Revista
Ping Pong: ¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación:
recitales, revistas, premios…?
Diana
Garza Islas - Primero un monstruito siouxie en una gaceta a los
dieciséis. Después una serie de amorfidades pseudo-zen en una
revista virtual y empecé a subir textos a un blog. Desde entonces
esporádicamente algunas cosas con distintos pseudónimos en revistas
de papel; este año apenas con mi nombre. Casi no he leído en
público, siento que si sólo se escucha y no se ve al poema, no se
percibe,
veo
también que a veces las lecturas son eventos para hacer
presencia
y prefiero no. Sobre los premios, algo que aunado a traumas previos
infantiles en torno a la tinta verde y al ¿esto
que dice mamá? ─esto
no se puede decir,
me llevó a desdeñar la vida
social
del escritor. Tenía diecinueve y alguien llegó a dar un taller;
aunque descreía de esas cosas fui, me asediaban mis papeles. Primera
sesión, un cuarto de hora por qué debíamos usar plumas de tinta
roja de una marca específica, segunda sesión, media hora por qué
escribir en cuadernos a cuadros te convierte automático en escritor
profesional… a la quinta, el señor me confiesa que será jurado en
el concurso de literatura de la universidad, me ofrece
escribir
una serie de haikus (que puliríamos en su casa) para darme el premio
y dividírnoslo. Esto, sumando otras cosas que ya había visto o
sabía o suponía, se me acuñó exacerbado. No lo miré con cara de
nada pero corrí a responderle (a él, aunque era un pretexto) una
carta larguísima donde acusaba la farsa del mundo artistil, su
desmoralización, su idiotez egomaníaca y afán de lucro; concluí
suscribiendo un desprecio deforme por todo lo que rodea al arte y mi
convicción por apartarme de lo
social,
los talleres, las publicaciones, las lecturas, los encuentros y
etcéteras.
Años
después supe que el tallerista murió con las piernas amputadas por
no poder pagarse un tratamiento. Fantaseé que el dinero del concurso
lo podría haber necesitado desde entonces para ahorrarse la
amputación y me hizo clic algo sobre despolarizar… aunque nunca
hubiera aceptado escribir algo ajeno a mí ni a ser cómplice de
fraude en un concurso por las piernas de ninguno, sí comprendí tal
vez, y siguiendo la lógica de mi fantasía, su pedírmelo. Como sea,
mi desprecio siguió siendo mayúsculo hasta hace dos años que,
luego de una crisis estética y del redondeo de unos asuntos
arquetipales, intuí medio insaludable tanta hurañidad. Entonces
(pienso ahora) en un intento de resarción con paralelismo simbólico,
metí Fin
de cita a
un concurso sin retribución económica; no gané, pero decidieron
publicarlo. Ese mismo año me dieron una beca por Naugrafios
y empecé a considerar que el mundillo
podría tener sus oasis, de pronto. Creo que estos dos libros, no por
su cierta circunstancia social,
sino por
su propio quid (que va sobre mis obsesiones por la palabra y el
silencio) me fueron una suerte de exorcismo, algo como una impronta
pro mi des-ogrización de lo que va alrededor del crear y los demás
escritores─
o al menos de pronto siento que ya no me siento tan
así.
Revista
Ping Pong: ¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de
la actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la
realidad de la actual creación?
Diana
Garza Islas -Un holograma. Y sí
se atiene ─es
justo lo de hoy,
esa hondura heterogénea que proyecta un cuerpo inexistente. Pasa con
muchos fenómenos: ostentan su antifaz de lo
diverso por contigüidad fonética a
la
diversión,
placebo para el tedio-asombro del se
sigue haciendo casi lo mismo. Aunque
sí muchas cosas me fascinan hologramáticas aún y las que
desconozco, más.
Revista
Ping Pong: ¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la
poesía dominicana y/o caribeña?
