23/10/06

El escultor de verbos: Raymond Carver


Por León Félix Batista

Raymond Carver murió en 1988. El pasado mayo 25 del 2006 cumpliría 68 años
de existencia singular en esta tierra.
Su vida personal, de leyenda, incluye una infancia complicada y miserable y una
exitosa recuperación del alcoholismo, para entonces convertirse en escritor con
fama en vida. Fue un soplo que se prolongó por apenas cinco décadas, cuando
un cáncer de pulmón se mudó hasta su cerebro y dejó de respirar un 2 de agosto
en los brazos de su dama, la poeta Tess Gallagher.
Es considerado el cuentista de mayor influencia en Norteamérica después de
Hemingway (un después no de lugar sino de tiempo), a quien admiraba tanto
como a Chejov, Tolstoi e Isaac Babel. Pero, además, fue un poeta de potencia
caudalosa. Alguna vez dijo que la poesía era el mejor vehículo para expresar sus
sentimientos, una expresión que consideraba aún más esencial que su trabajo
en prosa. Sin embargo, unas declaraciones de estos días de su viuda y albacea,
Tess Gallagher, y su editor Gordon Lish (un poco repartiéndose el cadáver o el
pastel) han sacado a relucir un pozo turbio: dice Lish que Carver escribía un
material en bruto que aquél pulía hasta hacerlo brillar como la joya que
conocemos hoy. Historia a historia, según el editor, la narrativa carveriana perdía
ímpetu por el sentimentalismo de un hombre que vertía en el papel su real
mundología. Que, donde Carver colocaba aflicciones, nostalgias, remembranzas,
él cortaba, modificaba puntos de vista, para lograr un tono distanciado y
sugerente –que son, precisamente, las cualidades más celebradas del estilo
carveriano. Tess ha dicho, por su lado, que el relato “Catedral” (que cuenta la
impresión de un marido que ve llegar a su cónyuge acompañada de un
invidente) no sería de Ray sino en cierto modo suyo. También alguna vez,
sugiere, ante las dificultades para llegar al fin de un cuento, ella tuvo que mediar.
Visto esto, incluso muerto Raymond es un perdedor.
La paradoja es la siguiente: si el universo simbólico desesperante tiene igual
dimensión en su poesía, si en ambas expresiones aparecen esa vida en los
márgenes, los tonos distanciados, las elipsis, los ambientes grises ¿por qué no
han dicho Lish ni Gallagher que intervenían su poesía? Uno, como lector (y, en
mi caso, además su traductor), no queda convencido de que ese proceder
desnudo, de abordaje a la cruda realidad, haya sido permeado por otras manos.
Es notable que priman, en sus versos, el cinismo, la ironía y el examen
despiadado del yo, “siempre utilizando unas estrategias literarias de apariencia
elemental, pero que potencian una visión despojada, donde las personas, las
cosas, las sensaciones, quedan en suspenso, sugeridas, levemente apuntadas,
aunque se graben permanentemente en la sensibilidad de los lectores” (de la
contratapa de un libro suyo). Esta orientación minimalista recibe con frecuencia
el apelativo crítico de “realismo pesimista”: escepticismo y resentimiento son
estados explosivos reflejados a través de personajes perdedores
(desempleados, divorciados, alcohólicos, su padre) y situaciones vulgares. Lo
mismo que en sus cuentos. La sensación de desamparo que contagia es
idéntica.
La temática, en fin, de toda su obra es inseparable de su biografía. Como un niño
crecido en las entrañas de una familia de clase trabajadora, en la época de la
Gran Depresión, reunía en su persona todos los ingredientes explosivos de una
vida miserable: su padre, alcohólico, murió a los 53; su madre soportó en la
propia carne la violencia doméstica. Hogar amargo hogar.
La empatía que el futuro escultor de cuentos y poemas (carver significa tallista,
escultor) desarrollaría por “los de abajo” (a quienes se refería como my people)
se vertía constantemente en su escritura. Al igual que Chejov, con quien tanto se
le vincula, Raymond conoció íntimamente las vidas marginales, de las que
extrajo casi todas sus historias. Evidentemente, esta conexión con el escritor
ruso, considerado padre del relato en corto, implica la insinuación de que el estilo
carveriano, directo, sin adornos, significaría una vuelta a los orígenes, donde las
experiencias del narrador fueran la cantera de todas las historias y las
disgresiones no tenían gran cabida. Lo cierto es que ambos se presentan muy
realistas y escépticos ante la sociedad en que nacieron. La distancia, empero,
entre los dos estilos, es el humor: en Chejov mordaz y fino; en Carver casi
ausente, cuando presente, negro.
Y es que él mismo fue su materia literaria. Raymond había nacido en Oregón,
pero creció en Washington con los apodos de Junior, Sapo y Doc. A pesar de no
ser parte de una minoría social, el sueño americano de sus noches fue
pesadillezco. A los 16 años ya había contraído matrimonio y, como derivado del
fracaso de esta relación, “contrajo” el alcoholismo. Para poner un ejemplo del
nivel de su adicción, entre el 1976 y el 77 fue hospitalizado cuatro veces a causa
de ella.
Cuando empezó a escribir y publicar, se le vio como un outsider de las letras, un
duro. Pero, al contrario de otros reconocidos malditos como Henry Miller, Charles
Bukowski o William Burroughs (sus parientes literarios), Carver todo el tiempo
aspiró a cambiar de vida, cosa que conseguiría al convivir con Gallagher,
responsable meritoria de su asombrosa recuperación. Una vez feliz, ironía de la
vida, Carver muere.
Mejor es terminar, para entenderle, citando sus propios juicios: “Es posible, en
un poema o en una historia corta, escribir sobre objetos vulgares utilizando un
lenguaje coloquial, y dotar a esos objetos (una silla, unas persianas, un tenedor,
una piedra, un anillo) con un inmenso, incluso asombroso, poder. Es posible
escribir una línea de un aparentemente inofensivo diálogo, y transmitir un
escalofrío a lo largo de la columna vertebral del lector (el origen del placer
artístico, como diría Nabokov). Esa es la clase de literatura que me interesa.”
Estos poemas que traduje proceden de diferentes libros a pesar de su tono
similar, lo que demuestra la compacidad de su escritura. Sus libros de relatos
son: What we talk about when we talk about love, ¿Quieres hacerme el favor de
callarte, por favor? (sus primeros cuentos), Tres rosas amarillas y Catedral,
publicados todos por la editorial barcelonesa Anagrama; en tanto, la madrileña
Visor imprimió los poemarios Bajo una luz marina (su primer libro, que incluye en
selección propia poemas de impresiones minoritarias anteriores) y Un sendero
nuevo a la cascada, ambos traducidos por Mariano Antolín Rato.


