29/3/19

“Gratitud salvaje” por Edward Hirsch




Esta noche, cuando me arrodillé junto a nuestra gata, Zooey,
y metí mis dedos en su limpia boca gatuna,
y froté su hinchada panza que nunca sabrá de gatitos,
y la vi agitarse, arañando el aire,
y escuché sus solemnes chillidos de deleite,
estaba pensando en el poeta Christopher Smart,
quien quería arrodillarse y orar sin cesar
en cada una de las quebradas calles de Londres,

y fue encerrado en el manicomio del San Lucas
con su triste manía religiosa, y su salvaje gratitud,
y sus graves oraciones por los otros lunáticos,
y su gran amor por su gato moteado, Jeoffry.
Todo el día hoy, 13 de agosto de 1983, recordé cómo
Christopher Smart bendijo este mismo día en agosto de 1759,
por su valentía sosegada y su buena conciencia.

Este fue el día en que bendijo al Director General de Correos.
"Y todos los transportadores de cartas" por su cálida humanidad,
y a los jardineros por su benevolencia privada
y su intrincado conocimiento del lenguaje de las flores,
y a los lecheros por su universal amabilidad humana.
Esta mañana supe que a él le encantaba escuchar -
como yo he oído- el suave tintineo de las botellas de leche
en la desvencijada escalera temprano en la mañana,

y lo terrible que debe haber sido,
cuando incluso este pequeño placer le fue negado.
Pero no fue hasta esta noche cuando me arrodillé
y metí mi mano en la boca de Zooey
que recordé cómo había llamado a Jeoffry "el sirviente
del Dios vivo devota y diariamente sirviéndole a El,"
y por primera vez entendí lo que significaba
porque no fue hasta que vi a mi propia gata

gimiendo y girando sobre su esponjosa espalda
que me di cuenta de la gratitud con que había mirado
a Jeoffry traer y llevar su corcho de madera
a través de la hierba húmeda del jardín, saltando
con paciencia sobre un palo alto, afilando lentamente
sus garras en una pila de leña, frotando su nariz
contra la nariz de otro gato, estirarse, o
acechar tranquilamente a su enemigo tradicional, el ratón,
un roedor, "una criatura de gran valor personal"
y luego distraerse tanto que deja a su enemigo escapar.

Y solo entonces entendí
es Jeoffry, y cada criatura como él
quién puede enseñarnos la alabanza: ronroneando
en su propio idioma,
envolviéndose a sí mismos en el fuego. 


Traducción Giselle Rodríguez Cid.