7/6/11

Martín López-Vega (Presencias reales: la poesía española actual)



Revista Ping Pong --¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación: recitales, revistas, premios…?
Martín López-Vega--Publiqué mi primer poema premio mediante, en una antología con otros aspirantes a poetas y narradores menores de dieciocho años… Luego mi primer libro, Objetos robados, salió también con un premio, y a partir de ahí empecé a colaborar con diversas revistas. Ahora creo que ha cambiado un poco, no hay tantas revistas como cuando yo empecé a escribir, y no sé si realmente los blogs han sustituido aquella variedad o si nos han dado el cambiazo y en vez de varios lugares de diálogo hay muchos monólogos que se dicen a la vez.




Revista Ping Pong -¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de la actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la realidad de la actual creación?
Martín López-Vega--No sé muy bien qué es lo de acá que se conoce allá ni si lo que conocemos de allá se ajusta a lo que es importante en sus países. Tampoco sé si importa mucho. Como lectores de lo que se hace en otro lugar, siempre nos fijaremos en cosas distintas a las que se fijan los lectores autóctonos… Lo importante es tener curiosidad, ganas de leer lo que hacen otros, pero, eso sí, sin dejarse caer en la necesidad de la novedad. Hay muchísimas cosas maravillosas que leer que son viejísimas. O sea: que no tengo ni idea de qué imagen es esa. Pero es que soy muy malo haciendo panoramas generales. Me gustan los poemas, no los panoramas. Y ahora mismo estoy enganchado a los poemas de Fabián Casas.

Revista Ping Pong -¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la poesía dominicana y/o caribeña?
Martín López-Vega--Muy poca, a través de alguna revista o alguna antología. Leo con curiosidad lo que encuentro, pero no tengo una idea de conjunto y por tanto citar nombres sería bastante atrevido por mi parte… 

Revista Ping Pong -¿Consideras que hay algún blog interesante y con repercusión y/o trascendencia en el tejido poético español?

Martín López-Vega--Yo sigo algunos de amigos con curiosidad, pero en general tengo esa sensación de que no pueden sustituir a las revistas (hay revistas on line que están muy bien, pero son otra cosa que los blogs). Me gustan las traducciones que Abraham Grajera cuelga en el suyo, por ejemplo. Pero me gustaría más que hubiera una buena revista en la que pudieran convivir con otras cosas. Los que son solo diarios personales y/o promocionales no me interesan gran cosa. Y el que más me aburre de todos es el mío, jeje.

Revista Ping Pong ¿Qué relación mantienes con la poesía latinoamericana?
Martín López-Vega-- Me cuesta mucho hablar de un modo tan general y a la vez tan restrictivo… Cuando pienso en la tradición no pienso en ella de manera provincial. Tuve mi momento Borges y mi momento Paz, pero ambos se me han pasado. No se me ha pasado el momento Pacheco ni el momento Martínez Rivas. Estoy en pleno momento Fabián Casas. Podría dar nombres hasta el infinito, pero no me siento capaz de hacer un panorama de mi relación con la poesía latinoamericana. Digamos que promiscua y divertida.

Revista Ping Pong¿Y con la poesía europea?

Martín López-Vega--Casi contestaría lo mismo que en la pregunta anterior. Por razones evidentes las tradiciones que conozco más a fondo son la española y la portuguesa (para los asturianos, nuestra Barcelona es Oporto, como dice Xuan Bello). Soy un lector curioso y he leído muchísima poesía europea, aunque sea en traducciones. Y si tuviera que poner en un mapa lo que intento hacer como poeta probablemente un pie estaría por ahí, en algún lugar entre Polonia y Rusia, y el otro entre Estados Unidos y Portugal. Mucho mundo para tan poco pie, me temo…

Revista Ping Pong ¿Cuál es tu sensación al encontrarte entre esas dos tradiciones?
Martín López-Vega--No tengo ninguna sensación de encontrarme entre dos tradiciones. Me siento en una única tradición, variada en estilos y lenguas, un diálogo maravilloso en el que aprender y disfrutar y, sobre todo, hacerme mejor.

