17/5/17

Nueve poemas de Delana Dameron






Al cuerpo, una elegía  
              Repentinamente el cuerpo dice noche.
                             Cyrus Cassells

El cuerpo no es
un insomne, algún 
sonámbulo crepuscular.
Se vuelve para acomodarse
según le plazca, a veces
en contra de tu voluntad.

El cuerpo elige
sus particulares escapadas
a las partes  traseras de la casa.
Buenas noches talón, boomerang
de huesos y tendones.

Buenas noches pies, planos
morteros de la tierra.

Vienen los doctores
a cortarte
a cubrirte con vendajes
de blanco lino. Ves,
tus piernas, tus troncos
de secoya desprovistos
de la corteza de su piel,
en peligro. Buenas noches
riñón, descendido hace tiempo
a un profundo coma,
necesitando máquinas para comer
o beber. Para él,
no hay despertar.

Tu brazo izquierdo hace
tiempo se retiró bajo las
sábanas. Tío, descansa
tu perfecta diestra
que nunca conoció derivación
o aguja, descánsala
para que aterrice la intravenosa. Juntos,
decimos buenas noches al corazón
que ya te ha fallado una vez.

Pero los ojos, ellos se niegan.
Tu boca no quiere irse
tan rápido. Así
que váyase despidiendo, Tío.
Repita sus cien adioses.
Mire esa bendita
bandada de aves
cruzando su ventana.



Herencia  
             en pos de Lucille Clifton


Frecuentada en sueños
por amores recién muertos, así he visto
con estos ojos los ojos de un espíritu
cruzar, he visto al cuerpo rechazar
su ataúd y saltar fuera
sobre el piso de madera de la iglesia,
he visto la paloma, al pie de la cama,

llamarnos por todos nuestros nombres,
y a los enrojecidos ojos de la carne,
abandonados.
No vengas con que debo agradecer lo perfecto de mi vista
o mi capacidad de ver tales distancias.
Di más bien que debo agradecer haber visto,
el abrir y cerrar.



El cuerpo como casa



                en pos de Forest Hamer


Digamos que el cuerpo no contiene al espíritu
Digamos que el espíritu no existe.
                Arrepiéntete.
Digamos que no hay tal cosa como el rapto
                y vivamos nuestros días en un punto medio.

Digamos que no hay tal rapto.
Digamos que la boca es un portal entre el cielo y la tierra,   
                que los ojos se abren o se cierran a la luz,
                que en los oídos habita una canción con la cual bailar.

Digamos que vivo en el cuerpo para poder bailar.

Digamos que tu cuerpo es solo carne
                y no una casa de órganos habitables.
                Arrepiéntete. No deberías decir eso.

Digamos que el cuerpo es imperfecto y aún así amémoslo.
                El cuerpo es, de hecho, imperfecto, pero
Di que lo amas, como yo.


  
Este sacrificio, este amor  

Pienso en las manos perfectamente perforadas
De nuestro Salvador mientras sentada
En el vagón de la línea roja en dirección 
Al downtown, al lado de este hombre,
Yo cargo con mi salvación.
Tengo una petición egoísta,
Deseo que venga
Y me levante, me regale una nueva
Piel, me prometa una felicidad
Sin fin. Muéstrame
Tus manos.  Le pido,
Deseando descubrir una evidencia
Es todo carne y ligamentos,
Venas azules y hueso.
Este pedido, bíblico,
Pienso, colocando cada mano sobre
Mi regazo, recordando la tranquila  
Fascinación de María ante la tumba
De Jesús, y como fue testigo
De sus heridas ofrecidas
Como prueba de su resurrección. Pasando
Mis manos por las líneas de sus palmas
En forma de telas de araña, 
Imagino a los doce
Apóstoles y hasta al pobre Tomás,
Como yo, incapaces de creer
El amor renacido de Jesús, pidiendo
Más milagros y signos. Necesito
El hueco abierto de las heridas
Perforadas,  alguien como El
Que emerja de la oscura
Y húmeda tierra al tercer día,
Que mueva la piedra y me diga
Con sus manos abiertas Esto es un sacrificio,
Esto es amor y me ordene
Creerle.

Cartógrafo 

Crees que mi cuerpo es un mapa. Que es
una isla hacia la que vuelas

solo para perderte, para encontrar
solaz o ángulos rectos. Quieres

responder la pregunta: cómo se consigue
aquí: el corazón. Caminas

por la calles ciego y no sabes
de qué lado de mi cintura

se pondrá el Sol, o que la ruta
que tomaste no te llevará a ninguna parte

que quieras ir. Estás perdido
y me llamas a todas horas de la noche

para que te guíe. Pero los caminos que transitas
te llevan hacia arriba y hacia afuera. Los semáforos

dicen Avanza. He ahí la línea roja
que recorre mi cuerpo.

