31/8/11

Manuel Becerra Salazar (Presencias reales: la poesía mexicana actual)



 Revista Ping Pong ¿Cuál fue tu primer contacto con la publicación: recitales, revistas, premios…?   
Manuel Becerra Salazar - Gané a los 13 años un premio de décimas literarias. Después vinieron un par de publicaciones en revistas locales y en algún suplemento del país. Cinco años más tarde salió mi primer libro.
  
Revista Ping Pong ¿Cuál es la imagen que piensas que se proyecta de la actual poesía en Hispanoamérica? ¿Consideras que se atiene a la realidad de la actual creación?  
Manuel Becerra Salazar - No sé cuál es la realidad de la actual creación, pero confío en la atemporalidad de la poesía y en eso que se necesita para hacer cosas nuevas, más allá del estilo o la estética, siguiendo la necesidad y la defensa de la soledad en que se está, tal como lo decía María Zambrano. Creo que es como volver al origen de las cosas: escuchar música porque es necesario, escribir poesía porque hay una necesidad particular de nombrar lo indecible, hablar con el misterio sin intervenciones externas.
La poesía hispanoamericana es inacabable y, sin duda alguna, se ha rodeado de poetas mayores. Eso es lo que seguirá siendo esencial. 

Revista Ping Pong ¿En estos momentos conoces o tienes referencias de la poesía dominicana y/o caribeña?  
Manuel Becerra Salazar - En realidad no tengo muchas referencias actuales. Me gusta la poesía cubana. Lo que ha hecho Reina María Rodríguez me parece admirable. A Fina García Marruz la cuento entre  una de mis poetas favoritas.

Revista Ping Pong ¿Consideras que hay algún blog interesante y con repercusión y/o trascendencia en el tejido poético mexicano? 
Manuel Becerra Salazar -Hay dos que comúnmente sigo: Pavesa de Raciel Quirino y Habitación de la heroína de Daniela Camacho. Los dos por su alta calidad literaria y también por sus buenas referencias musicales y pictóricas.

Revista Ping Pong -   ¿Cuál es la  relación que mantienes con  Octavio Paz? Sigue siendo el gran enemigo como se lee en los Detectives Salvajes de Bolaño?
Manuel Becerra Salazar -Definitivamente ha pasado el tiempo sobre la novela de Bolaño. El Octavio Paz de Los detectives salvajes es un blanco perfecto para los personajes adolescentes de esa novela. Hay quienes todavía se hacen de duelos ajenos, pero creo que son los menos. Su persona y su vida no interfieren, o no deberían interferir, en lo absoluto con su obra. Mi relación con él se ciñe precisamente a eso: su obra. Sus ensayos y su poesía es un conjunto que hay que leer con detenimiento.

Revista Ping Pong - ¿Qué relación mantienes con el resto de la poesía hispanoamericana? 
Manuel Becerra Salazar - Ha habido siempre grandes influencias en mi poesía, poetas a los que regreso mucho y que van desde César Vallejo, Jorge Eduardo Eielson, Borges definitivamente, Blanca Varela, Eliseo Diego hasta Carlos Oquendo de Amat, Enrique Verástegui, Giovanni Quessep, Ernesto Mejía Sánchez. En México hay varios poetas que sigo: María Baranda, Jorge Esquinca, Francisco Hernández, entre otros.      

Revista Ping Pong - ¿Y con la poesía en otras lenguas? 
Manuel Becerra Salazar- Me gusta la poesía norteamericana: e. e. cummings, Wallace Stevens, Elizabeth Bishop. También están la poesía de Paul Celan, Alda Merini y Nerval.

Revista Ping Pong - ¿Cuáles opinas que son los referentes literarios a los que miras en tu poética? 
Manuel Becerra Salazar -Tengo referentes literarios entrañables, pero en este momento los artistas que animan mi trabajo no son escritores. Me siento cerca de algunos artistas plásticos y músicos. Me gusta el verso de Raúl Zurita escrito en cielo de Nueva York, las intervenciones de Bansky, las transgresiones de Stelarc, Marina Abramovic, Joseph Beuys, todo Heiner Müller, la música de Satie, Luc Ferrari y Otomo Yoshihide, Jhon Cage, el Spoken Word.

Revista Ping Pong ¿Qué consejo le darías al lector dominicano para acceder a buena poesía.
Manuel Becerra Salazar - Habría que desconfiar de toda intención de vanguardia. Las buenas intenciones no sirven para la buena poesía. Toda vanguardia nace por una necesidad esencial de por medio y no por un gusto o un hartazgo inmediato por las cosas actuales que se hacen. No se puede empezar una ruptura poética sin conocer la tradición que la antecede. La buena poesía es la que sigue siendo necesaria.
 
Poemas de Manuel Becerra Salazar

Concierto del bosque
 Es un acto contra la muerte el de los niños bajando las empinadas del bosque. Este lugar arde, se cubre de aldeas y, por momentos, apresura la niebla. En su espesura reposa la sobriedad de un hombre afiebrado que sueña con baldes de agua. También en las verdes depresiones los aldeanos se aman a ojos de nadie. 

Hay una aldea bajo las constelaciones y una mujer que a la orilla del río lleva siglos lavando la quietud del agua.