Revista Ping Pong ¿Qué relación crees que mantienes con las demás poéticas del estado español?
Martín López-Vega--La misma que las otras lenguas, de lector curioso. Conozco más lo que se hace en asturiano, claro, y en catalán. Creo que Gemma Gorga es una de las dos o tres mejores poetas escribiendo ahora mismo por estos pagos. Estoy atento a lo que se hace en Galicia y Euskadi, también. Salvo el vasco leo todos los demás idiomas, así que mi relación es bastante cercana.

Revista Ping Pong ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios a los que miras en tu poética?
Martín López-Vega--Creo que el tipo de poema que más me interesa ahora mismo es el poema reflexivo, pero no de esos que llaman “metafísicos”, sino que intenta llegar a alguna conclusión, aunque no quede de forma expresa en el poema (también me gustaría evitar el “chimpún”). Me interesan los problemas de arquitectura del poema. Digamos que la tradición que me interesa ahora tiene en lo más alto de la pirámide a Auden, y bajando, Brodsky, Milosz, Amijai, Merrill… Con todas las ramificaciones que eso tiene, claro, y, sobre todo, todas las raíces: me pilla usted leyendo a Virgilio.

Revista Ping Pong¿Qué papel piensas que juegan los creadores latinoamericanos residentes en España en la constitución del actual tejido poético?
Martín López-Vega--Como latinoamericanos, ninguno. No creo que la importancia que uno a uno puedan tener deba ser pensada en tanto que “latinoamericanos”, por lo mismo que decía antes sobre las tradiciones.

Revista Ping Pong¿Qué consejo le darías al lector dominicano para acceder a buena poesía española?
Martín López-Vega --Bueno, un buen lector no necesita consejos y probablemente los poetas que le puedan interesar no sean los mismos que a mí. Así que si es curioso devorará antologías y revistas hasta encontrar una veta que seguir. Eso es lo más divertido de todo, buscar. Y cada uno tiene su modo.


Tres poemas de Martín López - Vega 

ALFAMA

Há um rio
ou um barco no rio
onde a luz é intensa
e de tanta luz nos olhos e água
com rigor se não sabe
se o barco vai vazio.
daniel maia-pinto rodrigues

Aquellos días deberían haber servido
para ponerme en orden: me sentía más que nunca
fuera de lugar, una verdadera crisis
de estilo de vida, demasiado solo,
sin alternativa a una vida que ya no me pertenecía.
Cada mañana me preguntaba: ¿esto era
lo que querías? Y me respondía: pues sí,
y con el mismo gesto de estupor me quedaba
ya todo el día. Me sentía como un san Francisco
cualquiera, diana de los rayos estigmatarios
que un ángel me lanzase desde el cielo
por pura diversión,
como en una tabla del Renacimiento.
Hacía tiempo que debería haber oído
sonar las alarmas, pero ¿quién hace caso ya
a las alarmas?
Alquilé una casa
en la rua da Oliveirinha. Las mañanas que había
mercado subía hasta Ladra: a menudo llovía,
pero nadie vendía paraguas.
Si siempre supiera lo que busco,
nunca encontraría nada verdaderamente.
Una vez me tropecé a Georges Braque
con la misma pinta que tenía en 1952.
Me dijo: Nunca tendremos reposo:
el presente es perpetuo. Se vino conmigo al Chiado.
Antes estuvimos un rato jugando
con el Aparelho Metafísico de Meditação
de António Pedro. ¡Grande António!
Nos reímos mucho, y luego nos fuimos de librerías.
El fatalismo no es, como creemos, un estado pasivo,
decía Braque. El cuerpo me dolía a ratos de la misma
forma que la vida, como una postura incómoda.
En la Rua Nova da Trindade nos encontramos,
como en uno de los sueños de sus poemas, con Claude Roy.
Nos fuimos a tomar una cerveza al Adamastor.
Hablamos de Chejov y de Ortega.
Claude decía, usando un portugués perfecto: Somos
personas muy bien informadas. No sé si tendremos
el hábito detestable de recibir noticias de la vida,
en lugar de vivirla. Comimos arroz de bacalhau
en una tasca del Bairro Alto.

Hay ciudades en las que siempre es hora punta
de fantasmas: allí estaban Nathalie y Rosinda
en las Docas, hablando de cosas que habían ocurrido
hacía muchos años. Estábamos traduciendo
a Jorge de Sena en el mirador de São Pedro de Alcántara,
estábamos comiendo ostras antes de salir
corriendo hacia el hotel, estamos en la cama
y te digo que no quiero volver a verte nunca más.
Recuerdo más cosas, desde luego,
pero esto es lo que llega ahora,
como el olor que nos sorprende en la calle
y nos devuelve un rostro, otro paisaje, más vida.