Porque estudias los mapas, crees
que esa es la clave; no es más

que mi corazón bombeando Pasa,
pasa. Amado, ya no hay más tierra,

no hay más Oeste. No hay lugar
donde puedas quedarte.


Délana  y yo 


    en pos de Jorge Luis Borges

La otra, DéLana, es a quién le suceden las cosas. Ella hace alarde de su esmalte de uñas negro, lleva tacones de aguja en las grandes ciudades, dice lo que quiere decir de una vez. A DéLana le gusta decir Jódete, excepto que no siempre de una manera sexual. Ella baila. Ella me envía lejos para esconderse con un par de vasos de whisky. Me siento en sofás en los clubes, a componer poemas. Ella me dice que debo salir, debes alejarte de la pared, dice: El poema estará allí cuando la canción termine. Escribo todo para más adelante. Digo, hay un poema en todas partes, y apunto los hombres con los que se acuesta cuando sale sola, recordándome que no permitirá que mi compinche pida silencio y lápices cuando venga la inspiración. ¿Quién será el archivo?, pregunto. ¿Cómo va a saber la vida que ha vivido? DeLana me mira con esos ojos de rímel fuerte y sombra brillante. Ella parpadea. Algunas noches, ella se escapa sin revelar su paradero. No la puedo culpar, ¿quién querría bailar así: un peso muerto sobre sus tobillos delgados? Me lo contará luego, cuando esté lista para hablar. A veces, despojada de su minifalda y esos zapatos que le queman las  plantas de sus pies, DeLana me pide que le lea un poema, dice que le encanta la forma en que construyo el verso final. A pesar de que ella está tan distante que no se da cuenta, he vuelto a leer su vida. No se lo digas.


Escarabajo


Las alas no sirven
si aterrizas sobre ellas. 
Caes al suelo
bajo la luz de la lámpara.
La armadura que insistes en
cargar debe ser demasiado pesada.
Si lo que temes
es el aterrizaje, entonces
sigue volando. Me duele
verte así, 
tus patas buscando 
un lugar donde apoyarse y 
voltear. Mira, yo sé
lo que es mirar el mundo
patas arriba, 
esperando que alguien
te enderece.



¿Qué vida estábamos esperando?

La luna puede desfallecer
En su camino trazado a nuestro alrededor;
El sol puede romper la correa
Y decir ¡Se acabó!
Llegará el día, en  que despertará
Él mismo del sueño
Al clamor  de trompetas
Y todos giraremos en la pira final,
Todo gira de camino hacia el olvido.
¿Cuánto tiempo hemos esperado
Para obtener respuestas a
Preguntas incontestables,
Para que alguien diga
Quién estuvo en lo cierto
Y quién eligió mal?  
No quedará nadie para orientarnos
Sobre el asunto
Después de la precipitación
De nuestra existencia -cuando el aliento
Se convierta en una larga exhalación,
Cuando nuestros seres extinguidos
Sobrevuelen la tierra media, y los cuerpos
Ardan sin nosotros dentro.
Y, ¿qué es la gracia o la misericordia
Sino un destello único en la distancia?
Sí, el sol puede extinguir
Su llama. Vi este final
En mi sueño: la luna se derrumbó
Mientras el rostro del hombre se esparcía
A lo largo de su superficie cavernosa.
El fin del mundo, otra vez.
Había agua pero no había botes.
Resonaron trompetas a lo lejos.
Algunos de nosotros desaparecimos.
Ahora sabemos qué es qué.


Palinodia

Alto invierno. Los árboles se desvisten 
mientras extraigo la colcha del closet, 
el radiador resuena junto a la ventana gris 
que muestra un cielo encapotado. Aquí estás
de nuevo en mi cama. ¿No dudaba yo de este florecimiento—
renaciendo en una nueva temporada? 
Creo en renacer, en levantarse a uno mismo
de la nada, como el castaño
que creíamos muerto en el patio de la casa de mis padres,
su tronco cortado hasta la base. 
Lloramos su pérdida mientras agonizaba
Siendo incapaces de  hacer algo para salvarlo.
Olvida lo que dije sobre mi mala elección para la siembra 
Y la cosecha. El castaño volvió a crecer.
He sostenido sus frutos para confirmarlo: 
el teléfono en una mano, tú 
al otro lado—


Delana Dameron es una escritora norteamericana de  Columbia, South Carolina. Actualmente reside en Brooklyn. Debutó  con el poemario How God Ends US  (2009) que fue seleccionado por Elizabeth Alexander para el premio South Carolina Poetry Book Prize del 2008. Su nuevo libro se titula Weary Kingdom. Esta selección de su poesía fue traducida del inglés por Giselle Rodriguez Cid y Frank Báez.