Por Javier Moreno
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En su ensayo introductorio a la Poesía Postpoética, Agustín Fernández Mallo cierra con un supuesto Haikú adaptado al nuevo "paradigma" que propone. El Haikú de Mallo reza:
E^2=m^2c^4+p^2c^2
Si p=0 (masa en reposo) --> E=mc^2
Probablemente, este es uno de los Haikús más tristes que ha producido la humanidad.
2
Me sorprende Mallo. ¿No se presenta acaso como un lector juicioso de Wittgenstein? ¿Acaso olvida las sabias observaciones del buen Ludwig sobre la naturaleza de las proposiciones matemáticas?
Dice Ludwig en su Tractatus (6.21): "Las expresiones matemáticas no expresan pensamientos".
Y complementa (6.211): “En la vida lo que no necesitamos nunca es, ciertamente, la proposición matemática, sino que utilizamos la proposición matemática sólo para deducir de proposiciones que no pertenecen a la matemática otras proposiciones que tampoco pertenecen a ella.”
Dado esto, y suponiendo que Mallo sea serio sobre su afición por Wittgenstein, cuesta creer que su desconstrucción poética admita tautologías vacías como la propuesta.
3
Mallo parte en su ensayo de una afirmación relativamente sencilla y medio incontrovertible: La realidad es hoy por hoy inaccesible. Ergo: Ni el arte ni la ciencia pueden describir verazmente el mundo. Ergo: En tanto que es ficción, la ciencia está sujeta a criterios estéticos.
En el fondo de esta afirmación Mallo ubica el fracaso de la teoría determinista y, naturalmente, la llegada de la postmodernidad teórica. Dentro de este quiebre, Mallo propone el nacimiento durante el siglo XX de una supuesta ciencia postmoderna que se acoge a los criterios estéticos de Derrida, Lyotard et al. La ciencia postmoderna de Mallo es un amasijo conformado por la teoría de sistemas complejos, la teoría del caos, la teoría de catástrofes, fractales, etc. Viejos conocidos de este tipo de reflexiones postmodernas. Aparentemente para nuestro postpoeta el modelo no lineal de procesos físicos es un reconocimiento implícito de nuestra incapacidad para representarlos verazmente. Francamente, me preocupa la debilidad de su discurso una vez desprovisto de las referencias eruditas.
4
Esto me lleva a una pregunta natural: ¿Está el emperador desnudo?
5
Tengo la sospecha de que Mallo se aprovecha de la ignorancia de sus lectores. Mallo presenta la ciencia como la nueva poética para –gracias a su formación y un mínimo de manipulación algebraica– convertirse de facto en el representante incontrovertible de su nuevo paradigma.
Ya lo decía Sábato en su necrológica sobre Einstein: "Hay dos atributos que siempre confieren prestigio ante las masas: la oscuridad y el poder. Ambos los posee la ciencia en grado supremo, y son la causa de la nueva idolatría."
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Varias razones me hacen sospechar de las intenciones de Mallo. Una: La mención de la teoría de catástrofes de Thom, bastante desprestigiada en la actualidad tras un fugaz apogeo producto de la fuerza política de Thom dentro de la comunidad matemática de los años 70. Otra al azar: La sofisticación innecesaria de la ecuación propuesta. Si su intención era ejemplificar, por qué no intentar algo sencillo, con manzanas.
1+1+ A=2 +A (manzanas)
Si A=0 (No tiene manzanas) --> 1+1=2
Pero claro, E=mc^2 es más contundente que 1+1=2. Más... ¿cómo decirlo? "profundo".
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Por supuesto, Ernesto Sábato, como respondiéndole a Mallo hace más de cincuenta años, lo dice mejor:
«La diferencia esencial entre el conocimiento vulgar y el científico es que el primero se refiere a hechos particulares y el segundo a hechos generales. Cuando afirmamos que la chimenea es agradable en invierno, estamos formulando un conocimiento; pero este conocimiento no alcanza todavía la jerarquía científica: es apenas la expresión de una verdad particular, concreta y casi efectiva, una verdad que hasta nos trae reminiscencias de Dickens. El hombre de ciencia deja de lado esas triviales asociaciones hogareñas y, después de proveerse de algunos instrumentos graduados, verificará que la chimenea tiene mayor temperatura que el medio ambiente y que el calor pasa de la leña en combustión a las personas que se hallan en su cercanía. Después, y en la misma forma, examinará el contenido de otras afirmaciones parecidas, formuladas con la misma irresponsabilidad científica que la anterior: "la plancha quema", "las personas que se retardan toman el té frío", "ande yo caliente y ríase la gente", etcétera. Implacablemente reunirá por fin todas esas frases con una única y seca proposición: "El calor pasa de los cuerpos de mayor temperatura a los de menor temperatura". Pero no se detendrá ahí, pues esa frase es todavía demasiado concreta y accesible a la mente común: el desideratum del científico es anunciar juicios tan generales que nadie los entienda; eso se logra con la ayuda de las matemáticas. Sólo queda tranquilo cuando la transparente proposición anterior puede ser convertida en algo tan críptico como "la entropía de un sistema aislado aumenta constantemente". En este instante —cosa digna de ser meditada por psicólogos y personas que aspiran a la demagogia— es cuando el sabio empieza realmente a despertar la pasión amorosa del profano. Tal vez por el mismo proceso psicológico por el cual no hay grande hombre para el valet de chambre. Mientras los físicos hablaban de piedras que caen, balas de cañón y torres o pozos, nadie se inmutaba mayormente: pero cuando Einstein logró generalizar esos conocimientos diciendo que "el tensor G es nulo", la gente de la calle dio vuelta la cabeza con estupor y corrió a arrodillarse ante el hombre que había emitido una idea tan asombrosa. ¡Qué lástima que Moliere se haya perdido una escena semejante!»
