18/4/17

Ocho poemas de Álvaro Neil Franco Zambrano



Bocachico mono 


Para Álvaro Franco, mi padre


Brilla todavía
en la sonrisa de mi padre
el paso del bocachico mono
el que no sabe a barro
y canta con sus labios pequeños
la soledad de los pantanos
Su palabra resbalosa
desgajada del fondo de los plátanos
inunda la mesa de la casa
con el lomo marrón del Magdalena
Cómo suda mi padre
mientras atraviesa
con sus brazos marchitos
la corriente espinosa de historias
que lo mantienen vivo
Cómo toca madera y reparte coletazos
para espantar la carne azul
donde empieza el olvido.




Rolling stones 


Con las piedras arrojadas contra mí
he construido los muros de mi casa.

Anise Koltz


¿Qué parte de la casa son las piedras que sostienen las puertas?, ¿El aire que no deja caer el andamio de las conversaciones?, ¿El instante en que la puerta sueña con volverse ventana?, ¿Polvo que se apea de los caminos para sumarse a nuestro polvo?, ¿Lomo azul que los niños acarician, para apaciguar el agujero que devora los días?, ¿Memoria que extraña los caballos que se fueron a viajar en la sábila? ¿Lunas del otro lado a las que los perros no dejan de batirle la cola?, ¿Celacantos danzando un traje de luces que sale bien con el silencio?, ¿Sueños redondos que sueñan eternamente en los linderos donde vive la muerte? ¡Con todo lo que son y nunca aparecen en las fotografías!




Invocación para que anubis no se vaya  
“El perro es una prolongación vital de la familia”.

Luis Tejada

Dios mío, no dejes
que Anubis se vaya
porque quién me enseñará
a presentir los misterios del monte
a revolcarme en el polvo
que hoy son mis abuelos
qué será de mis manos
sin su llanura suave
donde repaso
mi corazón de niño
quién rasguñará las nubes
para que se quede en la casa
el color del verano
y dónde voy a conseguir
sus ojos tiernos
que me dieron a beber
el agua de los ríos
y qué le digo a Dylan
qué le respondo a Neil
cómo mirar a Esteban
cuando nadie persiga
las flores de mi patio


Carta al padre I 

Hace pocos días papá cumplió años
todavía conserva esa mirada
que huele el latido del plátano Tocaimero
y la yuca Sata
Casi siempre sale al patio
en sus calzoncillos de color ahuyama
a darle los buenos días a los gallos de pelea
Aprendió a leer vendiendo periódico
y matemáticas contando las estrellas
tartamudea pero no se le olvida
No es conocedor de Nietzsche ni de Spinoza
pero sí de sí mismo y del atardecer constante
cuando los cangrejos regresan a su piedra
-utopía de los alquimistas-
Me fascina su mercado de pulgas
cada vez que se emborracha
la escopeta de fisto que a veces acaricia
como lo haría un niño
No considero necesario decir
que lleva el pelo largo a las peluquerías
Le dicen “El Cenizo”
Leo es su signo zodiacal
y su número de suerte el 39
Papá no medita ni contempla el sol
está hecho de él
Después de tantas calles
se queda con la calle del barrio
porque le conoció la infancia.


Una carta a Isabel 

Querida hija:
Por acá la casa sigue echando de menos
el olor a eucalipto de tus sahumerios
Continúa siendo agradable departir contigo
el tinto con limonero sin azúcar en la madrugada
Las calles de pueblo de mis pies
te mandan la bendición y los buenos días
como siempre
Te recuerdo saliendo adelante
cuando fuiste a la quiebra con tu venta de helados
Mientras en los amagos de lluvia recolecto la ropa
las hormigas rehacen el viaje de tus manos
en el mesón de la cocina
Los nietos que no tengo
se la pasan jugando a las escondidas
en el arco iris de los roperos
De vez en cuando llega
hasta la estación otoñal de los botones
cargada con bultos de maíz
la plancha de carbón
Aún luzco con pantalones bota de campana
(en Dacrón peso de pluma)
la figura en blanco y negro del portarretratos
Quizás me alcance la vida
para darle la vuelta al mundo
en la máquina superior de moler
De tu papá te cuento 
que no deja el sombrero
ni la mandarina Arrayana
y que todavía le habla a las gallinas
Desde que te fuiste 
poco a poco
nos hemos ido 
quedando sin ventanas.



