Algún animal es atropellado
y queda su cuerpo
tendido en el pavimento
Los carros les pasan por encima
y los aplastan hasta hacerlos
una masa negra
los mismos carros
a las mismas horas
Lentamente los cuerpos
desaparecen
como si alguien limpiara,
en silencio,
la piel y los huesos.
Fuck
Siento el rumor suave del helicóptero
que pasa sobre mi cabeza
y yo lo miro
tantear, ponderar las cosas desde arriba
bailar entre las nubes,
las montañas.
Dando tumbos acá y allá
bamboleándose
con su cuerpo de insecto negro
por el aire sucio, enrarecido
de los últimos días.
Y veo que se acerca,
que se mese
casi estático,
baja
en una línea vertical,
se me acerca.
Mientras el helicóptero me observa
yo le hago
la señal con el dedo
que aprendí en mi infancia
y no tiene traducción al español
pero en inglés
se escribe
fuck.
Las manos
A Luis
Rodas
Esta
tarde he pensado
en las
manos de mi tío Luis,
unas
manos duras, ásperas
donde no
cabe un callo más.
Cuando
uno le da la mano
él la
aprieta firme
y se siente
el peso
de días
bajo el sol y la lluvia,
el peso
de los
millones de golpes
con un
martillo
que han derribado
y
construido cientos de muros.
Cuando
él me suelta
queda un
vacío,
como si
la mano de mi tío
por un
momento
me
protegiera con su fuerza
y luego mi
mano quedara abandonada a mi destino.
Pienso
que esas
personas
que son
capaces de levantar una casa con sus manos
saben
algo que a los demás
se nos
escapa.
Carl Marx
A Juan Carlos
Rodas
Desde pequeño he visto
un cuadro de Carl Marx
en mi casa.
Un tío se lo regaló a mi padre
pensando que tal vez
sería un buen regalo para un
estudiante de filosofía y letras.
Creo que el cuadro hizo
lo mismo
que hizo el corazón de Jesús
con mis amigos.
Todas las mañanas
antes de bañarme, veo sus ojos
en blanco y negro
le hago un ademán
él me da su bendición, o algo parecido.
Fuego en el
espejo
Era diciembre del 97
y en el
barrio
echaban globos.
El
reto era coger
el mayor número posible:
en el proceso
casi me atropellan 3 veces
subí a techos de vecinos, sin permiso,
me corté con alambre de púas,
me apuntaron con una escopeta,
caí en canaletas y huecos más de 10 veces.
Tan sólo cogí 4 globos en mi vida.
Había una técnica
que consistía en apuntar con espejos
en la mecha del globo
hasta apagar el fuego,
el globo caía y sólo hacía falta
ser el primero en agarrar la candileja.
Dudé de la veracidad del proceso
hasta ahora
cuando me veo en el espejo
y confirmo que
la llama se hace más débil.
Santiago Rodas Quintero. Medellín, Colombia. 1990.
Ha publicado los libros Gestual (Editorial U.P.B, 2014) y Trampas Tropicales
(Atarraya editores, 2015)