4/10/11

Alejandro Tarrab (Presencias reales: la poesía mexicana actual)



Revista Ping Pong: ¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación: recitales, revistas, premios…?
Alejandro Tarrab: Mientras trabajaba en el Fondo de Cultura Económica revisando contratos (cosa inusual porque no soy abogado y jamás he querido serlo), Tedi López Mills —poeta, ensayista y editora a la que admiro profundamente— aceptó publicar en La Gaceta del Fondo el primer adelanto de mi primer libro: Siete Cantáridas. Fue en 1998, en el número 330.


Revista Ping Pong: ¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de la actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la realidad de la actual creación?
Alejandro Tarrab: Depende a qué nivel. A un nivel masivo la imagen es prácticamente inexistente. Se guardan y reproducen algunos nombres, pero sólo eso: nombres. Las obras no se leen. Incluso las que podríamos imaginar como más comerciales. La poesía, aquella poesía que vale la pena porque explora, inquiere y abre nuevas vías de comprensión y expresión, esa poesía no está, por lo general, en los catálogos de los consorcios editoriales, en las mesas de novedades de las grandes librerías. Salvo contadas excepciones. Pienso, por ejemplo, en Nicanor Parra, Gerardo Deniz, Raúl Zurita… Lo más interesante de la poesía escrita actualmente en Hispanoamérica se mueve en ediciones independientes, en revistas y sitios electrónicos, en las cartoneras; sigue circulando de mano en mano y alimenta, felizmente, el arte del hallazgo.

Revista Ping Pong: ¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la poesía dominicana y/o caribeña?
Alejandro Tarrab: Me interesa la poesía de Néstor E. Rodríguez, León Félix Batista, Octavio Armand, Rogelio Saunders, José Kozer, Rolando Sánchez Mejías, Damaris Calderón, entre otros.

Revista Ping Pong: ¿Consideras que hay algún blog interesante y con repercusión y/o trascendencia en el tejido poético mexicano?
Alejandro Tarrab: Hay varios. Pienso en Escritos para desocupados de Vivian Abenshushan, en motorhueso de Eugenio Tisselli, en el blog del argentino (cuasi mexicano) Ezequiel Zaidenberg. Pienso, también, en blogs de reciente creación como preguntas + poetas de Hugo García Manríquez, y en sitios ya muertos como No hay poema de Rodrigo Flores.

Revista Ping Pong: ¿Cuál es la relación que mantienes con Octavio Paz? ¿Sigue siendo el gran enemigo como se lee en los Detectives Salvajes de Bolaño?
Alejandro Tarrab: Para mí la obra de Octavio Paz jamás fue enemiga. Al contrario. Hay muchísimo que aprender ahí: Los hijos del Limo, el Mono gramático, son libros potentes, extraordinarios. Otra cosa es la figura pública. Pero eso, ahora, me interesa menos. Me quedo, definitivamente, con la obra.

Revista Ping Pong: ¿Qué relación mantienes con el resto de la poesía hispanoamericana?
Alejandro Tarrab: Intento mantenerme al tanto, en una relación de lectura (exploración) y compromiso constantes. Sobre todo con aquellos autores que siento más afines; los que, por algún motivo, llaman más mi atención.

Revista Ping Pong: ¿Y con la poesía en otras lenguas?
Alejandro Tarrab: Lo mismo, aunque fuera del inglés tengo que ajustarme a las versiones y traducciones que encuentro en algunos libros, revistas y, sobre todo, en la red.

Revista Ping Pong: ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios a los que miras en tu poética?
Alejandro Tarrab: Intento, siempre, ir más allá de la poesía; hacia el ensayo, la novela, el teatro, pero también hacia la música, la fotografía, el cine, la pintura.

Revista Ping Pong: ¿Qué consejo le darías al lector dominicano para acceder a buena poesía?
Alejandro Tarrab: No creo en los consejos. Si algo puedo defender aquí es la búsqueda de vías propias a través de la prueba y el error, de la curiosidad y el merodeo, pero también de la relectura. El referente “internet” es un lugar común, pero es cierto: ahí encontramos mucho. Sin embargo, la cuestión no es encontrar y recopilar esas grandes obras (no hablo únicamente de los clásicos), sino darse a la tarea de leerlas (leerlas de verdad, es decir, repasarlas, revisitarlas de manera vehemente, tacharlas, anotarlas y vincularlas con otros asuntos), dejando de lado ese vasto y a la vez, paradójicamente, desprovisto mar informativo. La vía corta es obtener y retener datos para después corearlos como “lugares visitados” (una lectura de tarjeta postal, por decirlo de algún modo).

Poema de  Alejandro Tarrab 

De Maremágnum


LO QUE TE DIGO SE DESHACE EN EL AIRE

Lo que te digo se deshace en el aire.
Esto que te digo, escúchame bien, se enciende, se deshace en el aire.
No palidece y cae para estrecharse entre las ramas y las brozas
y los restos de una naturaleza ya caída,
se pica y se impacienta,
se enciende e incinera antes de llegar.
Su destino. Esto que te digo,
no es sublime, sino etéreamente irreconocible.
Llega a tus oídos (pavesa, reliquia del carbón), porque lo que se alza y se arroja tiene que llegar,
tocar algún punto en su impaciencia.
Aunque lo hace —rebasa, quiere meterse— como algo ya crispado,
ya molido en su agitación y su prisa.

De ser algo, esto que te digo, sería la neblina implacable de ese paisaje al pie del Lago.
Un lago que, tras la vehemencia, descansa en sus heridas,
un lago que no vi, pero que me mostraste como una imagen distante y blanca:
aquí estuve sin ti. Éramos algo.

Antes de decir, lo que te digo, antes de rayarse en el aire,
las palabras si acaso serían eso: eclipses,
paisajes de nada que aparecen de pronto y vuelven a romperse.
Ciudades derruidas, almas derruidas, consumiéndose en el aire.
Pero lo que se alza y quiere penetrar nació para perderse:
la palabra escucha, imperativa y perniciosa, la misma palabra protectora,
con su bardo de maldición, la palabra sorda, auscultando los ritmos lentos,
las palabras remanso de las palabras se queman y se acaban en el aire.
Estas almas, estos seres convulsos que en algún momento fueron visos,
señales de orientación para las civilizaciones farsantes,
hoy crecen y se escuecen en la boca.
Yo las digo con una maldición. Yo las digo
para verlas romperse y llegar a su destino incierto ya perdidas.
Con un olor de inmisericordia en el aire. Esto que digo
se deshace, se pierde como los emporios y las almas en su clamor contrario:
la neblina de una embocadura. Esto,
mi resabio negro todavía encendido, mi asolada y tonante, envilecida.


Alejandro Tarrab (Ciudad de México, 1972). Poeta y ensayista. Es autor de los libros de poemas Siete Cantáridas (2001), Centauros (2001), Litane (2009), y Degenerativa (2010). Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 2009 y la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en los periodos 2004-2005 y 2006-2007. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca.