30/9/09

Dominicanish (Josefina Báez, 2000)

Por Arturo Victoriano 


“Si nos atrevemos a salir, nos suicidamos” le advierte el poeta a su amante, pues bien, les propongo que salgamos de nuestra concepción tradicional de lo que somos en tanto miembros de una comunidad nacional y nos suicidemos, porque estamos “frente a otro tiempo del que no podemos salir hacia atrás”. Y ustedes se preguntarán ¿Por qué si vine a hablar sobre Josefina Báez y su obra empiezo citando a René del Risco Bermúdez?. Por lo siguiente: si René es quien narra el Santo Domingo que entra a la modernidad (aquí sigo a Miguel D. Mena en su importante ensayo Una fiesta para no perderlo todo: René del Risco, lo dominicano, la modernidad), Josefina Báez es la que nos va a acercar a esa otra ciudad dominicana: Nueva York. Y ambos se enfrentan a las ciudades que los envuelven desde la experiencia individual, ya que no hay en ninguno la vocación de voceros. Pero como sabemos, al ser pasada la experiencia por el tamiz de la creatividad artística y expresada en lenguaje poético, narrativo y performativo se convierte en un prisma a través del cual se pueden ver también atisbos de situaciones colectivas particulares. 


Josefina Báez (La Romana, 1960), es actriz, gurú, poeta y escritora; radicada desde 1971 en Nueva York, desde allí nos mira y se mira; y es producto de esta observación aguda y constante que surge Dominicanish. El libro/pieza de arte vivo (performance) se compone de textos escritos entre 1990 y 1999 y que reflejan no sólo el tránsito de una isla a la otra sino también la experiencia de crecer y vivir entre dos culturas. Si tuviésemos que reducir la tesis del libro (aquí debo aclarar que mi trabajo, aunque toca el aspecto performance, se apoya principalmente en el texto impreso) a una pregunta sería la siguiente: ¿Cómo se construye una dominicanidad extra-trans-para insular? Dominicanish apela a dos islas, Manhattan y Santo Domingo, pero allá también los pantis se tienden en el baño. Entonces se podrían hacer múltiples lecturas, de hecho la autora, ha manifestado que el principio que guía la representación de la obra (y también su lectura) es la no linealidad, con cada versión el texto se reorganiza. Por ejemplo, colegas como Alicia Arrizón y Larry La Fountain enmarcan Dominicanish dentro de la teoría queer.

Mi acercamiento va por dos vertientes un tanto diferentes: Dominicanish como texto principalmente transgresor (que cuestiona casi todas las categorías de la dominicanidad: sexuales, de género, de raza, de clase y principalmente de lengua) y como texto poético que “deambula” por la ciudad de Nueva York (Michel de Certeau). Y, claro está, no se puede dejar de lado la gran carga autobiográfica que exuda el texto y mucho más aún la representación del mismo. La mayoría de los críticos que se han enfrentado al libro/performance han tendido a compararlo con la producción niuyorican, principalmente con Puerto Rican Obituary de Pedro Pietri. Pero mi acercamiento intenta entender Dominicanish más allá de esta comparación, que si bien es rica y cierta, deja de lado otros aspectos que considero mucho más importantes. Críticos como Juan Flores llegan a insinuar que sin poesía niuyorican no existiría Dominicanish y esto me parece injusto.

Vayamos al libro. Desde los créditos, se le advierte al lector que está frente a un “Performance Text”, el libro mismo (como objeto) es un performance: la figura de JB en la esquina derecha se mueve al pasar las páginas como en un cinematógrafo.


Como todo texto autobiográfico (y también de la tradición del bildungsroman), el origen se sitúa en la infancia: “A los tres años ¡que hablaba inglés, ¡American Bel!”, estamos frente una infancia marcada por el uso de dos lenguas. Así mismo, las palabras de presentación del texto son también eclécticas y bilingües: In inglis, Pikin epanis. En los textos están presentes la filosofía y narrativas indias (Advaita Vedanta y El Panchatantra), el jazz (Billie Holiday), el soul (Isley Brothers) y la dominicanidad cotidiana: “aquí también los pantis se tienden en el baño”. A través de este mantra, la autora no sólo indica una experiencia femenina determinada sino también la transposición de prácticas culturales de un espacio a otro. Báez afirma que al pensar el texto, ella se concentró en qué cosas de su niñez en La Romana ella retenía donde quiera que se encontraba, y una de ellas, la principal, es tender los pantis en el baño. Pero si bien esta práctica dominicana se traslada de una isla a otra, la voz poética afirma su identidad de manera rotunda y transgresora: “Yo soy una Dominican York”.

