Revista
Ping Pong: ¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación:
recitales, revistas, premios…?
Alejandro
Tarrab: Mientras trabajaba en el Fondo de Cultura Económica
revisando contratos (cosa inusual porque no soy abogado y jamás he
querido serlo), Tedi López Mills —poeta, ensayista y editora a la
que admiro profundamente— aceptó publicar en La
Gaceta del Fondo
el primer adelanto de mi primer libro: Siete
Cantáridas.
Fue en 1998, en el número 330.
Revista
Ping Pong: ¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de la
actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la
realidad de la actual creación?
Alejandro
Tarrab: Depende a qué nivel. A un nivel masivo la imagen es
prácticamente inexistente. Se guardan y reproducen algunos nombres,
pero sólo eso: nombres. Las obras no se leen. Incluso las que
podríamos imaginar como más comerciales. La poesía, aquella poesía
que vale la pena porque explora, inquiere y abre nuevas vías de
comprensión y expresión, esa poesía no está, por lo general, en
los catálogos de los consorcios editoriales, en las mesas de
novedades de las grandes librerías. Salvo contadas excepciones.
Pienso, por ejemplo, en Nicanor Parra, Gerardo Deniz, Raúl Zurita…
Lo más interesante de la poesía escrita actualmente en
Hispanoamérica se mueve en ediciones independientes, en revistas y
sitios electrónicos, en las cartoneras; sigue circulando de mano en
mano y alimenta, felizmente, el arte del hallazgo.
Revista
Ping Pong: ¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la
poesía dominicana y/o caribeña?
Alejandro
Tarrab: Me interesa la poesía de Néstor E. Rodríguez, León Félix
Batista, Octavio Armand, Rogelio Saunders, José Kozer, Rolando
Sánchez Mejías, Damaris Calderón, entre otros.
Revista
Ping Pong: ¿Consideras que hay algún blog interesante y con
repercusión y/o trascendencia en el tejido poético mexicano?
Alejandro
Tarrab: Hay varios. Pienso en Escritos
para desocupados
de Vivian Abenshushan, en motorhueso
de Eugenio Tisselli, en el blog del argentino (cuasi mexicano)
Ezequiel Zaidenberg. Pienso, también, en blogs de reciente creación
como preguntas
+ poetas
de Hugo García Manríquez, y en sitios ya muertos como No
hay poema
de Rodrigo Flores.
Revista
Ping Pong: ¿Cuál es la relación que mantienes con Octavio Paz?
¿Sigue siendo el gran enemigo como se lee en los Detectives
Salvajes
de Bolaño?
Alejandro
Tarrab: Para mí la obra de Octavio Paz jamás fue enemiga. Al
contrario. Hay muchísimo que aprender ahí: Los
hijos del Limo,
el Mono
gramático,
son libros potentes, extraordinarios. Otra cosa es la figura pública.
Pero eso, ahora, me interesa menos. Me quedo, definitivamente, con la
obra.
Revista
Ping Pong: ¿Qué relación mantienes con el resto de la poesía
hispanoamericana?
Alejandro
Tarrab: Intento mantenerme al tanto, en una relación de lectura
(exploración) y compromiso constantes. Sobre todo con aquellos
autores que siento más afines; los que, por algún motivo, llaman
más mi atención.
Revista
Ping Pong: ¿Y con la poesía en otras lenguas?
Alejandro
Tarrab: Lo mismo, aunque fuera del inglés tengo que ajustarme a las
versiones y traducciones que encuentro en algunos libros, revistas y,
sobre todo, en la red.
Revista
Ping Pong: ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios a los
que miras en tu poética?
Alejandro
Tarrab: Intento, siempre, ir más allá de la poesía; hacia el
ensayo, la novela, el teatro, pero también hacia la música, la
fotografía, el cine, la pintura.
Revista
Ping Pong: ¿Qué consejo le darías al lector dominicano para
acceder a buena poesía?
Alejandro
Tarrab: No creo en los consejos. Si algo puedo defender aquí es la
búsqueda de vías propias a través de la prueba y el error, de la
curiosidad y el merodeo, pero también de la relectura. El referente
“internet” es un lugar común, pero es cierto: ahí encontramos
mucho. Sin embargo, la cuestión no es encontrar
y recopilar
esas
grandes obras (no hablo únicamente de los clásicos), sino darse a
la tarea de leerlas (leerlas de verdad, es decir, repasarlas,
revisitarlas de manera vehemente, tacharlas, anotarlas y vincularlas
con otros asuntos), dejando de lado ese vasto y a la vez,
paradójicamente, desprovisto mar informativo. La vía corta es
obtener y retener datos para después corearlos como “lugares
visitados” (una lectura de tarjeta postal, por decirlo de algún
modo).
Poema de Alejandro Tarrab
De
Maremágnum
LO
QUE TE DIGO SE DESHACE EN EL AIRE
Lo
que te digo se deshace en el aire.
Esto
que te digo, escúchame bien, se enciende, se deshace en el aire.
No
palidece y cae para estrecharse entre las ramas y las brozas
y
los restos de una naturaleza ya caída,
se
pica y se impacienta,
se
enciende e incinera antes de llegar.
Su
destino. Esto que te digo,
no
es sublime, sino etéreamente irreconocible.
Llega
a tus oídos (pavesa, reliquia del carbón), porque lo que se alza y
se arroja tiene que llegar,
tocar
algún punto en su impaciencia.
Aunque
lo hace —rebasa, quiere meterse— como algo ya crispado,
ya
molido en su agitación y su prisa.
De
ser algo, esto que te digo, sería la neblina implacable de ese
paisaje al pie del Lago.
Un
lago que, tras la vehemencia, descansa en sus heridas,
un
lago que no vi, pero que me mostraste como una imagen distante y
blanca:
aquí
estuve sin ti.
Éramos algo.
Antes
de decir, lo que te digo, antes de rayarse en el aire,
las
palabras si acaso serían eso: eclipses,
paisajes
de nada que aparecen de pronto y vuelven a romperse.
Ciudades
derruidas, almas derruidas, consumiéndose en el aire.
Pero
lo que se alza y quiere penetrar nació para perderse:
la
palabra escucha,
imperativa y perniciosa, la misma palabra protectora,
con
su bardo de maldición, la palabra sorda,
auscultando los ritmos lentos,
las
palabras remanso de las palabras se queman y se acaban en el aire.
Estas
almas, estos seres convulsos que en algún momento fueron visos,
señales
de orientación para las civilizaciones farsantes,
hoy
crecen y se escuecen en la boca.
Yo
las digo con una maldición. Yo las digo
para
verlas romperse y llegar a su destino incierto ya perdidas.
Con
un olor de inmisericordia en el aire. Esto que digo
se
deshace, se pierde como los emporios y las almas en su clamor
contrario:
la
neblina de una embocadura. Esto,
mi
resabio negro todavía encendido, mi asolada y tonante, envilecida.
Alejandro
Tarrab
(Ciudad de México, 1972). Poeta y ensayista. Es autor de los libros
de poemas Siete
Cantáridas
(2001), Centauros
(2001), Litane
(2009), y Degenerativa
(2010). Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 2009
y la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las
Artes (Fonca) en los periodos 2004-2005 y 2006-2007. Es miembro del
Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca.