Trece modos de contemplar un mirlo
1
En medio de
veinte nevados
la única cosa
que se movía
era el ojo del
mirlo.
2
Yo era de tres
pensamientos,
como un árbol
en el que se posan
tres mirlos.
3
El mirlo giraba
en el viento otoñal.
Tenía un pequeño
papel en la pantomima.
4
Un hombre y una
mujer
son uno.
Un hombre y una
mujer y un mirlo
son uno.
5
No sé si
prefiero
la belleza de
las entonaciones
o la belleza de
las insinuaciones,
el silbido del
mirlo
o lo que viene
después.
6
Los carámbanos
llenaban
el ventanal de
cristal salvaje.
La sombra del
mirlo
lo cruzaba, una
y otra vez.
El capricho
trazaba en la
sombra
una causa
indescifrable.
7
Oh hombrecillos
de Haddam,
¿por qué sueñan con
pájaros de oro?
¿acaso no se
percatan
de que el mirlo
camina
entre los pies
de sus damas?
8
Conozco los
acentos nobles
y los ritmos
coherentes e ineludibles;
pero también sé
que el mirlo
está envuelto
en este asunto.
9
Cuando el mirlo se
perdió de vista,
trazó el límite
de un sinnúmero
de círculos.
10
Ante la visión
de los mirlos
sobrevolando la
luz verde,
hasta las putas
de la eufonía
llorarían con
aspereza.
11
Él viajó en un
vagón panorámico
hacia
Connecticut.
De pronto, un
temor le sobrevino
de que hubiese
confundido
la sombra de su
equipaje
por unos
mirlos.
12
El río se mueve.
El mirlo debe
estar volando.
13
Fue oscura toda
esa tarde.
Estuvo nevando
e iba a seguir
nevando.
El mirlo se
sentó
en la rama del
cedro.
(Traducción
Frank Báez)