Claudio Mir (director) resalta la condición rayana de JB: “Es como si Josefina estuviera suspendida en un lugar no definido. En un lugar que le permite transportarse rápidamente entre puntos distantes”. Al mismo tiempo cada lector-espectador tiene que traer SUS propias experiencias al entrar en contacto con el universo que propone Dominicanish, esto hace que cada lectura del texto cambie no sólo el texto mismo sino la percepción que sobre los Dominican York se podría tener.

Al entrar al libro nos encontramos con el frontispicio. El frontispicio es la cara principal de un edificio, pero también es la página de un libro anterior a la portada, generalmente con el título del libro o un grabado. Entonces estamos frente a una metáfora doble: arquitectónica y libresca. Usemos la metáfora arquitectónica ¿cuál sería el edificio al que estamos entrando? ¿Estamos entrando al edificio de la diáspora o a un piso del edificio dominicano? José Luis González excluyó a la diáspora del “país de cuatro pisos”, su magnífico análisis de la identidad puertorriqueña; Báez a través de su trabajo incluye a ésta en el edificio dominicano (siguiendo a González, el país dominicano iría más o menos así: primer piso, destruido rápidamente, los taínos, segundo piso: los africanos y los españoles (la colonia), tercer piso: los mulatos criollos, cuarto piso: la diáspora). La metáfora del edificio es sumamente importante en el trabajo de Báez, su nueva producción tiene lugar en un edificio “sublime” donde habita La Kay (Quisqueya Amada Taína Anaísa Altagracia), así como otros personajes (Pura, el cuerillín, Dora la convertía que cose cortinas, etc). La Kay es una YorkDominicanYork, nacida en NYC, con varias estancias de diferente duración en “DR” (en inglés) y de vuelta a Nueba Yol.

Al enfrentarse a Dominicanish lo primero que asalta a cualquier lector es un sentimiento de incomodidad por lo heterogéneo del texto; pero en el caso del lector dominicano el sentimiento es más cercano a lo que Freud ha denominado lo uncanny (ha sido traducido en español como “lo ominoso” pero esto trae a la mente lo lúgubre, lo maldito y no me parece una traducción aceptable). En la teoría freudiana lo uncanny es aquello que es familiar pero que ha sido reprimido y que, al retornar, crea este sentimiento de extrañeza, lo uncanny es, al mismo tiempo, familiar y extraño, conocido y temido, aceptado y repelido. Recordemos que rayano tiene las siguientes acepciones: “1. Que confina o linda con algo; 2. Que está en la raya que divide dos territorios., y 3. Cercano, con semejanza que se aproxima a igualdad”.

Dominicanish es familiar y extraño; pero sobre todo es un texto transgresor: transgrede barreras lingüísticas, sexuales, de género y de nacionalidades.

En cuanto al bilingüismo, que es la característica principal del texto, lo primero que destaca Báez es el carácter performativo: “Gosh to pronounce one little phrase one must become another person with the mouth all twisted. Yo no voy a poner la boca así como un guante”. Al cambiar de lengua, el inmigrante debe transformarse en otra persona, usar otra máscara. Esta posibilidad rompe con la unicidad propuesta por el discurso tradicional que ve en la lengua la esencia de la patria (Pedro Henríquez Ureña, Manuel Núñez, Peña Batlle, Balaguer). Así en el universo dominicanyork se puede ser dominicana sin estar anclada a una sola lengua, a una sola manera de decir, de sentir el mundo, pero esta dominicana será diferente a aquellos que están sumergidos en el universo monolingüe, sin importar el espacio físico en que se encuentren (piénsese por ejemplo en los cientos de dominicanos que viven en ciertos enclaves étnicos en Estados Unidos sin nunca aprender inglés). El poeta niuyorican Pedro Pietri, con quien el trabajo de Báez es comparado muchas veces, en su poema “Tata” de Puerto Rican Obituary: Mi abuela/has been/in this dept. store/called america/for the past twenty-five years./She’s eighty-five years old/and does not speak a word of english/That is intelligence”. Compárese esto con el “boche” que le da Johnny Pacheco en 1972 a un miembro de la audiencia en “Our Latin Thing” (el documental sobre La Fania): “Aquí hablamos inglés, no seas bruto!”. Báez va más allá, el inglés y el español son parte de su personalidad y de su persona, ambos estrictamente correctos, ambos juguetes de su imaginación.

