12/4/07

Ursula Starke

DISCURSO I
Eres la niña de los nichos, cambias sangre de tu sangre, ensucias el lugar que
tienes en la mesa, arrastras tu orina de la pieza al pasillo y lloriqueas bajito en la
esquina grasienta de la cocina. Eres la vieja del cigarro chupado, la gallina
hueca, la ruina familiar, la maldición del tatarabuelo, que obligó al cura santiguar
el féretro materno con ortigas, porque los brujos habían corrompido su
descendencia femenina de vírgenes locas, viudas secas, hijas enfermas.
Escuchas el griterío de las arañas, no tocas la fragancia de los claveles, no
caminas como cisne afeminado. Eres hielo dentro y dentro, feosa para los
padres, que no alcanzan a olfatear la magulladura todavía húmeda que te
hicieron sobre la razón y no cumplen su deber genético para merodear tu cabeza
como tiuques tardecinos. Avanza la noche con su coreografía patética y tú
ahondas en el excremento de la conciencia en desesperada búsqueda de la
lucidez que extraviaste, ese bello equilibrio que te conducía al castillo de la
vergüenza. Pero ya sabes que tu organismo esta deteriorado, que un gusano de
seda se te metió por la oreja y elabora sus tristezas sobre la neurología
retrasada de tu nacimiento. Yo sé que me equivoco, pero estás tan sola, tan
sola, tan sola.



DISCURSO II






Una en mí maté
Yo no la amaba


Gabriela Mistral


Tengo el sexo abrumado, me falta un brazo en la conciencia, la danza lúgubre
de la demencia esconde su pelusa dentro de mi ojo, enfría la saliva hasta el
témpano. No soy la fémina de meneo azucarado, tengo el llanto de hombre bajo
los pelos, ando tenébrica y fea entre el gentío de bocas secas, me sobran
metáforas cadavéricas cuando lavo mis dientes. No soy la hembra fecunda, mi
útero quebradizo alberga el tejido mohoso de las arañas, me sale en medio de
las piernas un tulipán de estiércol. Se me resbala el perfume de la oreja, los
cabellos fermentan caramelo en mi cráneo, las uñas me germinan como
alquitrán y no puedo hacer espejos. Y, cuando nací, todos coronaron mi nombre
de rocío, me vistieron de princesita sempiterna, labraron en mi pecho las velas
católicas de Jesucristo. Era una muñeca de porcelana rellena de rosas secas.
Ellos, todos, todos ellos, pensaron que cruzaría el océano en su barquito de
papel lustre para ser la dama de sus cuentos de hadas, pero yo nunca creí en
sus cuentos de hadas, sabía desde el vientre que traía un pedazo podrido de
alma en las venas, sabía que andaría mortecina por las acequias del barrio, que
comería hongos azules en invierno y escribiría poemas turbios cuando nadie me
viera. No fui la niña de seda, no soy la niña de seda y me duelen estos versos de
tanto no ser mujer.


DISCURSO X
El terremoto de lejanas metrallas interrumpe la clemencia nocturna, obliga a la
vigilia y otra vez recuerdo que no tengo recuerdo de la muerte en fusil que
arrastró por los barrancos hipócritas de injusticia las voces utópicas de los
asesinados. Pero este terremoto de metrallas que interrumpe la clemencia
nocturna traspasa mi idónea percepción del sueño y estoy nuevamente
encerrada en el ático de la demencia, erosionada a destajo por los motivos de
esta enfermedad de atardeceres. Entonces pienso, que las perlas químicas que
trago para no morir no sirven para salvarme de este socavón dentado que
absorbe mi aborto tardío, cuando debería estar saludando los manoseos de la
juventud que no tengo. El terremoto de metrallas interrumpe la clemencia
nocturna y no determino un nexo entre morir matado y morir ya muerto.


DISCURSO XI
No es esta subterránea agonía, es el efecto de las lumínicas de los autos sobre
el vidrio. Tengo una arcada de sufrimiento en el pecho y el anochecer peregrino
no ayuda al anticolapso de mi rabia. El ojo rojo del cronómetro marca las siete
cuatro minutos y la oscuridad de fosa común orienta mis inclinaciones suicidas
hacia el océano terrorífico que me llega. No voy a morir ultrajada por almejas y
huiros, mi muerte no se parece a las inmolaciones profanas. Soy católica de
nombre y encomendaré mi sangre momentánea a los cristos del infierno. Será mi
devota manera de agradecer la tirantez de los neurotransmisores pacatos con
los que Dios me inventó. Su imagen su semejanza. La travesía nocturna dentro
de este nicho de ruedas despierta en mi talante dulcineo un aura somnolienta de
pánico y desgracia. Mañana estará nublado. Las gaviotas treparán los sortilegios
del agua, confundirán el mar con la penumbra de los nubarrones, se comerán
unas a otras en el caos otoñal. El marítimo encuentro espero. Lo macabro de su
interminable bamboleo de olas es el castigo divino para sentirnos infames y
terminables. Él quiso el estertor de aguas profundas para acabar con el sosiego
comprimido de quienes traemos una vela de cementerio en la membrana
coronaria, para quienes salpicamos verbos diabólicos mientras nos acurrucamos
en la hipotérmica del catre. Soy un suspiro de este linaje nocivo, todavía canto el
rosario todas las noches para pedir que mañana no me asusten las golondrinas y
mis hermanos encuentran la vaca con leche tibia.
Cuarenta cabezas vacías en este carruaje, la noche trafica muerte. Pero hoy no,
hoy llegaré al paisaje tardío de Valparaíso, para esperar a un jilguero de
mazapán durmiendo sobre mi almohada.
LAMENTO VI
Tengo el cuerpo vencido, abierto de matarife, al crepúsculo de la coherencia mi
sentido alucina con deformidades y torsiones, el maquiavélico soporte de este
cuerpo hinchado en medicinas inaugura la ceremonia de mis destierros, como
pecadora impune de mis ilusiones transitorias, que no son ni nuca fueron como
los sacerdotes me susurraban. Acumulo pesos inestimables en mi sendero de
culpas, pero no tengo derecho a sacrificar esta hambruna de dioses. Escondida
en la abulia que marca el peregrinaje de mis adyacentes, estimo que he
fracasado en el escrupuloso intento por amar. Pierdo la ignorancia de las monjas
y produzco el suicidio espontáneo de esta patria maligna que soy, el final del
combate que no debí librar, porque me faltaba el pertrecho de la decencia, el
producto inexpugnable al que jamás llegué.
Pálida entre tus luces momentáneas, perezco quebrada de soledad y estimulo el
último residuo de razón para suprimir esta ventisca de marginalidades y bajar al
destierro conceptual, terminar esta ira de insatisfacciones y encontrar tu lumbre
en mi muerte, porque en este sitio solo he arrullado mi imagen en tu imagen.


Ursula Starke (San Bernardo, 1983). Ha publicado “Obertura” (Maipo Ediciones, 2000). Durante el año 2002 obtiene el Primer Lugar en género Poesía del IX Concurso Municipal de Literatura de San Bernardo y además, la Beca Fundación Neruda. En el año 2004 es invitada a integrar el proyecto "Oscilación, Poesía + Electrónica" realizado por Al Margen Editores. También es fundadora y directora del Colectivo de Artes El Ático y la revista La Gaceta de los Muertos. Este año participó de la Feria del Libro de Magallanes (Punta Arenas) y trabaja en la publicación de su segundo libro.