26/11/08

Liliana María Celiz

se incuba al hombre en el recuerdo
en los postigos empapados de la noche (ya no
la claridad en cuanto a flor –los bordes negros-)
el cielo asciende desde el punto de los ojos
(imitación de manos en las cuevas –manos del
revés de la textura de los cuerpos)
y él no está
ni ella en la fracción de sí que hace al espacio
entre las sombras




de imagen sobre imagen en el revés del hombre

en la desembocadura próxima a mi cuerpo
(ya no el tacto es la distancia en el esquema
de caricia o lo frondoso de los sexos desviados
de sí mismos en la desdobladura antigua
del deseo) –no vendrá- la voz haciendo
un vuelco al soliloquio (no vendrá)
tornando el quicio en la templanza
del recuerdo


la mano desbordada del espejo

(la sucesión de mano en el espejo
móvil que no muestra: ve el páramo
insoluto del silencio- graznidos en la
tarde en la que el cisne ha muerto
y es el colapso de las aves en el círculo
del cielo –circuito desmembrado de las alas
al doble de las alas en el cielo) es la fusión
de las dos manos en el ciclo temporal
del pensamiento


el agua cae levemente por las cosas

tumultos en la zona de belleza de entre
los musgos mismos en el agua (no el pez
se habla del ave todavía) en la tiritación
del cielo sin las aves en el trasluz
del agua que cae por las grutas en la zona
antigua de las manos y él no está
(haciendo blanco en el silencio) como entonces


como en calcos los cuencos revertidos de los cuerpos

ayuntados desde el ángulo frontal del pensamiento
como en calcos la bahía por los bordes torneada de las aguas
entre cortezas rotas desasidas de montañas invertidas
en el suelo (el cuerpo cuece arenas como el ave
en la templanza de materia liviana es en la nube
del recuerdo –el padre vuelto al hombre pero no
imbuido de su doble tiernamente el hombre
no es el padre-)


pensar que él piensa

en la distancia del capullo al pasto
siendo el doble de raíz en el espacio
de pétalo a otro pétalo
como zona no innovada de capullo
en la frescura circular del tacto
(el otro cuerpo)
ni la distancia mínima a la voz
como diciendo


la mera conversión de la palabra como un gesto

(es en la escucha) decir el tacto ajeno de los cuerpos
es la pregunta por la piel al doble mismo de la piel
-la otra armonía/ la sucesión de caras del espejo
caras crispadas de ser (como fluyendo) una a la otra
en conversión que anida el doble en lo extraviado
nunca el doble (es lo verbal)
representando sombras
a lo lejos


en los estados sólidos del liquen del espejo

al tacto (no inferir se dice del revés de la palabra)
allega a la palabra un día escrita entre los álamos
el nudo casi interno de algún álamo
en la expresión: revierte la mirada todavía
o las pantallas secas de las nubes de hoja en el
ojal que él nombra (la ocasión inversa)
mañana en el trasluz del agua
a la deriva

como juncos bordeando las esquinas de esta agua

(no ha habido innovación en la palabra, en los centros
contritos de palabra a lo largo del reflejo en las puntillas
desdobladas desde el fondo)
la piel en las esquinas últimas en el momento en que
la luz oficia de horizonte abriendo los contornos del color
en la pupila entrada en el paisaje
el movimiento en los espacios de las hojas en el reverso
de las hojas/ en el vértice moteado de naranja al amarillo
en la supuración de capas del color entre las aguas
(es el río es la mirada en los espacios desde el río
no la muerte)


Liliana María Celiz (Rosario, Argentina, 1956) Ha publicado: El traje de Eva y su manzana (Buenos Aires, Último Reino, editado con el apoyo económico de Fondo Nacional de las Artes, 1997); ¿De dónde vienes de mirar tus ojos padre? (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2000) "O elevación de vos o pensamiento" (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2007); "Desembocadura" (Buenos Aires, Tierra Firme, 1990, compilación de poemas en conjunto con los poetas Gustavo Baz, Gabriel Rizzola, Carlos González y Chantal Damon). Reside actualmente en Buenos Aires y está a punto de publicar el libro "A los que fueron pájaros" en la editorial Dock.