Algunas veces quedaba con mujeres a través
de una página web de contactos: hay soledades
iguales a la nuestra en todos los lugares del mundo.
Cenábamos en sitios fixe y luego follábamos
sin mucho entusiasmo, compulsivamente.
A una de ellas, sin embargo,
me hubiera gustado conocerla más: naturalmente,
no se lo dije. A cambio me llevó al Oceanario.
Allí es fácil ver metáforas de uno mismo,
hermanarse con las medusas,
con los minúsculos peces luminosos.
No me turbaron ellos, sin embargo, ni pensar
en quien pensé al oír el canto de los pájaros tropicales,
ni siquiera ver dirigirse hacia mí los dientes del tiburón
ese acercamiento lo siento desde hace tiempo,
lo he dicho ya; fue otro pez, enorme, lento, torpe,
fue sentir cómo giraba su ojo para mirarme
cada vez que pasaba a mi lado; él era yo allí,
si es que en todas partes tiene que haber alguien,
algo o algo-vivo que se nos parezca. Rita se dio cuenta,
me preguntó que si me encontraba bien. ¿Cómo
me voy a encontrar bien —debería haberle dicho—
si me paso la vida en un acuario en el que no hay nadie
igual a mí, en el que soy el más torpe,
el más feo, el único que no inspira temor ni afecto?
En cambio dije: tudo bem,
como a buen seguro hubiera dicho
mi amigo el pez cuyo nombre ignoro.

Juliana de Norwich rogaba al cielo tres cosas:
contemplar la Pasión, una enfermedad corporal
y recibir tres heridas como don de Dios.
No deberían extrañarnos tales peticiones:
de nosotros sabemos apenas
aquello que ha sido puesto a prueba
y nunca sabemos bastante de nosotros mismos.
Te preparas para un dolor
pero siempre es otro distinto el que llega.
Aunque nosotros prefiramos contemplar
otra Pasión, y las heridas las busquemos
en lugares más cotidianos. Pienso en ese discípulo
de Leonardo (Boltraffio o De Predis,
no está muy claro) que pintó al Salvador
como si fuera una hermosa muchacha florentina,
tan turbadoramente bello como la más deseable
muchacha de Ghirlandaio.
Quizás
quería pedirle tres heridas, también.

Para evitar tomar decisiones hacía turismo.
En el Museu da Marinha pasé una media hora
ante la imagen del arcángel San Rafael que naufragó
en el primer viaje de Vasco da Gama a las Indias.
Rescatado de la mar océana ahí estaba, magullado,
roto, con esa extraña postura de quien busca el equilibrio
a bordo en un mar movido, agujereado
me miraba diciendo: lo mío sí que fue un naufragio,
, y aquí estoy. Un día se me metió algo en el ojo
y no conseguí sacármelo en todo el día,
era como ver por todas partes cuadros de Vieira da Silva.
Cuando pensaba que se me acababa el tiempo y debía
decidir algo, iba a ver un pequeño almendro en flor
escondido en la rua Damasceno Monteiro.
En el Pois Café pasaba las horas de tregua.

La tragedia, me repetía, no tiene mérito. Una vez
que decides algo, lo que sea, su mecanismo
se pone inexorablemente en marcha.
Pantalones, televisores, amistades, amores,
todo se recambia porque nada se repara.
Alcanzamos la conciencia de nuestras carencias
pero ¿qué conseguimos en realidad?
No podemos saltar sobre agujeros negros
sólo por saber dónde se encuentran.

Desde luego, pensé en el suicidio,
pero con menos convicción que antes de llegar allí.
Era natural hacerlo, una vez confirmada mil
y una veces mi total incapacidad para un cambio
radical. Pero me faltó tanto coraje como aburrimiento
me sobraba incluso para eso. Los sobres de azúcar
ponían un punto filosófico al café,
decían: ¿habrá más verdad que ser persona
entre la muchedumbre? Al lado, cómo no,
un retrato de f. p.