Poema de la abuela Lucrecia


Para mi abuela Lucrecia Franco
                                                                                                                 
Hubo alguna vez
allá por las fiestas de San Juan
alguien que se sigue llamando
Lucrecia con trencitas para llevar los días
y arco iris a cuadros
donde el guarrús no falta nunca
ni tampoco la buena pataleta
en defensa de nosotros los niños
Sus huevos fritos no son más
que el sol de los venados y la luna menguante
en que mi padre cortaba el encenillo
Abrazada en las tardes a un horcón del patio
cultiva miradas azulejas
de tanto irse de memoria
hasta los riscos de la sierra
Desde los rincones de la cocina
su cuerpo de escopeta de fisto
custodia todavía las floridas de adobe
Aún mantiene la manía
de soñarse enroscada
junto a la cachivachería
que guarda en los canastos
-Hay que estar en todas como Roque Puya-
dice Lucrecia
cuando nos demoramos en hacer un mandado
Cantaora de coplas a los amores insoportables
al tiempo de cardarse con gránulos de tierra
Olvidábamos decir
que con sus manos de carbón incandescente
extiende la ropa del picur
donde resalta el estampado del perejil y el ajo
en eso de las medias nueves
Ahora
mientras ya jamás jugamos la pelota de papel
y uno tras otro hemos ido abandonando la casa
le quedan unas cuantas monedas
entre el nudo blanco de los senos
para invitarnos a una ronda de vikingos
Demasiado limonero y lombrices
para ir por el mundo
como gallina clueca sin polluelos.
 




A la orilla de tus palabras

Yo soy mi río, mi claro río que pasa
a tumbos en las piedras.
Eugenio Montejo

Somos un mismo olor
La guayaba floreciendo en la infancia
Una misma agua
El Moniquirá desembocando en el Suárez
Sólo que habitamos orillas diferentes
Desde la mía
tu cabello siempre será un relámpago
tu mirada un rayo que no acaba
y yo un niño que te arroja piedritas
para que no se apague el brillo de tus palabras
Tus palabras que llegan a mis días
como peces abismados de luminosidad
como anzuelos
donde empiezo a morir por el silencio
como espuma que navega
por esta soledad de arena
como un tsunami
donde únicamente sobreviven
las leyendas de los pescadores
como un oleaje de asombro
que resucita de burbujas
la lama de mis pensamientos
como un remolino de desesperación
que me arrastra por camas de hojas
donde recuerdo tu cuerpo
que todavía no conozco
Tú decides cuando puedo
acampar en tu vida.



Canción para Carmen Emilia 

Mi vida está pendiente de una rosa
Ella es hermosa y aunque tenga espinas
Me la voy a llevar a mi ranchito
Porque es muy linda mi rosa momposina.
José Barros
Confieso haber vivido
recostado en una mecedora
mirando pasar
un vestido de taruyas
que monta en bicicleta
y reparte arroz con coco
cada vez que se ríe
Con sus brazos de agua
donde la piel cantora
 de los bogas
palpita de nostalgia
el humo azul de las aldeas
Con su cola de totumo
que se alumbra de música
a medida
que se entra en la noche
Con su mata de pelo acalorada
donde la luna sabe a jugo de naranja
Con sus muslos de canela
por donde las iguanas trepan
para beberse el cielo
Con sus senos de atarraya
que abren sus plomos
para soñarse
 con los pescaditos de oro
del coronel Aureliano Buendía
Yo
gobernador de la ínsula Barataria
soy aireado en mi delirio
con sus manos de palmera
que me dicen adiós


Álvaro Neil Franco Zambrano (Barbosa Santander, 1969). Licenciado en Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Catedrático de la Escuela de Idiomas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja. Poemas suyos han sido publicados en el Periódico de Poesía de la Universidad Autónoma de México (2007), en la Revista de Poesía Trilce (Chile, 2012), en la Revista Casa Silva (2012), en la antología de la poesía colombiana Desde el umbral, en La Pipa de Magritte,  en las Revistas Clave, Rosa Blindada de Cali , en La Raíz Invertida (Revista Latinoamericana de Poesía), Poetas Colombia y Burdelianas Poetry. Libros publicados: La saga de los clavellinos (Universidad del Valle, 2008) y Temblor de isla (Rosa Blindada Ediciones, Cali, 2016).