Hay también un arpista encargado del incendio de las veredas. Tiene a su cuidado la instrumentación de Sonatas de agua, Fados de transparencia y verano, Canciones para adolescentes fumando en el claro del bosque.



Canción Western
 Tom Waits, en una canción, lleva años regresando a casa montado en un poni. Algo de furor y rareza signa a estos caballos tristes y solares. Mi hija tiene uno. Le concede un nombre alusivo a su tamaño y deja su mano dorarse al pasarla por su lomo.

Deja la orilla de la aldea. Sobre el boulevard arden los cañaverales. En un lentísimo slide de guitarra cruza la comarca. Se traslada vertical del campo abierto al arbolado fluir de mi sangre. Nada florece sobre las baldosas porque no necesitan metáfora estos paseos. Sin embargo, atraviesa un campo de margaritas que arde, como si cada margarita fuera un cráneo y crepitara bajo las pezuñas del caballo.

Empuña sin fuerza la brida y lo dirige hacia la infancia, pasa por la belleza de los cuatro años y por la mirada de los viejos. Al regresar cerramos la puerta tras nosotros. Atamos el poni al amparo de la sombra y al paso de los segundos él se hace parte de ella. Aún se escucha a Tom Waits silbar en una canción 

con el temple de los dos que van a dispararse en el duelo.

 
Tú, inasible ante la mano que intenta escribirte,
ante el nombre por el cual vuelves la cabeza
como desde otra edad. Infiel a la sombra
sales desnuda de la cama y te eriges
como una columna vertebral para el día,
en esta otra parte del mundo. Sales a la terraza,
vestida apenas, como una aparición,
y la lluvia te toca como si fuera un pensamiento.
Ahí te alcanza un tiempo de esfinges y perfiles.
Triste y melancólica
como si toda la juventud fuera tuya 
y tu cuerpo se lavara en un río,
desde hace años,
igual que los habitantes de ciertos lienzos.
Te perfilas en la veranda
con una mano en el mentón
mientras sostienes con la otra un vaso de ginebra
como un bastón para la sangre. 
Sin necesidad de espectador, te logras sola
como una magia. Aquí en la memoria
esta escena se destina a repetirse
ya recargada tú en aquella terraza para siempre,
donde tu cuerpo se tiende
al natural riesgo de arder
por la desamparada estrella de ti misma.



Experiencia del desencanto (Fragmento)
 III
Un día nos amaneció nevando. Más que al paisaje nos dimos puras a las córneas y a esa liturgia natural. La maleza del patio se dejó vestir como de mármol. Fueron diamantes, en lo glaciar del día, los limones y la cárdena enramada del muro.

La caída de la nieve también sucedía en el temperamento de mi madre. Jamás incendio como ese hubo entre nosotras. Córneas donde jamás la luz ha hollado, hombres que se deslizan de la edad del aguardiente hacia el valle de los muertos, vida que pasa por estos lugares como cuerpos que se aman; todos éramos testigos:

jamás incendio como ese hubo entre nosotras.  

Mi padre permanecía inmóvil y los rubios alacranes de las piedras y las flores de sombra, hasta que todo se detuvo y terminó. Fueron sólo unos segundos y cayó después la noche en los zarzales. Mi madre hablaba, cerca de las brasas, sobre el deshielo que vendría después. Y nosotras, mirando la incandescencia de los carbones que atormentaban sus ojos, seguíamos manteniendo la nieve a salvo en la memoria. 

II
Sólo los borrachos del pueblo se hacen de sus noches.

Llegan siempre en su reino de pobres, recargados en luminosas suripantas, si hay fortuna, desde la cantina del puerto, después de días. Tienen mala sangre, sin embargo, cuando abandonan la bebida se vuelven todavía más lastimeros. Después de tiempo, ya prestado el cuerpo al aguardiente, convulsionan en sus catres de príncipe. Tienen temperamento para aguantar la muerte. Mi padre era viejo, como antiguo era su crujir de huesos en la convulsión de la mañana. Ese gemir le venía de vidas pasadas. Del abuelo hasta nuestros días nos llegaba ese traqueteo de osamenta enferma, sin esperanza de muerte. Recuerdo su Algo estará pagando, en palabras de mi madre.   

Severo es el entrecejo del borracho que se ríe. Su vida sucede entre la miseria y el delirio de las copas de vitriolo. Con el paso de los años, el aguardiente ya no hace y se requiere de herrumbre, de cristal molido, de verdes botellas de perfume.

Para andar a tientas en la ebriedad, cada quien con su lámpara de alcohol.

En el tedio como en la fortuna los borrachos cantan. Se les desencaja la mandíbula apenas llega a posárseles en la garganta La paloma negra. Y allí van, medio imbéciles, desangelados cruzando el pueblo.

Quizá su miseria sea lo que les dará el cielo algún día.



Manuel Becerra Salazar (Ciudad de México, 1983), autor de los poemarios Cantata castrati (Editorial Colibrí, 2004), Los alumbrados (Premio Nacional Enrique González Rojo, 2008) y Canciones para adolescentes fumando en el claro del bosque (Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2010). Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía (2009-2010).