Nunca he sabido calcular los m² de una casa
ni los habitantes de una ciudad.
Las ciudades tienen el tamaño de los amores perdidos.
Cada casa en la que he vivido
medía tanto como mi soledad.
Cada mañana me acercaba
al mirador del Largo das Portas do Sol
para contemplar el amanecer,
a esa hora en que la luz no te deja ver que hay otra orilla,
e intentaba descifrar lo que esa imagen quería decirme.

RETRATO DE COPISTA

Caminar por un museo pequeño de un país pequeño 
sin saber mucho de su historia 
- por todas partes los mismos romanos,  
las mismas momias robadas en el mismo Egipto,
raras turistas de la eternidad a su pesar,
los mismos dorados medievales, idénticos juicios finales,
este empeño en resaltar diferencias tan, tan pequeñas...

En el extranjero debes amar a una estudiante de historia
que te explique quiénes llevaban esas armaduras aladas
mientras en la silla de la vigilante de sala
duerme el crucigrama apenas comenzado
con tres o cuatro palabras que no comprendes.

Una muchacha copia minuciosamente
un cuadro mediocre con un paisaje bucólico.
En qué pensará, pienso, mientras añade agua
al agua del arroyo, mientras desmigaja
el blanco de una nube, mientras cierra
la puerta de una casa en la que no estaré nunca.

Al descubrirme mirándola sonríe. Yo no le digo
que olvide su copia, que se venga conmigo,
que vamos a ponernos las armaduras aladas
para conquistar países de dentro
y de lo alto y de luego, y me voy

Ir
ir
cualquier cosa menos quedarse o volver

dejando atrás a toda prisa paisajes, momias,
capiteles, armaduras aladas,
contagiado sin remedio de este tiempo
tan vulgar, alérgico a cualquier épica.


SÍTULA DE VACÊ

Piensa en el poeta que quieres ser.

—El que hace hablar a las figuras antiguas
para explicar su historia, guerreros, sacerdotes.
—Por qué no, y que hable también
alguno de los animales mágicos. Pero no basta.

—El que se fija en un detalle
(una espada, un vestido ceremonial)
para reconstruir una lección sobre el mundo.
—Puede ser, pero no cualquier detalle,
y que sea una pregunta lo encontrado,
no una respuesta.

—El que se quiere artista contemporáneo
y cambia las figuras de la jarra por otras actuales:
guerreros por cantantes,
parturientas por presentadoras de tv.
—Qué divertido, juguemos también a eso.

—El que se mira en el todo y la parte
como en un espejo en el que por fin
entender algo de sí mismo.
—Desde luego, nos vamos acercando.

—El campesino que hunde sus manos en la tierra
y extrae de ella, como un regalo extraterrestre,
una vieja copa que ha cruzado intacta los siglos,
sin conocer la palabra sítula ni tener muy claro
quiénes fueron los celtas, y la limpia y la contempla
en su ajena belleza, como si la muchacha
más hermosa de Eslovenia fuese de repente suya
por una incomprensible errata del cosmos.

—Ese, sobre todo ese quiero ser.

Martín López-Vega (Po de Llanes, Asturias, 1975) es autor del poema largo Extracción de la piedra de la cordura (DVD, 2006) y de los libros de poemas Travesías (Renacimiento, 1997), La emboscada (DVD, 1999), Mácula (DVD, 2002), Elegías romanas (La Veleta, 2004), Gajos (Pre-Textos, 2007) y Adulto extranjero (DVD, 2010, segunda edición 2011), al que pertenecen los poemas que siguen. El volumen Equipaje de mano (Acuarela, 2000) recopiló una primera entrega de sus traducciones poéticas de diversas lenguas, al que siguió la antología de poesía primitiva Raíz de fresno infeliz (MaRemoto, 2010). Es autor igualmente de la trilogía viajera compuesta por Cartas portuguesas (Llibros del Pexe, 1997), Los desvanes del mundo (Llibros del Pexe, 1999) y Libre para partir (Trabe, 2009). Ha sido periodista, librero y editor. Ha traducido al castellano libros de autores portugueses (Almeida Garrett, Eugénio de Andrade, Jorge de Sena, valter hugo mãe…), brasileños (Lêdo Ivo), italianos (Salvatore Settis, Manlio Sgalambro, Giuseppe Cesare Abba…), franceses (Claude Roy) y norteamericanos (Charles Simic).