24/8/16

Tres poemas de Horacio Fiebelkorn



Cadena
Este es el poema
del amor y la prosperidad.
Quien hasta el fin lo lea,
tendrá la dicha.
Quien lo lea o escuche
hasta el final, obtendrá
buena ventura.
Quien lo abandone
quedará de frente
a la desgracia.


Más vale se queden.
Más vale se abracen
a este poema,
que es amigable
como un perro, sedante
como el lomo de un gato,
emocionante
como la persecución
de una laucha.

Porque este poema
tiene amor
y prosperidad.

Todos hunden su jarra
en el poema
y la llenan
de su jarabe.
Un poema
para la tos,
para los callos,
el reuma, las caries,
la esclerosis. Versos
para la cirrosis
y la neurastenia.


Toda clase de fobias
pueden conjurarse
con estas grageas,
que también
se consiguen
en formato de
supositorios,
plenos de amor
y prosperidad.


No tiren este poema.
No lo tiren.
Rosana Mentasti, de Chivilcoy,
lo leyó hasta el final
y acertó a la quiniela.


Ricardo Santander,
de Almirante Brown,
abandonó el poema
en el segundo verso
y se le secaron las bolas.


Matilde Garófalo,
de Brandsen, tardó
una semana
en leerlo pero al final
pudo curarse
del insomnio.


Marcelo García, de Moreno,
tiró este poema
a una zanja
y fue asaltado
dos veces
en diez días.


Bieaventurados
los lectores pacientes
que miran más allá
y siempre quieren.


Hagan cien copias
de este poema
y repártanlo
entre amigos y enemigos.


Cien copias
por carta
o telegrama
para pegar
en cada puerta.


Cien correos electrónicos.
Cien avioncitos de papel.
Cien en la cara del tiempo,
uno solo en el culo de dios.




Patos trastornados

Qué decir de los patos
más rápidos
que el ómnibus.


Qué sino callar al verlos
bordear la costa
a 90 por hora.


La formación perfecta.
cazabombarderos
que no chocan entre sí.


Velocidad pareja de vuelo,
cada uno con su
motor-bolsa, carne inflada


No saben, no pueden
saber que soy
el único que mira el vuelo.


El único que ve volar
los patos
desde el micro.


Pienso que nunca
comí pato, nunca
vi volar un pollo.


Dónde, cuándo duermen
los patos. Vuelan siempre
con viento a favor.


Elegantes vienen
en sueños y se estampan
en un poste


Nadie los piensa pájaros.
Y sin embargo qué vuelo
el de los patos.


Maiceros de vacaciones
a Brasil, un hotel los espera
en el río Guaíba de Porto Alegre.


Los patos me persiguen. No puedo
evitar que
vengan hacia mí


Vámonos pato
a fecundar
tu pata


Porque adorables somos
y al carajo
vamos


Justo que pensaba
en vos nena,
cayó el pato.


Nada por fuera,
nada por encima
de los patos.


Sucede todo detrás del ojo,
o las cosas se
mandaron a mudar?


El micro desapareció,
la tierra también. Yo vuelo
junto a las aves


Pero mira cómo
cagan los
patos en el aire


No habrá para ellos
empleo
en ninguna carnicería.


El vacío se acomoda
mientras miro a los patos
huyendo de la tarde.


Nos ignoran, junto a toda
la sociología del arte
y los poemas nominalistas.


Mirá qué hermosos
patos que vuelan
a Brasil


para volver
a irse
sin nosotros. 




(Cucas's blues)

Aunque el caso -mientras 
tanto- es que las cucas 
me rodean y cercan.  

A esta altura 
debería pensar 
que me protegen. 

Hace 350 
millones de años 
que son las reinas 
del planeta. 

Sobrevivieron 
a la era del hielo 
el crujir de 
continentes 

bólidos que se 
estamparon contra 
la corteza 

y se llevaron puestos 
a los dinosaurios 
y algunos más 

y ahora se expanden 
por las urbes 
cosa que sólo 
se explica por la 
buena calidad 
de los deshechos 
humanos

rodeado estoy 
por las cucas
que arruinas mi vida

rodeado estoy 
protegido 
por la eternidad. 


Horacio Fiebelkorn, (Argentina, 1958). Nació en la ciudad de La Plata. Entre sus últimas publicaciones están Cerrá cuando te vayas y la patada del chancho. De este último libro fueron escogidos los poemas que aparecen aquí.  

La patada del chancho, de Horacio Fiebelkorn,  zindo & gafuri 2016