Esta dominicanidad diásporica tiene como lugar esencial Washington Heights. Este barrio dominicano es a la vez un monumento viviente a una determinada imagen de la cultura dominicana y una comunidad autosuficiente en la cual se puede ir de la cuna a la tumba “en dominicano” sin nunca pasar por el GO norteamericano y la mayoría de las veces sin cobrar los $200. A lo largo del libro (edificio) de Báez están diseminados fragmentos de lo que considero la pieza central: “Washington Heights List”. Leeré un fragmento al final, si tenemos tiempo.

La voz narrativa está totalmente inmersa en la cultura popular estadounidense que la rodea: “But first of all baseball has been very very very good to me”. “My teachers the Isley Brothers”. Sin embargo, la cultura popular dominicana está en el pasado, una isla a la cual se puede retornar: “how I used to die to sing like Fausto Rey/but past is not present/el presente is a gift”. Lo mismo sucede con las nociones de “aquí” y “allá”: “There is La Romana/Here is 107th street ok”, más adelante lo remacha: “Back home home is 107 ok/Full fridge, full of morisoñando con minute maid” (31). El aquí (casa) está signado por la abundancia de bienes materiales (la nevera llena) y la mezcla de elementos estadounidenses y dominicanos (morisoñando con Minute Maid). Al emigrar lo primero que se extraña es la culinaria. Una vez establecidos, los migrantes comienzan a importar el país de origen, un plátano a la vez. El trasiego de los llamados “productos nostálgicos” si bien empieza simultáneamente con la experiencia diaspórica no hace más que incrementarse. Según el estudio “Tasting Identity Trends in Migrant Demand for Home Country Goods” realizado por Interamerican Dialogue en Noviembre del 2008, el 97% de los dominicanos residentes en USA compra productos hechos en RD y el gasto promedio de cada dominicano residente en USA en “productos nostálgicos” (dulces, ron, leche de coco, refresco Country Club, etc) es de US$793.00 anuales. Ya Josefina no tiene que hacer su morisoñando con Minute Maid.

Pero una cosa es adaptar el paladar y otra la lengua. A través de la cultura popular la autora adquiere competencia lingüística: “I ain’t no bilingual nerd. I’m just immersed in/the poetry of the senses. Poetry that/leads to act of love”. “Mister Juarez, My ESL teacher and later Mrs/ Kisinsky, my monolingual teacher were/amazed, ‘cause I had the vocabulary found/in wet tongues and hookie party goers…” Hasta la sexualidad es vivida a través del lenguaje dominicanyork: en un juego de palabras, que ha sido pasado por alto por todos los críticos que se han acercado al texto, la autora resalta su asombro ante la maravilla del acto sexual: “ING the sweetest of actions/Boy girl loves you she did she does she will”. Los dominicanos recordamos el juego de chi: Chi yo, chi si, chi te, chi qui, chi ero