EN LAS TRINCHERAS CON ROBERT GRAVES
Los vientos latinos de Mayorca
todavía están remotos. Aquí cerca
metralletas atraviesan cada noche. De día
fuertes explosivos, alambradas, francotiradores...
Las ratas cavan madrigueras dentro y fuera
de los muertos. Los cadáveres son como camiones
que las ratas conducen más abajo
en el fango. Detrás de las líneas,
a ambos lados, oficiales y hombres hacen fila
para el último polvo. Excepto Graves, en todo caso.
Debe el halcón primero hacerse hombre, aguijón
para el sexo. Vivimos
en tiempos complicados.

EL ALCANCE
Él sabía que estaba
en problemas cuando,
a mitad
del poema
se descubrió a sí mismo
tomando
su Thesaurus
y luego
el Webster’s
en ese mismo orden.

REGRESO
Las vacas de George Mensch
han cubierto de plastas la sala de estar,
las ventanas se han caído
y el pórtico trasero
se ha derrumbado alrededor de la cocina:
Yo me muevo a través de cada cuarto inmundo
Igual que una pequeña financiera.

LA QUE SE BRONCEA, A SÍ MISMA
Una especie de ligera
insensibilidad;
la cabeza es un charco,
corazón y falanges
-todas las extremidadesarden
bajo tu roce
indiferente.

Ahora, antiguo sol,
esposo,
derrámate en mí,
sé áspero
conmigo, fortaléceme
en contra de aquel otro,
aquel bastardo.

POR FAVOR, ÉPICAS NO
Zhivago con un bigote fino,
Esposa e hijo. Sus ojos de poeta
Atestiguan todo tipo de sufrir,
Sus manos de doctor se mantienen ocupadas,
“Los muros de su tórax eran papel ligero”,
Dijo el camarada medio hermano General
Alec Guinness a Lara, a quien Zhivago ha amado
Y dejado embarazada.

Pero en ese momento
El grupo del bar topless
Próximo al teatro empieza a ejecutar.
El saxofón escala más arriba y más arriba,
Demandando la atención. Los tambores
Y los bajos también están presentes,
Pero es el saxofón elevándose y cayendo
Lo que habrá de drenar el esfuerzo
A resistir.

EL HOMBRE AFUERA
Siempre hubo el adentro y
el afuera. Adentro, mi mujer,
mi hijo e hijas, ríos
de conversación, libros, afecto
y gentileza.

Pero entonces una noche, más allá
de la ventana de mi cuarto alguien
–algo– respira, se desliza.
Yo desperté a mi esposa aterrorizado
Temblé en sus brazos hasta que amaneció.

¡Ese espacio más allá de la ventana
de mi cuarto! Las escasas flores que allí
germinan pisoteadas, las colillas
de cigarrillo Camel debajo de los pies:
no estoy imaginando cosas.

