto.
Un taxi de la ruta se detiene, las luces de parqueo encendidas.
El chofer levanta mis maletas con una mueca:
"Esta vez, Shabine, saca pies de verdad"
No le  respondo al cabrón, sencillamente me ruedo
en el asiento trasero y observo al cielo quemarse
sobre Laventille rosado como la bata
que tenía la mujer que dejé durmiendo,
y veo el espejo retrovisor y veo un hombre
 Igualito a mí, y el hombre está sollozando
por las casas, las calles, esta enterita isla de mierda.

¡Que Cristo se apiade de todas las cosas que sueñan!
De ese perro podrido en la carretera Wrighston
al perro que fui por estas calles;
si amar estas islas debe ser mi carga,
que mi espíritu alce sus alas ante lo corrupto,
pero ellos han empezado a envenenarme el alma
con casas grandes,  grandes carros, grandes jolgorios,
Culi, Negro, Sirio, y Francés criollo,
así que lo dejo para ellos y sus carnavales
– yo tomo un baño de mar, yo bajo la carretera.
Conozco estas islas desde Monos a Nassau,
una cabeza oxidada de marinero con los ojos verdes de mar
que ellos apodan Shabine, el patois para
cualquier jabao,  y yo, Shabine, vi
cuando estos barrios del imperio fueron el paraíso.
Tan sólo soy un jabao que ama el mar,
 tuve una sonora educación colonial,
tuve Danés, Negro, e Inglés en mí,
y puede que yo sea Nadie, o sea una Nación. 

Pero María Concepción era todo en lo que pensaba
mirando el mar lanzándose arriba y abajo
al tiempo que el lado del puerto con sus botes pesqueros, sus 
    barcos y sus yates
era pintado al fresco otra vez por los pinceles del sol
que firmaba su nombre con cada reflejo;
supe, cuando la tarde de pelo negro se pone
su brillante vestido de seda durante el ocaso, y replegando el mar,
se acurruca bajo las sábanas con su sonrisa de estrellas,
que no ha de haber descanso, que no ha de haber olvido.
Es como contarles a las plañideras que rodean la tumba
sobre la resurrección, van a querer el muerto de vuelta,
así que me sonrío a mi mismo mientras la cuerda de proa se desata
 y el Flight navega mar adentro: "No tiene sentido repetir
que el mar tiene más peces. No la quiero
 vestida en las asexuales luz de un serafín,
quiero esos redondos ojos marrones como un tití,
y hasta el día en que me pueda recostar y reír,
esas garras que en tardes de domingo le hicieron
cosquillas  a mi espalda sudorosa,
como un cangrejo en la arena mojada."
Mientras trabajaba, observando las olas podridas que vienen
a través de la proa que corta el mar como seda, l
es juro a todos ustedes, por la leche de mi mamá,
por las estrellas que deben volar desde la caldera esta noche,
que amé a mis hijos, a mi esposa, a mi hogar; l
os amé como los poetas aman la poesía que los mata,
como los ahogados marineros aman el mar.

¿Has alzado la vista desde alguna playa solitaria
 y divisado una goleta en la lejanía? Bueno, cuando escriba
 este poema, cada frase estará mezclada con sal;
voy a dibujar y apretar cada verso tan fuerte
como las cuerdas de este aparejo; en un discurso sencillo
mi lengua natal se haga una con el viento,
mis páginas las velas de la Goleta Flight.
Pero déjame contarte cómo este asunto empieza.



Mapa del nuevo mundo

I
Al final de esta oración, la lluvia comenzará.
Al borde de la lluvia, una vela.

Lentamente la vela perderá de vista las islas,
la creencia en puertos de una raza entera se adentrará en la niebla.

La guerra de los diez años ha finalizado.
El pelo de Helena, una nube grisácea.

Troya, un incensario blanco
frente al goteante mar.

El chorro se ajusta como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con los ojos nublado recoge la lluvia
y compone el primer verso de la Odisea.



Gros – Ilet

De esta aldea, húmeda como un paño gris en agua salada,
llegó un lenguaje protegido por conchas marinas,
con una sombra de bayas en sus axilas
 y codos como flexibles remos. Cada ceremonia comenzaba
en las vaguadas,  los vertederos, los funerales en el amanecer
 y en el atardecer al que asistían los cangrejos. El mar resistía 
los olores. Las anclas de las islas descendían a gran profundidad  
    pero se veían
siempre nítidas en la arena. Un montón de tiburones,
y a menudo la raya, con aletas tan anchas como velas,
se alzaban con miradas insomnes desde los ondeantes corales,
y un pescador sostenía un bagre como una cabeza con tentáculos.
Y la noche con sus puntuales e inextinguibles faroles
era como la Noche de los Muertos vuelta al revés, así como  el 
    murciélago
que mantiene su visión particular del mundo. Así sus ojos miran 
    abajo,
divirtiéndose con nosotros, y se percata de que estamos
caminando de manera extraña,
y se pregunta sobre nuestro sentido de equilibrio, cómo dormimos
tan semejante a los muertos, cómo confundimos
sueños con cosas tan ordinarias como clavos, o rosas,
cómo las rocas envejecen con el musgo,
cómo el mar traza surcos que no tienen ninguna relación con el 
    tiempo,
y la arena hace remolinos que no tienen ningún sentido,
y las sombras solamente les responden al sol.
Y en ocasiones, semejante a una goma gastada,
el negro lomo de un delfín. Elpenor, tú
que te rompiste el culo, borracho, tambaleándote escotillón abajo,
y tú timonel que navegas, como el rayo bajo la respiración de las 
    olas,
sigan adelante, aquí no hay nada para ustedes.
En este sitio hay diferentes velas y vestimentas, los muertos
son diferentes. Otras conchas cuidan nuestras tumbas.
Hay diferencias más allá del paraíso
de nuestro horizonte.
Esto no es el Egeo púrpura como la uva.
No hay vino aquí, no hay queso, las almendras son verdes,
la uva de playa es amarga, el lenguaje es el de los esclavos.



A Norline

Esta playa permanecerá vacía
para nuevas auroras color pizarra
con versos que las olas
continuamente borran con sus esponjas,

y alguien más vendrá
desde la casa en que todos duermen,
un tazón de café calentándole sus manos
como el cuerpo mío que refugiaba el tuyo,
a memorizar este pasaje
con una golondrina chupadora de sal,
como cuando alguien ama el verso
de una página, y es difícil pasarla.



(Traducción Frank Báez) 

Derek Walcott. (Santa Lucia, 1930) Es uno de los poetas vivos de mayor importancia del planeta. Su obra ha sido traducida a un sinnúmero de lenguas. Poetas y artistas de diferentes culturas y ámbitos han saludo su trabajo y coinciden en el valor y la influencia de éste en la literatura mundial. Ha escrito más de cincuenta libros que incluyen los géneros de poesía, teatro y ensayo. Joseph Brodsky dijo que gracias a Walcott el idioma inglés existía. Robert Graves escribió que no conocía ningún poeta británico de origen que pudiese hacer con la lengua lo que Walcott consigue con su escritura. Seamus Heaney explicó que Walcott sabe demotizar la lengua, subvirtiéndola y enriqueciéndola hasta extremos inesperados con la introducción de giros provenientes del patois y dándole un colorido hasta entonces insólito. En 1988 obtiene la Queen's Medal for Poetry -el máximo galardón de la poesía anglófona- y con la publicación de Omeros en 1990 consigue al año siguiente el premio W. H. Smith. En 1992, obtiene el Premio Nobel.