8
Así, pareciera –aunque espero equivocarme– que la postpoética de Mallo es simplemente un artilugio diseñado para tramar incautos basado en la oscuridad inherente al lenguaje científico contemporáneo. Entre tantas divergencias y experimentaciones posibles, Mallo se decanta por el vacío prepotente de las afirmaciones matemáticas como un reemplazo torpe del realismo. Y como el realista que menciona Whitehead en su ensayo "The philosophical aspects of the principle of relativity", «queda ahora abrazado a la tabla de multiplicar como único factor común aún sin tocar por cada expresión inmediata de la mente. Lo encierra con las ideas de Platón, fuera del espacio y del tiempo, justo donde no quiere estar –pobre hombre, como Wordsworth y el resto de nosotros, quiere escuchar el canto del telar.»
Siendo Mallo el baluarte de la literatura española joven contemporánea, creo que tenemos más de una razón para preocuparnos por el futuro de nuestra poesía.
Varias razones me hacen sospechar de las intenciones de Mallo. Una: La mención de la teoría de catástrofes de Thom, bastante desprestigiada en la actualidad tras un fugaz apogeo producto de la fuerza política de Thom dentro de la comunidad matemática de los años 70. Otra al azar: La sofisticación innecesaria de la ecuación propuesta. Si su intención era ejemplificar, por qué no intentar algo sencillo, con manzanas.
1+1+ A=2 +A (manzanas)
Si A=0 (No tiene manzanas) --> 1+1=2
Pero claro, E=mc^2 es más contundente que 1+1=2. Más... ¿cómo decirlo? "profundo".
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Por supuesto, Ernesto Sábato, como respondiéndole a Mallo hace más de cincuenta años, lo dice mejor:
«La diferencia esencial entre el conocimiento vulgar y el científico es que el primero se refiere a hechos particulares y el segundo a hechos generales. Cuando afirmamos que la chimenea es agradable en invierno, estamos formulando un conocimiento; pero este conocimiento no alcanza todavía la jerarquía científica: es apenas la expresión de una verdad particular, concreta y casi efectiva, una verdad que hasta nos trae reminiscencias de Dickens. El hombre de ciencia deja de lado esas triviales asociaciones hogareñas y, después de proveerse de algunos instrumentos graduados, verificará que la chimenea tiene mayor temperatura que el medio ambiente y que el calor pasa de la leña en combustión a las personas que se hallan en su cercanía. Después, y en la misma forma, examinará el contenido de otras afirmaciones parecidas, formuladas con la misma irresponsabilidad científica que la anterior: "la plancha quema", "las personas que se retardan toman el té frío", "ande yo caliente y ríase la gente", etcétera. Implacablemente reunirá por fin todas esas frases con una única y seca proposición: "El calor pasa de los cuerpos de mayor temperatura a los de menor temperatura". Pero no se detendrá ahí, pues esa frase es todavía demasiado concreta y accesible a la mente común: el desideratum del científico es anunciar juicios tan generales que nadie los entienda; eso se logra con la ayuda de las matemáticas. Sólo queda tranquilo cuando la transparente proposición anterior puede ser convertida en algo tan críptico como "la entropía de un sistema aislado aumenta constantemente". En este instante —cosa digna de ser meditada por psicólogos y personas que aspiran a la demagogia— es cuando el sabio empieza realmente a despertar la pasión amorosa del profano. Tal vez por el mismo proceso psicológico por el cual no hay grande hombre para el valet de chambre. Mientras los físicos hablaban de piedras que caen, balas de cañón y torres o pozos, nadie se inmutaba mayormente: pero cuando Einstein logró generalizar esos conocimientos diciendo que "el tensor G es nulo", la gente de la calle dio vuelta la cabeza con estupor y corrió a arrodillarse ante el hombre que había emitido una idea tan asombrosa. ¡Qué lástima que Moliere se haya perdido una escena semejante!»
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Así, pareciera –aunque espero equivocarme– que la postpoética de Mallo es simplemente un artilugio diseñado para tramar incautos basado en la oscuridad inherente al lenguaje científico contemporáneo. Entre tantas divergencias y experimentaciones posibles, Mallo se decanta por el vacío prepotente de las afirmaciones matemáticas como un reemplazo torpe del realismo. Y como el realista que menciona Whitehead en su ensayo "The philosophical aspects of the principle of relativity", «queda ahora abrazado a la tabla de multiplicar como único factor común aún sin tocar por cada expresión inmediata de la mente. Lo encierra con las ideas de Platón, fuera del espacio y del tiempo, justo donde no quiere estar –pobre hombre, como Wordsworth y el resto de nosotros, quiere escuchar el canto del telar.»
Siendo Mallo el baluarte de la literatura española joven contemporánea, creo que tenemos más de una razón para preocuparnos por el futuro de nuestra poesía.
Nota. En el siguiente link se puede leer Hacia un nuevo Paradigma: Poesía Pospoética escrito por el poeta Agustín Fernández Mallo.
Javier Moreno. (Bogota, Colombia) Matemático y Narrador. Es parte del equipo editorial de la revista Hermano Cerdo, contribuye regularmente en el portal Pie de Página y en Ocho y Medio. Es autor de La Balada del Elefante Azul: HYPERLINK "http://bluelephant.blogspot.com/" http://bluelephant.blogspot.com/ Actualmente, vive en Lyon.