La noche siguiente y la siguiente vez
sucede, y despierto a mi mujer,
y de nuevo me consuela
y otra vez palpa mis piernas tensas
de miedo y me toma en un abrazo.

Pero entonces yo comienzo a demandar más
y más de mi mujer. Ella, avergonzada
marcha por la habitación,
yo guiándola como a una carretilla,
carreta y carretero.

Finalmente, esta noche, levemente la toqué
y ella saltó despierta, ansiosa y preparada.
Desnudos, las luces encendidas, nos sentamos
en el tocador y nos miramos francamente
al espejo. Detrás nuestro un par de labios,
el reflejo de un cigarrillo ardiendo.

FOTOGRAFIA DE MI PADRE A LOS VEINTIDÓS AÑOS DE EDAD
Octubre. En esta húmeda, inhóspita cocina
Estudio la cara de joven azorado de mi padre.
Sonrisa tímida, sujeta en una mano una cuerda
De percas espinosas y amarillas, en la otra
Una botella de cerveza Carlsbad.

En mezclilla y camisa de algodón, se apoya
Contra el guardafango de un Ford del ´34.
Le gustaba posar fuerte y vigoroso para la posteridad.
Llevar su viejo sombrero de tres picos sobre la oreja.
Toda su vida mi padre quiso ser osado.

Pero sus ojos y las manos que laciamente
Ofrecen la cuerda de percas muertas
Y la botella de cerveza, lo delatan.
Te amo, padre, aunque ¿cómo te puedo agradecer,
Yo que tampoco dejo de empinar el codo,
Y ni siquiera sé dónde pescar?

BEBIENDO Y MANEJANDO
Es agosto y no he leído
Un libro en seis meses
Excepto algo llamado La Retirada de Moscú
De Caulaincourt.
No obstante, estoy feliz
Viajando en coche con mi hermano
Y bebiendo de una pinta de Old Crow.
No tenemos sitio en mente donde ir,
Simplemente manejamos.
Si cerrara mis ojos un minuto
Me perdería, aún podría
Acostarme alegremente y dormirme para siempre
Junto a esta carretera
Me comenta mi hermano:
Cuando menos lo pensemos algo grande va a pasar.

TU PERRO MUERE
Arrollado por una furgoneta.
Lo encuentras al costado de la calle
Y lo sepultas.
Te sientes mal por ello.
Te sientes mal personalmente,
Pero te sientes mal por tu hija
Porque era su mascota
Y lo quería bastante.
Ella le canturreaba
Y le dejaba dormir en su lecho.
Tú escribiste un poema acerca de él.
Lo llamaste “un poema a tu niñita,
Sobre el perro atropellado por una furgoneta”
Y de cómo lo cogiste,
Lo llevaste hasta los bosques
Y enterraste hondo, hondo,
Y aquel poema se volvió tan bueno
Que casi estás contento de que el perro
Hubiera muerto, de lo contrario nunca
Habrías escrito aquel buen texto.
Entonces te sentaste a escribir
Un poema acerca de escribir un poema,
Acerca de la muerte de ese perro,
Pero mientras escribes escuchas
Que una voz de mujer grita tu nombre,
Tu primer nombre,
Ambas sílabas,
Y tu corazón se para.
Después de un rato continúas escribiendo.
Ella grita otra vez.
Te preguntas cuánto tiempo durará.

VOLANDO SOBRE LA JUNGLA
“Sólo tengo dos manos,”
le dijo la azafata,
bellísima. Sin mirarlo
continuó zigzagueando
entre las filas
sosteniendo la bandeja.

Él piensa
Que ésta es otra mujer
Que se aleja de su vida
Para siempre.
Observa a través de la ventanilla
Ve luces que titilan en la noche
Imagina una aldea en la jungla.

A este hombre le han sucedido
tantas y extrañas cosas en la vida
que no se sorprende cuando ella
regresa y se acomoda en un asiento
del otro lado del pasillo
lo mira y le pregunta:
“¿Bajas en Río o en Buenos Aires?”

Una vez más esta mujer
Expone la belleza en ambas manos,
Los pesados anillos de plata
Que sostienen sus dedos; la gruesa
Pulsera de oro que rodea su muñeca.

Están volando sobre Mato Grosso
Que está cubierto por espesa bruma.
Es muy tarde:
Él continúa considerando
La plasticidad de esas manos,
Admira los dedos inquietos.

Han pasado varios meses.
Es difícil y complejo recordar
Esos momentos.

León Felix Batista. (Santo Domingo, 1964)  Ha publicado: El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997) y Vicio (1999), todos reunidos en Se borra si es leído -Poesía 1989/1999- (2000), que también incluye un libro de traducciones: Los rombos de la red. Vicio fue publicado en Argentina por editorial Tsé-Tsé con el título de Crónico (2000). Con su libro inédito Torsos Tórridos, obtuvo una mención especial en el Concurso de Poesía Diario de Poesía/Vox 2000.