5/9/11

Diana Garza Islas (Presencias reales: la poesía mexicana actual)



Revista Ping Pong: ¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación: recitales, revistas, premios…?
Diana Garza Islas - Primero un monstruito siouxie en una gaceta a los dieciséis. Después una serie de amorfidades pseudo-zen en una revista virtual y empecé a subir textos a un blog. Desde entonces esporádicamente algunas cosas con distintos pseudónimos en revistas de papel; este año apenas con mi nombre. Casi no he leído en público, siento que si sólo se escucha y no se ve al poema, no se percibe, veo también que a veces las lecturas son eventos para hacer presencia y prefiero no. Sobre los premios, algo que aunado a traumas previos infantiles en torno a la tinta verde y al ¿esto que dice mamá? esto no se puede decir, me llevó a desdeñar la vida social del escritor. Tenía diecinueve y alguien llegó a dar un taller; aunque descreía de esas cosas fui, me asediaban mis papeles. Primera sesión, un cuarto de hora por qué debíamos usar plumas de tinta roja de una marca específica, segunda sesión, media hora por qué escribir en cuadernos a cuadros te convierte automático en escritor profesional… a la quinta, el señor me confiesa que será jurado en el concurso de literatura de la universidad, me ofrece escribir una serie de haikus (que puliríamos en su casa) para darme el premio y dividírnoslo. Esto, sumando otras cosas que ya había visto o sabía o suponía, se me acuñó exacerbado. No lo miré con cara de nada pero corrí a responderle (a él, aunque era un pretexto) una carta larguísima donde acusaba la farsa del mundo artistil, su desmoralización, su idiotez egomaníaca y afán de lucro; concluí suscribiendo un desprecio deforme por todo lo que rodea al arte y mi convicción por apartarme de lo social, los talleres, las publicaciones, las lecturas, los encuentros y etcéteras.

Años después supe que el tallerista murió con las piernas amputadas por no poder pagarse un tratamiento. Fantaseé que el dinero del concurso lo podría haber necesitado desde entonces para ahorrarse la amputación y me hizo clic algo sobre despolarizar… aunque nunca hubiera aceptado escribir algo ajeno a mí ni a ser cómplice de fraude en un concurso por las piernas de ninguno, sí comprendí tal vez, y siguiendo la lógica de mi fantasía, su pedírmelo. Como sea, mi desprecio siguió siendo mayúsculo hasta hace dos años que, luego de una crisis estética y del redondeo de unos asuntos arquetipales, intuí medio insaludable tanta hurañidad. Entonces (pienso ahora) en un intento de resarción con paralelismo simbólico, metí Fin de cita a un concurso sin retribución económica; no gané, pero decidieron publicarlo. Ese mismo año me dieron una beca por Naugrafios y empecé a considerar que el mundillo podría tener sus oasis, de pronto. Creo que estos dos libros, no por su cierta circunstancia social, sino por su propio quid (que va sobre mis obsesiones por la palabra y el silencio) me fueron una suerte de exorcismo, algo como una impronta pro mi des-ogrización de lo que va alrededor del crear y los demás escritores o al menos de pronto siento que ya no me siento tan así.

Revista Ping Pong: ¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de la actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la realidad de la actual creación? 
Diana Garza Islas -Un holograma. Y sí se atiene ─es justo lo de hoy, esa hondura heterogénea que proyecta un cuerpo inexistente. Pasa con muchos fenómenos: ostentan su antifaz de lo diverso por contigüidad fonética a la diversión, placebo para el tedio-asombro del se sigue haciendo casi lo mismo. Aunque sí muchas cosas me fascinan hologramáticas aún y las que desconozco, más.

Revista Ping Pong: ¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la poesía dominicana y/o caribeña? 
Diana Garza Islas - Algunos países ni figuran en mi mapa. No sé si conozco algo de Antigua y Barbuda o Trinidad y Tobago, por ejemplo. Y aunque muchos de los caribeños no son hispanohablantes y sus libros nos llegan a este país escasamente, no es por eso la laguna; si tuviera curiosidad suficiente de conocer la poesía de San Cristóbal y Nieves internet bastaría para empezar. Es la inercia por ignorar a las islas o decepción de ver cómo la poesía insular (no sólo geográficamente) nos llega muchas veces en antologías que privilegian lo exótico-étnico sobre cualidades literarias netas, excluyendo a los que yo imagino que existen pero no aparecen en estas curadurías porque en su literatura no dan cuenta de lo que su país es, porque no tienen ese grado de folclor que los vuelve interesantes al mercado del arte. Y absurdo que aún los que sabemos de estas dinámicas nos decepcionamos un poco ante obras de países recónditos que se parecen demasiado a las del resto del mundo, contribuyendo en perpetuar exotismos falsificados con tal de que nuestras historiografías y mapas sigan teniendo sentido. Yo desearía que no sea así.