Diana
Garza Islas - Algunos países ni figuran en mi mapa. No sé si
conozco algo de Antigua y Barbuda o Trinidad y Tobago, por ejemplo. Y
aunque muchos de los caribeños no son hispanohablantes y sus libros
nos llegan a este país escasamente, no es por eso la laguna; si
tuviera curiosidad suficiente de conocer la poesía de San Cristóbal
y Nieves internet bastaría para empezar. Es la inercia por ignorar a
las islas o decepción de ver cómo la poesía insular
(no sólo geográficamente) nos llega muchas veces en antologías que
privilegian lo exótico-étnico sobre cualidades literarias netas,
excluyendo a los que ─yo
imagino que existen pero no aparecen en estas curadurías porque─
en su literatura no dan cuenta de lo
que su país es,
porque no tienen ese grado de folclor que los vuelve interesantes al
mercado del arte. Y absurdo que aún los que sabemos de estas
dinámicas nos decepcionamos un poco ante obras de países recónditos
que se parecen demasiado
a las del
resto del
mundo,
contribuyendo en perpetuar exotismos falsificados con tal de que
nuestras historiografías y mapas sigan teniendo sentido. Yo desearía
que no sea así.
Revista
Ping Pong: ¿Consideras que hay algún blog interesante y con
repercusión y/o trascendencia en el tejido poético mexicano?
Diana
Garza Islas - Muchos. Trascendentes o inmanentistas no sé. A veces
mero furor promocional o semidiarístico que no cuestiona demasiado
la relevancia de lo subido, pero entonces decimos ah
la inmediatez del soporte virtual
y minimizamos el asunto velozmente con la idea de que ya
nos actualizamos.
La red es un poco así.
Revista
Ping Pong: ¿Cuál es la relación que mantienes con Octavio Paz?
¿Sigue siendo el gran enemigo como se lee en los Detectives Salvajes
de Bolaño?
Diana
Garza Islas - Con Octavio mantengo muy buena relación, bebemos té
en mi jardín con frecuencia. Platicando una vez del complejo de
Cronos nacional llegamos a la conclusión de que se han hecho ya las
paces con el abuelo. Pero como pasa a la hora de la herencia, ahora
múltiples hombres (hasta
tres en cada provincia)
reclaman ser sus nietos legítimos, edifican clubes que les provean
lo suficiente para la cirugía de azuleamiento ocular que hará más
verosímil el parentesco y… un tanto triste la situación, aunque
nos da para más de una anécdota divertida entre taza y taza. Y sí,
el señor Bolaño se unió una vez a nuestra tertulia, finísima
persona.
Revista
Ping Pong: ¿Qué relación mantienes con el resto de la poesía hispanoamericana?.
Diana
Garza Islas - Creo que de unión
libre. Hay obras y nombres que releo y me han dado cierto placer o
angustia. Siempre regresa la vieja guardia de la Vanguardia y algunos
de la Post. Lo que sí me frustra es no poder llegar a tantos baúles
suicidas como quisiera. Vuelvo también sobre las coplas populares y
métricas clásicas cada tanto.
Revista
Ping Pong: ¿Y con la poesía en otras lenguas?
Diana
Garza Islas -Es una relación
relación infiel, sé pocos idiomas… pero me fascina leer en
lenguas que no entiendo, eso me vuelve al poema doblemente infinito.
Revista
Ping Pong: ¿Cuáles opinas que son los referentes
literarios
a
los que miras en tu poética?
Diana
Garza Islas - No
he visto si miro a alguien cuando escribo, a veces escucho la voz de
una antigua amiga imaginaria. Me
gustan las enciclopedias,
los diccionarios especializados, los libros infantiles─
tal vez mi referente literario favorito sean las caricaturas, pero
creo
que más allá de lo escrito ─clisé
dos puntos─
las grietas, los andamios, las nubes (aunque no sean nubes ni tengan
forma de dragón) y todo,
es
literatura y me refiere.
Revista Ping Pong: ¿Qué consejo le darías al lector dominicano para acceder a buena poesía
Diana
Garza Islas -Encomendarse al serendipity.
