Gallinas
En las mañanas,
largos instantes me revelaron
el juego de su pluma,
el cacareo del mundo desde
una noble idiotez.
Su peculiar danza
me habló de un linaje perdido,
la firme intención de ser viento borrado.
Entendí, entonces, la difícil tarea
de romper
con las ataduras del aire,
la música cercana de escarbar en la tierra.
Es verdad que en las gallinas
el día ha encontrado su eje,
el cordón umbilical
en el que sostiene la luz.
Al igual que ellas, escribo la dicha
de ser pájaro caído.
A Felipe García Quintero
Parábola del padre
Padre
siempre se sumerge en las más
extrañas
empresas.
En un
diálogo mudo con la vida,
en una
incesante errancia
por el orden
prohibido de las cosas,
hizo de la
derrota
su sello
personal,
una enorme
roca de aire para empujar cuesta arriba.
Un día
compró una rueca de hilar nubes.
Decía que en
la plaza bien podría abrir
un negocio
celeste para achispar acontistas.
Pasaba horas
golpeando el pedal,
hilando el
día,
ovillando la
lana.
Desde allí
urdió toda la orilla del cielo
sin conseguir una
sola moneda.
Otro día
se hizo a un
viejo auto
para sortear
la soledad de los caminos.
Con él
cruzaría las fábricas del humo,
las páginas
secretas de las grandes montañas,
hasta llegar
a La Habana
o Nueva
York.
Pero la
noche lo dejó tirado a un lado de la carretera,
reparando el
veterano motor oxidado.
Raras tareas
emprende mi padre,
cultivó los
sueños de los ondeadores de banderas,
comerció con
olvidos,
amasó el pan
para el
inspector de patatas fritas,
escribió
cartas de despedida para amas de casa,
hasta afiló
los lápices de tercos burócratas
en una corte
de un país
que no aparece en
ningún mapa.
Hoy
comprendo que mi padre
es un poeta
a su manera,
atesora la
derrota
como quien
guarda
palabras perdidas en
la billetera.
Sin saberlo,
padre,
con cada
inútil negocio,
me ordena mi
noble función en el mundo:
el oficio de
escribir,
a cada
instante,
el arte de la pérdida.
Los huesos de la
bisabuela Felisa
Aparecieron
de repente,
estaban
metidos en un cajón de madera negra
y cargaban
el aire roto de la noche.
Andaban por
el camino de los años
apretados a
cualquier rincón de la casa.
Prima Betty
los descubrió por error,
buscando en
el cuarto de trastes algún juguete perdido.
Susto de
perros esos huesos ladrando la muerte.
Sortilegio.
Oscura brujería. Asesinato en el balcón del silencio.
Fue abuela
quién recordó que eran los huesos olvidados
de la
bisabuela Felisa. Habían llegado décadas atrás
y buscaban
ser un puñado de viento,
una flor
soñolienta.
Al fondo de
la caja, la extraña carta del abuelo
confirmaba
la noticia y reclamaba un lugar junto a su tumba.
Insólitos
los ríos
que cruza la
piedra después que la lluvia se extingue.
Años de
errar debajo de las camas,
rechinando
entre sombras, auscultando la tierra,
los huesos,
la vida,
como un
planeta cansado,
gritan su
parte del mundo, justo ahora que exhumamos
los restos
del abuelo.
Allí
descansan,
los dos,
en una
bóveda sin fondo,
en un osario
celeste, examinando la luz.
El corazón
se busca más allá de la carne.
La alberca
Habité por
años aquel estanque perdido
en medio del
patio.
Alimenté el
corazón del agua, el pozo sin fondo
donde tío
Jaime guardaba los peces traídos desde el río.
Fui náufrago
sin cielo,
árbol
sumergido en la mitad de la tormenta.
Buceé el
torrente de hogueras submarinas
y, como
Julio Verne,
vi el
relámpago de la música adentro de un pez dormido.
Navegar era
mi oficio, destejer las raíces del mar,
dibujar en
cartas de navegación
las líneas
turbulentas de aguas ecuatoriales.
Los bajeles,
el sextante,
los peces
bañados en el tiempo,
boqueando el alba hasta
perecer.
Mi puerto
eran las manos de mi madre lavando la ropa.
Henry Alexander
Gómez (Bogotá, 1982). Es director
del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Ha recibido el Premio Nacional de
Poesía Universidad Externado de Colombia, el Premio Nacional Casa de Poesía
Silva y el Premio Internacional de Poesía José Verón Gormaz de España por el
libro Tratado del alba (2016). Publicó
los libros Memorial del árbol (2013),
premio en el IV Concurso Nacional de Poesía Obra Inédita, Diabolus in música (2014) Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía y
la antología Teoría de la gravedad
(2014, Quito, Ecuador). Hace parte del comité editorial de la Revista La Raíz Invertida (www.laraizinvertida.com) y es
docente del Pregrado de Creación Literaria de la Universidad Central.