Revista Ping Pong: ¿Consideras que hay algún blog interesante y con repercusión y/o trascendencia en el tejido poético mexicano?
Diana Garza Islas - Muchos. Trascendentes o inmanentistas no sé. A veces mero furor promocional o semidiarístico que no cuestiona demasiado la relevancia de lo subido, pero entonces decimos ah la inmediatez del soporte virtual y minimizamos el asunto velozmente con la idea de que ya nos actualizamos. La red es un poco así.

Revista Ping Pong: ¿Cuál es la relación que mantienes con Octavio Paz? ¿Sigue siendo el gran enemigo como se lee en los Detectives Salvajes de Bolaño?
Diana Garza Islas - Con Octavio mantengo muy buena relación, bebemos té en mi jardín con frecuencia. Platicando una vez del complejo de Cronos nacional llegamos a la conclusión de que se han hecho ya las paces con el abuelo. Pero como pasa a la hora de la herencia, ahora múltiples hombres (hasta tres en cada provincia) reclaman ser sus nietos legítimos, edifican clubes que les provean lo suficiente para la cirugía de azuleamiento ocular que hará más verosímil el parentesco y… un tanto triste la situación, aunque nos da para más de una anécdota divertida entre taza y taza. Y sí, el señor Bolaño se unió una vez a nuestra tertulia, finísima persona.

Revista Ping Pong: ¿Qué relación mantienes con el resto de la poesía hispanoamericana?.
Diana Garza Islas - Creo que de unión libre. Hay obras y nombres que releo y me han dado cierto placer o angustia. Siempre regresa la vieja guardia de la Vanguardia y algunos de la Post. Lo que sí me frustra es no poder llegar a tantos baúles suicidas como quisiera. Vuelvo también sobre las coplas populares y métricas clásicas cada tanto.

Revista Ping Pong: ¿Y con la poesía en otras lenguas? 
Diana Garza Islas -Es una relación relación infiel, sé pocos idiomas… pero me fascina leer en lenguas que no entiendo, eso me vuelve al poema doblemente infinito.

Revista Ping Pong: ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios
a los que miras en tu poética? 
Diana Garza Islas - No he visto si miro a alguien cuando escribo, a veces escucho la voz de una antigua amiga imaginaria. Me gustan las enciclopedias, los diccionarios especializados, los libros infantiles tal vez mi referente literario favorito sean las caricaturas, pero creo que más allá de lo escrito clisé dos puntos las grietas, los andamios, las nubes (aunque no sean nubes ni tengan forma de dragón) y todo, es literatura y me refiere.

Revista Ping Pong: ¿Qué consejo le darías al lector dominicano para acceder a buena poesía
Diana Garza Islas -Encomendarse al serendipity.

POEMAS DE DIANA GARZA ISLAS

licores vítreos
un día eran horda blanca, azul me sucitaran no en el entrepié o sordo urular de connefluvio denominado aluminio, y no en torpor de ─mirlo, dice aquí.

míralo: si ruiseñor sí, alondra ruiseñor.
y desalmendráse.

días después de si mi nombre fuera mío llegó así, untado de sandalias, oro lacio. y siempre exenta abre una voz donde encendimos ─no a los grillos, un embrión de grillo en una copa que quebré con una llave─

o de una caja brota luz:

hay un jardín en el jardín.

y de respirar para omitir un aerolito, cogió lodo. cogió agua de uvas y de vid y lo vi en imperativo, no llovía: tres hombres en pijama arden el estanque. se llamaba Alondo, se llamaba Zacarya, se llamaba Harlodt, y no querían lunas en la cara y no querían licor de menta y no querían haikus ─si yo dibujara algas en mis muslos por dar piernas al poema esto se leería elefante o líquen o ave a cuatro cajas o toros muertos en aldaba atroz

pero era tarde ya. y eran niveles de agua marcados en piedra con pinceles de fosfeno. eran color simetrizando eras. o una garza en la costra del estanque que me mira y sé que soy la puerta del mamut, tampoco ámbar.

siempre exenta, siempre ruitilante.

(y la caja era una caja de cerillos
sol magenta)
y nubes no en países o cerebros camuflando
cajas de cerillos.


~
[hay un ruido rojo. hay un ruido rojo, decididamente. cyan magenta es cianuro de tus manos. magenta yellow es imán bebí. y beber es cuenca y significa. y significa es mandíbula que cae.

pero esto es un anzuelo. pero esto no es el fin del mundo.]