POEMAS
DE DIANA GARZA ISLAS
licores
vítreos
un
día eran horda blanca, azul me sucitaran no en el entrepié o sordo
urular de connefluvio denominado aluminio, y no en torpor de ─mirlo,
dice aquí.
míralo:
si ruiseñor sí, alondra ruiseñor.
y desalmendráse.
días
después de si mi
nombre fuera mío
llegó así, untado de sandalias, oro lacio. y siempre exenta
abre una voz donde
encendimos ─no
a los grillos, un embrión de grillo en una copa que quebré con una
llave─
o de una caja brota
luz:
hay
un jardín en el jardín.
y
de respirar para omitir un aerolito, cogió lodo. cogió agua de uvas
y de vid y lo vi en imperativo, no llovía: tres hombres en pijama
arden el estanque. se llamaba Alondo, se llamaba Zacarya, se llamaba
Harlodt, y no querían lunas en la cara y no querían licor de menta
y no querían haikus ─si
yo dibujara algas en mis muslos por dar piernas al poema esto se
leería elefante
o líquen
o ave a cuatro
cajas o toros
muertos en aldaba atroz─
pero
era tarde ya. y eran niveles de agua marcados en piedra con pinceles
de fosfeno. eran color simetrizando eras. o una garza en la costra
del estanque que me mira y sé que soy la puerta del mamut, tampoco
ámbar.
siempre
exenta, siempre ruitilante.
(y
la caja era una caja de cerillos
sol
magenta)
y
nubes no en países o cerebros camuflando
cajas
de cerillos.
~
[hay
un ruido rojo. hay
un ruido rojo, decididamente. cyan magenta es cianuro de tus manos.
magenta yellow es imán bebí. y beber es cuenca y significa. y
significa es mandíbula que cae.
pero
esto es un anzuelo. pero esto no es el fin del mundo.]
~
y
si escribir era jaguar adentro la escalera un niño cantan cajas
verdes al oído del soldado desde el lodo: tengo
sed. tengo sed y
muerde el lóbulo. un cocodrilo ríe, sí, pero nadie que dijera es
tu medalla o fruta
o fruta la medalla
al sol.
[lícores
vítreos, dije sí]
y
dije el crepúsculo y los kioscos. y dije en alud y en refrendar. y
dije letras esculpidas en hielo a contrasombra, pero dije es animal
infiel, duerme infinito.
y
no es ojo de tigre ni jaula con bolsitas
y
no ni leche de oro encadenada al oro
ni
pedazo de ojo
ni
pedazo de
y
no es ojo de tigre o vendaval permeable
ni
proa boreal que aureolas fluor licuarían
al
reverso de alas verdes en las alas
─si
fósforos así, y transminan lácteos:
yemas
de algidizan en la
lumbre de una i.
tronos
para un traje invisible (pequeño emperador a tres vistas)
°
láctea,
flavescente
lo
que en mí no dilucida en laja aviar.
remanso
simultáneo al sol abismo, fósil
lava
en mi celeste, lacustre calendario
así
mi mano
así
mi ánima:
(oro
no es mi cuerpo si alhóndiga una sal me dibuja hormiga
en
mi cuerpo que no tuve)
rüido.
rüido
rüido
en mi ni casa de luz ni veloz: aquí es aquí.
y
abrir la llave no se abre cuando lo que duerme es mirar
y
la cáscara no duerme y otra vez soy rey:
silencio.
silencio. ya no más
silencio.
era una niña y su cabeza
imaginaria.
estalactita
no, todos dicen
estalactita
no ─y
está lactando.
y
la carne no me duele, es una esfera
una
canción esperándome al otro lado de la noche
donde
nadie
en
mi voz, en miel de armas, donde nadie.
(si
lo dices dos veces te derramas
llamarada
vitral en hueco undeante
te
derramas) velándote en otra
camella
obscura
donde
convergir sí es oro, y plasma y feto
oh
densidad huerta.
