Trastos,
recuerdos.
Una
biografía de Wislawa Szymborska
Anna Bikont y
Joanna Szcesna
Editorial Pre –textos
Valencia
2015
663 páginas
Octavio Paz decía que la verdadera
biografía de los escritores se halla en su obra. Vladimir Nabokov iba un
poquito más allá y planteaba que la mejor parte de la biografía de un escritor
no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo. Ambas
posturas critican de una manera a aquellos que se interesan más por los
escritores como personajes que por sus obras. Sin embargo, esto no impide que
de tanto en tanto leamos sus biografías con la intención de conocer su infancia,
sus romances y sus intimidades, ya que suponemos que fueron estas experiencias
las que inspiraron sus escritos. Las mejores biografías son las que nos llevan
a releer las obras. Y mientras más buenas son, no sólo nos incitan a releerlas,
sino también a reinterpretarlas.
Así de buena es
Trastos,
recuerdos. Una biografía de Wislawa Szymborska, editada este año por la editorial española Pre -
textos. Durante
sus 86 años de vida, la poeta polaca apenas publicó unos cuantos libros, no solía dar entrevistas y consideraba que hablar de
sí misma empobrece el espíritu. Sólo por esas razones la edición de su
biografía es un motivo de celebración para sus lectores. A diferencia de varios
de sus colegas que se las pasaban opinando y filtrando su vida personal a
través de los medios de comunicación, Szymborska consideraba que lo que un
escritor debe decir está en la obra. Incluso llegó a comentarle a Anna
Bikont y Joanna Szcesna, autoras de
esta biografía, que: «Confesarse públicamente es como perder tu propia alma. Hay que guardar
algo para uno. No puede derrocharse todo».
A partir de este comentario es
posible imaginarse la dificultosa empresa que significó recopilar toda esta
información sobre la poeta polaca. Sin embargo, las biógrafas asumieron el reto y realizaron este exhaustivo trabajo que además de
documentación bibliográfica y análisis literario, reúne los testimonios de amigos,
familiares y colegas, así como de las anécdotas que lograron sacarle a la
esquiva Szymborska. No hay que suponer que la poeta polaca estaba en contra del
proyecto. Sencillamente le molestaba cierto exhibicionismo que abunda
actualmente en el género de las memorias y las biografías. En alguna parte del
libro, critica aquel famoso libro de Mia Farrow de finales de los noventa donde
relata las intimidades y los conflictos de su relación con Woody Allen. Como
muestra de su interés por el trabajo biográfico, está el hecho de que Szymborska
puso a disposición de las biógrafas uno de los aspectos más atractivos y
fascinantes del libro: una gran cantidad
de retratos que la capturan en distintas etapas. Acompañan estas fotos una
serie de divertidos collages e hilarantes limericks
que ésta solía obsequiar a amigos y familiares.
Wislawa Szymborska fue
una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea. Nacida en
1923 en Polonia,
aparentemente no tuvo una vida azarosa a lo Anna Ajmátova ni neurótica a lo Silvia
Plath. Sin embargo, como todo el mundo, Szymborska tuvo sus pequeñas tragedias. Al igual que gran parte de sus
contemporáneos, en su juventud Szymborska
fue seguidora del partido comunista y hasta llegó a escribirle una elegía a
Stalin. Acerca de
este episodio, el poeta Adam Zagajewski plantea: «el hecho de que hubiera
fallado en su juventud se convirtió para ella no sólo en una lección, como
suele decirse sin atender a las verdaderas dimensiones del asunto, sino en una
enseñanza enorme”. En el 1966, en
un gesto de solidaridad con el filósofo Leszek Kolalowski, rompería con el
partido comunista y perdería su empleo como periodista en Zycie Literackie. Aunque posteriormente llevaría una columna en dicho
suplemento con el título de Lecturas no
obligatorias, donde publicaba reseñas de libros que pasaban inadvertidos a
la crítica oficial.
Dividida en 22 capítulos, la biografía está organizada en gran medida de
forma cronológica. En los primeros capítulos, las biógrafas indagan en los
antepasados de la poeta, recrean su infancia, señalan el influjo de su padre en
su vocación literaria, ambientan su vida en Cracovia durante la posguerra y
abordan su breve matrimonio con el literato Adam Wlodek, con quien convivió en
Dom Literatov, una especie de residencia para escritores. En el capítulo 14, retoman el tema amoroso,
refiriéndose en esta oportunidad a la
relación sentimental que nuestra poeta mantuvo con el narrador Kornel Filipowicz.
A pesar de que tuvieron una relación de veintiún años, nunca estuvieron casados
ni vivieron juntos ni tuvieron hijos. De acuerdo a sus amigos, fueron espíritus
afines, que como muestran muchas de las fotos del libro, se la pasaban haciendo
excursiones y bromeando con amigos. Es a propósito de la muerte de Filipowicz
que Szymborska escribe una serie de poemas nostálgicos,
entre ellos Un gato en un piso vacío,
que es uno de sus más celebrados.
La biografía también incluye capítulos donde se rompe la linealidad
cronológica para detallar sus predilecciones. Así nos enteramos que su escritor favorito es Michel Montaigne, su
libro de cabecera es Los papeles póstumos
del Club Pickwick de Dickens y que profesa un gran amor por los
animales y especialmente por los chimpancés. De interés resultan los
pasajes donde se describe el papel que
desempeñaron los traductores de Szymborska en su difusión internacional, y
sobre todo, para que le concedieran en 1996 el premio
Nobel de literatura. A partir del galardón se cuenta cómo tuvo que contratar a un secretario luego que la avalancha mediática
producida por el Nobel le cayese encima, y
de la dupla que hacía en cócteles y lecturas con el
otro nobel de literatura polaco, Czesław Miłosz. La biografía cierra con su muerte acaecida el primero de
febrero del 2012.
«A mis lectores no les va demasiado bien. No creo que me lean en chalets
con piscinas, fuentes y todo ese tipo de artilugios. En absoluto los imagino
allí. Mi lector, si compra el libro, mira en el monedero cuánto dinero le
queda.» Este comentario de Szymborska a sus biógrafas, que aparece en la página
347, más que retratar a sus lectores, la retrata a ella. Su desdén al cliché, a
lo pomposo y a las palabras altisonantes, y su rescate de lo inusual, de lo
cotidiano y de lo sencillo, posicionan su obra en un lugar especial del parnaso.
Tras leer esta biografía uno se percata de que esa candidez y gracia que rezuma
su poesía conformaban su carácter. Hace unos años, su secretario declaró que
ella había destinado gran parte del dinero del premio Nobel para ayudar a
poetas, traductores, revistas literarias y editoriales en crisis. Como se
pueden imaginar, la única condición que puso entonces fue que todo se hiciera
en secreto. Y esto último es otro aspecto que los lectores de biografías
debemos tomar en cuenta: de tanto en tanto es posible toparnos con grandes
escritores que fueron al mismo tiempo grandes personas.
Frank Báez es el editor de la revista Ping Pong.