Pasa un avión
Justo arriba mío
cuando levanto la
vista pasa un avión.
Lo veo volar lento
cruza por el cielo
la entrada del patio
y sé que allá
mantiene la
potencia de su velocidad.
Veo la línea fina
como de hielo
que deja en el
celeste del mediodía.
Desde acá abajo
percibo tan
distinta
la distancia.
Es como contarte
esto
mientras no estás
o no poder decirte
nada
como ahora, que el
sol da de lleno
sobre las plantas
y te digo mirá
qué lindas las
hojas
y no digo nada más
y el agua que cae
sobre las macetas
dibuja la misma
línea
que en el cielo
dejó el avión.
Casas
Al mudarnos
mi hermana y yo
dividimos las
pertenencias.
Algunas cosas
pasan a ser
necesarias
y otras
imprescindibles
según nuestro
estado de ánimo.
Nos mudamos ya
muchas veces
más de las que
hubiéramos querido.
No quiero el
microondas
ni la cafetera ni
los platos.
Quiero llevarme lo
mínimo.
Tampoco el cuadrito
de rosas bordadas
ni los candelabros.
Me gustan las velas
pero no los
candelabros.
La casa que
compartimos en Buenos Aires
se llenó de la casa
que vaciamos
en Bahía, después
de tu muerte.
Ahora vaciamos otra
vez la casa
para mudarnos cada
una sola.
Esta mañana
volví a mirar la
puerta redonda del lavarropas.
Ese, que no
terminaste de pagar
porque tu vida
terminó antes.
Mamá
ahora, un día como
hoy
en que decido no ir
al trabajo
porque llueve
porque quiero
dejarlo
al trabajo, a él.
Pienso
qué voy a hacer
si me enamoro.
¿Habrá lugar algún
día
en alguna de mis
casas
para nuestros
objetos
todos, bajo un
mismo techo?
Los días pasan
y yo rondo la punta
de la pregunta.
Hoy
por ejemplo
poder decir no, y
hacer
un hueco de luz
adentro de la casa
que huele a mi
llena de las
plantas verdes
que crecen
porque cuando estoy
triste
trabajo con mis
manos su tierra
y las dos nos
transformamos
en un acto de
iniciación.
Ahora
mientras las
tostadas
crujen al calor
de la tostadora
que en la
repartición fue mía
pienso en las
tostadas que me hacías
pienso en tu
felicidad
al comprar la
tostadora eléctrica
la llegada de la
tecnología
la promesa de la
buena vida
que siempre
esperaste
y nunca llegó.
Qué dirías mamá
si supieras que ya
no tomo más café
ni como más carne
que lloro cada vez
menos
que nunca volví al
cementerio
que vivo sola con
mi gata
que sufro por amor
que no estás para
escuchar
que creo haber
olvidado
tus olores
que sólo queda esa
permanencia
sutil
en los objetos.
Natalia Romero (1985, Bahía Blanca, Argentina).
Ha publicado los libros Elijo (2011) y Nací en
verano (2014). Dirige
la librería virtual A cien metros de la orilla. Vive en Buenos
Aires desde el 2004. Su blog es www.todaslascostas.blogspot.com