°
eran
horcas dibujadas en almelos
acariciar
mi nombre, autófagos si sucedían
de
nueve a nueve, círculos de atomillar
en
cornisas
flamboyantes.
si
su voz fuera un centímetro lejana, existiría.
si
distancia fuera una palabra me darían ¿doce
faisanes?
¿o
cada fuego arborecer bifurca?
(a
horcajadas, grité
olanes
celestes la silueta del verano)
o
sol es hay
y
somos
y
mirar por la ventana es
cerrar
el vuelo en algo azul
redondo,
alrededor:
espigas acampa.
y
tañe no amarillo
o
subreír, Uffizzi
si
es decirte que es metálico arde en ecos y sucede en manzanares
que
la estatua del jardín me habló y me dijo nuestros nombres
y
me dijo Alalaila y me dijo
también
que soy un pájaro
donde
ficus recortados sobreseían la sombra
─sí
nadie
ahogárame de huesos en los leones
nata
gris en la doble resolana
donde
llueve, y yo.
Panal
Quo,
quo, scelesti ruitis
Era
una danza maorí, el día que avispada me arrojé en fanal. Acolapsé
un lago, dividí, lo viste. Y tal vez dije el
lenguaje de los mudos sea mi única caricia,
o dos palabras: aquí es aquí. (El lugar no era una espina huecos
horadando ni humedad fragmento. Algo tampoco.) Decirlo cuarenta veces
hasta convertirme en luz: bonsais
de alas sucias, benjuí, microscopios-tejabanes ─Evacuen
el museo. Ahí, yo escaleras, fijé latas, compramos cucharitas,
falsa caoba donde almacenar suéteres de bebé en color rosa muy
pálido.
(Cerramos
los cilicios.)
Acá
yo
y mi muslo somos un ciclo de gárgolas. Yo y mi aparato visual de
enervaduras con chispitas. Yo y Ruiti en la calle del agua,
citoplasmas de am en cascadas de leche posible cantándome cajas de
miel
cuando
no dudé si azul era azul─
[
Hoy
he
dicho luz y sé
que
hoy dije luz. ]
Y
no sé. Tal vez he dicho vendaval de jaulas o he dicho ahora o he
dicho balandrar─
o que abuelita es una azucarera a mitad de un mantel verdizo lila y
esto es un planeta sin sillares, no lo olvides.
(Raíces
mascabadas, dulcífagas, de vidrio.)
Cuando
en tiempo real sólo es él diciendo esto
es arriba, esto es abajo ¿cómo es? señalando
un mililítro de amarillo, un centímetro de fluor, semillas de
manzana evaporándose a tientas, mientras
soy
un rey, mírame,
mamá.
(Y
su traje es invisible. Y un avión surca sus manos.)
─ Andromedea
no, sí galaxias inversas que al día cedieran sangre de crayón a la
pared líneas en zigzag:
esto
es un barco, mamá.
Ahí
he
visto ya despetalar de sus ojos asteroides, ningún árbol que
atestigue
que
un barco es un barco
y un quinqué
cuelga de un faisán
y
es una alberca.
Que
un enano grita a un árbol de limón: es peltre lo que culmina.
Que
una mujer recuerda nunca fui tortuga nunca fui dragón nunca fui
mujer.
Que
un anfibio distingue la orilla.
Que
un buitre golpea algo rojo.
Que
un conejo palpita en la palma de una anaidómena enorme
y
alguien deja caer la
envoltura de un dulce en la fuente de piedra.
(Hay
un juguete de hiedra.)
Hay
una niña-armario su feto hervido in vitro bajo el ventanal a media
gota de punto encedida.
Y
la niña mira una rama y dice es mi llave.
Y
la niña mira la llave y dice es mi espada.
Y
un niño mira la espada y se queda callado y recuerda el sonido de
hélices
─sí
las
azufaifas son ciertas, pero ¿una araña es una araña o auscultar?