~
y si escribir era jaguar adentro la escalera un niño cantan cajas verdes al oído del soldado desde el lodo: tengo sed. tengo sed y muerde el lóbulo. un cocodrilo ríe, sí, pero nadie que dijera es tu medalla o fruta o fruta la medalla al sol.

[lícores vítreos, dije sí]

y dije el crepúsculo y los kioscos. y dije en alud y en refrendar. y dije letras esculpidas en hielo a contrasombra, pero dije es animal infiel, duerme infinito.

y no es ojo de tigre ni jaula con bolsitas
y no ni leche de oro encadenada al oro
ni pedazo de ojo
ni pedazo de

y no es ojo de tigre o vendaval permeable
ni proa boreal que aureolas fluor licuarían
al reverso de alas verdes en las alas
─si fósforos así, y transminan lácteos:

yemas de algidizan en la lumbre de una i.


tronos para un traje invisible (pequeño emperador a tres vistas)

°
láctea, flavescente
lo que en mí no dilucida en laja aviar.
remanso simultáneo al sol abismo, fósil
lava en mi celeste, lacustre calendario
así mi mano
así mi ánima:

(oro no es mi cuerpo si alhóndiga una sal me dibuja hormiga
en mi cuerpo que no tuve)

rüido. rüido
rüido en mi ni casa de luz ni veloz: aquí es aquí.

y abrir la llave no se abre cuando lo que duerme es mirar
y la cáscara no duerme y otra vez soy rey:

silencio. silencio. ya no más
silencio. era una niña y su cabeza
imaginaria.

estalactita no, todos dicen
estalactita no ─y está lactando.

y la carne no me duele, es una esfera
una canción esperándome al otro lado de la noche
donde nadie

en mi voz, en miel de armas, donde nadie.

(si lo dices dos veces te derramas
llamarada vitral en hueco undeante
te derramas) velándote en otra
camella obscura
donde convergir sí es oro, y plasma y feto

oh densidad huerta.

°
eran horcas dibujadas en almelos
acariciar mi nombre, autófagos si sucedían
de nueve a nueve, círculos de atomillar en
cornisas flamboyantes.

si su voz fuera un centímetro lejana, existiría.
si distancia fuera una palabra me darían ¿doce

faisanes?
¿o cada fuego arborecer bifurca?

(a horcajadas, grité
olanes celestes la silueta del verano)

o sol es hay
y somos
y mirar por la ventana es

cerrar el vuelo en algo azul
redondo, alrededor:

espigas acampa.

y tañe no amarillo
o subreír, Uffizzi

si es decirte que es metálico arde en ecos y sucede en manzanares
que la estatua del jardín me habló y me dijo nuestros nombres
y me dijo Alalaila y me dijo

también que soy un pájaro
donde ficus recortados sobreseían la sombra

─sí

nadie ahogárame de huesos en los leones
nata gris en la doble resolana

donde llueve, y yo.

Panal
Quo, quo, scelesti ruitis

Era una danza maorí, el día que avispada me arrojé en fanal. Acolapsé un lago, dividí, lo viste. Y tal vez dije el lenguaje de los mudos sea mi única caricia, o dos palabras: aquí es aquí. (El lugar no era una espina huecos horadando ni humedad fragmento. Algo tampoco.) Decirlo cuarenta veces hasta convertirme en luz: bonsais de alas sucias, benjuí, microscopios-tejabanes ─Evacuen el museo. Ahí, yo escaleras, fijé latas, compramos cucharitas, falsa caoba donde almacenar suéteres de bebé en color rosa muy pálido.

(Cerramos los cilicios.)

Acá
yo y mi muslo somos un ciclo de gárgolas. Yo y mi aparato visual de enervaduras con chispitas. Yo y Ruiti en la calle del agua, citoplasmas de am en cascadas de leche posible cantándome cajas de miel

cuando no dudé si azul era azul─

[ Hoy
he dicho luz y sé
que hoy dije luz. ]

Y no sé. Tal vez he dicho vendaval de jaulas o he dicho ahora o he dicho balandrar─ o que abuelita es una azucarera a mitad de un mantel verdizo lila y esto es un planeta sin sillares, no lo olvides.

(Raíces mascabadas, dulcífagas, de vidrio.)
Cuando en tiempo real sólo es él diciendo esto es arriba, esto es abajo ¿cómo es? señalando un mililítro de amarillo, un centímetro de fluor, semillas de manzana evaporándose a tientas, mientras
soy un rey, mírame, mamá.

(Y su traje es invisible. Y un avión surca sus manos.)

─ Andromedea no, sí galaxias inversas que al día cedieran sangre de crayón a la pared líneas en zigzag:

esto es un barco, mamá.