Báez también remite al lector al tópico de la diáspora como exilio; citando al Panchatantra, la voz narrativa sostiene: “It is said that the poor, the sick, the dreamers/and the fools always go into exile,/Poor, sick, dreamers and fools exile.” El crítico Silvio Torres-Saillant se ha referido varias veces a la diáspora dominicana como producto de una expulsión política y económica. Santo Domingo y Nueva York, destino principal de las masas dominicanas expulsadas, se vinculan, también, a través de la brutalidad policial y el himno nacional: “City glorifying the finest brutality in blue/City nuestro canto con viva emoción/City a la guerra a morir se lanzó”; a fin de contrarrestar la violencia la voz poética recurre una vez más a la cultura popular, pero esta vez la referencia proviene de New York y su creación principal en el campo musical, la salsa: “Suerte que la 107 se arrulla con Pacheco/Pacheco tumbao añejo/Pacheco flauta Pacheco su nuevo tumbao el/maestro el artista Tremendo Caché/compartido en cruz/Juntos de nuevo como al detalle Tres de Café y/dos de azucar Con el swing del tumbao y/Reculando como Ciguapa”.

Así pues, frente a la propuesta de la dominicanidad tradicional (catolicismo, hispanismo, antihaitianismo), frente al español como marca de identidad única, la identidad diaspórica propuesta por Báez está compuesta de múltiples agregados (lingüísticos, étnicos, culturales, sociológicos) que se concentran en una sola persona: “Me chulié en el hall/metí mano en el rufo/Craqueo chicle como Shameka Brown/Hablo como Boricua/y me peino como Morena”. Boricua y afro-americana se mezclan en la persona de la dominicanyork. El español, el inglés y el spanglish comparten un mismo espacio lingüístico sin que haya uno por encima del otro. Como parte de esa identidad diaspórica que enfrenta al discurso tradicional dominicano (mediante el spanglish y el “hablar como boricua y peinarse como morena”) están las acciones que desafían, por un lado, a la misma comunidad diaspórica que lleva consigo los comportamientos adquiridos en la República Dominicana (podríamos llamarle la “old skool” de la diáspora): “Jangueo con el pájaro del barrio/Me junto con la muchacha que salió preñá/Salgo con mi ex/Hablo con el muchacho que estaba preso/.” Por el otro lado se desafía también a la sociedad norteamericana: “Garabatié paredes y trenes/City/I pulled the emergency cord” (43). Finalmente, la voz poética asume las transformaciones propias de la experiencia migratoria: “Now I’m another person/Mouth twisted/Guiri guiri on dreams/Guiri Guiri business/Even laughing/Laughing in Dominicanish/There’s no guarantee” .

En la diáspora no hay continuidad en los parques, lo que hay es continuidad de las costumbres: “Although zip coded batey/Water Con Edison galore/Aquí también los pantis se tienden/en el baño”.

Gracias, Thank You, Merci.



Nota. Esta conferencia fue pronunciada el 3 de septiembre del 2009, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, frente a un público de estudiantes y profesores del Departamento de Lenguas y Literatura. La conferencia fue posible gracias al apoyo del Decanato de Humanidades a través del Decano, David Álvarez Martín y contó con el apoyo de la Lic. Lilia Ramos, Directora del Departamento de Lenguas y Literatura y del Lic. Newcombe Sosa, Encargado del Programa de Español como Segunda Lengua.



Arturo Victoriano Martínez  (República Dominicana, 1969), Estudió Derecho en la Universidad Católica Santo Domingo. Desempeñó varias funciones en el Consejo Presidencial de Cultura de 1997 al 2000, donde publicó, conjuntamente con el Dr. Luis O. Brea Franco el Informe sobre el Diagnóstico del Sector Cultural: Compendio de Legislación Cultural Dominicana (1998). Es también traductor del libro La lucha por la democracia política en República Dominicana (Jonathan Hartlyn, Ramón A. Victoriano-Martínez), publicado por la Fundación Global Democracia y Desarrollo en el año 2008. Desde el año 2001 reside en Mississauga, Ontario y obtuvo su Maestría en la Universidad de Toronto en el área de Literatura Hispanoamericana en el 2006. Actualmente está finalizando sus estudios de doctorado en la misma universidad y su investigación gira alrededor de la pregunta sobre la identidad dominicana, a partir de la figura del rayano, apoyándose en una lectura crítica de los siguientes textos: El Masacre se pasa a pie (Freddy Prestol Castillo); The Farming of Bones (Edwige Danticat); Dominicanish (Josefina Báez) y The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (Junot Díaz).