Y
el rojo crece un lápiz diminuto escribiéndome otra vez en la nariz:
el
perfume no me dicen
ni
es castillos la velocidad
ni
mis son ojos diez aeronaves casi púrpuras, doradas
ni
es un círculo estallido, huella fruta espuma horizontal
siluetas
verdes no, desvencijándose sutil en mi rostro sí lucífugo
ni
(inserte usted su estrella aquí)
─fugaz
cajas
de miel en su ataúd así dominan bailar mi apellido hacia allá: con
simetría de líquido azul y pierna postiza en el pétalo que falta─
y
que esto también es un barco, mamá.
Y
frente a lo que en él se propaga a leguas o lenguas en fángano está
Su nombre. Y su nombre significa armarse hasta los dientes. Y sólo
en el hueco de la pared líquida, al reverso preciso de mis yemas a
kilómetros hay una estrella de hueso. Y un cartílago de espejos
mirándose a la sombra del río. Y una cara de nieve que es una─
pero
eso fue hace mil ocho mil soles, y no me acuerdo.
Esto
me dice una línea ondulada en la pared que dibujan en silencio sus
tres años y astrolabios aúno:
─¿Entonces
era aquí donde era Ella?
─Sí,
mamá, aquí es aquí.
[Y
la calle del agua
es
coronada de alazanes. ]
Tengo
un jardín en la palma de mi mano
adherida
a un submarino extraterrestre
y
la calle del agua es coronada de alazanes
entrecruce
de moras recamando labios
azúcar
y nieve mis ojos al espejo demolían
y
la calle del agua es coronada de alazanes
gritan
mediodía en un bosque infinito
así
me mueren umbra sagital de aves magenta
y
la calle del agua es coronada de alazanes
al
jardín llueven destellos de marmota
manzanas-crinolina
espabilando el disco que astilló
a
la saga así neón de amuerden,
abejas polizontes
ondulando
espléndidas
dos
cabecitas de leche en sus trasuellos: fru frú: el silbar casi de un
insecto fluorescente: amamantar: la máscara de mis manos a esta
línea: ala
intemperie, he vuelto, esto es así:
picaduras de abeja en nuestros brazos que culminan cayéndosenos ya
por el huacal de lo enlistado
: tan ámbar.
Y
qué panal, decírselos.
Qué
ataúd de miel, calles de agua tanto coronar
y
no decir qué
sed,
única palabra y caricia e imperativa porque sea ─sí,
sé aún el conejito de vidrio cantando en barcos de algodón danzas
maorí, danzas de lluvia o astros que eran astros cuando labios aún
no ni los aunaba y eran vid ─emperativo:
soy
un rey, mírame, mamá
lluéveme
un barco, tengo sed
que
mi traje es invisible y soy un rey
y
nubes tú, mamá, que
lloverías.
(¿No
ves? se la llevó el pájaro así, mira: ya no hay noche.)
─Cúo
cúo.
(Su
esqueleto que a la ruta adecuaría
yo
viéndolo ya
en
sol o miéles.)
Diana
Garza Islas (Santiago, NL, México, 1985) Ha
armado algunos libros que destruye de manera intermitente, aunque ya
en semi-existencia forman parte de un proyecto que denomina
Astrolabia.
Dos de los libros que se han concretado de este ciclo son Fin
de cita, que este
año se publicará y Naugrafios,
por el que recibió
una beca del Fondo para las Artes en Zacatecas. Algunos de sus textos
recientes aparecen en las antologías Poesía
joven de Nuevo León y
Moebius.
Actualmente sigue
obsesionada con sus bitácoras de poesía, trabaja en su tesis de
licenciatura (en la que según ella indaga en los arquetipos de la
mística judía y de la teoría del lenguaje de la Cábala que
advierte en la obra de Pizarnik) y en colaboración con su hijo de
tres años escribe Verbigracia,
proyecto que este año resultó beneficiado por el FONCA. Forma parte
del Consejo editorial de Lenguaraz.
Habita abeces en http://astrolabia.tumblr.com
(y en http://eteronima.wordpress.com,
antes).