Ahí
he visto ya despetalar de sus ojos asteroides, ningún árbol que atestigue
que un barco es un barco y un quinqué cuelga de un faisán

y es una alberca.
Que un enano grita a un árbol de limón: es peltre lo que culmina.
Que una mujer recuerda nunca fui tortuga nunca fui dragón nunca fui mujer.
Que un anfibio distingue la orilla.
Que un buitre golpea algo rojo.
Que un conejo palpita en la palma de una anaidómena enorme
y alguien deja caer la envoltura de un dulce en la fuente de piedra.

(Hay un juguete de hiedra.)

Hay una niña-armario su feto hervido in vitro bajo el ventanal a media gota de punto encedida.
Y la niña mira una rama y dice es mi llave.
Y la niña mira la llave y dice es mi espada.
Y un niño mira la espada y se queda callado y recuerda el sonido de hélices

las azufaifas son ciertas, pero ¿una araña es una araña o auscultar?

Y el rojo crece un lápiz diminuto escribiéndome otra vez en la nariz:

el perfume no me dicen

ni es castillos la velocidad
ni mis son ojos diez aeronaves casi púrpuras, doradas
ni es un círculo estallido, huella fruta espuma horizontal
siluetas verdes no, desvencijándose sutil en mi rostro sí lucífugo
ni (inserte usted su estrella aquí)

─fugaz

cajas de miel en su ataúd así dominan bailar mi apellido hacia allá: con simetría de líquido azul y pierna postiza en el pétalo que falta─

y que esto también es un barco, mamá.

Y frente a lo que en él se propaga a leguas o lenguas en fángano está Su nombre. Y su nombre significa armarse hasta los dientes. Y sólo en el hueco de la pared líquida, al reverso preciso de mis yemas a kilómetros hay una estrella de hueso. Y un cartílago de espejos mirándose a la sombra del río. Y una cara de nieve que es una─

pero eso fue hace mil ocho mil soles, y no me acuerdo.



Esto me dice una línea ondulada en la pared que dibujan en silencio sus tres años y astrolabios aúno:

─¿Entonces era aquí donde era Ella?
─Sí, mamá, aquí es aquí.

[Y la calle del agua
es coronada de alazanes. ]


Tengo un jardín en la palma de mi mano
adherida a un submarino extraterrestre

y la calle del agua es coronada de alazanes

entrecruce de moras recamando labios
azúcar y nieve mis ojos al espejo demolían

y la calle del agua es coronada de alazanes

gritan mediodía en un bosque infinito
así me mueren umbra sagital de aves magenta

y la calle del agua es coronada de alazanes

al jardín llueven destellos de marmota
manzanas-crinolina espabilando el disco que astilló
a la saga así neón de amuerden, abejas polizontes

ondulando
espléndidas

dos cabecitas de leche en sus trasuellos: fru frú: el silbar casi de un insecto fluorescente: amamantar: la máscara de mis manos a esta línea: ala intemperie, he vuelto, esto es así: picaduras de abeja en nuestros brazos que culminan cayéndosenos ya por el huacal de lo enlistado
: tan ámbar.



Y qué panal, decírselos.

Qué ataúd de miel, calles de agua tanto coronar y no decir qué sed, única palabra y caricia e imperativa porque sea ─sí, sé aún el conejito de vidrio cantando en barcos de algodón danzas maorí, danzas de lluvia o astros que eran astros cuando labios aún no ni los aunaba y eran vid ─emperativo:

soy un rey, mírame, mamá
lluéveme un barco, tengo sed
que mi traje es invisible y soy un rey
y nubes tú, mamá, que


lloverías.
(¿No ves? se la llevó el pájaro así, mira: ya no hay noche.)
Cúo cúo.

(Su esqueleto que a la ruta adecuaría

yo viéndolo ya
en sol o miéles.)

Diana Garza Islas (Santiago, NL, México, 1985) Ha armado algunos libros que destruye de manera intermitente, aunque ya en semi-existencia forman parte de un proyecto que denomina Astrolabia. Dos de los libros que se han concretado de este ciclo son Fin de cita, que este año se publicará y Naugrafios, por el que recibió una beca del Fondo para las Artes en Zacatecas. Algunos de sus textos recientes aparecen en las antologías Poesía joven de Nuevo León y Moebius. Actualmente sigue obsesionada con sus bitácoras de poesía, trabaja en su tesis de licenciatura (en la que según ella indaga en los arquetipos de la mística judía y de la teoría del lenguaje de la Cábala que advierte en la obra de Pizarnik) y en colaboración con su hijo de tres años escribe Verbigracia, proyecto que este año resultó beneficiado por el FONCA. Forma parte del Consejo editorial de Lenguaraz. Habita abeces en http://astrolabia.tumblr.com (y en http://eteronima.wordpress.com, antes).